Según
se cuenta el secretario de estado señor Lasalle presentó a un
preboste separatista de pro como un “independentista de razón”.
Un caso notable del espíritu deportivo y de las ganas de agradar con
el que gran parte de nuestros políticos retozan con el separatismo.
¿Pero
a qué racionalidad se puede referir?
Subjetivamente lo que diferencia por ejemplo al Papa de quien
cree con la fe del carbonero es que el primero es capaz de enhebrar
un discurso coherente y sostenido en torno a su fe, siendo en este
sentido tanto más racional cuanto más amplia sea su potencia
argumental. Pero esto no hace más racional las ideas ni lo que mueve
a tenerlas, sino la destreza narrativa. Para juzgar si sus ideas son
racionales y razonables, habría que ver si están en razón con la
realidad.
Por
eso importa poco si uno llega a determinadas ideas leyendo todo el
día sin salir de su cuarto o calentándose el ánimo en los estadios
de fútbol o ante las tertulias de la tele. Sería racional en todo
caso quien al debatir o estudiar estuviera abierto a rectificar y a
dejarse convencer ante argumentos superiores. Pero lo normal es que
los considerados intelectuales, intelectuales orgánicos diría
Gramsci, pongan el razonamiento al servicio de la convicción pública
y no a la inversa. En cualquier caso es muy presuntuoso creer que se
puede saber cómo cualquiera alcanza y tiene sus más importantes
convicciones. No irá muy desencaminado quizás quien piense que las
convicciones nos llegan y les hacemos sitio con mayor o menor gracia.
De
la misma forma que el peso de la razón y el sentimiento es
indiscernible y seguramente se complementan en la toma de posición
personal.
Sería mucho suponer por ejemplo que Verstringe era pronazi por
convicción o corazón y se hizo trotskista por reflexión y
raciocinio o a la inversa. Seguramente intervenían en ambos
registros las mismas potencias mentales. Lo único constatable y
seguramente cierto es que en ambos casos ponía al servicio de su
convicción una abundante reflexión, más o menos aguda y certera.
Reflexión dirigida normalmente más que a convercerse a
buscar la forma de convencer.
Se
mire como se mire la única racionalidad posible en política es la
que incumbe a los proyectos e ideas primero y a su realización después. Pero lo primero es necesario e imprescindible. Desde este punto de vista es
irracional quien pone todo el peso de la razón al servicio de ideas
irracionales, y tanto más irracional cuanto más irracionales sean
las ideas y mayor sea el poder racionalizador. Pues entonces no hay
razonamiento sino racionalización, encubrimiento de lo irracional
con buenas razones.
¿Quería
decir más bien el secretario que el tal preboste era un
independentista “racionalizador”?
¿Es
racional el nacionalismo o una racionalización? Depende, según y
como. En la Italia del XIX se acerca a lo primero y seguramente en
USA o en la Francia de finales de siglo XVIII. El nacionalismo
alemán, francés, inglés de principios del XX, fueron una calamidad
irracional desde el punto de vista del interés general de la
humanidad. Vean también el de las repúblicas exyugoslavas y tantos
etcéteras.
¿En
qué puede consistir la racionalidad del nacionalismo catalán en el
siglo XXI si tiene alguna?
Por
lo que dicen, en la suposición de que catalanes y el resto de
españoles hemos sido incompatibles históricamente y lo seguimos
siendo ahora. Incompatibles hasta el punto de que no podemos convivir
bajo un mismo poder público ante el resto del mundo, llámesele
Estado o Nación o ambas cosas a la vez. Digo ante el resto del
mundo, porque internamente Cataluña tiene para sí casi todo el
poder público posible.
Según
la primera suposición no formamos un mismo pueblo, según la segunda
estamos impedidos a tener la solidaridad mínima que han de tener los
miembros de un mismo país, porque esta solidaridad perjudica a
Cataluña. Resulta curioso que según los independentistas los
catalanes sean incompatibles con el resto de españoles, pero sean
compatibles entre sí, siendo como es la mayoría de la población
catalana originaria de poblaciones españolas y viviendo gran parte
de los catalanes de su relación con el resto de España en una
medida u otra. Mas bien los nacionalistas han presumido, y con toda
la razón, de que en Cataluña no hay problemas de integración ni
los ha habido con los españoles de más allá del Ebro que habitan
Cataluña, pero sin embargo debe haber problemas terribles de
convivencia con el resto. No se atreven a decirlo porque saben que es
mentira, pero es la única razón que podrían dar si fuera
verdad.
Sin
entrar en pormenores históricos y políticos que no vienen al caso
no hay mayor irracionalidad que justificar la separación con el
argumento de que así nos llevaremos mejor entre los españoles y los
catalanes. Nadie puede dudar que por muy buenos, abiertos y
comprensivos que sean el resto de los españoles, su disposición
hacia Cataluña nunca sería la misma, si se convierte en un país
extranjero, habiendo convivido mejor o peor al menos cinco siglos.
Como igualmente es absurdo esperar que los miembros de una familia se
lleven mejor con el familiar que decide romper los lazos con el resto
de la familia, no para hacer su vida, que ya la hace, sino para hacer
su vida en contra y sin relación con el resto de la familia. Vamos
que ni verse en Navidad.
¿Es
racional que se sacrifiquen varias generaciones hasta rehacer un
sistema de afectos y de complicidades, una vinculación moral, humana
en suma, que no llegaría a ser mejor que la indiferencia que hay
entre España y Portugal por ejemplo, tan vecinos y tan lejanos? ¿Es
racional hacerlo para que la cultura catalana y el bienestar de sus
ciudadanos lleguen a tener a lo sumo el mismo repertorio de
oportunidades del que gozan formando parte de España? ¿es racional
pensar que Cataluña ganaría en el mundo lo que perdería en
relación con España? ¿acaso la pertenencia a España impide a
Cataluña ganar en el mundo lo que ganaría separada de España?
Decía
que si Cataluña valora el afecto del resto de España no puede
romper con ella y pretender seguir siendo tan amigos y hermanos, por
muy buena que sea la disposición particular de todos los ciudadanos.
Y esa relación humana afecta y mucho a todas las cuestiones de la
vida, empezando por la economía.
Siendo
así dudosa la racionalidad del proyecto, quizás no lo sea tanto la
que tiene que ver con el logro del proyecto, que no es lo
mismo aunque se confunde. Algunos pueden pensar que la independencia
sería racional si se alcanza o que eso probaría su racionalidad.
Pero lo único que demostraría es que las fuerzas independentistas
han sabido usar de su capacidad racional para llevar a los suyos por
la irracionalidad. ¿O alguien cree que los separatistas en el punto
que han llegado, están abiertos a razones sin volverse “traidores”
a su causa? Por lo visto en este caso lo creen quienes se toman el
asunto con espíritu deportivo.