sábado, 7 de junio de 2025

LA ESPAÑA DE LOS PINGANILLOS Y LA CESTA PUNTA

El taimado no puede remediar expresar su intención o,sino es el caso, hacer ostentación de la misma. Conde Pumpido aparenta lamentarse de que al TC le cae el marrón de solucionar jurídicamente problemas políticos. No hace falta ser jurista ni experto para saber lo que en el fondo sabe Pumpido, que el TC sólo tiene que limitarse a velar por que las leyes sean constitucionales. Tanto lo sabe que lo dicho parece más ostentación que desliz. En la misma línea, la ostentación de los pinganillos y hasta la de la cestapunta, aunque esta pase desapercibida.

Es inequívoco que se convierte a los pinganillos en el símbolo del poder conjunto sanchista separatista. Pronto se unirá la cesta euskalduna frente a "falsa canastilla" española. Con estos símbolos se expresa el incondicional apoyo del separatismo al sanchismo y la correspondiente entrega sanchista.

Lo normal es que un gobierno formado por un partido sostenido por minorías, perdiera el apoyo de estas minorías, atemorizadas de que la putrefacción del partido gobernante las salpicase en camino irremediable a la perdición. En España ocurre lo contrario. Cuanto más nauseabundo es el sanchismo con más brío se le sostiene, sin que las minoría separatistas teman sufrir desprestigio entre los suyos, más bien esperan entusiasmo y agradecimiento. Sucede que las minorías aspiran normalmente a conseguir mejoras y privilegios, pero las nuestras no sólo van a por todas y no pueden imaginar mejor ocasión.

Se puede jugar a resolver el acertijo del que depende la legislatura: si la confederalización de España es un medio para la perpetuación de Sanchez en el poder o si esa perpetuación es necesaria para confederalizar España. A estas alturas es indiscernible cual es el fin y cual es el medio y además es indiferente. Por mucho que la urgencia de como salir de la pocilga lo interfiera, la confederalización de España sigue siendo la clave de bóveda del mandato sanchista, lo cual va más allá de esta legislatura. De no tener sus socios mínimas garantías de que esto "va palante", y que no se va a quedar en meras expectativas, en ningún caso se avendrían a continuar la farsa.

Este proyecto, etiquetado de "Estado plurinacional", sólo puede tener tres contenidos y sólo puede ejecutarse de tres maneras. 

En primer lugar la Confederación pura y dura, la asociación de tres naciones o Estados(Cataluña, Pais Vasco y el resto junto, hasta el momento, llamémosle Expaña) con soberanía compartida hacia el exterior y soberanas hacia el interior, sin mutua interferencia y con algún sistema para articular normas o medidas comunes según convenga. Esto solo se ensayó fugazmente en la Yugoslavia postitista con los resultados conocidos.

Para ser de alguna forma viable, este sistema requiere que en la Expaña domine y gobierne el socialismo, lo que en principio casa mal con su minoría socio electoral en este ámbito. Ya sin la suma de los votos separatistas, que debieran reducirse a su territorio, quedaría sin duda aun más menguada esta posición, por poco que funcionase un sistema democrático. Esta condición de dominio socialista es evidente porque resulta inconcebible que una mayoría nacional antiseparatista admitiese la descomposición confederalista. Se deduce que tal proyecto confederal tendría que acompañarse de la imposición de una dictadura sin tapujos, a la cubana, en la Expaña, complementaria a las dictaduras separatistas de los otros territorios confederados. La confederación pura tendría que ser en suma una confederación de dictaduras despóticas y no hay que ser muy listos para esperar su inmediata evolución en Estados independientes. ¿O acaso el sanchismo estaría dispuesto a impedirlo por la fuerza?

Una segunda forma más tenue y aparentemente más viable sería una determinada regulación de lo que tenemos actualmente, protegiendo jurídicamente la independencia de las regiones separatistas "en sus asuntos"(que tienden al infinito), y manteniendo un parlamento común, como el actual, para que los votos separatistas nacionalistas hicieran posible una mayoría gubernamental "progresista". Tendría para los separatistas por otra parte la ventaja de que podrían seguir  inclinando a su favor todos los aspectos de la política nacional según su conveniencia.

Una fórmula de regulación pertinente podría ser una República con formas externas democráticas consentida por la U.E., lo que tendría que ser compatible, para su mantenimiento,con la colonización institucional y de los núcleos de influencia social más decisivos.

Una tercera forma es la actual, enmascarada de sistema autonómico, ya convenientemente estabilizada, una vez que el poder judicial y la fiscalía en su integridad y las fuerzas de orden público y el ejercito sean cadenas de transmisión otra. Es decir una República del segundo tipo bajo la envoltura de las apariencias del actual sistema constitucional. Esta tiene la ventaja para los separatistas y el sanchismo, el sanchismo separatista habría que decir, de que podría hacerse y deshacerse a conveniencia, evitando un estado de alarma tal que moviera a una rebelión nacional. Pero tiene el inconveniente de que no podría ser permanente y que tarde o temprano debiera definirse por una de las dos opciones anteriores. Por otra parte es dudoso que la masa separatista se conformase con esta especie de limbo mientras la demagogia que la calienta la tiene que poner en permanente estado de efervescencia o al menos de cómplice incomodidad.

Lo paradójico es que el interés racional del separatismo descansaría en las dos últimas opciones y especialmente en la segunda, si fuera posible. Porque ¿como desperdiciar la ocasión de mandar en España de facto y hasta de iure, siendo España su principal fuente de lucro y de negocio y se puedan blindar de la intromisión de "lo español" en su feudo? Pero esto es una disquisición de corto recorrido, habida cuenta de que el móvil separatista es, en su fundamento y justificación, oscuro e irracional, por mucho que se quieran creer que con la independencia obtendrían jugosos beneficios.

Con Sanchez nada es previsible, pero lo más lógico es que piense que el horno no está para bollos, como para encaminarse a la segunda fórmula, la de la República Confederal, y menos aún hacia la primera de la triple República. Pero su subconsciente debe estar en permanente ebullición y tal vez esté tentado de dar un golpe en la mesa, por muy insólito que esto parezca. Todo puede depender de hacia donde le lleven sus pesadillas, tal como padecían los McBeth.

También los separatistas han de optar por seguir aguantando al gobierno hasta que escampe o dar el gran patadón para que la confederación no tenga vuelta atrás. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si emplazaran al déspota de la Moncloa a promulgar un "referéndum de autodeterminación" ( pleonasmo exquisito a sus beneficiarios) por supuesto bien pactado o incluso disimulado? O simplemente si lo emplazaran a un "asunto tan menor" como extender al conjunto del deporte la experiencia de la cestapunta euskalduna.

Les encantaría, y al sanchismo oficial le costaría pensar que es un tema relevante para los suyos. ¿A qué no tiene todo problema una solución jurídica mientras se aguante en el poder lo suficiente? Al fin y al cabo a su masa social ya no le importa si la aventura de Sanchez es vergonzosa y destructiva sino si sólo importa que el hundimiento del partido sea imparable. Disuadir a los suyos del temor al presagio que atenazaba a Macbeth "el bosque se mueve y se acerca", y conjugarlo con su proyecto estrella, es tarea titánica, hasta para el peor y más hábil desaprensivo. Pero Sanchez no tiene otro remedio que seguir hasta el fin para ganarlo todo.





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