lunes, 12 de diciembre de 2016

LOS MIEDOS EN LA TRANSICIÓN.



Creo que la voluntad general de conquistar la democracia por parte del pueblo español y la clase política, nueva y vieja, determinó la forma como se tramitaron los miedos e incluso el sentido de estos. Pero esto nada tiene que ver con que la Constitución fuera producto del miedo, es decir que sin cierto miedo tendríamos una democracia más verdadera. Sino se distingue entre los miedos existentes y la falsa idea de que la gente aceptó la constitución por miedo, tendríamos que admitir el absurdo de que la gente prefirió la democracia a la dictadura por miedo.

Producto de esta insana confusión se está colando como verdad oficial que la Constitución fue producto del miedo que rigió en la transición a la involución franquista, y a la imposición de la fuerzas del régimen especialmente el ejército. Se suele oponer que por el contrario fuera producto de la voluntad de concordia. Es esto cierto pero, sino se matiza y completa, se dan argumentos en favor de los falsificadores de la historia. 

Sin duda que el miedo tuvo su protagonismo como en cualquier proceso político, más si es constituyente, por eso es importante delimitar cual era en este caso el objeto de ese miedo. Tiene su origen en que los actores de la transición se encontraron en una situación inédita de extrema incertidumbre sobre sus fuerzas reales y sobre todo sus fuerzas potenciales, que dependían de la actitud del pueblo español. La verdadera incógnita era la manera de reaccionar de éste, pero a poco que se hizo la luz quedó claro su voluntad de que hubiera una democracia sin aventuras y mirando hacia delante. La orientación de los actores políticos fue cobrando forma conforme este hecho resultaba evidente.

Vayamos al cruce de los miedos. 

A los suaristas y en general a la derecha procedente del franquismo no les preocupó tanto llegar a la democracia como controlar el proceso que llegaba a la democracia. Temían que en ese proceso sobreviniese la ruptura y con ello el caos que los podía arrastrar pero también a la sociedad. A cambio estaban dispuestos a admitir la máxima democracia, con la única salvaguarda de la continuidad de la monarquía y su transformación en monarquía simbólica y parlamentaria. Era la garantía para que el proceso fuese controlable. Los pasos prácticos tras la caída de Arias Navarro transformaron el control del proceso en un proceso controlable, es decir un proceso que marchaba al paso de lo que quería y podía admitir la sociedad y el conjunto de fuerzas políticas.


La izquierda temía sobre todo quedar descolgada, una vez que los reformistas del régimen empezaron a sintonizar con el ritmo de los tiempos y se determinaron por la democracia. Pero ya con el proceso que llevó a la legalización del PCE y la vuelta de Tarradellas la izquierda fue asumiendo que el problema no era el contenido de la democracia, sino su posicionamiento en la llegada de la democracia. El PCE apoyó a Suarez para asegurar su legalización y una cierta comodidad, como también para bloquear lo más posible el sorprendente ascenso del advenedizo socialismo de F. Gonzalez. La apuesta por la ruptura era absurda una vez que se evidenció que los presuntos representantes de la burguesía y de la derecha democrática aglutinados en torno a la Junta eran figurantes fantasmagóricos sin masa social detrás, ni influencia verdadera en los poderes fácticos. La derecha de toda la vida y la nueva derecha sociológica se agrupaba en torno a Suarez y lo que es más importante no hacía ascos a la democracia, quizás por sentido de la realidad y por deseo de desmarcarse de la dictadura.

Por su parte el emergente socialismo se cuidó de caer en las redes del “compromiso histórico” por el que suspiraba Carrillo. Aunque esto supusiera ceder el liderazgo del proceso a Suarez, podía reservarse como alternativa sin contaminar por el comunismo.


Resultó así un doble pacto. El primero escrito y culminado en la Constitución, por el que la izquierda definía el contenido fundamental de ésta, con aroma socialdemócrata incluido, a cambio de ceder a la derecha los símbolos, es decir la monarquía y la bandera. Por desgracia y de facto la izquierda incluyó en la simbología cedida a la derecha la unidad de España. El segundo no escrito: la izquierda admitía como bueno lo que era bueno, la democracia, pero se resignaba a no aparecer como una victoria exclusiva sino una obra conjunta con la derecha. Esto en cuanto se consolidó la democracia y sobre todo cuando volvió a gobernar la derecha escoció sobremanera a las vanguardias de la izquierda, y las sumió en una melancolía permanente.

Si hubo así miedo, fue el de la derecha a quedar desbordada en el proceso de llegada de la democracia; fue el de la izquierda a a quedar descolgada del sentimiento del pueblo una vez que la derecha admitió la democracia. Este doble miedo reforzó que la democracia fuera tan democrática y tan abierta a garantizar todas las libertades y derechos, que si de algo pecó fue de temeridad y candidez. En estos casos el miedo pudo estimular las convicciones democráticas profundas. Por supuesto el miedo de la extrema izquierda,  extremadamente activa, no era el de la vuelta a la dictadura, sino que todo se quedase en una "democracia burguesa".

El asunto clave fue claro está la actitud ante los nacionalismos potencialmente separatistas. ¿se resolvió como se resolvió por miedo o por candidez o por oportunismo? ¿o por un poco de todo?

En lo fundamental la derecha admitió los planteamientos de la izquierda dirigidos a integrar la voluntad de los nacionalistas a toda costa. Creo que a la izquierda le movían tres ideas, más bien prejuicios:

-que lo fundamental de las reivindicaciones y de los planteamientos nacionalistas eran justos y que se debían en gran medida a la ausencia de democracia y al centralismo. La experiencia de la actuación de los separatistas en la República no resultó suficiente para corregir un prejuicio tan desenfocado y de tan nefastas consecuencias. 

-la seguridad de que los nacionalistas podían ser un aliado constante contra la derecha, con tal de que se concediesen sus reivindicaciones autonomistas.

-la desviación de las reivindicaciones de la izquierda hacia el autonomismo en todas la regiones como alternativa fáctica a la disolución de la adhesión a la idea de la unidad nacional, que la izquierda, en su imaginario más o menos consciente, seguía considerando un residuo franquista.

Por su parte la derecha suarista, y en general, se avino a conceder sin garantías las reivindicaciones nacionalistas. Contaron sin duda otra versión de los mismos prejuicios:

- que la independencia era imposible en los tiempos modernos y que los nacionalistas no tendrían más remedio que ir asumiéndolo.

- que en el fondo a los nacionalistas sólo les importaba el poder en su región y el interés económico, reduciéndose las soflamas identitarias a una mera retórica electoral.

-que de esta manera la mayoría de la sociedad vasca se apartaría de ETA y la reprobaría.

-que, una vez desmontado el centralismo, podría contar con los nacionalistas contra la izquierda pues al fin y a la postre son fuerzas de derechas.

Podría parecer ventajista llamar la atención a la ingenuidad y también temeridad de estos planteamientos de izquierda y derecha, que en el fondo no dejan de encubrir una mezcla de oportunismo y pusilanimidad. Las circunstancias los explican y hasta justifican en parte. Pero resulta absurdo pretender que la resolución que consta en la Constitución de la cuestión nacional fue una imposición del ejército. No podía constar otra cosa que la unidad de España y la soberanía nacional, salvo que los constituyentes se hubieran vuelto tan locos como un comprador de un piso que en la escritura admite que este piso puede salir a la venta si lo quieren los vecinos. Lo más alarmante no es que las competencias autonómicas quedaran abiertas, así como la indeterminación de los poderes del Estado ,y que se aceptaran incluir las semillas de la desintegración nacional, como el concepto de nacionalidad o la aprobación de los fueros sin lealtad. Por encima de ello destaca que no se viera en estas exigencias nacionalistas, sin más contrapartida que la presunción no declarada siquiera de buena voluntad, la prueba de que no iba a existir lealtad alguna, y no digamos ya proyecto común. Más curioso es que los prejuicios que conducían a confiar en los nacionalistas siguen en lo fundamental vigentes.
En una media que puede ser rocambolesca Suarez creyó que el “café para todos” resolvería de golpe los dos problemas cruciales: al dejar abiertas el máximo de competencias las autonomías más nacionalistas se conformarían; al dar esta posibilidad a todas las demás por igual desaparecerían los motivos para los agravios comparativos que harían imposible la gobernabilidad y evitaría que las “nacionalidades históricas” pudieran reivindicar un trato especial frente al resto de la nación. Ha resultado que estas se han sentido más agraviadas porque se les compara como si fueran iguales y que las otras se cierran como compartimentos estanco.

¿Había voluntad de concordia? Seguramente los intereses comunes y el acicate de la voluntad popular llevaron a la convicción de que la concordia era un valor positivo. La voluntad de concordia no fue el motor de la transición, sino que al progresar esta fue tomando cuerpo y empezó a comprenderse como un valor positivo y esencial. Lástima que se creyera en ella a medias. Quedó demasiada melancolía por reciclar y pocas ganas de hacerlo en quienes debieran. Con la marcha de las cosas fueron sucumbiendo a la tentación de sacar ventaja de esa melancolía.

Por lo que respecta al pueblo: ¿decidió con miedo? Claro, en el mismo sentido de quien se pone bufanda en invierno para no coger un catarro. La bufanda era la democracia, la posibilidad de vivir en paz y en libertad. El catarro era la dictadura y la guerra civil. Miedo en el mismo sentido que no querer el podemismo es equivalente a temer la dictadura comunista.

En suma y a pesar de todo la gran aportación de la transición fue la conciencia de que la democracia es incompatible con el guerracivilismo. ¿Una bella época?


martes, 6 de diciembre de 2016

SOBRE LA REFORMA X DE LA CONSTITUCIÓN Y SUS CIRCUNSTANCIAS.


Tengo la impresión de que en el afán de reformar la constitución se cruzan dos clases de alientos.
Uno taumatúrgico, cambiar la piel y rejuvenecer.
Tiene un sentido providencialista e ingenieril a la vez. Providencialista en honor de nuestra tradicional catolicidad: nos encanta que haya una instancia indiscutible que nos protega; ingenieril como recompensa de nuestra incorporación a la modernidad: nuestra prosperidad depende de que todo este bien diseñado y mandado.
Al fin y al cabo la Constitución ha sido el santo y la seña de la nación y la justificación de la solidaridad colectiva, pero igual que se le pide todo, se la culpa de todo si algo no va bien. Al menos queda ese hueco y siempre hay chacales dispuesto a aprovecharlo. El sofoco político al que nos ha llevado la crisis, la corrupción y el imperio de la demagogia, ha empujado a quedar bien por encima de todo, y nadie que se precie puede quedar atrás en pedir la Reforma de la Constitución. Mano de brujo. Cuando no se sepa qué hacer dígase que hace falta el cambio y luego ya veremos. Ha sido tan grande la perturbación que hay que prometer grandes aventuras para volver a la normalidad. Vamos hacer sentir a todo el mundo protagonista de su destino y luego seguir tirando.

Otro enmascarador. Un atajo para objetivos más o menos inconfesables.
Hay de varias clases y una la importante. Los que aducen medidas pero para justificar lo primero, justificar la necesidad de reformar la constitución. (Por ejemplo la sucesión o la ley electoral) Seguramente hay razones para emprender esas reformas pero no se hace campaña de eso en concreto sino de “reformar la constitución” en general. Lo primero sería efectivo pero sólo lo segundo da empaque.
Un segundo grupo que querría reformarla para corregir los desaguisados. En concreto el título Octavo. Habría que reformarlo para recentralizar el Estado. Son pocos y mal vistos por quienes disponen del monopolio del ojo crítico. Pero de cambiarse algo sería la reforma que tendría más seguimiento, aunque no aprobación mayoritaria en la sociedad, encuestas dixit.
Una tercera, la importante, la que hace más ruido, la que corta el bacalao. Es clara por fuera pero de confuso batiburrillo por dentro. “Federalicemos España y esto se arreglará”. Claro como el agua, pero una vez dicho viene el batiburrillo.
Para unos eso significa racionalizar las competencias, definir con precisión las competencias de las federaciones y del Estado, comprometer a las autonomías (federaciones) con la parte alícuota de ciudadanía que les toca. Pensándolo bien nada que oponer y en algo se parece a lo segundo (recentralizar) por lo que a racionalización se refiere. Sería un bonito debate si hubiera lealtad y se buscara la eficacia…. ¿Pero?
Los que tiran del burro quieren que la reforma de una satisfacción definitiva a las nacionalidades históricas o a cualquiera que se postule como tal. Lo que se ha intentado en estos treinta años no ha sido suficiente. Haría falta un “derecho a decidir” más o menos camuflado y digerible. Por ejemplo decidimos todos primero que decidan los que quieran por separado, o bien que decidan primero por separado y luego decidimos todos. Sería la reforma de la “Claridad”. Lo único claro sería la instauración del principio de una soberanía fragmentada o de fragmentos de soberanía. Pues evidentemente con lo del “derecho a decidir” lo que está en juego no es el huevo sino el fuero. Los podemitas son más sinceros y visibles, como se dice ahora: hagámoslo con un proceso constituyente y de paso echemos a la monarquía.

Pasemos a los argumentos. Los federalistas/confederalistas proponen la primera opción y amagan con la segunda. Saben que de no controlarse la federación se precipitaría la confederación (los fragmentos soberanos). ¿Por qué entonces tanto riesgo? Los argumentos coinciden por ejemplo con los que trata de liderar García Margallo la negociación con “Cataluña”: a sabiendas de que a los separatistas una reforma u otra les importa menos que a un logsero saber latín,griego o español, hay que ganarse a los no separatistas. Claro que esto sólo tiene lógica y fundamento si una parte de los nacionalistas se ha apuntado al separatismo por confusión pero dejaría de hacerlo. ¿Les bastaría la gestión de la pasta y una declaración de amor? ¿Tantos son que tanto merecen?. Habría otros que son antindependentistas y además no nacionalistas, y además en el fondo y algunos en la forma, “españolistas” o “constitucionalistas”. A estos también se propone “que hay que ganárselos”. ¿por que de verdad las “nacionalidades históricas” reciben un trato injusto, tan injusto que requiere una revisión de los cimientos? ¿Por que no están convencidos de lo que sienten y piensan? ¿por que necesitan razones y motivos para no sentir la vergüenza de no ser separatistas? ¿porque por encima de todo hay ue ser elegantes?

Todos los vericuetos conducen a la reforma de la Constitución. Una vez que su “necesidad” domina el discurso político político, sólo falta pasarlo a la calle. Ortodoxia completa. Pero entre tanto está en juego el torneo de los campeones. Los “reformadores” están en la disputa por el honor de quien es el campeón de la reforma a la vista de todos, con independencia de quien la lidere prácticamente. Pero la disputa no dirime qué reforma es necesaria, quien es más necesario para la reforma X.

Ya se sabe una cosa es cual es el modelo de coche más seguro y otra cosa es el coche que tiene la imagen de ser el más seguro. En esas estamos y nadie puede apartarse.





domingo, 27 de noviembre de 2016

SOBRE LA HERENCIA HISPANA DE FIDEL CASTRO


Quizás la mayor aportación hispana (de España y de hispanoamerica) a la experiencia política de la humanidad haya sido el caudillismo y la guerrilla. En su origen el caudillismo bien pudo ser fruto del escaso fuelle que en nuestro mundo tuvieron las revoluciones liberales. 

En Hispanoamérica bien se puede poner en relación con la sugerencia de Julián Marías de que las naciones hispanas llegaron a ser Estados antes de madurar como naciones. En lugar de juego institucional disputa entre los militares por encabezar la nación. No fue la libertad sino el espíritu nacional a a palo seco el motivo de unión que los caudillos militares propagaron para conseguir la adhesión de la población. Así se crearon las naciones hispanas, o su sentimiento nacional, y no tanto por la inmediata independencia.

La guerrilla, que fue la salida de urgencia del sentimiento nacional herido, en realidad varios siglos herido y hasta avergonzado, cuando se derrumbaron las instituciones ante Napoleón, tuvo su traducción, ya cuando la historia se remansó y la sociedad se medió institucionalizó, en el permanente instinto anarcoide que nace de la desconfianza absoluta en las instituciones y los poderes públicos vigentes. Es como si una vez perdida la fe ciega en la Iglesia nada sea digno de crédito salvo la iglesia que es uno mismo. 

En Hispanoamérica surgió la figura del caudillo guerrillero. Si en gran parte se debe al caudillaje militar el nacionalismo que engendró la conciencia nacional de los pueblos hispanos, los caudillos guerrilleros engendraron las revoluciones sociales y antiimperialistas. Ni Pancho Villa, ni Fidel Castro fueron punta de iceberg de los movimientos sociales, sino su demiurgo providencial. (De hecho en Hispanoamérica los partidos tradicionales de los trabajadores apenas tuvieron incidencia y el necesario prestigio, tal vez hasta el Chile de Allende. Cuando la revolución el Partido Comunista era una pieza burocrática que gestionaba los sindicatos pero sin halo romántico alguno) Y lo del Demiurgo providencial no es una metáfora, es difícil comprender este fenómeno sin la fuerza de la fe en la providencia que hay en estos pueblos, aunque se transfigure en categorías laicas. 

El verdadero guerrillero sale como el pueblo del fondo oscuro de la tierra, se forma en las arriscadas lomas donde don Quijote purgaba por Dulcinea y arrasa la gran ciudad y el centro del poder como una plaga. Una vez vencedor, el pueblo lo venera como si fuera él mismo. Perón por su parte no fue, y sigue siendo otra cosa que un caudillo urbano encumbrado por la guerrilla virtual que es la demagogia. 

Ya vencedor, Castro acudió a la demagogia comunista para “legitimar” su caudillaje. Pero en este caso no bastaba. El comunismo en plena guerra fría venía como anillo para “institucionalizar” el caudillaje, convertirlo en sistema. Es ocioso preguntarse si los caudillos guerrilleros hicieron de la necesidad virtud o si ya estaban predispuestos a someter al pueblo bajo el yugo totalitario. Pero en nada se puede comparar a Castro y Guevara con Martí, en quien relucía el afán liberal y democrático. Estos guerrilleros comunistas se formaron, mejor o peor, con el desprestigio del sistema liberal que ha corroído a América Latina y a España, una vez que la denominada “cuestión social” concentró el foco de la política. Comunismo y liberación de Hispanoamérica del imperialismo yanqui significaba la misma cosa. Su verdadero éxito, del que ha dependido la fortaleza y presunta “legitimidad” de su poder, fue la forja de este mito. 

Y en este punto no cabe sino reconocer el patrón común de los pueblos hispanos, incluida la “madre patria”: la de que la verdadera libertad es la igualdad social (presunta justicia social) y que las libertades políticas o son un envoltorio de los privilegios de los poderosos o tienen valor sólo como medios para el logro de la igualdad social. 

Es curioso que la reclamación de la igualdad social empezó a extenderse ya en la revolución francesa como remedio a la pobreza y la miseria generalizada. La historia ha demostrado que los regímenes comunistas crean igualdad de miseria y pobreza, salvo para la nomenclatura. Los castristas han conseguido que gran parte del pueblo se crea lleno de dignidad por ser iguales y que con esa dignidad puede aliviar la miseria nuestra de cada día. 

Este mito nacional se retroalimenta del mito revolucionario que F. Castro y sobre todo este Santo guerrilero laico que es el Che ha difundido por el mundo. El comunismo cubano no sólo ha legitimado la voracidad del caudillo, sino que ha dado a los nostálgicos de la barbarie comunista y de la acracia irredenta, con independencia de edad, esperanza en el futuro de la revolución pendiente. 

Sin este éxito internacional, la Cuba comunista ya se habría ahogado de su propia miseria, por mucho que sea el combustible que le regalen sus retoños hispanoamericanos. Siendo España nación de mitos y quizás la nación de los mitos modernos, no podía por menos que dejar en herencia esta pulsión mitológica en quienes, a pesar de no quererlo, tenemos el mismo pulso y parecidas pulsiones.

jueves, 24 de noviembre de 2016

DESCANSE EN PAZ RITA


            No creo descubrir nada si resalto la evidencia de que varios años de furor demagógico televisivo y televisado con el pretexto de la crisis y de la corrupción, han puesto de rodillas la democracia, pero no por imperfecta (faltaría más), o incluso en lo que tiene de infecta, sino por democracia. De la misma forma que ha dividido a España en la España de la rabia y la venganza y la España del miedo y el acobardamiento; la España de “esto no va a quedar así” y la de los que recelan que alguien les apunte con el dedo, escupiendo eso de “algo habrás hecho”. 

             A efectos políticos estos años han traído la podemización del PSOE y el achantamiento de los populares, sin olvidar el desgraciado prurito de C,s para disputar a los podemitas una parcela de la “nueva política” y una participación en la fiscalía moral. Pero hay un empecinamiento en despachar algo tan grave en términos de psicología social o de sociología de circunstancias, como si esto fuera un tic reflejo que se da por igual en todas las sociedades. 

            En  el poder del pasado no creen ni los historiadores, salvo los que la historia ponen al servicio de la venganza histórica. De tanto denostar el pesimismo histórico que propagó la generación del 98 y de tanto interpretar la gesta moral de la transición como “un borrón y cuenta nueva”, la venganza y la vergüenza histórica (o sea vulgarmente “memoria histórica”) ocupa el lugar de la comprensión histórica. ¿Se puede comprender nada de lo que por aquí pasa sin tener en cuenta la depresión colectiva, el complejo de inferioridad ante el mundo avanzado, la necesidad ciega de buscar culpables y más culpables aquí dentro, por no ser lo buenos y justos que debiéramos, que tan anómalamente habita nuestras aguas más profundas? ¿fue la guerra civil un punto de arranque, un punto final o un episodio de lo que todavía sigue?

             Lo que ha acabado siendo un sacrificio ya es un albadonazo para las (malas) conciencias. No hay que sorprenderse de los que ante el cadáver caliente hacen alarde de monstruosidad, pagados además por si eso les otorga más “credibilidad”. Son “coherentes” con su afán y su naturaleza. Si los que están, estamos, acostumbrados a vivir como avestruces o quienes están/mos presas del cainismo, por ignorancia o incluso por conveniencia, nos sentimos en algún grado miserables, algo queda para la esperanza. 
               
                                     Descanse en Paz Rita.



miércoles, 23 de noviembre de 2016

ACUERDO VASCO "EN LA LEGALIDAD"


Si en la transición los franquistas tuvieron que hacerse el harakiri, ahora los psocionacionalistas vascos aspiran a que el conjunto de los ciudadanos españoles, o sea la nación, se haga el harakiri para tener una “nación de naciones” (o algo así) en paz.

Lo que parece un pacto de conveniencia táctica no deja de responder a una profunda coincidencia de fondo: el PNV quiere ir partido a partido y gota a gota, para poder decidirse a hacer la carambola de la independencia si le conviene, pero ya con todas las bolas bien colocadas; el PSE-PSOE necesita su tiempo para reconvertirse en otro PSC. Ambos piden transitar hacia un fin que no saben si quieren, la independencia en el caso del PNV, la Confederación o vaya Vd. a saber qué, por parte del PSE-¿PSOE?, pero “desde la legalidad a la legalidad” (Torcuato Fernandez Miranda). Lo que en este caso es: “desde la soberanía nacional a la soberanía de las presuntas naciones”.

Conviene tener en cuenta las diferencias sociales y políticas con Cataluña, parte del condimento de estos pactos:
-las clases medias acomodadas vascas, sea por razón o por instinto, son mucha más conscientes que las catalanas de que la independencia sería una estupidez- a las clases medias catalanas les pierde su encono contra “Madrid” para ver su propia realidad-.

-El PSE todavía ha de conservar las formas ante una parte de su potencial clientela, aunque ha dado suficiente carnaza a los podemitas para que parte de su público se deslice a hacer de comparsa del batasunismo, sin comerlo ni beberlo; el PSC danza en el escenario como si todo le importara un bledo.
Pero ya para ambos coinciden: creen que la mejor forma de frenar al nacionalismo es dándoles la razón en el fondo, con pellizquitos eso sí por sus malas formas. Con lo que por supuesto tienen que acabar convencidos de que en el fondo ellos también piensan lo mismo (Síndrome de Estocolmo ideológico). Es de temer que ya sufren de tal perturbación hace tiempo y se trata de que la compartamos todos.

martes, 22 de noviembre de 2016

GLOSARIO PARA EL DEBATE


Glosario para ayudar al “Debate” ahora que tiene por extremos del arco a Euzkadi y Catalunya


Reforma Federal. Artilugio bienintencionado pero ya robellat (oxidado), destinado a que los que no comulgan con el separatismo superen el sentimiento de culpa que les lleva a creerse separadores (sobre todo en Cataluña).

Reforma Confederal, (por supuesto con “derecho a decidir”). Si lo otro ya no vale de nada, desplume acelerado e integral del Estado para que los gallitos luzcan calientes y presumidos en la esperanza de que no se vayan del corral o que lo dejen sin traumas y sin que se note mucho.

“Propuesta de debate”. Expresión habitual en España cuando se quiere decir “ ¡a ver si hacemos esto de una puñ***** vez, que ya está bien…!”

Hacia un Foro abierto internacional para la articulación del debate del “derecho a decidir” en Euzkadi:

-ponencias inaugurales imparciales a cargo de historiadores (progresbritánicos, por supuesto) sobre “la diferencia entre una nación de verdad y una nación de qué más da (o porque los españoles son unos pringaos…)”

-ponencias centrales a cargo de los Sres. invitados Dn. ZP. y Dn. PSchz (y si tiene la deferencia el Sr. Koleta) sobre “Euzkadi, nación indiscutida e indiscutible” versus “España, ya se sabe...(je,je)”

-clausura, diálogo dirigido por los Sres. Arzallus y Otegui en favor de la reconciliación: “Qué han de hacer los sociatas para merecer nuestro perdón, siempre y cuando no se lo crean demasiado..”

Sería miel sobre hojuelas que algún Nuncio bendijera las conclusiones haciendo honor a Indalecio Prieto, ya en mejor vida.


Lapsoe. Antigua mansión que dominaba el pueblo, en proceso de declaración de ruina con el pueblo entero, mal mantenida por los Despeñaperraos y okupada por los Tócame Roque y Qué más da, a la espera de que vuelva “Pedro por su casa” y regale el solar al más podemacho.




sábado, 12 de noviembre de 2016

BERGOGLIO Y EL COMUNISMO


Lo más preocupante no son las declaraciones en sí, sugiriendo un aire de familia común entre el cristianismo y el comunismo, una generalidad abierta a múltiples interpretaciones, sino lo que revela de falta de conciencia y de sensibilidad hacia el daño que ha hecho el comunismo a la humanidad y el que puede seguir haciendo.

No se pueden comparar las ideas o las filosofías prácticas como meros sistemas teóricos haciendo abstracción de su práctica histórica. Cuando se revisó el stalinismo o el maoísmo se achacaban sus atrocidades al culto a la personalidad o a errores personales, como si los principios del comunismo pudieran llevar a algo diferente.

El Papa y los teólogos de la liberación no quieren ver, o no pueden ver, lo que hay de profundamente erróneo en el comunismo, en gran medida porque interpretan el cristianismo a la luz del marxismo a partir del supuesto erróneo de que el comunismo se alimenta de la savia del cristianismo.

Sobre esto hay escritos mares de tinta y se debe seguir escribiendo mucho más, aunque sirva de poco, a la vista está. Me limito a sugerir dos cosas: que si el mensaje de Jesús es el que Bergoglio le atribuye, Judas se hubiera comportado como un idiota al traicionarlo; que no se puede hacer abstracción de que la prédica de Jesús daba por hecho la venida inminente del reino de dios y que el cristianismo se tuvo que rehacer cuando esta expectativa se fue diluyendo.

Por lo que al fondo de lo que Bergoglio plantea, el problema no es la erradicación de la pobreza sino cómo hacerlo, o mejor cómo ir la erradicando. Me temo que ni la ingeniería social ni la ingeniería moral tienen la varita mágica, ni juntas ni separadas, y que Iglesia, por muy presa del pánico que se encuentre ante la secularización universal y su pérdida de influencia, tendría que reflexionar más profundamente eso de “al Cesar lo que es del Cesar, a Dios lo que es de Dios”, que es en gran medida la clave de la identidad cristiana frente a otras religiones monoteístas, en lo que a relación entre política y religión se refiere. Entre otras cosas eso podría ayudar a la Iglesia desprenderse de los resabios que le hacen creer que las relaciones económicas y políticas son facetas de las relaciones morales y religiosas.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

RESACÓN EN USA


No hay que dejarse llevar por el pánico, pero...

Tiempos propicios para que se desnuden las neurosis e histerias colectivas, grandes banquetes para las hienas mediáticas.

Cada cual sacará sus enseñanzas, la de los podemitas parece clara: “esto demuestra que ¡SÍ SE PUEDE!...aunque no será fácil hacer pasar a Rajoy por Trump.”, o algo parecido...

Después de darse el gustazo y de que pase el resacón, queda saber “¿qué hacer?”. Mientras Trump se lo piensa lo único seguro es tirar de visceralidad, pues el orgullo blanco anglosajón anda muy herido y resentido. El sueño de la Gran América emboscado en la pequeña América. En el horizonte el descosido racial a lo grande.

La sociedad americana no ha demostrado mucha fortaleza para soportar el tirón de sus demonios, ahora se pone a prueba la capacidad equilibradora del denostado sistema para evitar que se desmadre del todo.





sábado, 5 de noviembre de 2016

CINISMO Y CAINISMO


            Reconozco que la conjetura que sigue suena a disparatada o irónica, pero creo que hay argumentos a favor de su verosimilitud. Creo que Espinar y los suyos que lo defienden, (Koletas, Anguita etc,) no se considera, sinceramente, cínico ni deshonesto, ni menos aun mentiroso. Son cínicos objetivamente, sin duda y no voy a parar en detalles sobre el caso, pero no subjetivamente. Me explico. Imagino que piensa que no ha hecho algo malo, pero no porque lo que han hecho no sea malo, sino porque lo que hace alguien bueno y honesto no puede ser malo. Y siendo así, en tanto que vive y actúa para que todos seamos honestos y justos, no rige para ellos lo que rige para el común. Estando más allá del bien y del mal, su conducta no puede obedecer al imperativo categórico kantiano: que la vara de medir tu bondad pueda servir de medida de la bondad ajena. Más bien conecta con el mismo principio que el nihilista Raskolnikov (Crimen y Castigo), que a su vez se tenía por reencarnación de Napoleón: el genio fija sus normas que sólo valen para él.

             Nuestros revolucionarios son más modestos, no se creen necesariamente genios, sólo voceros de la historia, fanfarrones de la historia en suma, por lo de tocar fanfarrias. Pero sirva un matiz. No son revolucionarios por ser intrínsecamente honestos, sino que son honestos por ser revolucionarios. Pues en estos ámbitos la honestidad no radica en otra cosa que en la entrega consecuente al compromiso de transformar el mundo. De acuerdo con ello ninguna persona es honesta hasta que no se compromete por el bien del mundo, aunque sea sin levantarse de la butaca ante el televisor, que también vale como compromiso si se sigue a los personajes televisivos comprometidos. Puestos a rebuscar se trata de una versión perversa del principio supremo de la ética agustiniana, del Santo de Hipona, que decía “ama y haz lo que quieras”. En este caso: “ponte a transformar el mundo y haz lo que quieras”.

             Se dirá que este joven revolucionario cometió el pecado del que se le acusa cuando era un chaval, mucho antes de meterse en el berenjenal político, por lo que habría que juzgarlo como a la gente normal y no por la medida que, ahora como revolucionario, aplica el susodicho a los otros políticos. Así lo postulan el Koletas y Don JulioAnguita, en honor de la esquizofrenia social. De lo que dicen se sigue que el revolucionario tiene derecho a maldecir la falta de ejemplaridad de los otros políticos, pero en tanto que, además de revolucionario, es también gente y persona particular tiene derecho a cometer los mismos pecados y licencias que la gente en parecidas circunstancias cometería, en aras por ejemplo de la amistad o de aprovechar que pasa la fortuna. De esta forma no es extraño que, desde su perspectiva, no sería incoherente “escrachear”, es decir arañar, a cualquiera de la casta si hubiera hecho lo mismo que él mismo se permite, mientras se considera vergonzoso que a la potencial araña se le censure. Pues, ¡cómo no!, hay una moral consentida para “la gente” y tiene que haber otra inmisericorde para la “castuza”.

               Visto psicológicamente lo interesante es que quien así procede no cree mentir, ni cree incurrir en contradicción consigo mismo, pues lo que hace es “justo” por hacerlo él. Y aunque eso lo hiciera antes de ser revolucionario también vale para entonces tamaño criterio de “justicia”, pues el compromiso revolucionario es siempre una virtud retroactiva. Y de eso por ejemplo mentores tan ilustres como Verstrynge entienden mucho.

               Así, cuando tuvo que comparecer a dar explicaciones pudo sinceramente sentirse perseguido. Su ira al “explicarse” obedecía no a sentirse pillado, sino a que alguien tuviese la osadía de creer que lo habían pillado y de afearlo en público.

            Esta modalidad tan retorcida de cinismo, que podríamos considerar cinismo subliminal, invita a reflexionar sobre su relación y diferencia con la mentira revolucionaria.

               Frente a tema tan vasto donde lo haya, me limito a un apunte. El revolucionario sigue el principio de que la mentira es revolucionaria para la acción revolucionaria, mientras que para los asuntos particulares no hay mentira ni inmoralidad en tanto que lo hecho sea útil y facilite la vida de quien está entregado a la revolución y sea conforme con una cierta moral pública relajada a modo de pret a porter (que aunque no lo sepa vivimos en una cultura en la que la ética de más éxito fue la “casuística”). En este caso puede permitirse en privado, sin tomarlo por inmoral, ciertas inmoralidades consentidas públicamente, con tal de que eso le ayude en su quehacer. Respecto a ello exige se le trate como un ciudadano consentido y no se haga abstracción de su condición de ser un faro de la ejemplaridad, por el que se distingue en su compromiso con la humanidad.

                 Lo que más me interesa es no obstante subrayar la intima cooperación entre este cinismo subliminal y el cainismo doctrinal tan en boga, más allá incluso del presunto y torpe juego de palabras. Porque esta vocación cínica de negarse como particular la propia desfachatez y ocultarse tras los usos habituales consentidos, como si de una variante, entre aristocrática y plebeya, de la dichosa “banalidad del mal” se tratara, no funcionaría sino estuviera al servicio de esta visión cainita de la sociedad española, santo y seña del podemismo. Es esta superchería la que otorga a secuaces como Espinar el convencimiento de su superioridad moral, en el caso podemita una superioridad absoluta e incondicional.

                ¿Cómo puede uno sentirse deshonesto en privado y dechado de virtud para lo público y ajeno? Cualquier psicólogo de manual sabe que la transgresión de la propia identidad tiene sus límites. Ricardo III ( el de Shakespeare) era coherente con sus deseos, podía ser un cínico y saberse mentiroso, porque no quería transformar el mundo sino gozarlo a sus anchas. Así no tenía que mentir al pueblo por su bien y salvación, sólo para salvar su afán de servirse del pueblo. Pero uno se atreve a creer en la sinceridad mesiánica de nuestros revolucionarios emergentes, aunque sólo sea porque necesitan aplaudirse entre sí en todo momento. Incluso cabe admitir que están convencidos de buena fe de que, si hace falta, se tiene que mentir a la gente para salvarla.. Pero esto sólo es posible si se creen honestos e intachables en su vida privada, eso sí a priori como decía Kant. Han de creerse su propia mentira, la de su honestidad intachable como personas, para que la mentira sea un arma revolucionaria.

martes, 1 de noviembre de 2016

SUEÑOS Y ANDANZAS SANCHISTAS PANCISTAS. MÁXIMAS Y REFLEXIONES.

Las ideas de mis amos son mis ideas.
La locura de mi amo es mi locura.
Así ando con mi amo tan preso de “Locura de amor”
que ni loco me voy a dejar enterrar
En tanto que mi amo salva el mundo,
está mi Ínsula por trabajar
Pero metafísico estoy, que mis bases soy yo.
Mi amo con sus Dulcineas y sus mareas, yo con mis bases y mi Peugeot
Ya lo sabía mi amo: parecen molinos, pero son los Poderes Oligárquicos y Mediáticos
Ya lo advirtió mi amo: las Naciones de la nación son galeotes a liberar.
Liberación bendita que hasta el más vil rufián nos va agradecer,
que de los pellejos traidores de vino que vamos a rajar,
brotará el jugo que nos va empoderar
Mi nueva vida, un viaje interminable por las agrupaciones Cuarta y Sexta,
de la Sexta a la Cuarta y de la Cuarta a la Sexta,
y de vez en cuando alguna vuelta por la Primera, la Tercera y la Cuarta.
Y hasta igual la Trece.
Que no hay que malgastar gasolina ni talento dilapidar
Otro buen plan sería,
gran share se lograría, que ya desde Labordeta no se ve,
con la mochila en mi Peugeot
las bases en sus agrupaciones
a todas la naciones dar a conocer
Como mi amo, era populista pero no lo sabía.
Eramos nacionalistas separatistas y ya lo sabemos.
Mis bases piensan igual, pero aún no lo saben y se lo he de revelar
que abiertas están a la absoluta claridad
Me rebelo porque me hicieron creer que el populismo es demagogia
y no como mi amo lo ve, pedagogia sustancial,
que el pueblo es un infante a malcriar
con el que mis bases ocupar.

lunes, 24 de octubre de 2016

"EL PUEBLO" EN LA VERSIÓN BATASUNA Y PODEMITA.



Quisiera hacer varias observaciones del muy pertinente articulo de L. Haranburu "EH Bildu y Podemos"  que incorporo al final. 

Estoy de acuerdo en que, en resumen, para EH Bildu el pueblo es una sustancia étnica meta histórica y para Podemos son las masas revolucionarias en movimiento. Pero haría algunos matices.

-Bildu entiende también el pueblo como una entidad revolucionaria anticapitalista y así lo siguen muchos. Ha capitalizado los afanes revolucionaristas, no me atrevería a decir revolucionarios, al conseguir canalizarlos alrededor del nacionalismo, con lo que ha fundido revolución (social) y nacionalismo, aunque lo que pretenda exclusivamente sea la independencia de “euskalherría”. Pero para los seguidores también revolucionaristas este matiz es demasiado fino.

-Podemos considera que los nacionalismos revolucionarios y cualquier nacionalismo en general son parte del movimiento revolucionario y quizá hoy por hoy la principal fuerza de choque.

-Podemos gestiona movimientos colectivos y sobre todo mentalidades populares que hunden sus raíces en la tradición anarquista, federalista y cantonalista ibérica, tradición sin la que por otra parte serían incomprensibles los nacionalismo fetén hispanos. Naturalmente para que esas inclinaciones colectivas existan no es preciso haberlas aprendido en clase o a través de la propaganda política.

Así los vasos comunicantes entre la orientación y el espíritu batasuno y el podemita son mas profundos de lo que se deduce de las meras definiciones teóricas de estos fenómenos y explican la enorme porosidad que hay entre los públicos que los siguen.

En la medida que estamos en un régimen electoral cada marca ha de cuidar su cuota de mercado, ya que de ello depende su suelo político. Pero ambos coinciden en el objetivo de destruir la democracia constitucional, por lo que su potencial alianza es algo mas que táctica o circunstancial, por muchos roces que pueda haber. La diferencia, es cierto, afecta a que los proetarras ya son un movimiento cuajado de domina matonilmente la psique moral de la población vasca, vulgarmente hablando la tiene acongojada, y Podemos aun tiene camino por recorrer para hacerlo en toda España. Pero sería de exagerado optimismo creer que los escraches a Gonzalez y Cebrian así como múltiples “celebraciones” de este tipo son pachangas impostadas, como sino hubiera un sustrato de odio ya bastante cuajado en el podemismo social.

Respecto al problema de fondo ¿admitiría Podemos la secesión si tuviera el poder absoluto? Pues depende. Ahora cuenta, con todo el delirio que se quiera, con que el impulso secesionista puede traer la revolución, lo que ellos llaman proceso constituyente, o que al menos es imprescindible para ello. Sino fuera así no se entendería su postración ante “las mareas” y demás socios. Por su parte los batasunos saben, por muy zoquetes que fueran, que el tren de Podemos y el de la secesión catalana es su mejor oportunidad. Lo que si está claro es que, si estuviéramos en esas, los podemitas no se moverían por patriotismo sino por revolucionarismo que es cosa distinta y que los batasunos tendrían mucho poder que imponer.


EL CORREO 24/10/16
LUIS HARANBURU ALTUNA
EH Bildu y Podemos
Determinadas acciones y posturas parecen equiparar a EH Bildu y Podemos, pero existen diferencias de orden político y conceptual que los hacen antagónicos. Los acontecimientos del miércoles en la Autónoma de Madrid donde se impidió hablar a Felipe González y Juan Luis Cebrián, guardan no poca semejanza con el linchamiento de los guardias en Alsasua. Ambos sucesos ponen en evidencia la intolerancia de batasunos y podemitas; sin embargo, no deben movernos a engaño las apariencias. Lo acontecido en Madrid tiene los visos de una radicalidad impostada al servicio de la confrontación entre Iglesias y Errejón, mientras que el linchamiento de Alsasua parece obedecer al odio estructural del abertzalismo más irredento. Son dos cosas distintas, como distintas son las conceptualizaciones políticas de ambos. Con ser grave la intransigente negación de la libertad de expresión de los seguidores de Podemos a sus adversarios, lo es más el linchamiento físico de los supuestos enemigos en Alsasua. Obedecen a pulsiones iguales aunque diferenciadas. Atañen a la esencial distinción entre el adversario y el enemigo.
Tras las últimas elecciones al Parlamento vasco, se ha especulado con la posibilidad de que Bildu y Podemos puedan constituir una alternativa al Gobierno del PNV. Efectivamente, la alternativa sería numéricamente posible siempre y cuando contaran con la complicidad del PSE, hoy por hoy descartable por razones obvias de oportunidad y coherencia. Pero más allá de una supuesta proximidad programática en lo social entre Bildu y Podemos, existe una potente razón ideológica que hace incompatible una alianza estratégica entre abertzales y populistas. En Bildu se ha querido ver en el derecho a decidir, suscrito por Podemos, una identidad política que carece de fundamento debido a la distinta concepción acerca de lo que entienden por ‘pueblo’. Tanto Bildu como Podemos tienen al pueblo como principal referencia de sus políticas, pero ambos asignan distintos contenidos al mismo. El pueblo que Bildu invoca como artífice de su construcción nacional (herrigintza) nada tiene que ver con el que Podemos pretende construir como artífice de la nueva hegemonía política que aspiran a liderar. Ambos invocan un ‘demos’ sobre el que pretenden construir sus respectivos proyectos, pero están hablando de cosas distintas. Para Bildu existe un pueblo formado por los siete herrialdes que constituyen Euskal Herria, pero para Podemos el pueblo que se pretende construir es todavía un mero proyecto, asentado en una multitud de demandas populares, capaz de generar una voluntad colectiva para construir una nueva hegemonía opuesta a la actual. El pueblo que Bildu reivindica es una entidad preexistente que se fundamenta en la etnia vasca y posee una identidad factual reconocida por el conjunto del nacionalismo vasco. Es un pueblo que equivale a la patria frustrada; una ‘nación’ que ya preexiste e interesa ‘liberar’. El pueblo de Podemos, sin embargo, es todavía una mero significante ‘flotante’ al que es preciso reasignar un significado político que aún carece de una identidad precisa.
Con independencia de la diversa concepción del pueblo, los dos coinciden en el hecho de que para que haya pueblo es preciso articular una frontera. Esta frontera, sin embargo, divide entidades muy diversas si nos atenemos a sus respectivas concepciones ideológicas. Para Bildu, la frontera imprescindible es una raya de índole física y geográfica que separaría a Euskal Herria de España y se halla prefigurada desde ya en la línea divisoria que separa a los vascos abertzales de los que no lo son. El pueblo de Bildu tendría, por lo tanto, una entidad geográfica que acogería a un ‘demos’ identificado como abertzale. La frontera que Podemos pretende instaurar para articular su pueblo, carece de un ámbito geográfico distinto al español y tiene la intencionalidad de construir una identidad que reúna a quienes se sienten excluidos por la actual hegemonía del régimen político instaurado en 1978. La distinta concepción de Bildu y Podemos acerca de lo que entienden por ‘pueblo’ es geográfica y políticamente distinta. Podría afirmarse que si bien es cercana la sensibilidad social de ambas formaciones políticas, la marca fundamental por la que ambos partidos definen a su pueblo es antagónica.
Por mucho que Podemos suscriba el derecho a decidir, su ‘pueblo’ no se circunscribe al ámbito geográfico vasco; más bien parece que el derecho a decidir, suscrito como una ventana de oportunidad, es una más entre las demandas. Pienso que el PNV acierta al considerar que Podemos suscribe el derecho a decidir como un mero instrumento funcional al servicio de lo que Ernesto Laclau concebía como la cadena equivalencial indispensable para articular la nueva identidad del pueblo en pos de la hegemonía. La ambigüedad con la que Podemos actúa en Cataluña coqueteando con Puigdemont no debería hacer pensar que su proyecto político es asimilable a los nacionalismos periféricos. Estos nacionalismos son meras ventanas de oportunidad para desestabilizar al actual sistema de poder que Podemos utiliza para construir una hegemonía alternativa en el conjunto de España. Las demandas nacionalistas pueden hallar acomodo puntual en la amalgama de las demandas encaminadas a articular la cadena de equivalencias, pero no parece probable que estas constituyan su núcleo referencial. Bildu y Podemos se observan con interés e incluso pueden amagar una afectividad táctica pero ambos son antagónicos por cuanto que necesitan anular al rival. Se trata, en palabras de Mouffé, de enemigos amistosos. Una amistad circunstancial alimentada por la identidad del adversario común que ejerce la hegemonía política en Euskadi.

miércoles, 12 de octubre de 2016

LAS ALMAS PODEMITAS


Es moneda común la opinión de que el podemismo tiene dos almas, la estrictamente populista y otra socialdemócrata pragmática. Se me antoja que la diferencia realentre estos, si la hubiera, no es de sustancia y estriba más en como llevar el negocio de la ingeniería política. Pero hay dos almas más profundas y verdaderas si lo consideramos desde el punto de vista de la disposición y la actitud ante el mundo de quienes se adhieren a este movimiento totalitario, de forma más activa y comprometida o más pasiva. Resulta así más bien Podemos un armazón stalinista con sangre anarcoide y fachada populista. Pues el tan cacaraeado “populismo” no es más que una forma de calificar a un fenómeno totalitario que no entra en lo cánones hasta ahora conocido.

Pero es lo más interesante esa alma anarcoide, agazapada en un difuso y nihilista rechazo del sistema y sus élites, las élites en general y el sistema en general, que sostiene y se deja llevar por las élites leninistas, estos sí, sin demasiada conciencia de lo que hacen y llevan entre manos, la verdad sea dicha. Los vemos como entroncan vagamente con la izquierdas primigenias ibéricas que abrazaron el federalismo, el cantonalismo y por fin el anarquismo, toda esa mezcla de individualismo, espontaneidad, comunitarismo y mesianismo místico, a la que el socialismo marxista trato de racionalizar, domesticar y llevar a su terreno con resultados como mínimo ambiguos y contradictorios.

Ya naturalmente no queda nada del obrerismo que daba sentido a los afanes revolucionarios. Ahora los podemitas son principalmente profesionales, estudiantes y medianos urbanitas que, por encima de todo, pretenden escapar de la mediocridad de una vida acomodada convirtiéndose en los protagonistas de la historia. A la nueva atmósfera acrata, que no se reconoce como tal, no le anima proyecto político alguno, como no sea el de suprimir de la sociedad la política, es decir la pluralidad y la negociación, so pretexto de acabar con las élites y el stablishment, y traer por fin la fraternidad universal. Ya no estamos para revoluciones de verdad sino para disfrutar de la comodidad, pero con pureza.
Este neoanarquismo edulcorado por la sociedad de bienestar, la LOGSE, y encabronado por los medios y el agujero negro que es la Red, es el magma que desprende la ruina ideológica de la izquierda oficial y establecida, una vez que esta ha fracaso en su responsabilidad de hacer comprender a la izquierda sociológica lo que significa vivir en una sociedad democrática occidental.


¿Pero cómo es posible la entrega a unos espabilados leninistas de estos vagos retoños del peculiar individualismo comunitarista ibérico? Es que ya hay poco lugar para la disputa ideológica. Lo que eran macizas ideologías se ha disuelto en una pasta amorfa de la que sólo se alimenta la mala leche, con perdón, y los vagos sentimientos de regeneración de un mundo que se teme en crisis. Se toma por discurso ideológico, visión cabal del mundo, la natural repugnancia de los humanos a los privilegios, la corrupción y la injusticia. Uno se cree especial al tener esos sentimientos y cree poder establecer una línea de distinción entre los buenos y los malos ciudadanos, entre los que tienen esos sentimientos y quienes carecen de ellos. “Soy bueno, justo y solidario, sufro por quienes lo pasan mal, luego estoy en posesión de la verdad y dispongo de las claves de lo que ha de ser la sociedad y el hombre nuevo”, piensa el nuevo redentor y además plenamente convencido. 

Con este bagaje de ideas es fácil prever el resultado del juego entre los revolucionarios profesionales, que están destinados a mandar, y los profesionales y aspirantes a serlo que se sueñan revolucionarios, llamados estos a aplaudir. Los primeros entienden de como complacer a los segundos, amortizando sus nobles sentimientos con poder constante y sonante.

También viene esto al caso para buscar una mínima explicación de la amalgama entre el podemismo anarcoide y las diferentes versiones secesionistas, tan ibéricas por otra parte, como no puede ser de otra manera. Es secundario al respecto el interés táctico de los dirigentes podemitas para sus componendas revolucionarias o “constituyentes”. 

El fenómeno significativo es la constatación de que tales componendas que hacen de Podemos la cuña del secesionismo no afecta a la fidelidad de los seguidores podemitas. Sin duda que el odio al enemigo ciega todo lo demás, como cuando los revolucionarios izquierdistas iraníes se entregaron a Jomeini para desalojar al Sha y acabaron exterminados. Pero hay también una disposición casi congénita a establecer puertas giratorias entre el separatismo fetén y el izquierdismo y cualquier forma de populacherismo ibérico, dentro del que cabe con merito sin par hasta el carlismo decimonónico. 

El gozne de esta puerta es el mito tan arraigado en nuestras tierras de que el Estado es un ente parasitario que impide que el pueblo, ahora llamado “gente”, se gobierne a sí mismo, de forma pura y sin mediaciones. Por muy contundente que sea la realidad y la experiencia constatable de la historia hay instintos profundos que no parece que puedan desaparecer. Al menos por algunos parajes.

sábado, 8 de octubre de 2016

¿SALIR DEL LIMBO?


Vaya por delante mi discrepancia con quienes piensan que los nacionalistas catalanes no quieren la independencia sino el "independentismo" para estar eternamente en su limbo. Creo más bien que instalados en el limbo todavía no tienen la suficiente claridad y confianza para dar el salto.No por miedo a las "represalias" del Estado sino al posible castigo político de la sociedad catalana ahora agazapada en el silencio. Seguramente que la incorporación de la Colau les puede dar las garantías que necesitan.

La que se presenta como última conjura de los secesionistas en torno a la fórmula y la coartada para proclamar la independencia y la República catalana, da carta de naturaleza oficial al LIMBO en el que estamos instalados, por lo menos desde que se inició el Procés, y le pone fecha de caducidad oficial, con la proclamación de la independencia a plazo fijo, si algún milagro no lo impide. Me refiero claro está a la situación caracterizada por el hecho de que el Estado es incapaz de hacer cumplir la ley, renunciando por impotencia, miedo o confusión, mientras que el “poder sedicioso” impone su “derecho”a la desobediencia, mientras activa la “desconexión”. En teoría el Limbo se podría eternizar si esto dependiera de la voluntad de las partes. El Estado justificando su inacción como un peaje incómodo para desgastar a los secesionistas, mientras estos justifican la tardanza de la proclamación, tantas veces anunciada, por la necesidad de atar todos los cabos.

Pero en la práctica tal estado de cosas no puede durar sin resolverse en un sentido o en otro y seguramente son los secesionistas quienes tienen que mover la ficha más decisiva una vez que han convocado al “pueblo catalán” al asalto definitivo. Está por ver si el movimiento es suficiente y el Estado por ejemplo transige en que la mafia secesionista se haga con los impuestos de los catalanes tal como pretende. Es obvio que, de transigir, el referéndum y la proclamación serían ya un mero trámite festivo.

Salvo en el País Alicia tal situación movería a la unión nacional y la indignada movilización de la sociedad, pero en el Pais Alicia, todo lo más, algún tertuliano con ganas de dramatizar lo reprueba y algún juez abrumado al que le cae el marrón dicta que se tomen medidas para que se cumplan las medidas que se han dictado y no se han cumplido.

La verdadera anomalía es el convencimiento de la clase política, trasladado a la población, de que no hay más que matraca y que al fin y al cabo “la independencia es imposible”. El convencimiento es tan profundo que se asume que hacer cumplir estrictamente la ley sería una provocación que “fabricaría más independentistas”. Algunos matizan que, una vez puesta en marcha la ley, esta es implacable, sin duda por razones metafísicas, y que no tiene sentido alarmar a la población. Así al “está aquí el lobo” se responde con el “que viene la ley”.

Tanto se ha presentado como “una huida hacia adelante” sin salida alguna, lo que objetivamente es una traición, presta a a consumarse, contra la democracia y un atentado contra los derechos de los españoles, que la gente anda harto convencida de que el problema catalán es un lío entre políticos para ocultar “los problemas reales” . Temen así los políticos que, de tratar de disuadirla, parecerían más culpables de “crear problemas donde no los hay”.

Sin duda que la irracionalidad del Procés, tanto en sus metas y dudosos beneficios como en el contexto de la realidad nacional e internacional en la que vivimos, avala el escepticismo y hasta la rechifla con que la clase política dirigente, el stablishment mediático e intelectual y la sociedad española en general, se toma el proceso. Pero también se ha instalado un complejo ante el nacionalismo que enturbia sin duda la correcta comprensión de sus verdaderas tendencias e inclinaciones, por no decir de su fuerza.

Desde la transición es un dogma, creado fundamentalmente por la izquierda y creído por todos, por conveniencia y comodidad, que los nacionalistas son una fuerza democrática digna de confianza, aunque con prejuicios que podían llevarla a equivocarse.

A espaldas de la experiencia que sufrió en la guerra civil (vease entre otras muchos sucesos lo que cuenta Azaña en “la velada de Benicarló” ) la izquierda ha estado convencida de que las demandas nacionalistas, así como su potencial rebeldía, son en lo fundamental justas y vienen motivadas por el desdén e incomprensión de la derecha y del centralismo eterno. El hecho de que coincidieran los nacionalistas con los “progresistas” en los procesos dirigidos a la democratización y modernización hacía creer que, al culminarse ésta, olvidarían sus reticencias hacia España.

No menos fortuna ha hecho la creencia de que a la burguesía y al nacionalismo catalán sólo le interesa “la pela” y que la mejor forma de conseguirla es ordeñando al Estado. Se interpretaba así que, por ejemplo, la búsqueda de la protección del Estado, como cuando llegó incluso a promover la dictadura primoriverista contra los anarquistas, probaba que estas elites desleales nunca estarían dispuestas a prescindir de la tutela del estado español y acabarían integrándose en el mismo. Pero una cosa es que les mueva la pela y otra distinta que no se puedan mover a la independencia por la pela, cuando les convenga o cuando puedan.

Mientras las izquierdas acogían a los nacionalistas como fuerzas democráticas para sumarlas contra la derecha, las derechas soportaban esa molestia, convencidos de la capacidad de control de las izquierdas sobre estos, hasta el punto de que las veleidades independentistas quedarían para el oficio de algunos rituales de masas.

En cualquier caso existía el convencimiento de que los partidos nacionales nunca permitirían juntos que el Estado se pusiese en cuestión, aun en el peor de los casos. Pero en la práctica esto es imposible, sino se tiene claro y se coincide sobre cuando, como y en qué forma el Estado está puesto en cuestión. En este sentido el interés del momento y la comodidad conducían a negar que el chantaje permanente al Estado fuera una muestra de la deslealtad de fondo del nacionalismo y a considerar esto sólo esto deslealtad ocasional o “tacticismo”, que en ningún momento puede suponer amenaza alguna al Estado.

Sólo cuando en el felipismo los socialistas estaban fuertes y podían prescindir de los nacionalistas hicieron un amago, la LOAPA, de fijar las condiciones que protegieran al Estado del peligro de la deslealtad nacionalista y de la permanente exposición a la “buena voluntad” de estos. Una vez que se acentuó la hostilidad entre la derecha y las izquierdas hasta el cainismo, unos y otros rivalizaron en ganarse el favor nacionalista para ir tirando, con los resultados conocidos.

Que el PSC haya ido mucho más allá de apoyar políticamente a los nacionalistas, asumiendo en lo fundamental la ideología nacionalista, resulta bastante lógico, una vez que las izquierdas se convencieron no sólo de que el PP es la reencarnación de la dictadura, sino que corrían el peligro de quedar en la oposición perpetua. El descubrimiento de que este cuento antipepista otorgaba gran ventaja electoral de la mano de todos los nacionalistas animó al PSOE a bendecirlos y al PSC a completar la ruta iniciada al apoyar, como el más fiero converso, “la inmersión lingüística”.

Curiosamente por otra parte el desarrollo social, las clases medias y la modernización, ha desactivado el temor de la burguesía catalana a la clase obrera “española”, cuyas condiciones de existencia son bien ajenas a las que generaron el anarquismo. El desamparo ideológico de los “charnegos”, una vez que su referente el PSC viró hacia el nacionalismo, ha dado además vía libre al dominio ideológico absoluto de la burguesía nacionalista. Ya esta burguesía no siente la necesidad de cobijarse en las faldas del Estado para hacer frente a la “cuestión social” y puede asumir sin reparos su deslealtad si así le conviene.

Ya la sociedad española y su clase política, exceptuados los que están en abierta complicidad con el secesionismo, sólo parece capaz de parapetarse detrás de Europa, convencidos además de que esa fortaleza es inexpugnable. ¿Pero por qué ha de comprometerse Europa, si en la práctica no lo hace el gobierno y la sociedad española? Seguramente lo que da ánimos a los secesionistas es que la debilidad de la sociedad española se traslade miméticamente a Europa, máxime cuando esta no está en situación de detener a los pirómanos y se conforma con apagar fuegos de cualquier manera, de buscar apaños para seguir tirando.

martes, 4 de octubre de 2016

EL NONISMO CATALÁN


Habrán comprobado cómo la Sra. Parlón se ha desmelenado en A3 con los más estrafalarios argumentos, con el arrobo mal disimulado de la presentadora, por cierto. Pero creo que el alcance de estos “argumentos” sobrepasa la mera repetición de la cantinela Nonista y hay que situarlos en la “lógica implacable”, que diría Mayor Oreja, que conduce al PSC a las filas secesionistas.

No hay que ser muy lince para ver que la mayor preocupación de la aristocracia socionacionalista del PSC no es tanto quedar absorbidos a corto plazo por Podemos sino desaparecer en una Cataluña independiente. Así es lógico que más les traiga a cuenta situarse en tal escenario que evitarlo.

¿Podrían ser algo después de la independencia si antes no han dado pruebas de quererla? Tan maligna pregunta ya debe carcomer muchas cabezas que han sobrevivido aparentando “equidistancia” entre la secesión y la unidad de España.

Esta “dirigencia” se dirige hacia un rompecabezas parecido al del podemita Sanchez para sacar adelante el “gobierno de progreso”, pero a gran escala. Sanchez tenía que salvar el obstáculo de sus barones; los jefes del PSC han de convencer a los suyos todavía solidarios con el resto de España, no sólo de que lo mejor para impedir la independencia es facilitarla, tal como los trata de convencer ahora, sino de que lo mejor para Cataluña y el PSC a la vista de “como están las cosas” es la independencia. Pero además sin aparecer como traidores conversos a sus futuros amos. Ya para entonces una vez logrado sobraría la hipoteca del llamado PSOE.

El discurso de la Sra. Parlón, una especie de Izeta sin tapujos ni alambiques, capaz de decir las mayores chorradas con total desenvoltura, está en la línea que marcó la Sra. Colau, cuando dijo algo así como: “no soy independentista, pero dado que en España no hay garantías democráticas, la independencia traerá consigo más democracia en Cataluña y de paso ayudará a que la haya en España”. La Sra Parlón empieza con la misma contundencia: “Un gobierno del PP equivale a una dictadura”, viene a decir, aunque no con estas palabras. La consecuencia es elemental: “si sigue gobernando la derecha no queda más remedio que la independencia”. Algo parecido a Companys cuando la CEDA en el 34, sólo que a diferencia de los nacionalistas de toda la vida, los socialistas se vienen convenciendo a pequeñas dosis, sin prisas pero sin pausa y tal vez sin saberlo. En la transición el nacionalismo “moderado” decía: para que Cataluña sea libre, España ha de ser libre. Ahora el socialismo nacionalista se está apuntando a: cómo España no puede ser libre que lo sea al menos Cataluña.

¿Cuanto queda para que el aparente pragmatismo Nonista cristalice en secesionismo explícito? Para el PSC, como para Podemos y En Comú , el tiempo que tarden en convencerse de que la independencia es inevitable y que incluso de no triunfar nadie reclamaría responsabilidades.

domingo, 2 de octubre de 2016

DESPUÉS DE LA BRONCA


Más que el desenlace de la bronca sorprende que "los críticos" no pongan el acento, y ni siquiera lo expongan, sobre el verdadero motivo que la ha precipitado: el acuerdo prácticamente cerrado de gobierno con Podemos y los separatistas, comprometiendo al gobierno de España con el proceso separatista en una u otra forma. Limitadas las razones a asuntos domésticos y a problemas orgánicos y estatutarios, el decapitado se marcha de rositas y con la cabeza bien alta, convertido en el héroe víctima de las “oligarquías” que todo lo manejan “contra la gente”. Ahora bien, cuesta creer que una parte de los Sanchistas, ahora abducidos por el Nonismo, fueran insensibles ante estas razones. Pese a ello todo indica que los decapitadores van a evitar el debate y la denuncia del podemita interior, y del podemismo rampante, en nombre de la unidad y de la necesidad de restañar las heridas.

Es un hábito inveterado ya bien instalado en toda la clase política que capitaneó la España constitucional, manejar a escondidas los problemas reales cuya solución podría ser muy incómoda, obviando el debate de ideas y la exposición de las verdaderas razones que están en juego, a costa por supuesto de la infantilización política de la ciudadanía y la banalización del discurso político y de los que lo emiten.

Pero además en este caso se admite tácitamente la superioridad del discurso podemita, por muy simple y artero que sea, o precisamente por eso, y se le tiene por algo invencible en una confrontación a campo abierto. Seguramente una parte de los “críticos” simpatiza con fragmentos del podemismo o con el podemismo completo, de la misma forma que es también probable que la mayoría de los que disienten no se vean capaces de oponer un discurso coherente. Y no sólo por la manida crisis ideológica de la socialdemocracia. Pesa sobre todo que el mismo PSOE ha “maleducado” la formación política de sus bases y de sus seguidores y votantes hasta tal punto que no se ve como empezar a dar la vuelta a la tortilla.

Y como no hay un “Napoleón” o napoleoncito a la vista, ni en el más lejano horizonte, que revierta la obra de los santos de los “sans coulottes”, tienen que conformarse con hacer entre todos de Talleyrand, que tampoco es fácil.

¿Qué posibilidades tiene en estas un Talleyrand sin amo, es decir sin ideas a las que servir? El funesto Sanchez ha tenido la virtualidad de precipitar y sacar a la luz la paradoja de que un partido que reclama para sí la excelencia ideológica, pero carece de ideas vivas y de verdadero ideario, para afrontar los problemas reales de España, es decir para convencer sin demagogia ni naderías. Ya es hora de que los dirigentes no puedan escabullir esta realidad. El Nonismo prolifera al fin y al cabo porque disimula tanto olor a rancio y hace creer que tras esta bandera hay verdaderas alternativas y no sólo saldos a compartir con la hornada podemita, es decir que la fe socialista tiene un sentido.

viernes, 30 de septiembre de 2016

¿DESPODEMIZANDO?


Hay que reconocer a la contumacia de Sanchez el mérito de haber convertido el Nonismo, versión socialista del podemismo, en religión de partido y ya de secta. Por eso, aunque se consiga descabalgar a Sanchez, es dudoso que la apelación a la gloriosa tradición y a volver a ser algo tan improbable como un partido ganador baste para despodemizar al PSOE.

El problema es que el podemismo, por lo que respecta a su dimensión ibérica, es en gran medida la caricatura del PSOE, la expresión grotesca de los tres grandes errores ideológicos en los ue se columpia el PSOE desde al menos treinta años.

Me refiero por orden de importancia a:
-la relativización de la idea de España y de la soberanía nacional
-la identificación de las izquierdas con la democracia y el bien común, con la consiguiente deslegitimación de “las derechas”
- por último al supuesto antagonismo entre Estado de Bienestar y capitalismo, como si el Estado del Bienestar fuera una alternativa al capitalismo o un antídoto del mismo y no una parte del mismo, tal como se ha construido desde el fin de la II GM.

La división maniquea entre izquierdas y derechas a la manera de los años treinta y el consiguiente cuestionamiento podemita de la transición y de la Constitución es así el escenario que llama al enfrentamiento cainita, con la particularidad de que incluye al nacionalismo y hasta al separatismo en las filas del “progreso”. Ya ZP empezó a trazar esa caricatura cainita, tentación latente del izquierda, y ahora tenemos que el PSOE hace suya la caricatura podemita, como si fuera socialismo fetén. Al fin y al cabo esto es posible porque Podemos es la culminación de los desvaríos socialistas, desvaríos que por otra parte se han demostrado innecesarios y ajenos a lo que podía ser un socialismo democrático moderno, por mucho que la ideología en que se sustenta sufre una aguda crisis.

Ahora se evidencia que la abjuración del marxismo que procuró Felipe Gonzalez no llevaba automáticamente a modernizar y europeizar a su partido. Sólo alcanzó a barnizar la superficie de la falta de ideas. Se ha creado un prototipo de militante socialista más de corazón que de cabeza, armada esta de atávicos tópicos, pero contento y complaciente siempre y cuando el partido disfrutara del poder y del beneplácito de la opinión pública. Se ha discutido del mundo y sus pompas, la alternativa del socialismo en el mundo presente global..etc, pero no se han afrontado los tres errores fundamentales que convierten al PSOE en un gigante con pies de barro.

El miedo a debatir ideológicamente con Podemos y la disposición a concederle la iniciativa del discurso no es más que la expresión de la desconfianza en sí mismos, el páramo en el que el Nonismo prospera y se fortalece.

Si además de desbloquear, el deseable descabezamiento del descabezado sirve para que los errores capitales se pongan sobre la mesa y para que se advierta de su gravedad a la opinión pública, contrarrestando al delirio podemita, estaremos de enhorabuena. Aunque el socialismo español acabe pespellejado, habría prestado el mayor servicio que está en su mano y habría hecho méritos para resucitar.

domingo, 25 de septiembre de 2016

LA INFAUSTA PREGUNTA


Cuando escuché a N. Herrero Terreros actualizar la infausta pregunta “¿cuando se jodió el PSOE, Zabalita?”, me volvió la sospecha de que la esquizofrenia ideológica de la sociedad española no es más que un eco de la esquizofrenia del PSOE, tanto que uno no sabe si la España actual es un calco de su original el PSOE o si el PSOE es la representación más fiel de la España mental y política que se viene haciendo desde el siglo pasado. Es significativo que la sensación de que algo está jodido y que ya se jodió, sin saber como y cuando y por qué, venga de quien ha estado tanto tiempo en el ajo y con notorio protagonismo, en su caso más como víctima que como culpable.

La vieja guardia socialista se escandaliza y sorprende como si hubiera caído inopinadamente un meteorito, sin tener en cuenta que quizás no estemos más que la descarga de una gota de agua fría con efectos retardados, que se gestó cuando era su momento. La casuística que ha conducido a un liderazgo descerebrado y a competir con el podemismo puede ser inagotable y el origen perderse en la lejanía de los tiempos de la historia de la denostada España, pero hay ciertas encrucijadas que son evidentes, aunque hayan pasado y pasen desapercibidas.

Subrayaría sobre todo la fatalidad de que el fin del socialismo felipista coincidiera tanto con la caída del muro como con los signos de desfondamiento del modelo y del imperio socialdemócrata en Europa. Esda coincidencia creó una gota fría, un desorden de ideas y de orientación del que el socialismo español no se ha recuperado. Pero como el socialismo marcó también el paradigma ideológico de la España democrática desde la transición, la sociedad en su conjunto se ha visto arrastrada y presa de la desorientación en los momentos cruciales en que ha tenido que definir su identidad y su posición. Me refiero especialmente a la salida al terrorismo, el desafío secesionista catalán y la avalancha populista. Ha pasado de todo pero no se puede decir que haya predominado la claridad y la entereza.

Vuelvo al origen. El fin del felipismo supuso también el cuestionamiento del modelo legitimador del poder socialista. La transición se pudo consumar en una democracia estable sobre la base de que implícitamente el socialismo detentaba la legitimidad democrática, puesto que la derecha tenía que purgar la sospecha de ser la herencia del franquismo. Según el modelo felipista, el socialismo y la izquierda en general no era una alternativa democrática sino la alternativa democrática; la derecha una alternativa aceptable como oposición y sospechosa si llegaba a gobernar. Se entendía que esto duraría eternamente con el apoyo de la gran mayoría de la población, por lo que las contradicciones potenciales del modelo quedaban ocultas.

La caída del muro destruyó los restos de la utopía comunista en Europa occidental, lo que en principio era un tanto favorable a la socialdemocracia. Pero al coincidir esto con los primeros síntomas de agrietamiento del Estado de bienestar, también la socialdemocracia tuvo que replantearse en parte su identidad. Visto que no hay más horizonte que el capitalismo la disyuntiva era reformar el capitalismo o reformar en el capitalismo. O lo que es lo mismo, la política como lucha por crear una alternativa social o la política como labor de alternativa de gestión de la sociedad. Si en la socialdemocracia posterior a la IIGM dominaba el primer planteamiento, la caída del muro sólo permitía el segundo. ¿Cómo afrontarlo? Creo que en esas estamos.

La coincidencia resultaba difícil de digerir especialmente en España porque al quedar “descolgada” de las democracias occidentales la sociedad española careció de las experiencias políticas propias de estas, que implicaban la adaptación al capitalismo. Así cuando se alcanzó la democracia y hubo que “pensar por sí mismo” la inercia movía a volverse a los rescoldos de la tradición. Aunque no se correspondiese a la nueva realidad de una sociedad a grandes rasgos equiparable a las de occidente en lo económico y social, la izquierda pensaba en clave de los años treinta en los puntos esenciales: “sólo es verdadera democracia el socialismo”, “el socialismo como modelo alternativo vigente al capitalismo”. Con ello se daba pábulo al sentimiento profundo de que la derecha carece de la necesaria legitimidad democrática, como si la identificación con el capitalismo, en cualquier vertiente - liberal, consevadora….-fuera parte de la ascendencia franquista.
Estos prejuicios anacrónicos tan arraigados quedaban en sordina y no operaban al prevalecer la satisfacción que daba el gobierno y sobre todo la posibilidad de capitalizar los progresos económicos y sociales que se gestaron en la etapa socialista. La existencia de una dirección socialista justificaba suficientemente la prosperidad en una sociedad capitalista. F. Gonzalez sintió la necesidad, por intuición e instinto, de modificar la mentalidad más atávica, pero no tenía la claridad suficiente para conseguir que la izquierda sociológica se identificase con un discurso realista y abierto al pluralismo. De esta forma las fuentes del cainismo permanecieron cegadas pero sólo mientras duró el éxito. Bajo la superficie de la arena política cotidiana subsistía un cenagal que políticos incompetentes o delirantes podían explotar en el momento oportuno.

Bien por la ignorancia y la fuerza de sus prejuicios, bien por miedo a reflexionar o bien por la comodidad que supone gozar del monopolio de la legitimidad democrática entre una gran mayoría de la población, las élites socialistas han preferido seguir la inercia, como si su modelo no estuviera en crisis. Aparentemente el modelo se les resquebraja por el costado de la radicalidad. En cierta forma los podemitas no significan otra cosa que la radicalización de las premisas originarias del socialismo; aunque en las filas socialistas predomine por ahora la idea de que el podemismo es un estímulo para la izquierda y un compañero de viaje con el que merece la pena competir en su terreno, ¿puede persistir el socialismo si no es un agente positivo en el “centramiento” ideológico de la sociedad española? Entendiendo por centramiento que exista una cierta coherencia entre la realidad que se vive y la realidad en la que se pretende vivir.

Y lo que es peor ¿puede centrarse la sociedad española sin que se centre el PSOE?. ¿Podría por el contrario significar la desaparición del PSOE una oportunidad para que la sociedad española se centrase? Pero tal vez estas preguntas sólo tienen que ver con la teoría y no con la práctica. Es decir con el horizonte de una gran período por venir y no con la inmediatez del gobierno a formar o bloquear.