Quisiera
hacer varias observaciones del muy pertinente articulo de L.
Haranburu "EH Bildu y Podemos" que incorporo al final.
Estoy de acuerdo en que, en resumen,
para EH Bildu el pueblo es una sustancia étnica meta histórica y
para Podemos son las masas revolucionarias en movimiento. Pero haría
algunos matices.
-Bildu
entiende también el pueblo como una entidad revolucionaria
anticapitalista y así lo siguen muchos. Ha capitalizado los afanes
revolucionaristas, no me atrevería a decir revolucionarios, al
conseguir canalizarlos alrededor del nacionalismo, con lo que ha
fundido revolución (social) y nacionalismo, aunque
lo que pretenda exclusivamente sea la independencia de
“euskalherría”. Pero para los seguidores también
revolucionaristas este matiz es demasiado fino.
-Podemos
considera que los nacionalismos revolucionarios y cualquier
nacionalismo en general son parte del movimiento revolucionario y
quizá hoy por hoy la principal fuerza de choque.
-Podemos
gestiona movimientos colectivos y sobre todo mentalidades populares
que hunden sus raíces en la tradición anarquista, federalista y
cantonalista ibérica, tradición sin la que por otra parte serían
incomprensibles los nacionalismo fetén hispanos. Naturalmente para
que esas inclinaciones colectivas existan no es preciso haberlas
aprendido en clase o a través de la propaganda política.
Así
los vasos comunicantes entre la orientación y el espíritu batasuno
y el podemita son mas profundos de lo que se deduce de las meras
definiciones teóricas de estos fenómenos y explican la enorme
porosidad que hay entre los públicos que los siguen.
En
la medida que estamos en un régimen electoral cada marca ha de
cuidar su cuota de mercado, ya que de ello depende su suelo político.
Pero ambos coinciden en el objetivo de destruir la democracia
constitucional, por lo que su potencial alianza es algo mas que
táctica o circunstancial, por muchos roces que pueda haber. La
diferencia, es cierto, afecta a que los proetarras ya son un
movimiento cuajado de domina matonilmente la psique moral de la
población vasca, vulgarmente hablando la tiene acongojada, y
Podemos aun tiene camino por recorrer para hacerlo en toda España.
Pero sería de exagerado optimismo creer que los escraches a Gonzalez
y Cebrian así como múltiples “celebraciones” de este tipo son
pachangas impostadas, como sino hubiera un sustrato de odio ya
bastante cuajado en el podemismo social.
Respecto
al problema de fondo ¿admitiría Podemos la secesión si tuviera el
poder absoluto? Pues depende. Ahora cuenta, con todo el delirio que
se quiera, con que el impulso secesionista puede traer la revolución,
lo que ellos llaman proceso constituyente, o que al menos es
imprescindible para ello. Sino fuera así no se entendería su
postración ante “las mareas” y demás socios. Por su parte los
batasunos saben, por muy zoquetes que fueran, que el tren de Podemos
y el de la secesión catalana es su mejor oportunidad. Lo que si está
claro es que, si estuviéramos en esas, los podemitas no se moverían
por patriotismo sino por revolucionarismo que es cosa distinta y que
los batasunos tendrían mucho poder que imponer.
EL CORREO
24/10/16
LUIS HARANBURU ALTUNA
EH Bildu y Podemos
Determinadas acciones y posturas parecen equiparar a EH Bildu y
Podemos, pero existen diferencias de orden político y conceptual que
los hacen antagónicos. Los acontecimientos del miércoles en la
Autónoma de Madrid donde se impidió hablar a Felipe González y
Juan Luis Cebrián, guardan no poca semejanza con el linchamiento de
los guardias en Alsasua. Ambos sucesos ponen en evidencia la
intolerancia de batasunos y podemitas; sin embargo, no deben movernos
a engaño las apariencias. Lo acontecido en Madrid tiene los visos de
una radicalidad impostada al servicio de la confrontación entre
Iglesias y Errejón, mientras que el linchamiento de Alsasua parece
obedecer al odio estructural del abertzalismo más irredento. Son dos
cosas distintas, como distintas son las conceptualizaciones políticas
de ambos. Con ser grave la intransigente negación de la libertad de
expresión de los seguidores de Podemos a sus adversarios, lo es más
el linchamiento físico de los supuestos enemigos en Alsasua.
Obedecen a pulsiones iguales aunque diferenciadas. Atañen a la
esencial distinción entre el adversario y el enemigo.LUIS HARANBURU ALTUNA
EH Bildu y Podemos
Tras las últimas elecciones al Parlamento vasco, se ha especulado con la posibilidad de que Bildu y Podemos puedan constituir una alternativa al Gobierno del PNV. Efectivamente, la alternativa sería numéricamente posible siempre y cuando contaran con la complicidad del PSE, hoy por hoy descartable por razones obvias de oportunidad y coherencia. Pero más allá de una supuesta proximidad programática en lo social entre Bildu y Podemos, existe una potente razón ideológica que hace incompatible una alianza estratégica entre abertzales y populistas. En Bildu se ha querido ver en el derecho a decidir, suscrito por Podemos, una identidad política que carece de fundamento debido a la distinta concepción acerca de lo que entienden por ‘pueblo’. Tanto Bildu como Podemos tienen al pueblo como principal referencia de sus políticas, pero ambos asignan distintos contenidos al mismo. El pueblo que Bildu invoca como artífice de su construcción nacional (herrigintza) nada tiene que ver con el que Podemos pretende construir como artífice de la nueva hegemonía política que aspiran a liderar. Ambos invocan un ‘demos’ sobre el que pretenden construir sus respectivos proyectos, pero están hablando de cosas distintas. Para Bildu existe un pueblo formado por los siete herrialdes que constituyen Euskal Herria, pero para Podemos el pueblo que se pretende construir es todavía un mero proyecto, asentado en una multitud de demandas populares, capaz de generar una voluntad colectiva para construir una nueva hegemonía opuesta a la actual. El pueblo que Bildu reivindica es una entidad preexistente que se fundamenta en la etnia vasca y posee una identidad factual reconocida por el conjunto del nacionalismo vasco. Es un pueblo que equivale a la patria frustrada; una ‘nación’ que ya preexiste e interesa ‘liberar’. El pueblo de Podemos, sin embargo, es todavía una mero significante ‘flotante’ al que es preciso reasignar un significado político que aún carece de una identidad precisa.
Con independencia de la diversa concepción del pueblo, los dos coinciden en el hecho de que para que haya pueblo es preciso articular una frontera. Esta frontera, sin embargo, divide entidades muy diversas si nos atenemos a sus respectivas concepciones ideológicas. Para Bildu, la frontera imprescindible es una raya de índole física y geográfica que separaría a Euskal Herria de España y se halla prefigurada desde ya en la línea divisoria que separa a los vascos abertzales de los que no lo son. El pueblo de Bildu tendría, por lo tanto, una entidad geográfica que acogería a un ‘demos’ identificado como abertzale. La frontera que Podemos pretende instaurar para articular su pueblo, carece de un ámbito geográfico distinto al español y tiene la intencionalidad de construir una identidad que reúna a quienes se sienten excluidos por la actual hegemonía del régimen político instaurado en 1978. La distinta concepción de Bildu y Podemos acerca de lo que entienden por ‘pueblo’ es geográfica y políticamente distinta. Podría afirmarse que si bien es cercana la sensibilidad social de ambas formaciones políticas, la marca fundamental por la que ambos partidos definen a su pueblo es antagónica.
Por mucho que Podemos suscriba el derecho a decidir, su ‘pueblo’ no se circunscribe al ámbito geográfico vasco; más bien parece que el derecho a decidir, suscrito como una ventana de oportunidad, es una más entre las demandas. Pienso que el PNV acierta al considerar que Podemos suscribe el derecho a decidir como un mero instrumento funcional al servicio de lo que Ernesto Laclau concebía como la cadena equivalencial indispensable para articular la nueva identidad del pueblo en pos de la hegemonía. La ambigüedad con la que Podemos actúa en Cataluña coqueteando con Puigdemont no debería hacer pensar que su proyecto político es asimilable a los nacionalismos periféricos. Estos nacionalismos son meras ventanas de oportunidad para desestabilizar al actual sistema de poder que Podemos utiliza para construir una hegemonía alternativa en el conjunto de España. Las demandas nacionalistas pueden hallar acomodo puntual en la amalgama de las demandas encaminadas a articular la cadena de equivalencias, pero no parece probable que estas constituyan su núcleo referencial. Bildu y Podemos se observan con interés e incluso pueden amagar una afectividad táctica pero ambos son antagónicos por cuanto que necesitan anular al rival. Se trata, en palabras de Mouffé, de enemigos amistosos. Una amistad circunstancial alimentada por la identidad del adversario común que ejerce la hegemonía política en Euskadi.