El ofrecimiento de Navarra culmina el ciclo que inició Zapatero y ha
solidificado Sanchez, pero puede ser también el punto de arranque
para la empresa definitiva: la confederalización de España según
el propósito socialista, el salto adelante hacia la separación de
España, para los nacionalistas.
Depende de que el
campo de acuerdo cuaje y de que entonces siga su propio curso hasta
que se implementen los designios abertzales. Se pondrá a prueba,
como lo esta haciendo, la capacidad de digestión del electorado
socialista de toda España y la decisión de sus dirigentes para dar
el salto que inevitablemente, incluso en contra del propósito
inicial de muchos que lo han de ejecutar, ha de trastocar la
Constitución y el régimen actual. De hecho no sólo el conglomerado
socialista ya está podemizado y desprecia el peligro de la unidad
de España como si se tratara de una artimaña de las derechas,
también en regiones importantes alardea de inclinaciones
nacionalistas, y tal vez pronto proseparatistas,
En realidad el PSOE
no sabe en qué puede consistir esta “su” Confederación, a la
que tilda eufemísticamente de Federación. Es el mito con el que se
droga a modo de placebo para bailar la danza nacionalista sin
estridencias dando por buena la crítica de la permanente
“insuficiencia” de las atribuciones y derechos de las autonomías.
Trata de imaginarse que de esta manera se concluirá un acuerdo
definitivo con los separatistas que garantice la eterna postración
de “las derechas”, acuerdo viable y necesario, según ellos,
incluso si se quedara en el borde del abismo de la independencia y el
derecho de autodeterminación.
Ni siquiera la
evidencia de que los separatistas ya han pasado de la invocación
retórica de la independencia y se han instalado en la etapa de
alcanzarla con todas sus consecuencias, les sirve a los oferentes
socialistas para comprender que incluso el peor acuerdo contra España
dentro de España les resultaría a sus socios despreciable si este
tuviera que ser estable y duradero. Los separatistas podrán
renunciar a algo pero nunca a ser desleales con España mientras
estén en España. Ni,
por supuesto,
desleales con los socialistas cuando se tercie.
La paradoja en que
se encuentra el PSOE es que cuanto más cree dominar la tensión
separatista más se expone a su presión; cuanto por otra parte más
alienta la estrategia de la tensión contra “las derechas”, más
precisa dar visos de legitimidad y “normalidad” a las
pretensiones separatistas y sus actores.
¡Qué linda fantasía la de
conseguir de una tacada civilizar al separatismo y purgar a España
de las derechas!
Cuando el electorado
socialista, por ahora embelesado en la cruzada contra “las
derechas”, se asuste ante la voracidad separatista, si alguna vez
lo hace, y reclame una reacción a sus líderes puede ser demasiado
tarde. Desde luego para el PSOE, pero es de temer que sobre todo para
España y la democracia.