Se
achaca al éxito de la consigna “España ens roba” el principal
motivo de la extensión del secesionismo. Pero es cierto a medias.
Creo más bien que este sentimiento ha sido operativo porque ha
despertado un sentimiento más profundo, que ha permanecido latente
durante decenios desde la guerra civil. Me refiero al sentimiento de
superioridad de la denominada “burguesía catalana” o más bien
nacionalista, sobre los españoles en general. Esto, con su tradición
histórica en Cataluña en las clases medias urbanas y pagesas,
constituye su principal vínculo de cohesión, con independencia de
su impacto y traducción política e ideológica.
Haciendo
también abstracción de la génesis de esta actitud, lo que me
parece más decisivo es que sus períodos de auge coinciden con el
auge de un sentimiento de postración de la valía de España como
realidad histórica en la sociedad española. Sin duda que no es una
mera coincidencia. Tanto en el 98, en la posguerra de los años
veinte hasta la guerra civil, o en el momento presente la postración
de la sociedad española ha despertado las ínfulas de superioridad
en las grey antiespañola de la sociedad catalana y no digamos en la
vasca. Sin duda que ya operaban pero se han visto potenciados y sobre
todo respaldados.
No
es el caso tratar aquí de las causas del autodesprecio colectivo, de
tan hondas raíces, que renació con la aventura de Irak, se asentó
con la crisis y ha cristalizado en el podemismo. Baste atender a su
sintonía con la veta de cainismo que seguía latente en la parte
más influyente ideológicamente de la sociedad española. Desde la
transición hasta cuajar en el “cordón sanitario”. Naturalmente
a partir del despropósito de identificar la idea de España con la
derecha y esta con el franquismo, los males e injusticias sociales ,
reales o imaginarios, se convierten en símbolo de la ineptitud
genética de la nación española, cuando no justifican la puesta en
cuestión de la existencia de la misma:
“¡¿cómo algo tan nefasto ha podido existir?!” “¡¿Puede ser
acaso otra cosa que un invento de oligarcas y de la Iglesia?!”
Volviendo
a la actualidad catalana. Fijemonos en lo característico del
“fenómeno (sociológico) Rufian” (no es procedente denominarlo
“rufianismo” porque se malentendería). Veamoslo como
representación orgullosa de la parte de los charnegos huérfanos
tras la deserción del PSC hacia el nacionalismo, que encuentra
cobijo en la izquierda separatista, por ser muy de izquierdas y ante
todo de Izquierdas.
El
fenómeno Colau es otra variante más cuidadosa con la ambigüedad.
Aun engancha manteniendo la duda de su destino final, duda que
alimenta la esperanza de que estamos ante una alternativa poderosa y
radical al separatismo.
No
son anécdotas. La inflación del separatismo se alimenta
primordialmente de estos refuerzos. Pero estos ¿se habrían atrevido
a dar el salto renegando de la solidaridad con los españoles que
ellos mismo son sino les llegase desde las entrañas de la misma
sociedad española el clamor de que España es una sociedad
intrínsecamente fallida y defectuosa? ¿de que el Estado español es
corrupto e incompetente por naturaleza e incluso de vocación?
La
diferencia con otros fenómenos paralelos históricamente, como el
lerrouxismo y el anarquismo de los años veinte y treinta merece la
pena de considerar. Máxime cuando algunos ven en casos como la Colau
una especie de resurrección de todo ello. Fueron en su origen el
refugio de los (mal llamados) “emigrantes” contra el
nacionalismo, a la vez que aspiraban, con mucha razón o escasa desde
sus ideas y prejuicios, a la regeneración de España. Pero lo más
importante: valoraban por encima de todo la solidaridad con los demás
trabajadores españoles o incluso con los españoles en general.
Trágicamente la historia ha conducido a la comedia de que
actualmente una parte de su herencia converja con el separatismo.
Todo empezó cuando tantos y tantos empezaron a creer que debieran
demostrar méritos para ser acogidos; cuando sus “líderes muy
suyos” llamaron a dar pruebas de buena conducta y se pusieron a la
cabeza. Cuando en definitiva empezaron a propagar que la solidaridad
con los trabajadores españoles está bien pero siempre que no
perjudique la solidaridad entre los catalanes. Así se va accediendo
a la “superioridad”.