Si algo insólito ha
traído esta campaña electoral son un par de omisiones clamorosas,
la de la cuestión catalana y la de las ínfulas bananeras del podemismo. Contra
toda lógica se ha desvanecido la atención en la cuestión catalana.
y se va camino de legitimar al podemismo como alternativa cívica y
democrática. Lo primero pese a que sigue vigente y con la misma
fuerza el desafío a la unidad de España y a la Constitución. Lo
segundo pese a que el descalabro sufrido por sus mentores en su
“metrópolis” venezonala podría haber dado ánimo a los
demócratas para ponerlos en su sitio.
Después del arrebato
separatista de proclamar la desobediencia a la ley vigente y el
inicio de la “desconexión”, para arrastrar a la CUP, y tras la
refriega consiguiente entre estos y el separatismo oficial, las aguas
del separatismo vuelven a su cauce. Se está a la espera de lo que se
resuelva en “Madrit”, en el convencimiento de que agitar las
aguas daría ventaja a los más hostiles a la marcha del Procés.
Ahora ni PP, ni PSOE, ni
Podemos, tiene interés en sacar el tema catalán, aunque estos
últimos se han envalentonado a la vista de que en España se pasa
del tema y que en Cataluña pueden engordar con los radicales,
separatistas o no, prometiendo el referendum y mucho amor. Rivera por
su parte no parece con fuerzas suficientes para elevar el tema al
estrellato y se conforma con administrar la buena reputación
adquirida en años pasados.
Por su parte el podemismo
se ha visto beneficiado del favor común de sus adversarios
potenciales, por motivos distintos.
El PP ha puesto su grano
de arena, que no es poco, en la vuelta triunfal de los podemitas a
los medios, cuando parecían desahuciados, con la esperanza de
capitalizar el miedo, creyendo además que su simple presencia
atraerá a los suyos sin necesidad de remangarse.
El PSOE porque ha entrado
en el juego de disputar el espacio radical y porque no pierde la
ilusión de un gobierno de izquierdas porque no puede hacer otra cosa
en el estado de desorientación que padece.
C,s también ha apostado
por el apaciguamiento, seguramente en la creencia de mientras por la
derecha está alcanzando su techo, aún puede pescar en la
izquierda, que es la tendencia ideológica hacia la que se mueve el
electorado. Como además los jóvenes , el grueso en este espectro al
que pone sus ojos, son de simpatía podemita, podría ser
contraproducente tratar de quitarles la ilusión. Deben confiar así
C,s que muchos de estos al final se inclinen por ellos, viéndoles
más razonables y prácticos para el logro de las promesas, sin duda
que difusas, que les hace la matriz podemita.
A todo ello significar la
colaboración del podemita en presentar cierta sonrisa institucional,
que a lo que parece basta para convencer a muchos dispuestos a
comulgar con lo que haga falta.
Lo único que queda claro
de esta distorsión de la realidad es que los únicos que tienen
claras sus metas son los separatistas y los podemitas, mientras que
los demócratas, quien más quien menos, andan al salto a la mata.
Tampoco es de extrañar que con arreglo a ello vayan a seguir
manteniendo la iniciativa ideológica y tal vez política en ambos
casos después de las elecciones y cualquiera que sea el resultado.
Al menos si sus adversarios potenciales no toman en serio esta
carrera.