Tan desalentador como los resultados electorales es el hecho de que
el PP, y por extensión toda la derecha, parece incapaz de liberarse
de la llave que lo tiene paralizado desde la emergencia de VOX. En
términos estratégicos la campaña estaba planteada de forma
inequívoca en torno a la legitimidad de la coalición frankenstein o
la coalición de derechas. Sanchez lo asumió francamente y sin
ofrecer dudas sobre sus intenciones. Para nada pidió el suficiente
apoyo para evitar ir de la mano de los separatistas, ni por supuesto
de los comunistas. Más bien los animó. Aunque no tuvo necesidad de
hacer proclamas en positivo dejó bien claro que antes que PP/VOX
cualquier cosa. Por si había dudas machacó hasta la extenuación
que el destino del PP era gobernar con VOX, algo que antes de
iniciarse la campaña lo daba por supuesto la opinión pública.
Como es notorio la
estrategia del PP fue evitar ese marco de juego, soñando que el
PSOE, que para esto sabe latín, lo iba a permitir. Ya se sabe pedir
mayoría suficiente para evitar a VOX como en la Andalucía de
Bonilla. Pero la carambola se ha demostrado irrepetible. Sanchez
estaba apercibido. No se trataba de alertar contra VOX sino contra el
pacto PP/VOX, una vez que la opinión pública, repito, tenía
asumido que de ganar el PP sólo podría gobernar de esa manera.
El PP quería andar
por una vía imposible. La de dejar en el limbo esa posibilidad. La
dejar en la indefinición los pactos comunitarios. Creó que las
contradicciones hubieran aparecido de todas las maneras, pero la
intentona se frustró cuando se formó gobierno en Valencia.
Inopinadamente, al desmontar el candidato valenciano del PP
retirándose la coartada de que no se podía ir de la mano de un
maltratador. La posterior astracanada de la Sra. Guardiola, que no se
había enterado de que con el pacto valenciano los ascos a VOX no
tenían sentido convirtió el resto de la campaña en un vaivén de
feria, sólo disimulado por el viento a favor de los sondeos.
Mientras se afinaba
la puntería en su contra el PP trató de convencer que sólo una
buena mayoría podría impedir lo que parecía tener que caer en el
túnel de los horrores. La defensa de lo único defendible, que una
coalición de derechas era más legítima y beneficiosa que el Super
Frankenstein, quedó escorada a la espera de los encantos exclusivos
de Feijóo. Es evidente que así se dió pábulo, en el fondo se
corroboró que Sanchez tenía razón. Que VOX es diabólico y lo que
espeor que cualquier cosa es preferible a la influencia de VOX en un
futuro gobierno.
¿Tuvo
trascendencia electoral directa? Se contaba con que de antemano unos
cientos de miles de socialistas mosqueados se habían extraviado del
rebaño y que la mayoría de los votantes de Cs pasarían al PP sin
problemas. Si la estrategia del PP dependía de esas capturas los
resultados son descorazonadores. Pero si los sanchistas tuvieron
éxito en su política de tierra quemada y de no hacer prisioneros
hasta el punto de atraerse a puñados de “disidentes”
atemorizados no pudo ser por la impúdica exhibición del espantajo
de VOX . Esta era la cantinela inagotable y absorbente como música
de fondo y superficie a todas horas, día y noche. Despistó la
victoria apabullante de Feijóo en el debate porque la persona y el
personaje Sanchez quedó por los suelos ¿pero su política? Entre la
zarabanda que el depredador armó el fondo pasó desapercibido. No es
preciso entrar en detalles pero una vez que Feijóo se sintió
vencedor debió creer que era la oportunidad de librarse de la
peligrosa tutela de VOX como si no estuviera en disputa otra cosa que
un gobierno exclusivo del PP u otro con VOX.
Sin duda que la
desesperación afinó la puntería sanchista, siempre dispuesto a
todo antes que abandonar y perder. Y cuanto más intenso era el fuego
enemigo más se ocupó Feijóo en apostar por lo mejor en lugar de lo
bueno. Además del cierre de filas sanchista/nacionalista los dudosos
y ausentes que constituían el objetivo del PP en todo momento y en
este final de campaña especialmente debieron variar hacia Sanchez
atemorizados por el fantasma de VOX… Porque todos daban por
supuesto el acuerdo PP/VOX desde el principio, pero lo que siempre se
tuvo por normal, pasó a ser ruinoso y maligno, el mayor mal
posible imaginable.
Tuvo que conjugarse
para ello la precisión embrujadora de la izquierda en el uso de sus
poderes con la abstención del PP contra lo verdaderamente demoníaco,
dando por supuesto que eso estaba descontado en la opinión pública,
más allá incluso de las filas de la derecha convencional hasta
afectar a la sensibilidad cívica de muchos socialistas de toda la
vida. Bastando por tanto aparecer como “partido de Estado”, sin
medir el favor que hacía a sus “enemigos, al dar a entender que el
voto “útil” deslegitimaba tanto a VOX como al pacto con VOX.
La doctrina
sanchista de que “conmigo y contra la derecha todo vale” ha dado
a sus seguidores y votantes lo que más aprecian, seguir en el poder
y en el contumaz trabajo de aplastar para siempre a la derecha.
¿Significa esto un cheque en blanco para el descuartizamiento de
España? Hace alguna década esto era inimaginable. Pero ahora ZP/Sz
tienen tan amasados y sectarizados a sus votantes y a sus seguidores,
que ya todo parece posible. Pero como el trío de SZ/ZP/Pumpido se
puede estrellar de dar el salto tienen que decidir si echar el Órdago
y acabar la partida. Por lo que a los votantes se refiere es claro
que a una parte no le divertiría, aunque otra ya sea cómplice. Pero
ninguno de estos cuentan sino hay nuevas elecciones y sino hay una
contundente reacción social que los conmueva. Las bases pueden ser
más decisivas, pero está ebrias de satisfacción y confort. Difícil
imaginar una reacción de dignidad, valor y lucidez, por esos pagos.
Al menos una reacción que se anticipe y pueda reconducir la osadía
sanchista. Así es al menos el primer reflejo pavloviano.
Pero bien mirado
los resultados son sibilinos y es dudoso que el PSOE se sienta cómodo
ante lo que se nos viene encima y se les viene encima. Tener que
afrontar la contradicción que lo puede desahuciar y que ha jugado a
postergar puede despertar de sus sueños de cigüeña satisfecha a
más de un durmiente. Y no es grato estar en un sillón que puede
volar en cualquier momento.
A Feijóo no le
queda otra que emplazar a su Cainita Señoría a negociar una salida
común para España y a Abascal a apoyar a Feijóo por sentido de
Estado. Rivera rehuyó emplazar al bello flautista y todavía lo
estamos pagando. Por supuesto ni el más iluso cree que se aceptaría
este ofrecimiento y ni siquiera se vaya a considerar una pizca. En su
inercia vencedora y deconstituyente el sanchismo cree que puede
seguir alimentando con prebendas a los socios y postergar la decisión
sobre el futuro de España “hasta cuando sea oportuno”. Pero lo
que hasta el momento eran cesiones y ventajas lo tendrán los
beneficiarios por embelesos para marear la perdiz. “¡Que ya es
hora de decidirse y resolver el “conflicto”!”
Ya está aquí el
muro de la realidad. Y para todos. Por poco que piense en algún
momento la sanchidad sabe que va llegando la hora de la decisión
fatal, aunque esté maquillada. Y ante la tesitura de poner a España
al borde del abismo tiene que saber que su propósito se malbaratará
si aparecen grietas públicas e indisimulables en el soporte
socialista. <Dicho sea de paso puede que por esos lares quede poca
convicción patriótica e incluso constitucional pero no es baladí
ni artero el razonamiento de que si los separatistas consiguen su
propósito el porvenir del PSOE en la España que quede no lo
envidiarían ni los peores apestados. A falta de convicción el miedo
razonable también cuenta. Claro que siempre puede llegar una
República bolivariana o incluso castrista a salvar la Causa ¿¡?E
incluso que algún sanchista se atreva a imaginar camelar a los
separatistas con esa promesa como paso previo a su independencia,
¿pero los creen tan tontos?. Todo a su tiempo.>
Decía que el
emplazamiento al pacto no merecerá si quiera la pérdida de un
segundo por el receptor. ¿Pero no es verse ante esa tesitura de
tener que negarlo y despreciarlo lo que más puede temer el gran
cainita? Algo se está filtrando y sus voceros, por lo que observo,
balbucean y responden con juegos de palabras (“¡qué gracia!,el
que quiere derogar el sanchismo pide al sanchismo que se derogue” y
demás ocurrencias por el estilo). Y los encomendados de la
nomenclatura responden como Fernando VII, “todo se tramitará
dentro de la Constitución”… “que para algo está Pumpido”
debieran añadir.
El emplazamiento no
puede parar lo que está en marcha, pero es vital para preparar la
necesaria reacción que lo pueda parar, dejando patente de paso a su
sanchidad ante la Comunidad europea, por si sirve de algo. Y que
además la resistencia va en serio. Bien hecho tiene que ser un
lastre para este Procés integral y definitivo, si se emprende, y un
motivo de reflexión para muchos embaucados. En todo caso ahora el PP
no puede obviar la razón de ser de la apuesta de Feijóo, convencer
a los españoles de que Sz. va en serio y seguirá haciéndolo
mientras pueda. Es decir que lo verdaderamente ruinoso y diabólico
es el Frankenstein.
Se puede confiar
pese a las oscuridades de la campaña en que Feijóo lo haga bien. El
sabrá cómo. Parece entero y enterizo, y con ganas de aprender. Y
por lo que a Abascal respecta es de esperar que aprenda a hacer buen
uso de su sentido patriótico. Lo dice uno que modestamente cree que
es mejor una derecha cobarde que una derecha dividida, pasado el
revulsivo que esto ha podido significar. Porque España es muy rara y
especial entre otras cosas. Pero eso ya no viene a cuento.
Pumpido o el tapado más destapado. Fiel a K.Schmitt: tiene el poder del Estado quien dispone del poder de decretar el estado de excepción. En este caso quien decreta lo que el Tribunal Constitucional decide. Que se pavonee de poder decidir lo que es ley y lo que no según su santa voluntad denota en este caso más confianza en sus fuerzas que temor.
¿Cómo neutralizar a quien está dispuesto a neutralizar y permitir lo que le venga en gana y a tener a España y a la Constitución bajo la espada de Damocles de un estado de excepción permanente, eso sí no declarado por ahora?
Negros nubarrones en el panorama: o su Sanchidad o crisis constitucional; o Constitución en estado crítico con Sanchez o crisis constitucional con Pumpido.
En el fondo dudo sobre quien de este tándem manda y está decidido a más, pero desconozco si importa mucho. Por ahora Pumpido se ha preocupado de advertirnos que en esta campaña nos estamos fijando en el dedo y no en la luna. ¿Nos advierte por invencible soberbia o porque quiere que nos vayamos haciendo a la idea y así todo será más sencillo? Me parece que es cierto, que sólo nos fijamos en el dedo
Buenos días.