lunes, 15 de septiembre de 2025

LA VUELTA Y EL PROGRAMA MÁXIMO

 

Hay mucho despiste si se reduce el boicot a la Vuelta al propósito de Bildu, los CDR, BNG de actualizar su técnica borroka habitual, o si se limita el "fin de fiesta" de Madrid al interés electoralista de Podemos, todo ello con la simpatía del Gobierno. Ya perfectamente confeso su Jefe, el bloque del poder espera, por ahora, que la agitación permanente en su punto extremo de dramatización, junto con la consiguiente efervescencia reactiva de VOX, patente en las encuestas, recupere el voto de la izquierda templada o dubitativa, de cara a las próximas elecciones y deje escuálido al PP.


Pero, si, ya encarando las elecciones, esto no es suficiente, si no hay seguridad de reeditar el bloque de poder, y si, como todo indica, la actual tendencia electoral no cambia sustancialmente ¿se conformarán con perder el poder? ¿permitirán que exista la posibilidad de perder el poder según los mecanismos legales?


No se olvide que el bloque del poder frankenstein de repetir en el 27, ya no jugará a llevar a cabo el "programa medio" asimétrico de esta legislatura. Sólo puede repetir con el Programa Máximo y esto es tan goloso como una oportunidad irrepetible.


Tampoco se olvide que ya las conciencias se han decantado y confesado y que las deudas monclovitas y aledaños con la Justicia, una vez digeridas por SU opinión pública/da, se quedan en molestias que "hacen perder el tiempo" y en oportunidad para el ejercicio de "resiliencia" y de descolocación de la "fachosfera"


domingo, 7 de septiembre de 2025

EL PANORAMA DE LA RESIGNACIÓN

 

La oposición al sanchismo, seguramente más de media España, está perpleja entre el optimismo y el fatalismo. Por una parte "esto es imposible que continué", por otra "¿como es posible que este tío no se vaya?". Es lógico en una situación marcada por dos ejes que rechinan al rozarse. La tendencia que parece imparable a la derrota del sanchismo coexiste con la inclinación sin freno a instaurar una dictadura en el cogollo del Occidente liberal democrático.


Esta tensión es cada vez más insoportable y sólo parece factible, para el antisanchismo, resignarse con esperanza. Es un hecho que los bloques electorales se mantienen inmutables en lo fundamental. En la izquierda hay desgaste y una poca desafección, pero Sanchez espera mantener a la larga su nicho electoral. No está claro cómo, pero de momento espera frutos a la larga del engorde de Vox, que activará a sus indecisos, y más a la corta de la manipulación de la denominada causa palestina o alguna otra que se tercie.


En la derecha cunde la idea de que estamos en los estertores del sanchismo, aunque su fin se haga de rogar. Se especula incluso con la retirada de Sanchez dada la corrosión de su Peugot, pero para los totalitarios de raza las palizas y moratones son un revulsivo. No en vano el ánimo para poner España ante el abismo de la dictadura no puede decaer mientras la tropa socialista izquierdista no ceje en su pasión enfermiza, la que les lleva a creer que son el único poder "democrático" posible, además de los separatistas, claro está.

 

 Este escudo es la protección decisiva contra el calvario judicial. Máxime cuando parece una condición estructural que la masa social de la oposición es incapaz de trasformar su potencial en energía, a la inversa, dicho de paso, de la masa izquierdista, que parece capaz de crear más energía de la que admite la potencia de su masa.


Siendo claro este desequilibrio en el juego y la economía de fuerzas, ¿se va a dilucidar todo en las futuras elecciones generales dentro de dos años? Los términos de la cuestión no se pueden desligar de dos incógnitas elementales. La primera es si la estrategia sanchista, digo bien: "estrategia", es aguantar hasta el límite y después "ya veremos". Que esto sea así es contradictorio con tener estrategia alguna. Pero todo indica que Sanchez sólo puede pensar en las próximas elecciones estratégicamentes, como una etapa para lo que debe consumarse ganadas esas elecciones. La consumación del pacto fundacional de la antitransición, cualquiera que sea el fuero como se presente ese huevo.


La segunda afecta a la meta final: ¿Podría entonces establecerse una dictadura bolivariana tal como parece prepararse? En principio hay tres obstáculos aparentemente infranqueables. Digamos que obstáculos estructurales, si comparamos con el modelo venezolano. En primer lugar la ausencia de riquezas autóctonas contante y sonantes. No parece que el turismo o las energías alternativas puedan hacer las veces del petróleo en vistas de experimentos autárquicos. En segundo lugar el peligro de quedar sin el respaldo financiero que suministra la U.E. y que todavía nos mantiene económicamente a flote. En tercer lugar, y no es lo menos importante, la improbabilidad de que el ejercito haga el papel de la dictadura de Maduro. El hecho es que se trata de una dictadura militar con maquillaje civil y populachero entregada al saqueo sistemático de su nación. Cuesta imaginar que en España esto fuera posible en alguna circunstancia, máxime cuando el proceso hacia la dictadura pasa por la disgregación de la soberanía nacional.


Ciertamente la creencia de que con las futuras elecciones se acabará la pesadilla otorga ánimos a la masa social antisanchista, pero eso puede llevar al espejismo de que el régimen populista está plegando velas. Si por el desigual juego de fuerzas, así como la idiosincrasia de esas fuerzas, y la determinación sanchista/socialista de resistir a toda costa, poniendo al límite sus resortes, trampas y palancas, no cabe otra que esperar resignadamente, en este caso también la resignación puede tornarse progresiva frustración.


Máxime si en lugar de esperanza alentada razonablemente por el estado de las cosas, esta resignación se acomoda en la superstición y el providencialismo, que augura que el "bien siempre acaba venciendo al mal". El problema es que, por muchos que sean los obstáculos estructurales, en política manda el juego de fuerzas y su desenlace, ante lo que esos obstáculos sólo acaban siendo "tigres de papel".


Por tanto: Dada la determinación socio/sanchista, y de no revertirse el creciente  debilitamiento de su apoyo social, ante la proximidad electoral el bloque del poder se verá ante la decisión más crucial: ¿Nos podemos permitir perder las elecciones? ¿sino por las buenas, tendremos que ganarlas como sea?

domingo, 24 de agosto de 2025

UN ESCENARIO SOFOCANTE

 

El pacto entre el sanchismo, digamos que socialismo puro y duro, con los separatistas ofrece, a cambio del privilegio irreversible y la colonización practica de España, la renuncia de estos, al menos provisionalmente y de forma presuntamente indefinida, a independizarse. A cambio los separatistas sostendrán al socialismo en el poder del Estado, sin que esto redunde en poder alguno del Estado sobre estos territorios. La fuerza de este arreglo es la incapacidad del resto de España para impedirlo y que de intentarlo quedaría expuesta la "unidad" de España.


Se da por supuesto algo que, por muchos motivos, parece impensable. Que en el resto de España ante esta desproporción y ante la evidencia de que el socialismo no solo no haría fuerza contra la disgregación sino que reprimiría cualquier fuerza contraria, pudiera plantearse la opción "racional y pragmática" de aceptar la independencia de esas regiones a cambio de que, al mismo tiempo, el socialismo quedase deslegitimado por los siglos de los siglos.


Es evidente que, por elementales motivos sentimentales y pragmáticos, esto nunca sucederá y que, de suceder, lo ocurrido en la antigua Yugoslavia sería una broma con el agravante de que lo inminente no sería un conflicto solo territorial sino una repetición del peor episodio de la historia de España. El socialismo lo sabe y por ello comparte la sartén por el mango con los nacionalistas. Tiene así visos de realidad el escenario en que ni España tiene fuerza para impedir la independencia de Cataluña y el País Vasco, ni los tiranos de estas regiones necesitan ni les conviene por ahora su independencia y menos aún forzarla en las actuales condiciones.


Por otra parte tampoco la democracia española tiene fuerza para poner fin al proceso hacia la dictadura socialista nacionalista, ni este Frente necesita imponer una dictadura pura y dura mientras sea suficiente someter y neutralizar los contrapesos democráticos, así como vaciar de sentido la libertad constitucional. Lo que resultará de todo esto pende de un hilo, pero al menos sabemos con bastante verosimilitud cual es el escenario del que no nos vamos a desprender sin más.

martes, 1 de julio de 2025

ABERTZALISMO SOBREVENIDO

 

El Valido de Sanchez se ha comportado como un abertzale que presume sacrificarse contra el sistema. Debió pedir en serio que se televisase su numerito ante el juez. Esperaría llenar las calles de sus vindicadores. Pero esto no es una anécdota por muy pirado que esté. Es el símbolo oportuno de la deriva del PSOE marcada por la mimetización de los separatistas . Es una vuelta de tuerca de su ya consumada podemizaciión.

 El PSOE se desborda como secta. Igual que los separatistas este partido centenario se constituye en un Estado dentro del Estado, o incluso en una nación dentro de la nación. No solo carece de intereses y lealtades morales y políticas comunes con el resto de España, carece sobre todo de vínculos afectivos y sentimentales con los demás españoles y pretende romper con cualquier vínculo cultural, moral y convivencial. Por supuesto también con cualquier vínculo histórico, sea relativo al pasado o al horizonte del futuro.

 Como no puede separarse geográficamente, como lo pueden hacer los nacionalistas, tiene que transformar la provisional coexistencia en imposición total. Lo de la  plurinación, tiene así su truco. Sólo la "nación socialista" puede estar preparada para ello. La historia viene de lejos, "a España no la va a conocer ni la madre que.." ¿podía imaginar su autor el alcance de su alarde? ¿podía imaginar cual es la pulsión histórica más profunda de sus huestes? ¿estamos en lo peor o sólo en la consecuencia lógica?

martes, 17 de junio de 2025

AUTOMATISMOS SANCHISTAS

 

 

*Consagrada la autoamnistía, lo horrible es que en esta guerra de Sanchez contra la democracia no puede haber certeza alguna sobre el resultado, sobre si corre más peligro Sanchez o la democracia. A partir de ahora no hay que perder de vista que está en el acecho el principal protagonista hasta ahora tapado, porque no se le quiere ver. Me refiero al referéndum de autodeterminación. En buena medida el desenlace depende del cálculo de los nacionalistas: si les conviene forzarlo ya comprometiendo a Sanchez con el peligro de que se rompa de verdad el PSOE, o se rebele la mayoría social, o si les conviene que Sanchez sobreviva a toda cosa, con el peligro de no poder impedirlo y verse manchados en el intento.

 

*La exposición pública de la obscenidad sistémica marca el momento crítico. Ya es o todo o nada, para Sánchez y su ralea, pero no menos para la democracia y España. Ahora ya no cabe dejar hirviendo la rana democrática, sin que esta lo note. O se la achicharra o esta escapa. Pero ahora a la vista de todos es el Demente quien está en ebullición.

 

Por muy seguro que hasta ahora haya estado el Demente de su impunidad, por muy inconcebible que le parezca que no es invencible, tiene que afrontar la decisión más crucial de retirarse o incendiarlo todo, sin estar seguro, tal como hasta ahora ha ocurrido, de que todo está a su favor con tal de obrar con audacia.

 

¿Puede atreverse el Demente a dar un golpe de mano que lo libre de la agonía a sabiendas de que puede perder? No puede ser otra la exigencia de sus socios, si creen que esto es posible. Estos no saben a ciencia cierta si tendrán más oportunidades, pero ahora se les presenta la posibilidad de conseguir lo que nunca imaginaron. La contrapartida es cocerse con la rana delirante y tienen que medir si sale a cuenta el riesgo.

 

Al Demente, de seguir con su propósito de siempre, la república dictatorial, le puede preocupar un poco la rebelión del pueblo español, pero seguramente teme mucho más que sus bases se espanten. Tiene que sopesar pues si, con un golpe de mano, con el escudo del TC, paraliza la reacción de los que siempre están en la inopia o si arrastra al sacrificio a sus bases sin darles tiempo para que lo echen.Se cree infalible pero nadie le animará a creer que el espantajo de la ultraderecha y el contumaz "¡Y tú más!" puedan seguir cotizando. Lo de que nos trae el progreso ya suena a escarnio. Se encarama más sobre sí mismo con su verdad profunda: "¡Para chulo Yo!".

 

 Con la paguita a sus socios del desplante ante la OTAN, los invita al canibalismo en su persona y su partido. ¿Se van a conformar con estos alardes que pueden dejar a España tiesa e inerme, (Ceuta y Melilla, cuidado)? Cocerse todos juntos a cambio de algunas "medidas sociales" sería la caridad de la que el Demente se cree merecedor. Raro será que se conformen por mucho que teman que de ir más allá podrán cocerse con su juguete. Pero el "Para Chulo Yo" está dispuesto a desafiar a todo quisqui. Si tantea dar un golpe de mano con garantías, las bases y los socios han de imaginar qué hacer si están emplazados.

 

Movilizar al TC para anular los procedimientos judiciales y a la justicia misma requiere de un panorama trasparente. Tiene que coincidir el interés de las bases y de sus socios para una salida común. Los socios quieren derecho de autodeterminación, los suyos no desaparecer como partido de no poder seguir mandando. ¿Se arriesgarían los socios a exigir el derecho a la autodeterminación a sabiendas de que esto puede ser la tumba del PSOE y no sólo de Sanchez?

 

 Satisfacer a los socios con el derecho de autodeterminación puede ser inadmisible para las bases, no tanto por que les importe la supervivencia de España, sino por miedo a que se los trague el caos. Aglutinar fuerzas en torno a lo único que podría valer la pena el riesgo, la III República, parece desmesurado cuando no está el horno para bollos. Pero si lo dejan a su aire, para el Demente es lo procedente precisamente porque no está el horno para bollos. ¿Qué menos puede desear el Demente que arrastrar a los suyos a la locura sin posible vuelta atrás? ¿Qué puede estar elucubrando pues? 21/6/25

 

*¿No será Sánchez un pánfilo bonachón? Raúl del Pozo se pregunta: «No sabemos cómo los lumpen de nuestro tiempo llegaron a colarse en la dirección del PSOE» ¿Es el prestigioso autor  un alma de cántaro o se lo hace? Igual hay que molestarse en estudiar un poco, también para ser un buen equilibrista.

El pánfilo bonachón huele a azufre: ¿como se puede perdonar que todo estuviera grabado? ¿como podía imaginar que los más suyos de los suyos fueran más bordes que él y lo pudieran dejar en la intemperie? ¿qué le dirá el espejo si le vuelve a preguntar si hay alguien más listo y avasallador que él mismo?16/6/25

 

*Tras la autocanonización del Capitán pasionario y traicionado en su buena fe, una vez que ha unido la salvación de España a su salvación personal, sólo les queda a analistas políticos y politólogos de toda condición dejar paso a psicoanalistas, psiquiatras y cómicos, entre estos unos para reírle las gracias y otros, si hubiera atrevidos, a reírse de sus gracias.

Como la vida, es decir el progreso para la salvación, sigue, no puede haber otro programa para la rueda de visitas de socios y/o compinches que el más bíblico posible:»pedid y se os dará, que tengo la libreta a punto».

Habrán reparado en que ha instalado en su acorazado la brújula del mandato perpetuo: el liderazgo mundial woke y «la conciliación entre los ciudadanos y los territorios», sus puntos cardinales. Por lo primero bien vale reeditar los fastos del Prestige y de Irak, para lo segundo afinar la Confederación y darse prisa. 17/6/25

martes, 10 de junio de 2025

LA ESPAÑA DE LOS DOS MUROS

 

La política española se desenvuelve entre dos muros. Sánchez alardeó de levantar el muro más aparatoso y en ello cifra la médula y el santo y seña de su poder. Es un muro interior al mundo de la política destinado a quebrar el consenso político constitucional y el espíritu de la transición. Bajo el pretexto del peligro de la ultraderecha se hace fuerte en su lado del muro excitando los reflejos revanchistas que parecían sanados por la transición y la integración en la Unión europea y en la estructura política y económica de Occidente.


Pero este muro relativamente novedoso está detrás de otro muro más contumaz que ha ido levantando de forma subrepticia la sociedad española durante años. Los españoles hemos creado un muro entre la vida y la política, entre la sociedad civil y el Estado. Este muro mental establece que "mi vida es mía" y la vida de todos "es cosa de los políticos". Lo hemos hecho con nuestro característico instinto funcionarial. Igual que la mayoría de españoles aspira a ser funcionarios, a la espera de tener un cobijo perpetuo para la propia vida, funcionarialmente sale adelante la aspiración a que las preocupaciones mundanas, esos inciertos y tórridos avatares políticos, sean lo menos perturbadores, afecten lo menos posible a nuestra inteligencia.


Avisados de que los políticos sólo buscan camelarnos, hemos descubierto que la mejor manera de no caer en las trampas de la política es desposándose de por vida con su partido, como partido de sus amores dechado de virtudes. Como en todo amor verdadero una vez elegido ya es para toda la vida. Tanto que la infidelidad a un juramento de amor eterno, destrozaría la raíz sentimental del propio ser. Aparentemente no sólo no se reniega de la política, como deber cívico, sino que se la adora. Una vez tomada la elección perpetua todos nos sentimos en plenitud de virtud y de responsabilidad cívica. Pero sin menoscabo de que el ejercicio cívico más virtuoso sea la obediencia a su amor político. Incluso, como en la antigua religión, no hay mejor ocasión de demostrar la fidelidad debida cuanto más incomprensible y zozobrante parece la conducta de los líderes naturales.


Las causas de la construcción de este muro radical deben ser muy complejas o muy simples según se mire. Tratarlas sobrepasa este apunte. Baste indicar lo más inmediato y plausible. Hay un ámbito de confort suficiente como para que cada cual pueda hacer su propia vida. Se tiene el bienestar personal ya como algo natural, independiente de las contingencias políticas. Se ha digerido la democracia como un escenario tan eterno y natural como las estrellas. Dentro de ella los políticos son actores que medran por sus intereses y negocios, como si interpretaran un sainete de pícaros. Pero lo importante es que el escenario sea perenne, cualquiera que sea el mérito de la función.


Se dirá que este desprendimiento del público respecto a los asuntos comunes y su indiferencia ante la trascendencia de la actividad política, contrasta de mala manera con su entrega amorosa a las estructuras partidarias "de toda la vida", o los bloques doctrinales de siempre. Pero este es un país muy viejo lleno de escondites para sobrevivir. Se entiende la aparente paradoja si volvemos la vista a nuestro molde ancestral, el que pervive generación tras generación, con religión o sin ella. ¿A algún católico, sea muy de ir a misa o de ir sólo a comuniones y bodas, le importa mucho si el papa Francisco estaba por la Teología de la liberación o Benedicto XVI por un liberalismo racionalista, por no pormenorizar mucho más? ¿le importa a alguno si León XIV es más de lo uno o lo otro? Como diría Spinoza, con perdón por el atajo, se ven las cosas de "las alturas", y la política son las alturas de nuestra época, "sub especie aeternitatis".


Pero esta extendida coincidencia es puramente negativa. Bajo una apariencia de tranquilidad es un terreno propicio para que se deshilache el consenso político fundamental de una sociedad democrática. Consenso que, a la vista está, es extremadamente frágil. Si bien es común a las grandes regiones sociológicas el despojo funcionarial y la delegación de la propia responsabilidad en el Totem partidario o simplemente en el Bloque ideológico, la izquierda y la derecha sociológica tienen una actitud hacia la política radicalmente opuesta.


Mientras la izquierda es heredera de una tradición ultrapolítica, la derecha se debe a la herencia de una tradición marcada por el apoliticismo. La izquierda se identifica con la lucha contra el poder, la derecha con el respeto al Estado, en quien fía la exclusiva de la solución de los asuntos políticos. La izquierda entiende la política como un juego de lucha por el poder, la derecha la entiende como la gestión de los asuntos comunes. Los de izquierdas creen que su interés personal está en el interés común de su grupo social o en su caso identitario. Creen que la mejora de su vida va de la mano de las conquistas sociales. Los de derechas creen en la oportunidad que les ofrece la ley y el orden social. Por eso los primeros se confían en la fetichización de los servicios públicos y en el fondo de la ingeniería social si ellos son los ingenieros, los segundos sólo están en condiciones de matizar ese fetiche.


No hay que insistir mucho en la hegemonía doctrinal de la izquierda. Tiñe toda nuestra democracia. En su ascenso felipista era cómoda y hasta amable. Ahora se ha vuelto hosca y lacerante para cualquier mente desinhibida. La derecha social ha matizado su indiferencia política pasando de la adaptación bien llevada al pasmo cuando Zapatero y a la indignación impotente llena de perplejidad con Sánchez. Como la derecha social solo quiere vivir en paz creyendo que la convivencia cívica está hecha para quedarse, y la izquierda social triunfar a toda costa, es decir anular a la derecha hasta la desaparición si fuera posible, esta hegemonía tiende a conservarse a pesar de su asfixiante toxicidad.


Si alguien se pregunta por qué en España no ha cuajado el liberalismo, ni pinta que lo haga, pese a ser la cuna del término y en parte de la idea, no debiera extrañarse. Pero es otra historia, muy complicada seguramente.


El hecho es que el muro sanchista se erige sobre el suelo de este muro mental formado por decantación anónima, por la lógica de las actitudes sociales y su espesa tradición. En el interior de la política que la sociedad separa de su vida, el muro sanchista separa la convivencia política en dos y de paso toda la convivencia civil, ante la inconsciencia de los incautos. En este espacio entre muros se tienen que fajar los contendientes políticos, no sólo los políticos de oficio y dedicación, sino además las huestes activas, la gente que se siente comprometida y responsable del devenir público, con sus medios de influencia e irradiación. En suma la gente que ve y escucha las tertulias y las ventanas de la Red.

En esto la ventaja de la izquierda política es notable. Su influencia alcanza con más facilidad a su parte más pasiva y funcionarial. Sus canales de movilización están muy afinados y prosperan en el terreno propicio de una mitología popular en permanente alerta contra lo que considera la permanente injusticia del mundo occidental y en especial de España en su raíz. 

A nadie se le oculta que, de estar invertidos los términos y un gobierno de derechas hubiera cometido una minúscula parte de las fechorías sanchistas, hace tiempo se habría desintegrado, por la rebeldía general, entre la vergüenza y el oprobio. La penetración de las derechas en su público puede ser estrecha pero siempre lenta y tardía a corto plazo. Mueve a cambiar la percepción sobre su situación, pero no sus hábitos. Le pesa sobre todo la ausencia de claridad, la espesa niebla de sus conocidos y ambiguos "complejos", bien vigorosos estos porque son comunes a los activos y a los pasivos, a las vanguardias y a los fieles. Por mucho que la parte activa debiera poner remedio, apenas concibe la necesidad de "sincerarse", como dicen los argentinos, de asumir su realidad y su valor y de encabezar algo más que un retoque de la perspectiva de fondo

Sánchez es consciente de que el muro mental entre la vida y la política le da gran ventaja. Quizás cifre en ello su gran ventaja y la fe en su reinado perenne. Porque en esta situación garantiza que las inclinaciones sociológicas sigan encapsuladas y prácticamente inmutables en términos cuantitativos. 

El zafarrancho contra el orden democrático, en nombre de "la alerta antifascista", no sólo tapa el camino de la corrupción, la auto recompensa por sus desvelos "progresistas". Acaba sobre todo petrificando los bloques, de modo que la ira que la corrupción y la desnacionalización de España puede provocar en la derecha, suma a esta en impotente perplejidad, en lugar de darle fe en la fuerza de su derecho. 

Mientras que puede bastar que se conserve la expectativa del triunfo para que los suyos no se desmoralicen y tengan los arrestos necesarios a la espera de que escampe. Indiferentes seguirá la mayoría de estos mientras crean que el trampantojo los beneficia, por nefastas que pueda ser las consecuencias prácticas para ellos también. No en vano el grueso "progresista"es tan clase media como el grueso de la derecha social.

Un muro mental como el descrito no es por supuesto algo exclusivo de España. En cierta manera forma el paisaje de las sociedades globalizadas, nutrido este muro como está, en proporciones variables y singulares, entre otros motivos por el resentimiento, la comodidad , la desconfianza hacia el Estado y la clase política. Pero en España, a diferencia de lo normal en nuestra área geopolítica, no es algo inocente ni neutral, ni sólo un incómodo paisaje. 

Trasciende a sí mismo y oficializa el disenso estructural que hace posible la convivencia política como una actividad honorable y necesaria, ante la que hay que tomarse la molestia de pensarla en concreto y comunicarse con normalidad. En otras palabras sustituye el consenso que permite de forma natural la pluralidad política. Es difícil de concebir que se pueda derribar el muro político interior sin que se abran grietas en el muro social cultural. Todo sigue enredado en la oscuridad mientras tanto. Que el muro de Sanchez es con todos sus aspavientos el muro del silencio.

sábado, 7 de junio de 2025

LA ESPAÑA DE LOS PINGANILLOS Y LA CESTA PUNTA

El taimado no puede remediar expresar su intención o,sino es el caso, hacer ostentación de la misma. Conde Pumpido aparenta lamentarse de que al TC le cae el marrón de solucionar jurídicamente problemas políticos. No hace falta ser jurista ni experto para saber lo que en el fondo sabe Pumpido, que el TC sólo tiene que limitarse a velar por que las leyes sean constitucionales. Tanto lo sabe que lo dicho parece más ostentación que desliz. En la misma línea, la ostentación de los pinganillos y hasta la de la cestapunta, aunque esta pase desapercibida.

Es inequívoco que se convierte a los pinganillos en el símbolo del poder conjunto sanchista separatista. Pronto se unirá la cesta euskalduna frente a "falsa canastilla" española. Con estos símbolos se expresa el incondicional apoyo del separatismo al sanchismo y la correspondiente entrega sanchista.

Lo normal es que un gobierno formado por un partido sostenido por minorías, perdiera el apoyo de estas minorías, atemorizadas de que la putrefacción del partido gobernante las salpicase en camino irremediable a la perdición. En España ocurre lo contrario. Cuanto más nauseabundo es el sanchismo con más brío se le sostiene, sin que las minoría separatistas teman sufrir desprestigio entre los suyos, más bien esperan entusiasmo y agradecimiento. Sucede que las minorías aspiran normalmente a conseguir mejoras y privilegios, pero las nuestras no sólo van a por todas y no pueden imaginar mejor ocasión.

Se puede jugar a resolver el acertijo del que depende la legislatura: si la confederalización de España es un medio para la perpetuación de Sanchez en el poder o si esa perpetuación es necesaria para confederalizar España. A estas alturas es indiscernible cual es el fin y cual es el medio y además es indiferente. Por mucho que la urgencia de como salir de la pocilga lo interfiera, la confederalización de España sigue siendo la clave de bóveda del mandato sanchista, lo cual va más allá de esta legislatura. De no tener sus socios mínimas garantías de que esto "va palante", y que no se va a quedar en meras expectativas, en ningún caso se avendrían a continuar la farsa.

Este proyecto, etiquetado de "Estado plurinacional", sólo puede tener tres contenidos y sólo puede ejecutarse de tres maneras. 

En primer lugar la Confederación pura y dura, la asociación de tres naciones o Estados(Cataluña, Pais Vasco y el resto junto, hasta el momento, llamémosle Expaña) con soberanía compartida hacia el exterior y soberanas hacia el interior, sin mutua interferencia y con algún sistema para articular normas o medidas comunes según convenga. Esto solo se ensayó fugazmente en la Yugoslavia postitista con los resultados conocidos.

Para ser de alguna forma viable, este sistema requiere que en la Expaña domine y gobierne el socialismo, lo que en principio casa mal con su minoría socio electoral en este ámbito. Ya sin la suma de los votos separatistas, que debieran reducirse a su territorio, quedaría sin duda aun más menguada esta posición, por poco que funcionase un sistema democrático. Esta condición de dominio socialista es evidente porque resulta inconcebible que una mayoría nacional antiseparatista admitiese la descomposición confederalista. Se deduce que tal proyecto confederal tendría que acompañarse de la imposición de una dictadura sin tapujos, a la cubana, en la Expaña, complementaria a las dictaduras separatistas de los otros territorios confederados. La confederación pura tendría que ser en suma una confederación de dictaduras despóticas y no hay que ser muy listos para esperar su inmediata evolución en Estados independientes. ¿O acaso el sanchismo estaría dispuesto a impedirlo por la fuerza?

Una segunda forma más tenue y aparentemente más viable sería una determinada regulación de lo que tenemos actualmente, protegiendo jurídicamente la independencia de las regiones separatistas "en sus asuntos"(que tienden al infinito), y manteniendo un parlamento común, como el actual, para que los votos separatistas nacionalistas hicieran posible una mayoría gubernamental "progresista". Tendría para los separatistas por otra parte la ventaja de que podrían seguir  inclinando a su favor todos los aspectos de la política nacional según su conveniencia.

Una fórmula de regulación pertinente podría ser una República con formas externas democráticas consentida por la U.E., lo que tendría que ser compatible, para su mantenimiento,con la colonización institucional y de los núcleos de influencia social más decisivos.

Una tercera forma es la actual, enmascarada de sistema autonómico, ya convenientemente estabilizada, una vez que el poder judicial y la fiscalía en su integridad y las fuerzas de orden público y el ejercito sean cadenas de transmisión otra. Es decir una República del segundo tipo bajo la envoltura de las apariencias del actual sistema constitucional. Esta tiene la ventaja para los separatistas y el sanchismo, el sanchismo separatista habría que decir, de que podría hacerse y deshacerse a conveniencia, evitando un estado de alarma tal que moviera a una rebelión nacional. Pero tiene el inconveniente de que no podría ser permanente y que tarde o temprano debiera definirse por una de las dos opciones anteriores. Por otra parte es dudoso que la masa separatista se conformase con esta especie de limbo mientras la demagogia que la calienta la tiene que poner en permanente estado de efervescencia o al menos de cómplice incomodidad.

Lo paradójico es que el interés racional del separatismo descansaría en las dos últimas opciones y especialmente en la segunda, si fuera posible. Porque ¿como desperdiciar la ocasión de mandar en España de facto y hasta de iure, siendo España su principal fuente de lucro y de negocio y se puedan blindar de la intromisión de "lo español" en su feudo? Pero esto es una disquisición de corto recorrido, habida cuenta de que el móvil separatista es, en su fundamento y justificación, oscuro e irracional, por mucho que se quieran creer que con la independencia obtendrían jugosos beneficios.

Con Sanchez nada es previsible, pero lo más lógico es que piense que el horno no está para bollos, como para encaminarse a la segunda fórmula, la de la República Confederal, y menos aún hacia la primera de la triple República. Pero su subconsciente debe estar en permanente ebullición y tal vez esté tentado de dar un golpe en la mesa, por muy insólito que esto parezca. Todo puede depender de hacia donde le lleven sus pesadillas, tal como padecían los McBeth.

También los separatistas han de optar por seguir aguantando al gobierno hasta que escampe o dar el gran patadón para que la confederación no tenga vuelta atrás. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si emplazaran al déspota de la Moncloa a promulgar un "referéndum de autodeterminación" ( pleonasmo exquisito a sus beneficiarios) por supuesto bien pactado o incluso disimulado? O simplemente si lo emplazaran a un "asunto tan menor" como extender al conjunto del deporte la experiencia de la cestapunta euskalduna.

Les encantaría, y al sanchismo oficial le costaría pensar que es un tema relevante para los suyos. ¿A qué no tiene todo problema una solución jurídica mientras se aguante en el poder lo suficiente? Al fin y al cabo a su masa social ya no le importa si la aventura de Sanchez es vergonzosa y destructiva sino si sólo importa que el hundimiento del partido sea imparable. Disuadir a los suyos del temor al presagio que atenazaba a Macbeth "el bosque se mueve y se acerca", y conjugarlo con su proyecto estrella, es tarea titánica, hasta para el peor y más hábil desaprensivo. Pero Sanchez no tiene otro remedio que seguir hasta el fin para ganarlo todo.





sábado, 31 de mayo de 2025

¿EL SANCHISMO EN CRISIS?

 

Goebbels a los suyos: "Hemos llegado tan lejos que no tenemos otro remedio que ganar".


¿Está Sanchez en Crisis con mayúsculas? De creerlo suscribiría íntegramente la confidencia de Goebbels. De hecho Sanchez llegó para estar en crisis permanente. Sólo concibe el arte eximio del poder como el de convertir las crisis en oportunidad. Pero la crisis es peligrosa y puede enredarse en Crisis con mayúsculas, sin remedio corrector, si los suyos se desmoralizan. El comunismo en el poder aprendió del desmoronamiento de la URSS. Fue la perdición de ese engendro dejar de creer en su eternidad. La enseñanza es que el aparato despótico puede estar tranquilo si su cohorte social, "el pueblo", responde, pero sobre todo que "el pueblo" está tranquilo si el aparato aparenta estar tranquilo.


La carga de la prueba cae sobre el Aparato. Este puede estar tranquilo cuando hace bien su trabajo, que no es otro que aparentar tranquilidad convincentemente. Pero el destripamiento de las cañerías y las cloacas sanchista abre una grieta en este Apotegma. La tranquilidad del jefe ya no asegura la tranquilidad de la grey. La grey socialista está perpleja y se puede desmoralizar y si se desmoraliza puede entrar en pánico y llegar la desbandada. Ante la aventura de el Padrino, de su Padrino, esta grey vivía en estado de incredulidad impostada. Por ambición le bastaba no querer creer lo que estaba a la vista. No mirar lo que ve y ya está. Lo que ahora está a la vista ya no admite comulgar con ruedas de molino, no se puede no querer saber.


Convertir la crisis en oportunidad significa ahora algo nuevo. Es preciso pasar de alimentar la incredulidad por métodos chuscos pero eficaces, a controlar la perplejidad y parar cualquier indicio de desbandada. La alimentación de la incredulidad descansaba en la posibilidad de vincular esta con el miedo al imaginario entramado "ultraderechista" y con el sueño republicano. El despiadado dopaje del instinto de supervivencia sectario, en suma. ¿Sirve este vínculo, una vez perpleja de la grey?


Una masa perpleja sólo puede cohesionarse si se torna cómplice sin remilgos. Creo que esto sólo es posible, por muy contraintuitivo que parezca, si se multiplica la dosis de los sueños y ambiciones. Unir en base a que es legítimo erradicar a la derecha, es decir toda oposición, dando paso si es menester al régimen de los sueños, requiere justificar toda la corrupción "personal" y "familiar" como parte del sacrificio colectivo que la historia reclama. Al fin y al cabo no es más que un desliz desagradable pero comprensible dada la "condición humana". Descaro titánico pero tal vez efectivo, cuando solo cuentan los ajustes de cuentas que mueven a los sueños.


Sanchez desde luego no se va a desmoralizar, ni va dejar de soñar con ajustar cuentas ¿pero se puede creer seguro de que por ello su grey no se desmoralizará? En ese empeño está. Ya se anticipó a lo que esperaba, volviendo su mirada al flanco internacional. Ofrecer a los suyos el liderazgo mundial progrewokista no es peccata minuta. También esto puede contar y mucho para conservar su encanto europeo. ¿Qué pudo ofrecer a la U.E para complacer a Puigdemont? Es de suponer que postularse como el único que es la mejor garantía para que lo woke no sea demasiado molesto. Todavía no ha podido complacer a Puigdemont pero marca la pauta del camino este chantaje refinado a la europea.


Esto no es más que un nuevo escenario. De no recuperar la iniciativa está el sanchismo condenado a sobrevivir agónicamente. Esto no cabe en la cabeza de Sanchez, cuando este habla de resistir piensa en perseguir. Apenas queda margen para la pose, antes que dejarse asfixiar por su mugre y por su careta de cemento tiene que inventarse algún revulsivo.

sábado, 17 de mayo de 2025

¿UN GOLPE DE ESTADO PERMANENTE?

 

Trotsky pretendió inventar la Revolución Permanente. Al menos se quedó con la patente de la Idea. Sanchez puede pasar a los Anales con el invento del Golpe de Estado Permanente. Tiene su precedente inmediato en el espíritu del Procés. Es el milagro de convertir un movimiento en un estado, con minúsculas, sin dejar de moverse, como a escala universal ocurre en esta época del "fin del mundo".


Sanchez ha podido aprender del Procés lo inoportuno que puede resultar consumarse, llegar a su fin. Al proclamar la "República Independiente de Cataluña" sin tener fuerzas de verdad, el montaje que había sostenido la tramoya histórica por décadas pudo descalabrar. No ha sido así por Sanchez, al que hay que otorgarle la lucidez de comprender que su destino personal/histórico está vinculado a la reanimación del Próces, pero ya sin dejarse llevar por la "ensoñación".


¿Quisiera no obstante Sanchez llevar su particular Proceso a su final es decir a la Dictadura pura y dura? Sin duda, pero no es la cuestión. Sabe de sus limitaciones tanto como de la solidez de sus cimientos. Estos años de práctica y de ensayo, sin apenas experiencias históricas propias de las sociedades del bienestar a las que apelar, le han enseñado que puede hacer permanente lo que debiera en buena lógica concluirse para bien o para mal.


Sanchez simplemente se concentra en capitalizar la ambigüedad a su favor. Por muchas y notorias que sean sus fechorías y exhibiciones de chulería y desfachatez, cuenta con que el profundo inconsciente social no puede admitir que la democracia pueda peligrar, como tampoco la sociedad del bienestar. De modo que la asfixia sistemática de la democracia, en la que está empeñado sin necesidad de "salvar las apariencias", puede pasar públicamente por ser una más de las prácticas comunes "de los políticos", esa casta que "ni nos va ni nos viene", salvo que sea ocasión para pelearse.


De una forma inopinada parece como si la historia conspirara a su favor. Los españoles consideramos tan natural la picaresca que podemos ver en su "empoderamiento" un signo de distinción. Podemos ser cínicos pero no a la Inglesa, que es un cinismo estético, sino de "buena fe". Nuestra historia ha producido tanto miedo y resentimiento que vivimos entre el cuidado y la revancha. Sobre todo hay que cuidarse de la política como actividad cívica de hombres libres que requiere conocimiento, responsabilidad y sentido de la verdad. En su lugar todo es admisible, mientras el Estado, que eso es la política, para casi toda España, provea a nuestras necesidades. Sanchez esto lo sabe y lo cuida, es decir aparenta cuidarlo. La mitad de su éxito depende de que saque lustre a esa apariencia. En una sociedad de bienestar es relativamente fácil dar esa imagen providencial, pues, llevadas las cosas a su extremo, está disponible un margen suficiente para el fomento del clientelismo popular. No es baladí insistir en este punto en lo poderoso que puede ser el resentimiento en alumbramiento de los movimientos y mecanismos sociales de derrocamiento del poder o de regurgitación del mismo. Es algo muy elemental que suelen dejar de lado tantos y tantos politólogos.


Pero por encima de ello el socialismo cuenta con el viento favorable de la historia. Aquí se es socialista "porque es lo correcto" y si eres "buena persona" tienes que ser socialista o algo parecido. Es el mito tribal de una "media España", con el que además se acogota la otra media, sin saber por donde cogerlo ni como deshacerse de su llave. Para sus seguidores es muy sencillo: ¿como un verdadero socialista puede querer una Dictadura? Si quiere lo que quiere eso no será una dictadura sino "la democracia perfecta que aquí hace falta". En este sentido el tránsito del socialismo "mesiánico" a la civilidad ha sido efímero. Lo truncó ZP y Sanchez conocedores de los más profundos instintos y reflejos pavlovianos de su grey. No en vano este es el principal activo político de Sanchez, activo consolidado al convertido en una zona de confort compartida con todas las fuerzas centrífugas del resentimiento ibérico.


¿Pero está en condiciones Sanchez de ejecutar su sueño? Las ventajas del estado de proceso pueden volverlo perezoso. La Dictadura pura y dura debiera concluir en el Partido o Frente único, el Estado total, la "solución territorial" y la abolición de la Monarquía. Con la guinda de la marcha de la U.E. Todo junto es demasiado y la ambigüedad da los mejores frutos. Sino la ilegalización de la oposición, su práctico congelamiento; sino la anulación de la libertad de prensa, su condena a la irrelevancia o a la confusión ("ladran luego cabalgamos"); sino la postración de la Justicia, su sometimiento de facto. En fin sino la abolición de la Monarquía, su ninguneo institucional.


¿Y la U.E.? Sin duda es la principal incógnita. No está claro que una dictadura quedara excluida con guardar ciertas formas, sólo parece que una dictadura abierta a lo Maduro sería inadmisible. ¿Pero que diferencia hay entre este proceso dictatorial y una dictadura que guarda sus formas?¿únicamente el estado de tránsito?. No hay signos inequívocos de que las cúspides de la U.E. se den por enterados,o que incluso les importe si ante ellos se guardan las apariencias. El estado de tránsito es así el de una Dictadura consentida por inverosímil y ajena que sea para los manuales politológicos.


La pregunta no es pues cuanto está dispuesto a seguir Sanchez con su procés particular, sin atreverse a entrar a matar directamente, es decir a lanzarse a proclamar la III República, sino cuanto podrían aguantar la civilidad hispana y el sistema de la U.E. No hay respuesta pero cabe una conjetura. Si no me equivoco creo que a Sanchez le preocupa más el liderazgo mundial que el liderazgo hispano. Ha aprendido que puede mandar en España bien sobrado sin liderazgo alguno, o incluso con rechazo y desprecio mayoritario, siempre que cuente con la complicidad de su media España y de sus socios separatistas. Siempre que los primeros no se desmoralicen y los segundos se acomoden a jugar a obtener las mayores ganancias de forma ilimitada. Pero el peligro puede venir del repudio mundial. La sociedad española, que para eso es muy mirada, podría hacerse eco y, a diferencia de Maduro, depende de un orden del que no se puede desprender sin estar expuesta a la ruina y la miseria. Cuenta así mucho el instinto de supervivencia, es decir de conservar el bienestar, tanto como para Sanchez prevenir el descrédito a esta escala. No en vano lo woke, el reciclado mesiánico, no ha muerto y es fuente de inagotable energía.


Parece que un golpe inacabable pero estable es imposible. Pero no lo es si la fuerza del golpe está condicionada por límites de magnitud imprevisible, y si la resistencia potencial al golpe carece, aun más, de fuerza para clausurarlo. Según la ley de la inercia el movimiento se conserva en su magnitud sino lo modifica una causa ajena. Esto último debiera ser el factor decisivo e incluso lo que debiera ser, dada la pertenencia de España a un contexto en el que este proceso sería inadmisible. Pero hay en este punto una debilidad expresada en una indignación impotente, una inercia de santa paciencia, cuya explicación resiste cualquier análisis. Máxime porque hay un enredo histórico que incluso trasciende a España y nos envuelve, un Hábitat ideal para los pícaros sin escrúpulos.

domingo, 20 de abril de 2025

LA NUEVA TENAZA TOTALITARIA

 

La época desprende un tufo totalitario como en los años treinta. Claro, las circunstancias no son las mismas y tanto no lo son que hay razones para esperar que la sangre no va a llegar al río. La libertad y el bienestar son hábitos bien arraigados en Occidente, pero ya no son ilusiones o ideales. Tanta es la habituación, que la democracia y la libertad se dan por amortizadas y han dejado de ser ilusionantes, como por ejemplo ha dejado de ilusionar acabar con la esclavitud o el trabajo infantil.


Esta costumbre de la libertad y del bienestar constituye a pesar de todo el entramado moral del la democracia, por lo que la reversión a un orden totalitario no puede por menos que hacerlo con muchas cautelas, a diferencia de los tiempos del hambre y de los camelos utópicos.


Una de las virtudes de la democracia es que protege el derecho a censurarla, e incluso a "apostatar" de la misma o más ampliamente a censurar "el sistema". Es signo de fortaleza y de confianza en la salud cívica. Pero esta salud se ha ido deteriorando y con ella la conciencia democrática. Igual que es natural culpar al sistema del "mal gobierno" o del malestar de la vida, lo que en parte aviva la democracia y en parte la paraliza, lo es la reacción de los líderes y las élites políticas a protegerse de la "malicia popular". Cuando esta dialéctica degenera en mutua desconfianza los canales de comunicación entre las clase política y la sociedad civil se obstruyen de eufemismos, medias verdades, generalidades y obviedades, cuando no ya como ahora de bravuconadas, etiquetas difamantes, demonizaciones, etc.


Es común en las democracias la perdida de confianza entre el poder y la sociedad civil, pero también con ello la mutua desnaturalización. No es el caso tratar algo tan complejo como sus causas y responsabilidades en la hora actual, importa que esta desconfianza se esta tornando irreversible. El caso es que está perdida de confianza mutua ya no es una inclinación natural, es un lastre consagrado. Que esto suceda con el florecimiento de los derechos y la conversión de reivindicaciones en derechos, da a entender que la misma sociedad desconfía de que el sistema que ha facilitado esta proliferación urda abortarla.


La esquizofrenia social y el encapsulamiento político abonan el peculiar revival totalitario de nuestro tiempo. Lo llamamos "populismo" para salir del paso, pero la demagogia, anida en la política desde siempre. Esto apunta más alto. Como en los años treinta, la pinza totalitaria de comunismo y nazi/fascismo contra la democracia liberal, convoca fuerzas "iliberales" de izquierda y derecha, que a la vez que aprietan contra lo mismo compiten entre sí. Especialmente la izquierda para suprimir a la derecha, tema que se puede dejar aparte.


Pero es común el esmero en incitar y aprovechar la atmósfera cuajada de desconfianza colectiva hacia la democracia. Más allá del contexto histórico la mentalidad totalitaria se envuelve de ropajes democráticos y reivindica para sí la "verdadera democracia". Sea por la retracción de los demócratas, sea por la misma pulsión ciega de la sociedad de masas que anida en la entraña de la sociedad civil, el hecho es que la idea de la democracia se está devaluando a pasos agigantados.


No se rechaza la idea de la democracia y la democracia como tal, a diferencia de los tiempos aciagos, sino que se tiene por democracia y libertad el derecho de la mayoría a dictar arbitrariamente su voluntad una vez tomado el poder, incluyendo la apropiación de la maquinaria del Estado según sus deseos e intereses. En los sistemas totalitarios esta no es más que una dependencia del Partido, único poder soberano.Ahora se actúa como si lo fuera por derecho.


Esta desviación puede llegar hasta identificar la mayoría o minoría gobernante circunstancial con el "pueblo" o la ciudadanía como un todo. Ya es habitual en consecuencia el sobrentendido de que la política es una guerra de amigos contra enemigos y de que los enemigos son los otros, "el enemigo del pueblo". Estos carecen de espíritu democrático y en consecuencia de legitimidad.

Cierto que predomina la desconfianza pasiva, la desconexión de la política como si lo que anda en juego fueran "líos entre políticos", que "ni nos van ni nos vienen" o ante los que "no hay nada que hacer". De la misma manera que no es menos cierto que el aumento de la apatía civil, y parte de esta apatía es la privatización del sentir político, incrementa la fuerza y la influencia política de quienes desconfían activa y doctrinalmente.

Esta bastarda idea de la democracia puede dar mucho juego y seguramente estamos en el comienzo de lo imprevisible. De momento está por ver si en el fondo de la conciencia colectiva todavía rige el sentimiento de que la democracia tiene sus reglas y es un sistema de reglas que incluyen a sí misma, y que estas reglas son en el fondo éticas a diferencia de las reglas brutas del poder. Sería que el entramado moral resiste.

Naturalmente este panorama mental corresponde a la confusión que genera en la opinión pública el sentimiento de que el mundo es ingobernable, como si las contradicciones de todo tipo se arremolinaran a las puertas de la fortaleza de la civilización. Dejemos aquí este apunte.


 

sábado, 5 de abril de 2025

TIEMPOS GROSEROS

 

¿Cuanta ira, irracionalidad y fetichismo ha incubado la "América profunda" para pretender salvarse suicidándose con toda USA y lo que tercie? 

Pues la ira que permite encomendarse a quien actúa como si fuera un topo putinesco y de paso ser el líder mundial del Decrecimiento. Por esto los ecologistas apocalípticos, si fueran justos, celebrarían la llegada de su Mesías.

Algún mal muy profundo asola a Occidente cuando, exceptuados los totalitarismos de la IIGM, nunca ha tenido tanto poder y gobierno la ignorancia emparentada con la arrogancia y la arbitrariedad. Tradicionalmente la demagogia era la "querida" del gobernante y de los aspirantes a serlo. Está pasando a ser la matriarca.

lunes, 31 de marzo de 2025

¿LIBERTAD SIN IRA?

 

El buenismo parece reciente pero, al menos en España, ya perfumaba la transición. Al menos como áurea ingenuidad. Ello no desmerece ni desluce la transición ni en espíritu ni en contenido, pero da qué pensar sobre nuestras hipotecas mentales y emocionales colectivas. La actual Constitución no es tan buenista como la de Cadiz, que prescribían que todos los españoles debían ser benéficos y justos, o algo así, pero no pierde algo de esa fragancia. Así dicta que el Gobierno debe presentar presupuestos cada año en un plazo de tres meses, sin prever qué tiene que pasar si no es así. Parece como si el mandato de la ley llevase consigo su automático cumplimiento y que las voluntades de los gobernantes y máximos responsables no pudiera carecer de sintonía con la autoridad suprema de la ley. Tamaña ingenuidad choca especialmente en el país que inventó la picaresca y en el que ésta todavía se aplaude con predicamento, dentro de un orden, claro está. Por supuesto este es un ejemplo de ingenuidades de mucho más calado, especialmente las que afectan a la, con el tiempo eufemística expresión, "la estructura territorial del Estado".


Se justificaba en este caso la ternura constitucional y constituyente al albur de la "buena voluntad" de los intencionalmente separatistas, por mor de la excepcional circunstancia política de aquel tiempo, dejando de lado la obviedad de que el Estado español y España como nación sólo podía ser viable si las grandes fuerzas vertebradoras de la nación, la derecha y la izquierda, forjaban un pacto sagrado de acero para todo tiempo posible. Como esto era imaginar demasiado, cada uno sacó punta al lápiz de la ingenuidad a su manera, confiados, entonces con toda la buena voluntad del mundo, en que no podía torcerse el rumbo de la historia recién nacida..


¿Es impertinente sospechar que tanta confianza en la buena voluntad de la clase política, como denota la ligereza de la Ley en cuanto a la previsión de su incumplimiento, pretende no dar pié a que se nos tenga por un pueblo de escasa garantía moral?


En ese estado, en el que se da por supuesto que las más altas instancias son "benéficas y justas", muchos se han criado políticamente convencidos de que la democracia es como un deporte de caballeros y un régimen de "gente que no quiere líos". La idea de que el contrato civil deja para la época de las cavernas que el "hombre es un lobo para el hombre", es en este sentido la peor aportación liberal a la enmienda del pecado original.

 

El hecho es que resultaba insólito que pudiera aparecer un lobo en medio de la parsimonia democrática dispuesto a devorar la Constitución. Si este lobo es pícaro consumado, como no puede ser de otra manera, "tenemos un problema". Y lo tenemos desde el momento que el lobo dejó manifiesta sus intenciones al apropiarse del TC con garra de hierro y dejar bien claro que sólo piensa responder "¿¡pasa algo!?".

 

El lobo no puede más que satisfacer su instinto depredador o sucumbir. Que haya despertado el lado oscuro oculto e inconsciente de la transición, el instinto revanchista, que blasone de tal hazaña como su razón de ser, y que lo haya vuelto contra la obra de la transición no debiera sorprender. Sólo es sorprendente la facilidad con la que galvaniza a ¿media? España a su favor y que los suyos se lancen con fervor desatado a abrir todos los frentes posibles, hasta llegar a la "Chusmicracia", y a consagrar el derecho al botín "revolucionario". Tan sorprendente como la parálisis pública de quienes pasmados y perplejos no acaban de creer que no sea cierto que vivir en paz y en derecho era un regalo eterno de la transición. Siendo notorio el órdago depredador, sólo mueve a la perplejidad impotente de los ofendidos y al regocijo de los agraciados, con la desgracia para la nación de que a gran parte de los seguidores les basta para sentirse gratificados y agraciados que se ejecute la revancha ancestral.


Debe haber en el pueblo español tales mecanismos y reflejos indigeribles, tan contumaces, que nos hacen incomprensibles. Se decía que somos un país como todos los civilizados, pero con las normales peculiaridades. Como la canción de Jarcha somos "Gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz". Gente "normal", en suma. El problema es creer que "vivir en paz" ya incluye no tener que defender la paz. Y que vivir la propia vida exime de preocuparse de la vida en común, la polis. Y que por ser tan normales como somos y estar tan bien normalizados, esté a buen recaudo la IRA de nuestra civil incivilidad.

Para unos la transición fue una benéfica operación taumatúrgica, para otros, con el tiempo gubernamental a su favor, una añagaza franquista que hay que poner en la picota. ¿Hasta cuando esta coexistencia de la paciente civilidad  y la iracunda incivilidad? ¿puede sostenerse el escenario sin caer la bolita de un lado o de otro?

jueves, 27 de marzo de 2025

SANCHEZ MÁS ALLÁ DE LA "PEDAGOGÍA"

 

Sanchez parecía haber encontrado una prometedora estabilidad con el afinamiento del pacto con el separatismo catalán/vascón, en beneficio de la vía libre a la soberanía confederal, pero la intromisión del rearme de la U.E. son palabras mayores y motivo de mucha zozobra. La versión actual del pacto de toda la vida socialista separatista estipula que, a cambio de todo tipo de ventajas soberanistas que convertirían a Cataluña y Euzkadi en naciones soberanas, a la espera la formalización definitiva de la independencia para "cuando proceda", Sanchez asentará su dictadura chavista, pero con máscara democrática en atención a la necesidad de que siga vigente la cobertura europea de España. 

Este pacto destituyente requiere el ajuste de tiempos. Ni Sanchez puede consumar el proceso dictatorial por su cuenta antes de que los separatistas tengan la ansiada independencia, ni estos pueden tener la independencia antes de que Sanchez consume su propósito, por ejemplo forzando la República. Ni los separatistas se pueden fiar de Sanchez, ni Sanchez se puede fiar del pueblo español si antes permite la independencia de Cataluña y el País Vasco. El resultado es un empate y un impasse, pero beneficioso para las expectativas últimas de ambas partes.

 

Cabe obviar el efecto de la persecución judicial de la corrupción, porque el bloque político/mediático y sociológico sanchista lo tiene digerido en flagrante complicidad moral.


Pero la inclemencia de efectos imprevisibles viene de U.E. En principio la intromisión del rearme sólo afecta indirectamente a este especie de status quo turbulento. El debilitamiento de la posición general de Sanchez puede tanto entregarlo más a las veleidades separatistas, como excitar las ansias independentistas de forzar la solución final, antes de que el escudo Sanchista colapse. La contradicción de Sanchez procede de que necesita tanto el amparo europeo para mantener su prestigio público, como sobre todo para financiar su versión comisionista del Estado del bienestar, mientras que por inclinación ideológica y posicionamiento político detesta el sistema liberal democrático que encarna Europa.


<Por cierto y aparte: ¿Tiene esta contradicción algo que ver con las visitas, que parecen cortejo, de la dictadura china? ¿tantea la posibilidad de reemplazar el amparo financiero europeo por el de la dictadura china?>


Sigamos. Hasta ahora Sanchez ha toreado a U.E. en gran medida porque esta se ha dejado torear. Podía camuflar sus trampas jurídicas, su corrupción y el desmantelamiento del Estado de Derecho, sin excesivos problemas, contando con el temor y la simpatía wokista de las élites burocráticas y políticas europeas. Esta ascendencia, al menos potencial, en una opinión pública nihilista y buenista, complementaba el temor que genera la aparición de un agujero negro en el núcleo de los países más prósperos. Por lo que se refiere a Sanchez este no tiene más remedio que airear su pedigree "pacifista" y "social" ante el grueso de la población española y a la vez aparentar compromiso con las necesidades estratégicas de rearme que se imponen en la U.E.


La clave es la actitud del núcleo de poder de la U.E. y la OTAN ante los juegos del trilero que se avecinan. Si consienten, Sanchez tendrá un balón de oxigeno para apuntalar su actual status quo funambulista. En caso contrario Sanchez tendrá que decidir si precipita su proyecto tiránico. En no menor brete se encontrará la población española. Quien más quien menos puede mosquearse si resulta que el interesado pacifismo mayoritario choca con el bienestar que depara la pertenencia al orden occidental. De verse desairado Sanchez no dudará en enarbolar hasta extremos podemitas la bandera pacifista. Pedagógicamente claro. En cualquier caso dejará señales a los socios europeos de que esto podría darse, por supuesto "con todo pesar". Para no pasar a mayores.

lunes, 24 de febrero de 2025

EL ESPASMO AISLACIONISTA

 

La pasmosa irrupción del aislacionismo yanqui destroza las acreditadas categorías polítológicas de nuestra época. No digamos el orden mundial. La vida de los pueblos y de las épocas cobija pulsiones originales tan soterradas como confundidas con el presente visible. Sólo al hacer éstas nítidamente acto de presencia se toma nota de ellas y de su gravedad. No tienen que venir de muy lejos. Por citar lo más evidente: poca explicación tiene la felonía sanchista, si no se repara en la continuidad de la pulsión guerra civilista de la izquierda, o la villanía putinesca sin la profunda pulsión imperialista de la vieja y la nueva Rusia, o más atrás el resentimiento absolutista que inspiró al nazismo y al leninismo/stalinismo. La misma izquierda de toda la vida y la de nuevo tipo tiene que acomodar su pulsión genuina  "antiimperialista", antioccidental, al nuevo tiempo que se avecina. Pero es inconcebible sin esa pulsión y tendrá que imaginar nuevos cuentos.


Trump cimienta su fuerza en la profundidad de la pulsión aislacionista en la "América profunda". De hecho el sentimiento aislacionista yanqui tiene mucho de estructural. Estando a la sombra ha conservado su potencial como si cohabitara con los nuevos tiempos. Contrasta con la imagen cosmopolita liberal de los EEUU, santo y seña de su creación.


Los EEUU se crearon como nación olímpicamente. Nacieron como Palas de la cabeza de Zeus, impolutos. Los EEUU son nación "constitucionalmente". Por mor de que se constituyó de esa manera, jurídicamente, accedió a la vez y de un sólo golpe a la condición de nación y de comunidad política. Además de anticiparse de esta manera a la ordenación del mundo en Estados nación, esta forma de llegar a ser nación es de tal relevancia que se ha convertido en el modelo para entender en Occidente el hecho de la nación. Por ejemplo en España es cosa corriente, intelectualmente hablando, que España es nación desde y por la Constitución de Cadiz, cuando en realidad ésta instaura como comunidad y sujeto político,Estado en suma,  a la ya existente nación española. Las naciones del viejo mundo llegaron a ser históricamente comunidades políticas, es decir Estados nación, por procesos internos extremadamente complejos y abiertos a diversas posibilidades, pero a partir de raíces y expresiones nacionales de todo tipo, canalizadas políticamente de formas diversas y comúnmente autoritarias. Pero otra cosa es la formulación jurídica de los Estados nación, producto de una deriva histórica tan compleja como abierta a diferentes posibilidades.


Esto no deja de marcar el sentido estadounidense de lo nacional y de su identidad nacional. Las oligarquías ilustradas que se independizaron de la metrópolis, constituyeron su fundamento espiritual. Pertenecían a la cultura cosmopolita liberal ilustrada y ese poso, por ser fundacional, parece indeleble. El respeto a los "Padres fundadores" unió a la masa popular, habida cuenta de la inmensa expectativa de progreso y bienestar que ofrecía la tierra para la libre iniciativa. Las clases populares compartían el cosmopolitismo pero en la forma de consumo interno, es decir la identificaban la libertad con las oportunidades que ofrece la patria de la libertad. Bajo la cúpula cosmopolita fundacional el subsuelo abundaba de puritanismo y orgullo racial entre conquistador y emprendedor. El más fervoroso patriotismo conjugó las dos acepciones elementales de la libertad, la libertad como ley natural concretada en la ley y el derecho, y la vulgar de la libertad como ley del más fuerte, bajo el convencimiento de que la tierra de las oportunidades era a su vez la tierra elegida por Dios.


La extensión de los negocios determinó oportunistamente en su ascensión, como se vio en el entierro del viejo imperio hispano, el interés político por la escena internacional. Por mor de las circunstancias y su inmensa potencialidad la mentalidad aislacionista y posesiva cedió a la necesidad de sacrificarse en las dos grandes guerras mundiales. Acabada la segunda GM, los EEUU se vieron comprometidos a liderar el mundo libre frente a la insaciable codicia soviética. Con el crédito de la sangre vertida  esto rejuveneció el idealismo cosmopolita fundacional y ligó el orgullo nacional al espíritu de la libertad. Nacido a la defensiva el imperio americano se ha desplegado híbridamente entre la protección, el sacrificio y el negocio, pero se acredita por su liderazgo del mundo libre.


La degradación woke del cosmopolitismo liberal en cosmopolitismo nihilista y antioccidental es un fenómeno complejo nacido de las mismas grietas de la cúpula fundacional. Su obsesión inmediata es la denigración moral de las sociedades abiertas y del liderazgo moral de las mismas. La reacción aislacionista adquiere fuerza como contestación a la contestación. Pero no para renovar el cosmopolitismo liberal fundacional degradado por los wokes. Desde el orgullo nacional herido no pretende reparar las grietas de este liderazgo, convencida de que es ruinoso. Como si se hubiera convertido en víctima propiciatoria del cáncer interno y de sus socios gorrones, la "América profunda" se echa la manta a la cabeza en nombre de "América primero". Los extremos tiran de la cuerda y amenazan romperla. El orgullo nacional yanqui está socavado y a la intemperie perdida su vocación de liderazgo moral.


Dado que es imposible dar la espalda a la implicación de los EEUU con el mundo, el espasmo aislacionista retorna a la versión imperial más pedestre. Trump lo renueva y aboga por una salida negociada en términos comerciales de la ley del más fuerte. Los fuertes no han de disputarse el mundo sino compartirlo amigablemente. Remedando a Deng Tsiao Ping, "gato blanco o gato negro..." lo importante es que sirva para el negocio. Incluso Maduro sería un buen gato, aunque de color rojo.


Pero incluso desde la óptica más egoísta es dudoso que convenga a EEUU una Europa postrada a la nueva URSS y China, e incluso despreciada por su antiguo aliado. En esta partida Trump cree jugar al Monopoly y a los nuevos compadres les entra la risa. Lo entiendan o no los aislacionistas, la pulsión más profunda americana es la cultura de la libertad y su posición comercial es indisociable a la larga de su prestigio y compromiso moral. Cosa extraña en la historia mundial, pero es así.


Europa se suicida para "salvar el Planeta" y de paso  a "la humanidad" y los estrategas del "Monopoly" saltan de contento. Por cierto, en España, la más suicida de los suicidas, nadie repara. De gorrones con clase, Europa se queda en convidada de piedra y caja de resonancia woke. Jugando a ser los más correctos hemos acabado echando leña al fuego del delirio aislacionista yanqui. La América profunda se ha desprendido de la inspiración magistral del Viejo mundo abrumado éste de mala conciencia y de ínfula quijotesca, en mutua sinergia. Sin plantilla moral e intelectual queda suelto un Imperio espasmódico que tendrá que encarar cada nuevo reto prácticamente a ciegas. Y cuanto más aislado esté mas retos y mayores se nos acumularán.


sábado, 15 de febrero de 2025

LA BATALLA ENTRE LOS PURITANOS

 

El Universo mental de los USA, polarizado entre el wokismo y el trumpismo, se reproduce en una guerra inmisericorde por la primogenitura y la herencia puritana, tan decisiva en la creación de los EEUU. Ahora se denomina "despertar" (woke) o "empoderamiento" a lo que antes se denominaba contestación y concienciación. La diferencia es que los epígonos de la contestación o mandan sobre casi todo o tienen posición de mando, una vez abducidas por su banalidad "las élites culturales". Pues no en vano la censura izquierdista ha progresado en su hallazgo de que la superioridad cultural se puede reducir, como todo, a una marca o una mercancía mediática. Lo que es decisivo: su posesión otorga la potestad divina a decidir lo verdadero y lo falso, el bien y el mal. Siendo esto tan etéreo ¿cabe imaginar un instrumento de poder más privilegiado?.

El hallazgo del rédito político de la imagen de la "superioridad cultural" otorga a la izquierda el poder sobre la marca y encamina al poder sobre las conciencias. El wokismo incorporó en su guión el repudio de lo puritano, para devenir la actualización feroz del espíritu puritano por elevación de la apuesta. Buena parte del wokismo y de la contestación alternativa está convencida de que que su presunta superioridad moral está aquilatada por la clarividencia intelectual, cree a ciegas que esa superioridad es para la excelencia cultural como la gracia para la fe. Así va de suyo que la bella conciencia se adorna de culta luminosidad y se ennoblece como ángel de al revancha. Conforme al más estricto puritanismo moral fundacional, el nuevo puritanismo cultural se cree "comisionado" tanto a depurar las costumbres y usos rancios, como a encerrar en un zulo a la parte bastarda de la sociedad. En nombre de "la verdad y la libertad".

Por su parte las masas hartas del wokismo está presas de miedo de que los herederos de quienes escupieron la bandera se apropien del "espíritu americano". Se han revuelto como mayoría trumpista ya no tan silenciosa. Pero lo hacen orgullosos de la caricatura woke de la "América profunda": "¡Somos eso que decís! ¿pasa algo?" Esta cesión ideológica, tan natural como chulesca, tiene mucho calado, pues otorga al adversario las bazas del futuro, pero a corto plazo sirve para arrebatar a los woke la bandera de superioridad moral. ¿En nombre de qué? Se invoca la sacralidad de las fronteras, la grandeza económica, y el modo de vida americano de toda la vida, pero sirve esto muy justo para un mundo tan complejo. El hecho de recurrir al aislamiento no deja de ser una confesión de parte de no saber que hacer con esa complejidad.


En la creación moral de los EEUU se cruzaron el puritanismo y la tolerancia liberal. Esta diada coexiste en toda la historia USA de forma abstrusa y endeble, incluso diabólicamente. Su presto desencaje informa de los episodios cruciales de la joven nación, sin dejar de intoxicar el subsuelo moral y cívico. Salvo episodios puntuales de gran calado el puritanismo ha permanecido "dormido". Lo han despertado los "despertadores" y lo han retomado los "despertados", es decir los que debieran quedar cancelados. La tolerancia liberal ya es la bella durmiente.


Por su propia potencia y por su impronta fundacional la sociedad americana, tan eximida de las contradicciones de las naciones del "Viejo Mundo", se ha visto destinada, queriéndolo o no, a ser el adalid de la libertad en la escena mundial. Su puesta en escena no ha sido siempre muy lúcida ni exenta de prácticas denigrantes, pero no en vano sigue siendo la única sociedad que no se avergüenza de la condición integral de la libertad. En esto Trump emerge de la confusión en la que Occidente se ha instalado en una especie de ¡sálvese quien pueda!. Descolgado el interés nacional del destino universal de la libertad ¿admite la historia una vuelta atrás? ¿puede haber alguna salida?


En el espectacular, aunque no inesperado, volantazo de Trump, que lleva a la desnudez de Europa y la emasculación de Ucrania, se adivina, aparte de la forma de interpretar los intereses de su nación, una no muy secreta simpatía personal con Putin. Personal y política, por supuesto, según es propio de los políticos determinados a que su poder carezca de trabas. La comparación es odiosa pero ¿quien podía entender y comulgar más con el modo de hacer de Stalin que Hitler y viceversa?. Putin es puritanismo moral y déspota paneslavista destilado. La comunión con Trump en materia de costumbres admite a su vez una malévola conciencia común de la primacía del derecho del Estado sobre el Estado de Derecho. Por supuesto la diferencia entre el estatalismo liberal y el estatalismo soviético, ahora ruso, es indiscutible, pero ello no mengua un terreno de entente en el reparto de los negocios mundanos y la gestión de la globalización. 

 

El peso de la tradición liberal frente a la tradición despótica ancestral es una barrera insalvable para que estos mundos tengan el mismo régimen, aunque sus líderes lo pretendieran. A este nivel la relación es asimétrica. Tan difícil es que Rusia devenga un Estado democrático liberal como que USA decaiga en absolutismo despótico. Pero no es imposible que al despotismo engallado le acompañe la democracia enquistada.


Este sorprendente escenario se atiborra de hipocresía, una vez que el mundo woke y sus variantes occidentales apenas pueden disimular su simpatía con el putinismo y los imperios neocomunistas. Les basta que estos sean el azote de Occidente y que además encarnen la única forma de poder que puede "salvar el mundo". Pase lo que pase al "progresismo" sólo le importa salvar la Idea que se ha forjado del mundo, porque, de quedar refutado públicamente, se volatilizaría, como estuvo a punto de hacerlo con la Caída del Muro.


Pero la apariencia sufre en este caso. Trump aparece, en su estilo mediático al menos, como un paleto de ademanes rudimentarios, pero que no teme que se le considere algo así como un Paletosky. Le honra su sinceridad, en contraste con el juego al despiste al que se ven obligados los snobs progres ante la vesania de las tiranías antioccidentales. Por desgracia también los más notables tiranos del XX pueden presumir de su sinceridad sin trampas ni cartón sobre sus planes y métodos. Esa virtud es detestable en manos de los tiranos. Estos la tornan pieza y signo de poder.


El demonio idealista corroe la virtud de la tolerancia liberal, incita a que la verdad purifica y es purificante con tal de tenerla, es decir de ganarla en el mercado de lo que ha de tenerse por verdadero. La polarización americana mueve a Occidente en un ovillo caótico. Europa tiene que bailar al son de las contradicciones entre los puritanos. Al "despertar" de tanto dormir humillada, la América profunda se acomoda a lo más fácil. La América contestataria de Occidente no puede sin más capitanear la reacción de Occidente por la libertad sin contradecirse, sin denostar a Occidente y la libertad. Por eso la pugna por la herencia puritana puede ser tan enloquecedora como destructiva.


sábado, 18 de enero de 2025

EL TIRANO, LA HISTORIA y EL ANTICICLÓN.

 

Desde luego Sanchez está dispuesto a resistir hasta el fin y por todos los medios. Que la democracia se desborde hasta la instauración de una tiranía no es una "ensoñación". Aunque lo parezca no es lo mismo montar una tiranía para resistir que resistir para montar una tiranía. La diferencia no es baladí, ni el resultado una simple coincidencia. Por muy mezquino, inmoral y hasta psicópata que sea el personaje, ¿y qué tirano no lo es?, su voluntad de poder no deja de ser una voluntad de "hacer historia" y como consecuencia de ello "pasar a la historia".


Esta pretensión "napoleónica" tan anacrónica, grandilocuente y estúpida, contraviene la laxitud lúdica de la época. En el aquí y ahora solo cuenta lo mínimo y lo más divertido. Pero tal altivez, la "de hacer historia", expuesta sin rebozo al comienzo de su mandato, no es un milagro ajeno a la ley de la política. El único milagro es que aparezca un tirano vocacional con la suficiente intuición, determinación y desparpajo para captar la dirección de los peores instintos soterrados, y amalgamarlos para "hacer historia", a costa de fracturar la nación y llevarla a la postración.


En el mundo reciente donde el juego político está hiperformalizado la personalidad del tirano parece inescrutable, tanto como inconcebible su existencia. Por eso su instinto salvaje brilla libre, ante la desolación de los pacientes y el fervor de los adictos, encuesta más encuesta menos.


Como estos instintos colectivos se gustan para "hacer historia", Sanchez se eleva de simple pícaro intrigante a Jefe de la "la causa" histórica "antifranquista". Como en el fuero interno de la izquierda social la presencia de la derecha en la democracia es un oprobio histórico con el que hay que cargar, Sanchez libera de esta carga, se alza y proclama que "ya basta".


Mientras la "historia" sanchista se cuece como una pócima mágica de polarización, corrupción y venganza, el ambiente se hace irrespirable entre estos efluvios. El antisanchismo social es clamoroso, pero no cuaja en nada sólido. Como si un anticiclón disuadiera de que la indignación popular haga masa y se tambalee el tinglado. Sólo las izquierdas sacan pecho cuando quieren. En Valencia se corea "Mazón criminal" y Sanchez relincha de placer.


El mundo al revés. Pase lo que pase en el teatrillo de Frankestein, pueda lo poco que pueda la Justicia ante el cepo del TC, Sanchez podría acabar en la cárcel, destino natural de las causas judiciales que lo implican, de perder el poder. Esto añade morbo al experimento tiránico pero es raro que sea decisivo, pumpidamente hablando. Dicho por decir: sólo sería posible el vuelco en caso de que apareciera un resabio de dignidad y vergüenza en las filas socialistas o en caso de que las encuestas fueran tan calamitosas y contundentes que se estremecieran los fieles. Todo imposible si además la indignación colectiva no se nota como debiera.


Parece misterioso pero no lo es tanto. La izquierda tiene un pedigrí y la derecha otro. La izquierda, la española al menos, y sobre todo, cree tener una misión y la derecha cree en la fuerza de la resignación y de la providencia. Bien polarizados todos ante el altar de la "historia", los asuntos del comer y vivir, harto comunes, apenas cuentan. Es lo que tiene un mundo en el que el bienestar se supone eterno, como las estrellas en la noche. Se estremecerá el cielo, pero la tierra dará vueltas como siempre.


¿Puede haber alguna certeza sobre el fin de esta historia? La habría si estuviera claro el empuje y la dirección del oleaje. Uno no tiene nada claro y sólo imagina lo peor. Lo único evidente es que  hasta ahora Sanchez ha demostrado ser un consumado experto en la evaluación de las fuerzas en presencia y en los efectos de la sorpresa, que eso es la política a su entender y si nos ponemos cínicos no deja de tener razón. Va viento en popa pero reciclando su propio soplo con el que hincha sus velas. Eso dura en la calma chicha del gran anticiclón. ¿Puede este mago pendenciero hacer que el anticiclón sea eterno, es decir "hacer historia"? No sé, pero QUERER QUIERE. .