En un impagable artículo preciso y clarificador como todos los
suyos T. Uriarte, califica la legislatura de Sanchez de “Fracaso
anunciado”. Creo que sería así si todo quedara en eso. Pero esa
legislatura tenía mucho de declaración de intenciones, aunque no
dudo que el pavo ya puesto pensara que sus planes podían resolverse
de una tacada. Del ensayo de puesta en acción con los separatistas
no sale el quebranto sino la necesidad de pulir y dejarse de
pamplinas.
Lo más oneroso no es por qué lo sigue su gente, sino el
fondo por el que transita el personaje con su gente. Debiera quedar
claro que además de oportunista, necio y ridículo es un fanático
volcado, en el período record de su ascenso al estrellato, al
izquierdismo y al sectarismo. No ha inventado ni descubierto nada que
no anidara en el alma oscura del socialismo español y que sólo se
ha disimulado. Uno que cree más en la influencia de la historia, y
en mayor medida cuanto más soterrada anda, que en los efectos de las
novedades tecnoculturales en las posiciones de fondo de la gente, no
ve en este “infantilismo izquierdista” sino la aparición de lo
que tenía que salir en circunstancias oportunas.
Lo mollar sin duda
es como dice T. Uriarte: “Es necesario, pues, temerse lo peor, que
Sánchez y su partido estén convencidos en la posibilidad de llegar
a un acuerdo con éstos, cuando la razón de ser de todo secesionismo
es que no haya acuerdo.”
¿Pero hay algo
además que ingenuidad o prejuicios? No
me refiero sólo a la
necesidad de marcar distancias de la “ultraderecha” que es todo
lo que está a su derecha y
así perpetuar el chollo guerracivilista.
¿Le importaría admitir “la autodeterminación” si eso no lo
despeñase para siempre y le diera réditos de algún tipo? ¿no
sería eso lo congruente con su convencimiento de que España no es
más que un “Estado multinacional”, como mucho? Todo
es incierto pero más allá de su implacable
pavoneo a
través de este personaje y los podemitas,
una parte de la izquierda, quizá
la más influyente, ha perdido la vergüenza de jugar sólo
a la erradicación de la derecha, al coste
que sea o lo que es peor sin
pensar ni quererlo hacer en
cuan irreparable
sería la factura.