viernes, 30 de agosto de 2024

APUNTES SOBRE LA LEYENDA NEGRA

 

 España emergió de súbito a la historia mundial después de siglos en defensa de la "verdadera fe", razón por la cual tomó su grandeza instantánea por prueba de la protección y encomienda de la Providencia. Las únicas semejanzas era el Imperio de Ciro, el de Alejandro, Roma y el Islam. Su honor carecía de mácula se alimentaba del orgullo, el providencialismo y el triunfo en un empeño inédito. Porque a diferencia de los otros imperios tuvo que ir a contracorriente. Se habían destapado los estados nacionales que suplían a la Cristiandad medieval y las reglas del juego habían cambiado. Ya no se trataba de ser el campeón de la Cristiandad.


La coincidencia de la "Leyenda negra" con dificultades y derrotas inconcebibles paralizó la interpretación de la realidad y España fue presa de la desconfianza de lo que consideraba su razón de ser. Cuando quedó descolgada de LA NUEVA IDEA, encabezada por el protestantismo y la soberanía de los intereses nacionales, se sintió la gran derrotada y la gran engañada. ¿Pero por quien?


Fue fácil creer que se había engañado a sí misma como Don Quijote. En todo caso no estuvo en condiciones de dilucidar lo que había de verdad y fantasía en el autoengaño colectivo. Inmensa paradoja dado el inmenso poder que todavía conservaba, incluso si era capaz de convertir en oportunidad la pérdida del lastre de la defensa de la cristiandad en Europa, que había consumido sus energías. La Leyenda negra pasó a ser el Gran Inquisidor portador de la prueba de que la nación portadora de las tamañas "ignominias" que se le imputan sólo podía existir por los designios más maliciosos de la historia.


Ante la novedad de la propaganda y el libro, las élites imperiales reaccionaron con displicencia. "No ofende quien quiere sino ..." Pero así tapaba su confusión. La incapacidad de hacer propaganda, de aventurar sus logros y bondades, fue el signo más evidente del descuelgue. Este sino ha marcado a las élites conservadoras hasta nuestros días. Las eternas descolocadas de la historia. ¿Cómo es posible que el más fino análisis del poder de la opinión pública en las nacientes sociedades modernas se hiciera en España? El Criticón de Gracián tiene mucho de rapapolvo irónico a la incuria nacional.


¿Nación? Lo era, pero sin perfil claro de tener un interés nacional. Inusitada rareza. Confusión entre el destino imperial y la defensa de la Iglesia universal, cuando las potencias nacionales tramaban ser imperios nacionales. ¿Había un interés nacional en defenderse de la leyenda negra? La indiferencia y pasividad denotaba la fe en la invencible misión de la cristiandad, pero también la extrañeza de lo que significa el interés nacional en el mundo moderno.

En la época de la revolución social y nacionalista las élites y clases emergentes ajustaron cuentas con la IDEA de España, más que con las deficiencias y retrasos del tiempo. Estos se tenían por pruebas y signos de una mal de esencia, no de circunstancia. España no merecía existir desde el punto de vista de la esencia, de modo que su existencia era un mero enigma o una falla de la historia. 

Es la paradoja del árbol de tronco común y ramas hostiles. Derecha e izquierda comparten el mismo árbol de la cultura católica. Las derechas se han educado en los virtudes personales de la religión, las izquierdas en sus sueños apocalípticos y justicieros/pobristas. Sin desdoro de que, claro está, prime la falta de conciencia del origen de las respectivas creencias. La distancia y la hostilidad se ha agrandado sin cesar

España se ha dividido entre simpatizantes de la Leyenda Negra y ofendidos por la misma.  Los primeros nadan a favor de la corriente y alardean orgullosos. Los ofendidos sienten que han perdido el tren. Nadie se sale de sus casillas, pero los acusadores se sienten cada vez más seguros y marcan el paso. Pero su única alternativa es consentir que España se fragmente y/o que vegete en un horizonte de indiferencia y ajustes de cuentas. Los grandes programas justicieros y vindicativos se han justificado en nombre del nacionalismo separatista y la independencia antiimperialista. Los justicieros españoles se justificaron cuando el delirio por la revolución mundial. Ahora eso significa retorcer la globalización en nombre del Gran Hermano.


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