Sanchez tiene el pudor de no llamar "Confederación" a la Confederación que trama y dejarlo en "federalización". Se explica en parte por la empanada mental del PSOE de toda la vida que propone la"alternativa federal" sin saber en qué consiste, ni mucho menos querer saberlo, pero que por diferentes motivos les suena estupendo.
Este brujo del poder aprovecha como nadie las debilidades ajenas y las confusiones y pulsiones quiméricas de los suyos. Para desgracia de España los socialistas nunca han sabido como conducirse ante el Estado autonómico. No tanto en su administración y aprovechamiento político, como en su significado. Su duda existencial se debate entre tomarlo como una forma de asentar España en la modernidad o como una oportunidad para minar la "antigualla" incurable que es España. Estas percepciones laten en el socialismo con la particularidad de que no pueden sincerarse ni reconocerse lo que unos y otros sienten sin autodestruirse.
Como otros fetiches la expresión "Estado federal" es una tapadera de la mezcla de confusión y cabreo contra el "centralismo" en que se debaten los socialistas. Ante esto, cómo siempre, Sanchez se echa la manta a la cabeza y tira para adelante, apuntando siempre hacia lo más alto. Su fe en que la historia la hacen los audaces es indestructible.
En realidad nuestro Estado de las autonomías es un estado federal, con sólo dos matices: los conciertos vasco y navarro de un lado, y por otro lado la indefinición de los límites en las atribuciones del Estado de la nación y las autonomías. Indefinición que normalmente ha favorecido más la desintegración del Estado que otra cosa.
Nuestra federación fáctica se sostiene sobre la soberanía nacional y la unidad nacional. Una Confederación es un pacto entre naciones soberanas de iure en torno a determinadas condiciones y para ser un Estado en el concierto internacional. Es obvio que el sanchismo ha aprovechado la cuña del "federalismo asimétrico" para "confederalizar" de facto, es decir ir atizando la soberanía del País Vasco y Cataluña, hasta que halla que tragarla del todo.
Decía que el Santurrón de la mentira igual ignora cual es el término correcto de ese engendro que tanto le apasiona. Pero su pasión es verdadera y seguro que estaba a sus expensas desde siempre que ocupó el poder, aunque no se quiera ver. Sólo se ha atenido a las oportunidades, según mandan las circunstancias, cada vez con más claridad sobre su destino según ha aprendido de lo que enseñan los podemitas.
Es quizás lo más probable que no hable con descaro de Confederación porque asusta a la mayoría de su parroquia, amén de su evidente inconstitucionalidad, (incomodidad ésta cada vez menos lacerante por decirlo de alguna manera). El caramelo de la "federalización" sería así por contra el ansiado objetivo del Partido desde siempre.
Desde su óptica lo único que cambiaría sería el foco de la demagogia.
Mientras, debe creer, colara entre los suyos que la solidaridad de Cataluña con "eso otro" que sería España es total, porque están así contentos, hay estabilidad y además gestiona Illa, está casi todo el pescado vendido. ¿No fue así con la amnistía?. Y el negocio puede ser totalmente lucrativo si además convence de que los males y apreturas regionales tienen por causa la codicia del PP de "bajar los impuestos a los ricos" y favorecer a los servicios privados sobre los públicos. Y más Madera.
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