Petite poucette (Pulgarcita) es el título de un ensayo publicado en 2012 en Francia con un importante éxito de ventas. Su autor,
Michel Serres
(1930), formado en la Escuela Normal Superior de París y miembro de la
Academia Francesa, es, desde 1984, profesor de Historia de la Ciencia en
la Universidad de Stanford.
En
Pulgarcita, Michel Serres hace con ironía el retrato de esa generación que hoy llamamos
nativos digitales.
Esos jóvenes que, hace pocos años, asombraban a sus abuelos porque a
los cuatro o cinco años eran capaces de manejar un móvil o una tableta
con mucha más soltura que ellos y que hoy viven inmersos en un mundo
virtual, se relacionan a través de las redes sociales y han llegado a
nuestras aulas sembrando el desconcierto de pedagogos y profesores.
Michel Serres ha bautizado a su protagonista con el nombre de
Pulgarcita, no porque sea pequeña, sino porque sus pulgares, de tanto
teclear, se han alargado de forma extraordinaria:
Después de ver con admiración cómo envían, más deprisa de lo que yo
hubiera podido hacer jamás con mis torpes dedos, SMS con ambos pulgares,
los he bautizado, con toda la ternura que pueda expresar un abuelo,
Pulgarcita y Pulgarcito.
Ellos, Pulgarcitas y Pulgarcitos, dice Serres,
son muy distintos de nosotros.
No hablan del mismo modo ni habitan el mismo espacio. Ellos habitan lo
virtual. Mediante el teléfono móvil tienen acceso al mundo entero, con
el GPS a todas partes, con internet a todo el saber. Su conocimiento es
distinto y su cuerpo también. Algo que, sin duda, habrán de tener en
cuenta los diseñadores de planes de estudio, los pedagogos y los
profesores, porque, en opinión de Serres, no es solamente el dedo pulgar
el que ha sufrido una mutación, también la cabeza de Pulgarcita se ha
transformado.
Para hacernos más visible la nueva anatomía de Pulgarcita, Serres
recurre a la leyenda ligada al martirio de San Denis, que tuvo lugar en
el siglo III, durante la persecución de los cristianos decretada por el
emperador Aureliano. Denis, obispo de Lutecia (hoy París), fue
encarcelado y condenado a muerte. Cuando era conducido por la colina de
Montmartre para ser decapitado en la cumbre, uno de los soldados que le
custodiaba, impaciente, desenvainó su espada y le cortó la cabeza. Según
cuenta la leyenda, ya decapitado, Denis se levantó, lavó su muñón en
una fuente y siguió ascendiendo. Los guardias huyeron despavoridos.
En la iglesia que lleva su nombre se encuentra una imagen decapitada
del santo que sostiene la cabeza con sus manos. Como San Denis, escribe
Serres con mordaz ironía,
Pulgarcita tiene su cabeza separada del cuerpo
y la maneja con sus manos. Esa cabeza es su ordenador, bien lleno de
datos, de información y de programas inteligentes. Todo el conocimiento
está a su alcance y Pulgarcita lo obtiene moviendo sus dedos con
velocidad pasmosa.
Pulgarcita ya no necesita trabajar para aprender, no necesita
escuchar lo que dicen sus profesores, no necesita leer libros, no
necesita escribir. Pulgarcita ya no aguanta el silencio de las aulas, le
aburren los maestros, no soporta la inactividad.
Es el fin de la era del saber. Pero
también, dice Serres, es el fin de la era de la abstracción, de las
ideas, de los conceptos. Y es que Pulgarcita desprecia los conceptos
abstractos. No conoce la idea pero tiene a su alcance mil ejemplos de
ella. "Dime que es la belleza. Y Pulgarcita responde: una mujer bella,
una bella yegua, una bella aurora…". La abstracción molesta a
Pulgarcita, ¿para qué hay que saber qué es la belleza, qué es el bien o
qué es el mal? Mucho más útil es el ejemplo que el concepto.
Michel Serres señala, y con acierto, que algo parecido a la escuela
está ocurriendo también en la política: "Ya no hay poderosos en la
escena política, ocupada ahora mismo por la gente decidida". A la
democracia del saber le seguirá una nueva forma de democracia que ahora
se está formando y que acabará imponiéndose, asegura resignado el abuelo
de Pulgarcita.
Es el fin de la era de los poderosos, de los expertos, de los que toman decisiones. Pulgarcitos y Pulgarcitas ocupan la escena. Son los nuevos pilotos del mundo.
Entre los concejales más jóvenes del
Ayuntamiento de Madrid se
pueden reconocer a estos Pulgarcitos que describe Michel Serres por su
habilidad en el manejo de móviles, tabletas, ordenadores y redes
sociales. Es cierto, como dice Serres, que viven y actúan de otra
manera. Reacios a la lectura y a la escritura, su forma de aprender es
muy distinta a la de mi generación, y probablemente eso influya en su
forma de pensar y de comportarse. Pero creo, o quiero creer, que, en
general, son respetuosos con el saber, con las instituciones y con las
normas y leyes que democráticamente nos hemos dado los españoles.
Un respeto del que carecen los Pulgarcitos del equipo de Gobierno. La
"vieja política" no va con ellos. Han llegado al Ayuntamiento para
"cambiar las cosas", o sea, para hacer la revolución. Alardean de su
curriculum como activistas políticos conseguido en asambleas de barrio o de facultad. Se iniciaron en las acampadas y manifestaciones del
15-M y
alimentaron su entusiasmo político con lemas como "No somos mercancías
en manos de políticos y banqueros", "No nos representan",
"Democracia real, ya".
Son
Pulgarcitas y Pulgarcitas revolucionarios, están
convencidos de que la revolución tecnológica implicará una revolución
política, de que las redes sociales son el instrumento ideal para
sustituir la aburrida y vieja democracia parlamentaria por una
democracia real. Pretenden que los Parlamentos se sustituyan por
asambleas y el sufragio por referendos digitales.
Como revolucionarios, tienen su propia utopía.
Sueñan con una gran asamblea digital en la que toda "la gente" de todo
el mundo pueda compartir sus ideas, votar sus sugerencias y dar sus
opiniones. Una utopía que, hasta ahora, se reduce a una página web para
corregir las
maldades de la prensa, y a un sistema online de
participación ciudadana que más bien parece una página de propaganda
municipal. Y es que, como viejos revolucionarios, están absolutamente
seguros de que ellos y su seguidores, a los que llaman "gente", son
poseedores de la verdad absoluta, saben lo que necesita España y están
dispuestos a construir el futuro de este país a su manera.
Una de las más insignes Pulgarcitas revolucionarias es la portavoz de Ahora Madrid en el Ayuntamiento,
Rita Maestre.
Como Pulgarcita, la querida nieta de Serres, Rita maneja sus pulgares a
gran velocidad cuando escribe mensajes o chats con su móvil. Como
Pulgarcita, Rita habla deprisa, se mueve constantemente y parlotea con
sus vecinos de escaño. Como Pulgarcita, Rita quiere ejemplos y desprecia
los conceptos. Si se le pregunta por su ideología, echa balones fuera.
Ella no sabe si su partido es o no marxista, no sabe de conceptos, solo
puede dar ejemplos de lo que no le gusta, de lo que ella y su partido
vienen dispuestos a destruir.
Muestra de ello es lo ocurrido el pasado 28 de octubre, durante el
desarrollo de un pleno municipal. Uno de los concejales del Grupo
Popular, Percival Manglano, interrogaba a Rita Maestre sobre el modelo
de
"participación ciudadana" que quiere implantar el
Ayuntamiento. En su exposición, Manglano contrapuso los principios que
sostienen las democracias liberales, basados en la libertad individual y
en la igualdad ante la ley, con el marxismo que parece inspirar esa
democracia "participativa" que quiere implantar el actual equipo de
Gobierno.
Rita Maestra, después de dar unas explicaciones poco comprensibles, terminó su intervención con estas palabras:
Sobre las raíces intelectuales, si lo hubiera sabido me lo preparaba
bien, me ponía a leer un poco y me preparaba unas citas, que la verdad
no las tengo y voy a quedar bastante peor que tú, Percival. No sé cuáles
son las raíces intelectuales de este grupo porque tenemos bastantes
cosas que hacer y, entre ellas, no está preparar un corpus
ideológico y teórico sobre dónde venimos, quiénes somos y a dónde vamos,
nuestra tarea fundamental consiste en solucionar los problemas de los
madrileños en la medida de nuestras posibilidades. Creo que sí hay un
mínimo común, que no sé si es ideológico o de valores. Cuando digo
mínimo común es porque sinceramente no nos hemos puesto a debatir sobre
autores y corrientes de pensamiento (…) Es un mínimo común según el cual
vivimos en una sociedad en la que existen desigualdades de renta,
desigualdades de riqueza, desigualdades de ingreso, desigualdades de
raza, desigualdades de género, y la tarea de las instituciones es tratar
de equilibrar esa desigualdades.
Escuché fascinada a la portavoz. Era la más viva representación de
Pulgarcita. Todo en ella recordaba a la nieta digital de Michel Serres,
sus gestos, el movimiento de sus larguísimos dedos, la velocidad de sus
palabras… En cuanto a su explicación de la no ideología de su grupo,
también podía atribuirse a la incapacidad de abstracción que Serres
atribuye a los Pulgarcitos decapitados. Pero en su caso es más impostura
que ignorancia. Rita Maestre es miembro del Consejo Ciudadano de
Podemos. Ha estudiado Políticas, está imputada por irrumpir en la
capilla de la universidad atemorizando a los asistentes a un acto
religioso con el grito
"Arderéis como en el 36". Sabe
perfectamente cuál es la ideología de su partido, otra cosa es que su
conocimiento sobre la dialéctica y el materialismo histórico se reduzca a
lo aprendido en un par de seminarios y en páginas de internet. Pero
Rita, como el resto de los concejales de Ahora Madrid, no quiere hablar
de ideología, sigue las directrices de su alcaldesa, que niega haber
sido comunista y que niega cualquier relación de ella y de su equipo con
el partido Podemos, aunque deba su cargo al dedo divino de su líder,
Pablo Iglesias.
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GLOSA
Es un texto que me tienta al desahogo y como tal con el riesgo de ser algo injusto..
¿Cambian los tiempos o las formas?
Recordemos a los padres y abuelos de
los podemitas, los de Mayo 68, esos bardos hiperoideologizados,
todo tocho y teoría, discurso y soflama que va y que viene,
presuntas ideas con fundamentos en el absoluto, con buen canuto y
compañía, que todo lo refuerza. Más posar que pesar. Vacuo
ignorar, sazonado de erudición en muchos y algunos; quien más quien
menos ducho en citar de las fuentes de los patriarcas y maestros
incontestables de la tarea histórica de la liberación de la
humanidad. Por encima de los encimas, la causa histórica, o sea la
CAUSA.
Ahora todo este “saber” que se
nutría del absoluto de la tarea histórica queda comprimido en las
consignas, bocinazos y fogonazos pantalludos de quita y pon y de twitt en twitt.
Al fin y al cabo su esencia, ¿para qué explicar la simpleza?, ¿para
qué, ya no argumentar, siquiera citar? ¿no fluye la verdad
transparente por la red y basta entrar para saberla?. ¿No la puede
reconocer cualquier persona sencilla y bienintencionada, sino está
engañada?, ¿qué hay que saber si está claro lo que hay que hacer?
Y además ¿no es suficiente la teoría que dominan los líderes
podemitas con el aval de la Uni?
Han cambiado las formas pero sigue el
contenido en su esencia angelical utopista afinado en buenismo, que
toca más el sentimiento. La historia se queda en “memoria
histórica”, todo aquello de lo que se dice que ha pasado que sirva
para ajustar cuentas. La causa histórica, ahora un gran show en el
que los villanos se van a enterar. Y en todo caso que no ha caído el Muro porque sigue Fidel y con suerte Maduro.
Entremedias la LOGSE, por lo que este
fenómeno tiene de español, y la “Revolución tecnológica”, por
lo que tiene de global, que ya proclamaban Carrillo y Claudín la
“revolución científico técnica” y sus beneficiosos efectos
revolucionarios. Pero nada habría sido posible sin la aportación
de la tontería engreída de los socialistas españoles, que ha
minado la conciencia cívica democrática de la nación española.
Tontería tan insuperable como prendada de sí misma, a la vista de
cómo la clase política en su conjunto la ha copiado. ¿Se lo
agradecerán los podemitas?, ¿se darán cuenta de cuanto le deben?,
¿se reconocerán en sus mayores mayistas? ¿enterrarán a sus
sociolistos con honor y luto o les someterán a otra pantomima como a
los Reyes Magos llegado el caso?
Lo dicho, un desahogo, que igual todo
es comedia...