La oposición hace alarde de aturdimiento e incluso de dejadez. El episodio del "placet" a la suelta de Etarras, aparte de su gravedad intrínseca, es más grave por lo que denota de no querer ver. O sea de querer creer, sin bajarse del burro, que la España ideal que debiera venir de la Transición y la Constitución sigue vigente y además para siempre. El paseíllo "institucional" para la mejora de la fotogenia del Dr. se festeja como si fuera un juramento de civismo de quienes necesitan demostrar que son de fiar y están en período de pruebas y de iniciación en la democracia.
Prima la táctica de ganarse a los "desafectos" del sanchismo, porque el ambiente es irrespirable y no podrán aguantar. Pero lo que conserva la moral del rebaño sanchista no es el desconocimiento de los desafueros de sus pastores, sino el sentimiento de que son cada vez más fuertes, o menos débiles, y que van a acabar ganando pase lo que y sea como sea. No hay atisbo de vergüenza torera alguna, incluso con esos desafueros y a pesar de ellos. Sólo se puede desmoralizar la grey si teme que el barco puede naufragar, más aún, si teme que esté naufragando y se oye el runrun.
La aparición de ese temor es una posibilidad, pero cómo eso sea o se produzca es algo imprevisible. El olfato de la oposición no parece muy afinado para este menester. La línea de resistencia suprema de "la Banda" se reduce a que nada de lo que hacen y se puede saber permite pensar que tengan voluntad de instaurar un dictadura. Vamos, que la única dictadura posible es de derechas y que mientras esta devastación de la libertad y de la decencia que la Banda protagoniza pase como si fuera un episodio más de la democracia y hasta como un pago para que sea posible "el progreso", no hay amenaza a la vista.
Sólo si en las filas de la izquierda se abre la sospecha, por tenue que sea, de que los suyos quieren una dictadura, puede cundir la desmoralización. Pero no porque necesariamente les incomode que eso pudiera ser real, sino porque también la izquierda es presa de la inercia social que tiene a la democracia por definitiva. Y creyéndolo así, barruntan que la sociedad española en su conjunto no iba a consentir otra dictadura, ni siquiera la del partido "progresista".
Por ahora prima la convicción de que la perdida del poder les arrastraría a la perdición total. A tal nivel de complicidad e impostura ha llegado la relación que reina entre la banda y una de las Españas, la media España que la banda se ha obstinado en resucitar. Pero como la Banda se ha sobrepasado hasta lo inconcebible estimulando la codicia y corrupción de los más afortunados y decididos de la propia nomenclatura, esa complicidad puede empezar a pender de un hilo. Lo saben de sobra, son profesionales consumados de la política y la marrullería, pero parece imposible que se entere la oposición. Esta no tiene otro camino que el de machacar con la verdad contra viento y marea. De lo contrario las cañas se les tornarán lanzas para ellos y el desgaste correrá a su cargo.
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