domingo, 23 de abril de 2017

¿HA GANADO LA ETA?


La retirada de ETA dejando el relevo al “frente civil” convierte el avance hacia la independencia en un problema interno de los nacionalistas. En el imperio del terror funcionaba el acuerdo implícito y a veces explícito de arrinconamiento y supresión del constitucionalismo y de imposición social del ideario antiespañol, que es el signo diferencial del nacionalismo en su conjunto. En gran medida este objetivo se ha cumplido, máxime cuando las fuerzas constitucionales no lo advierten y apenas son conscientes de la ventaja que el terrorismo ha dado al nacionalismo para consolidar su posición dominante.

El acuerdo soterrado escondía una discrepancia potencial: la ambigüedad del PNV respecto a la independencia y la determinación del movimiento etarrista por alcanzarla. Pero también comprendía una convicción común: que el impedimento esencial para el logro del independencia radicaba en la resistencia del Estado. El “Procés” genera serias dudas sobre esa voluntad de resistencia y alimenta la expectativa de que el logro de la independencia depende más de la voluntad de la sociedad vasca en este caso, a semejanza de lo que parece ocurre en Cataluña.

Es claro que plasmar la situación ventajosa en una marcha factible hacia la independencia depende tanto de la evolución de la crisis catalana, como de las ganas del PNV. Si se impusiese la independencia catalana, difícilmente podría resistir el PNV la presión que se le vendría encima para reeditar los pasos de Convergencia a lo vasco. Pero la paradoja es que, en tanto la resolución de la crisis catalana es incierta, el PNV ha de tratar de preservarse de esa posibilidad. Se ha demostrado sobradamente que Convergencia y las consideradas “fuerzas moderadas” son incapaces de liderar la independencia y no tienen más remedio que ofrendarse en sacrificio. De momento no hay trazas de que el PNV esté por el harakiri.

El PNV remolonea porque es consciente de que el status actual del País Vasco es inmejorable y la independencia sería un desastre sin paliativos. Esta percepción separa al nacionalismo “moderado” vasco del catalán, creído éste de que con la independencia sólo tendría ventajas y mejoras.

En esto ha saltado la liebre de la descomposición del llamado españolismo, o más bien de los efectos insospechados de esa descomposición, ya casi irreversible desde la entrada en escena de ZP. Una parte se ha refugiado en el Podemismo, con el resultado lógico de apuntalar el movimiento etarrista. Naturalmente a partir de la mentalidad ingenua de que “somos tan rebeldes como los abertzales” y que en términos prácticos nada importa si sirve para “acabar con la corrupción”. Para estos lo de la independencia o no es una cuestión anecdótica o un cuento de viejas.

La población, que aun se siente española, más sensata o más impermeable a la demagogia mediática, se refugia en el PNV con la esperanza de mantener el statu quo frente a la tentaciones aventureras. ¿Hasta que punto la gestión de esta percepción y de este insospechado apoyo puede mover al PNV a evitar la aventura?

Es claro que el PNV se mueve en el estrecho filo de una retórica que invita a la independencia, cuando no tendría que llevar a la consecuencia lógica de reclamarla en serio, y la consolidación de un Estado dentro del Estado que es su proyecto práctico. El juego de aprovechar la retórica batasunera en su propio beneficio no puede dar de sí indefinidamente. Pero también protegerse de la batasunización requeriría desprenderse o al menos rebajar la retórica maximalista. Supone cuestionar los sentimientos y la tradición con la que se ha labrado su clientela electoral, al menos la de pata negra.

Para implantar o más bien consolidar un modelo Confederal fáctico y verdadero (no la especulación socialista que nadie comprende) para que el País Vasco fuera ya definitivamente otro Flandes, el PNV cuenta con que la mayoría de los vascos no quieren la independencia pero no son capaces ni tienen ganas de defender España. La diferencia entre la Flandes belga y la Flandes vasca es que esta tendría por soporte una mayoría de la población que ha de impostar este sentimiento endogámico y renegar de su españolidad, como si lo que de verdad siente, la españolidad, fuera una patología inducida.

De consolidarse esta opción, ¿tendría futuro el independentismo en el País Vasco? ¿Se conformaría el etarrismo con la euskaldunización integral de la sociedad vasca? Es el riesgo, riesgo ridículo en términos racionales, que corre ETA al pasarse a la “lucha civil”, de no tener respuesta al hermano mayor nacionalista: “Si todo se euskalduniza y encima vivimos de p… madre dentro de España ¿para qué la independencia?”
ETA no ha ganado todavía pues no ha logrado la independencia y las condiciones previas esenciales. Es decir ha arrasado el sentimiento español sin traducirlo en sentimiento independentista. No tanto por la resistencia recibida sino por la extravagancia de sus intenciones.

Es la inversa de la incapacidad de las fuerzas constitucionales de hacer ver a la población la relación íntima entre el terrorismo y el independentismo. Mientras el PNV perfecciona su ambigüedad, ETA o el etarrismo está ganando, pero sólo puede depender de sí mismo, o al menos disponer de la plena iniciativa, si triunfa el Procés. A la espera estamos.

martes, 18 de abril de 2017

LA HISTORIA PRESENTE


A la hora de interpretar el populismo contemporáneo que sufrimos conviene no perder de vista la perspectiva histórica.

Las dos grandes fuerzas morales (o inmorales según sus efectos) movilizadoras de la historia contemporánea han sido el chovinismo y el igualitarismo. Han inspirado con el tiempo los experimentos totalitarios y por ende más inhumanos que cabe concebir, el nazismo y el comunismo.

Si bien la sociedad del bienestar neutralizó las pulsiones totalitarias de las sociedades contemporáneas en nombre de la libertad, el derecho, la prosperidad y la justicia social, estos valores se dan por supuesto al quedar asegurados por la mecánica del sistema. El ciudadano medio sólo se ve comprometido a adherirse pasivamente.

Con la descomposición política de las sociedades del bienestar, con la desconfianza patológica entre los representantes y los representados, alentadas hasta la nausea por la telebasura y la redbasura, estas inclinaciones totalitarias vuelven a emerger, aunque de esta manera las sociedades echen piedras sobre su propio tejado. Las masas reclaman protagonismo, se sienten engañados y estafados por “los políticos”, y sólo lo encuentran a partir de sus instintos ancestrales. La libertad, el derecho y la prosperidad se interpretan en ambos casos a la luz de estas quimeras.

En los paises del norte priman las pulsiones chovinistas, en los del sur, incluida Iberoamérica, las igualitaristas. En Francia, fiel a su tradición de sintetizar todos los vientos de la historia, esas dos quimeras andan en pugna abierta contra la misma sociedad francesa.

miércoles, 5 de abril de 2017

GIBRALTARADAS Y OTRAS MINUCIAS


Entre los españoles es de mal gusto mentar Gibraltar, suena a señalar la mosca en la comida de un Michelin cuando estás invitado; entre los británicos debe ser signo de pedigree patriótico.

Porque Gibraltar, en estos tiempos de pequeñeces, es vital para que Inglaterra siga sintiéndose Imperio. Como Las Malvinas y tamañas grandezas.

Pero por lo que algunos dejan entrever, a los más ultras british( y cualquier british que se precie ha de ser algo ultra de tal, y llevarse esto con ironía es lo más) nada les debe encantar más que sacudirse a los latinos.

Encima algunos tardoimperiales no disimulan sus ganas de darnos unos buenos cachetes y collejas, ¡abusones!

Al Gobierno se le acumulan los problemas; ahora le viene encima Gibraltar y ha de disimular que hace algo. Pero los españoles lo comprendemos, no nos importa que no haga nada. ¿Cómo vamos a desilusionar a los ancianos que viven soñando sus viejas glorias?

No hace falta cerrar la verja, bastaría levantar un arco del triunfo sufragado a escote por los vecinos de la Línea.

¿Pero si ahora resulta que los del U.E. nos exigen compostura y respeto hacia nosotros mismos? Ese sería el verdadero embrollo.

Si el ministro Dastis dimitiera o fuera cesado, ¿iba a peligrar la dignidad paisanal? Podría de paso hacer un cursillo de “interés paisanal”, que ya no se lleva eso de “nacional”, y adornar con ciertas nociones su brillante currículo diplomático.

Es la crónica del buen paisano.

Creo que fue Toynbee quien dejó dicho o escrito que Europa era, o había sido, una inmensa ave (¿una gaviota?) movida con dos alas: la Gran Bretaña y España. Ahora una es alita de paella, la otra va dando aletazos de ciego.

Porque a los británicos les ha faltado crear el Quijote para librarse de los fantasmas imperiales. En realidad no se han atrevido a hacerlo. Huckleberry Finn apenas lo roza y además no es británico.

Pero eso sí, se han mostrado prudentes al no dar eso paso, viendo como a los españoles la cura se ha pasado tanto  que le hemos encontrado el gusto a la vida en un tonel moral.