viernes, 30 de enero de 2015

UN VIEJO DOGMA LIBERAL EN ENTREDICHO


El dogma liberal de que el ciudadano actúa en política como el particular en economía, maximizando su beneficio y minimizando el riesgo, se hace añicos cuando brotan movimientos colectivos.
En períodos de estabilidad la gente suele vivir la política acomodaticiamente, se instala en su partido o ideología y no necesita pensar mucho más. Los medios hacen de sensores que indican su reacción ante diferentes temas y situaciones que les pueden preocupar, y de esta forma se ajusta la opinión pública y los dirigentes políticos. Pero el ciudadano sólo se activa y mueve de forma constante por odio o animadversión contra el enemigo, que está fijado de antemano en el subconsciente o de forma expresa. Incluso el amor o el aprecio por metas justas se enturbia por este odio y se subordina al mismo. Cuando las circunstancias lo provocan se vuelve para ajustar cuentas, si encuentra un líder o un entramado político que le de esperanzas de acabar con su enemigo. Entonces se entrega sin pensárselo. En esta fase de enamoramiento y compromiso todo lo que le pueda contradecir le resbala o incluso le da fuerzas, más si es verdad, porque ésta hiere su orgullo y la resolución de la que no esta dispuesto a abdicar. También su interés particular pasa a segundo plano o se olvida pues sólo preocupa la marcha general a la que se ha incorporado, aunque sea sólo mentalmente, y a través de ello lo mide todo. Mientras, los políticos y la opinión pública tradicional sigue creyendo el dogma liberal y no encuentra explicación a que de forma tan pertinaz tantos y tantos de sus conciudadanos se dejen seducir tan fácilmente. Los políticos lo explican porque la crisis lo explica todo o porque no han sabido comunicar, mientras la gente reticente al nuevo movimiento empieza a pensar que algo bueno tendrán. Este cuento sucedió con Batasuna en el País Vasco, el reciente movimiento separatista en Cataluña y ahora se repite con Podemos, como si estuviera en los genes de nuestras sociedades...

viernes, 23 de enero de 2015

"LA CORRUPCIÓN INFLACIONARIA" Y LA CORRUPCIÓN "MESIÁNICA"


Las cuatro patas de la mesa de Podemos :
-la casta trostkista dirigente,
-los oficios benefactores bolivarianos ( nostalgia sin duda de la madre patria y ganas de devolvernos el favor),
-los Medios sedientos de Share y generosos de prédica (perdón, quería decir de crítica)
-se completa con el sustento y el espíritu de un público que parece dispuesto a llegar hasta el final por muy evidente que sea el desastre que se avecinaría si los suyos alcanzan el poder.
Esta es la pata sin duda más determinante y retorcida de la mesa. Más ciego que el enamorado es el enamorado que se enamora por afán de venganza. Cuando se ha alcanzado este grado parece que hay poca cura y rectificación, hasta que el proceso se consuma. Se demuestra otra vez lo poco que se aprende de la historia, porque tal vez pese más la intrahistoria.
Gran parte de los dispuestos a perderse en la aventura son gente relativamente acomodada, que se resisten a relacionar su situación personal con la marcha del mundo y de su país, como si las consecuencias de sus opciones no fueran con ellos. Pero eso no explica la atracción fatal. Tampoco en sí mismo el afán de victoria y la sensación de la proximidad de la misma. Esto refuerza, pero no es motivo suficiente, para entregarse a lo desconocido. Creo que el factor clave es lo que denominaría la “inflación de la corrupción”. La reacción contra la corrupción no sólo porque es mala en sí sino porque prueba maldades más inconfesables, como la codicia y la insensibilidad.
Sin duda que la movilización que capitaliza PI es una reacción contra la corrupción, nada más y nada menos. No es preciso insistir ni glosar la gravedad de esta y el efecto corrosivo y desmoralizador sobre nuestro tejido social. La mayoría de españoles tiene derecho a sentirse humillado en su dignidad, además de los daños económicos que ha sufrido. Es completamente justo que los principales responsables pasen a mejor vida política o penal y que el sistema de partidos vigente no quede indemne como si nada. Ahora bien la contumacia con la que se cierran muchos los ojos , la inocencia que se presume a la corrupción “mesiánica en la que se han criado sus líderes, indica una forma peculiar de comprender este fenómeno. No es sólo por lo de la viga y la paja. Hay una especial sensibilidad porque la corrupción demostraría que la riqueza y la desigualdad son intrínsecamente sospechosas.
Viene a cuento la observación de G. Brenan que un blogero reprodujo con gran oportunidad:

comerciante de ultramarinos dijo:

El lado ético del socialismo, la creencia de que a cada cual se dará, no según sus méritos, sino según sus necesidades, también está hondamente arraigado en el natural ibérico. Esta creencia, que nunca fue corriente en las democracias, es parte de la tradición católica española. Este rasgo es el que más distingue al cristianismo español del cristianismo inglés y del francés. No hay raza en Europa tan profundamente igualitaria ni con menos respecto hacia el éxito y hacia la propiedad. Si los dos siglos venideros reservan a España un futuro pacífico y feliz, podemos augurar que ello será en un débil y paternal régimen socialista con amplia autonomía regional y municipal: un régimen no muy alejado del sistema en el cual vivió España a principios del siglo XVII”.
G. Brenan el laberinto español

Lo menos relevante es que Brenan reduzca al socialismo un sentimiento común general en la izquierda revolucionaria española que encarnó tan pródigamente el anarquismo. Lo interesante es la continuidad, mas que histórica intrahistórica, de ese instinto que hunde sus raíces en lo más acendrado de nuestra tradición cultural y comprobar cómo resurge cíclicamente cuando las condiciones son propicias. También es interesante comprobar como esta vena se extiende a ultramar. El rechazo alcanza a la democracia en tanto que “burguesa”, o como se dice ahora “de ricos”. El cuestionamiento de la transición no es más que el pretexto para enfilar una pieza de más enjundia. Cuesta admitir que el pluralismo y la sociedad abierta implica cuotas de imperfección, corrupción e injusticia y no porque la democracia, como sistema, lo produzca sino porque los humanos podemos comportarnos así sin salvación posible. La zozobra que sufre gran parte del público de izquierda ante la tentación en que se debate, es natural una vez que se ha despertado este instinto dormido unos decenios y habida cuenta de toda la historia que a su ver habría que reparar. Es de esperar que la paulatina incorporación de la vieja España a la Europa natal nos evite instalarnos en ese escenario de felicidad que Brenan pronosticaba, o por lo menos nos ayude a pensar más en clave europea.

viernes, 16 de enero de 2015

LA CRUEL METÁFORA DE BERGOGLIO


Con su “metáfora” Bergoglio ha establecido una relación de causa efecto automática entre insultar y responder violentamente. ¡Y lo hace para ilustrar el asesinato que cometen quienes se otorgan la legitimidad de arrogarse la justicia por su mano¡ Viene a decir: “quien ofende lo más sagrado sabe a lo que se expone, aunque sea desagradable y no esté bien”
¿Pero qué es la civilización sino deponer tomarse la justicia por su mano? Si piensa que el que responde no tiene más remedio que hacerlo ¿cree acaso que estamos sometidos a los impulsos propios de la animalidad? Si piensa, como supongo, que quien se siente ofendido no debería hacerlo y que, como predica el cristianismo, somos seres racionales capaces de regirnos por la voluntad y no por impulsos ciegos, ¿no debiera predicar la virtud de confiar en la Justicia y denunciar a quienes se animalizan en nombre de lo sagrado? ¿O acaso cree, supongo que no, que los criminales sufren tal ofensa y persecución, que tienen que reaccionar como quien está en situación de matar o morir?
Si se trata de un desliz grosero, no hay excusas ni hermenéuticas posibles. Dado que su autoridad incluye la infalibilidad sobre el dogma, en lo que no entro, en compensación poca es la cautela y la ponderación que debe exhibir.
Si hay ideas y confusiones o prejuicios de fondo que lo inducen al error, cuando no piensa mucho lo que dice, lo de la “crisis de valores” no perdona ya nada. Lamento, hablando desde fuera, que la Iglesia trate de reflotar el barco recurriendo a la frivolidad, tal como está a la orden del día. De ser así es un daño para toda la cultura y toda nuestra civilización.

jueves, 15 de enero de 2015

EL PROCES PARA EL PARTO


La contaminación que puede sufrir el nacionalismo por la corrupción ha hecho imposible que el astut Mas capitalizara su éxito ante Jonqueras y ha forzado a este a evitar la intimidad con los que bienviven en el foco de la corrupción catalana. A falta de lista única, nos obsequian con un parto para nueve meses, como si quisieran encomendar el Procés al curso de la naturaleza. Es difícil concebir que el Astut se atreviera a aguantar la legislatura desligándose del Procés, tan imposible parece como adivinar si está dispuesto a inmolarse hasta el final. A cambio de darse un respiro y tratar de poner orden con Durán, asunto no menos enigmático, conserva el espíritu, cada vez más fantasmagórico, del Procés, y la posibilidad de abrir un nuevo horizonte si tiene éxito y se declara la independencia con su liderazgo o al menos con una posición honorable. Pero este parto tiene cada vez más riesgos. Al cansancio que puede conducir un movimiento en buena parte inflado artificialmente, se añade un colosal escollo: la evidencia de la familiaridad entre el nacionalismo y la corrupción. Lo que más preocupa a la familia nacionalista no es tanto el hecho en sí, sino la constatación de que preocupa cada vez más a los suyos y a la opinión pública en general. En este punto empieza a tener éxito la denuncia que discretamente ha instigado el gobierno de las fortunas del Honorable y Hereus, aunque sea a costa del sarcasmo de que lo capitalice Podemos. No es concebible que en tanto tiempo el Astut pueda zafarse de su complicidad evidente y que de rebote Esquerra, obligada a apoyar a su Gobierno, no resulte damnificada. Al menos si el principal paladín para capitalizar el descontento ante la corrupción, Podemos, quiere sacarle rédito a este capital con todas las consecuencias. Un acuerdo con los nacionalistas para incorporarse al Proces cerraría sus posibilidades en Cataluña y tendría muchas repercusiones en toda España. La marcha de las cosas va a depender en gran medida de la forma como la pelota de la corrupción salte de un tejado a otro. Una gran mayoría de los que han inflado las velas independentistas proceden del nacionalismo moderado de toda la vida, pero también y sobre todo de no nacionalistas de toda la vida desencantados con el “sistema” y con “la casta”. Seguramente que muchos son ex PSC acrisolados, además de otros jóvenes y veteranos apartados tradicionalmente de la política, que concebían su incorporación a la filas secesionistas como la mejor manera de castigar al PP. Por su parte ERC y CUP han capitalizado este hartazgo al convencer de la asociación entre el “ens roben” y “son uns corruptes”, pero ahora tienen que pasear con un cadáver a la vista de todos y al que no es posible enterrar. Está visto que la mayoría de la población contrario al separatismo no es susceptible de movilizarse por el peligro intrínseco que significa, entre otras cosas porque se han educado en la idea de que el peligro no es tal y que no tienen nada que pintar en los asuntos catalanes. Pero muchos pueden movilizarse contra la corrupción del nacionalismo y tomar conciencia entonces del peligro que lleva consigo. Parece así que la culminación del Procés en septiembre, al menos hasta la siguiente partida, está a expensas de que los nacionalistas oculten su vergüenza, también ante los suyos, y que los no nacionalistas no sientan, como pretenderán los nacionalistas, que están haciendo el juego al sistema si se vuelven contra los corrupción pasada y venidera que vendría inevitablemente con la independencia.

domingo, 11 de enero de 2015

¿DEBEMOS SER CHARLIE?


Escribía Will Durant que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura sacrílega o gratuitamente ofensiva que publicaba el pasquín Charlie Hebdo, como los antivalores pestilentes que defiende, son la mejor expresión de esa deriva autodestructiva.Yo no soy Charlie Hebdo, por Juan Manuel de Prada


La decisión de ser cada uno Charlie no es cosa de inclinación personal, sino de consecuencia ética. Al menos J.M. De Prada no comparte tal exigencia ética y aduce razones a tener en cuenta, pero que, según opino, invierten los valores que están en juego. Es evidente que en un orden civilizado y respetuoso con los valores de humanidad, la libertad de expresión ha de acabar cuando empieza el insulto y el escarnio, cuando se destruye moral, psicológica o socialmente. Y no sólo por lo que respecta a los límites legales, sino fundamentalmente a lo que tendría que merecer repudio social. Nadie admite que sea de recibo una libertad de expresión ilimitada y se repudia y se considera inaceptable lo que mueve a escándalo, lo que es especialmente etéreo si se pretende precisar con valor general. Pero escandaliza con razón la banalización del holocausto, la exaltación del terrorismo o de la violencia de genero. Sería igualmente inimaginable que se admitiese cualquier medio dedicado a vilipendiar los parados o los emigrantes y en general a los marginados. Cuando esto se prohibe o se demanda su prohibición se hace con el convencimiento de que se tiene razón para hacerlo, aunque sea difícil encontrar la figura a aplicar. En el campo del humor las fronteras son todavía más imprecisas, el paso del humor, a la ridiculización, la provocación, la ofensa no se puede graduar ni delimitar con carácter general, sin que eso justifique nivelarlo todo. En todo caso parece que la sensibilidad del presuntamente ofendido, junto con los parámetros culturales en los que esta se encuadra, ha de tenerse en cuenta, pero sin ser el criterio determinante. De serlo no habría humor ni sentido del humor. Tampoco parece que pueda establecerse un criterio objetivo universal y seguro, estamos más bien expuestos a examinar cada caso en particular poniendo en razón un determinado juego de valores. En el caso de Charlie Hebdo hay que ver si está en juego la libertad de expresión o los valores propio de la línea de esta revista, es decir si estos valores sobrepasan y contravienen la libertad de expresión moralmente, aunque se aproveche de ella. No me parece que las viñetas sobre Mahoma sean ofensivas contra el Islam, ni que tengan una condición que las conviertan en tales de forma manifiesta. Se mueven entre el humor y la provocación, pero contra los que usan un mensaje religioso con fines criminales. Una lectura mínimamente inteligente vería en ellas una denuncia de la manipulación interesada que algunos hacen de una religión. Tampoco se puede aducir la prohibición que contendría el Islam de tratar al profeta humorística o críticamente. De existir esta prohibición, sólo rige en términos morales y en conciencia para los miembros de ese credo y no puede ser nunca una falta contra libertad de expresión, la haga quien la haga. Otra caso es que lo que se tiene por sagrado se exponga ofensivamente o con intención manifiesta de ofender. La citada revista parece que bordea los límites con cierta frecuencia en el caso de la religión católica, sin que la tolerancia o el consentimiento del que hace gala la opinión pública, incluidos lo posiblemente afectados, haga menos ofensivo esto que lo que pudiera ser las viñetas sobre Mahoma. Una mentalidad civilizada reconoce que el bien mayor de la libertad de expresión implica males menores para que esta sea posible. Igual que no cabe confundir libertad de expresión con derecho a ofender, es una heroicidad decir estando amenazado lo mismo que uno diría de no estarlo. Aunque lo que se exprese sea muy discutible vale más que nunca en este caso el aserto de Churchill, “daría la vida porque mi adversario pudiera expresarse libremente contra mí...” La defensa del valor de la libertad de expresión implica defender que se pueda usar mal, sin que claro está eso signifique que ese mal uso tenga valor por ejercerse libremente. En Francia se ha atentado contra la libertad de expresión, no contra su posible mal uso, ni menos aún contra el derecho a la ofensa.

martes, 6 de enero de 2015

DOS ENFOQUES CRÍTICOS DEL INDEPENDENTISMO


Resulta ilustrativo comparar los distintos enfoques con que se llega a la conclusión común del rechazo del independentismo en artículos de F. Savater y de Blas de Herrero y no sólo por su interés intelectual sino por sus consecuencias ideológicas e incluso propagandísticas.

“En segundo lugar, la escalada de nuestros nacionalismos periféricos se ha visto favorecida por el debilitamiento de una conciencia nacional española. Durante mucho tiempo con posterioridad al inicio de la Transición, una buena parte de los demócratas españoles han actuado en la creencia de que, asegurada la democracia, no necesitábamos la nación. Para muchos ha sido una sorpresa comprobar que todo Estado liberal-democrático necesita para garantizar su existencia y buen funcionamiento el cemento de una comunidad nacional, incluso cuando se está inmerso en un proceso de construcción europea. El debilitamiento de esta conciencia nacional española ha sido compensado por la afirmación y el desarrollo de otras conciencias nacionales que pensábamos sólidamente alojadas en el marco de la nación común.”
Las causas del independentismo
ANDRÉS DE BLAS GUERRERO – EL PAIS – 03/01/15

“Las identidades culturales difieren así de la condición política: en cuanto personas que a lo largo de la vida van adoptando o desechando formas de ser de acuerdo a las circunstancias o a nuestras elecciones, somos vascos, catalanes, murcianos, bisexuales, forofos de Osasuna, filatélicos sin fronteras o lo que ustedes gusten. Pero en cuanto ciudadanos, somos ciudadanos del Estado de España, porque sólo los Estados de derecho conceden la ciudadanía que nos permite todas las demás opciones que se dan precisamente gracias a ella. Dentro del demos de cada Estado democrático se da siempre una pluralidad más o menos amplia (más amplia cuanto más avanzada es la democracia constitucional) de etnos diferentes y de mestizajes entre ellos.”
¿Quiénes somos, de dónde venimos?
FERNANDO SAVATER, EL CORREO – 26/10/14


El planteamiento de Savater se soporta en la supuesta oposición última entre ciudadanía y nacionalismo, o entre ciudadanismo y nacionalismo más propiamente, lo que me parece una pirueta intelectual . Viene a plantear en esencia que lo que nos une es la ley y la protección de los derechos civiles de los individuos, mientras que las identidades culturales, étnicas, deportivas, religiosas e incluso nacionales si las hubiera, son asunto y creencia particular y privado que cada uno ha de llevar y practicar siempre que esto no ponga en cuestión la libertad de los demás. En la práctica se presume que ante la liebre de la cuestión nacional que levantan los separatistas se requeriría el mismo tratamiento que tuvo el enfrentamiento religioso abierto en el s. XVI: la libertad religiosa y la libertad de conciencia. Pero la situación no es equivalente porque se cuestiona el marco y el sujeto para el que rigen las reglas del juego y no sólo estas. Ante la objeción nacionalista de que Cataluña no comparte con España historia alguna, salvo la que se le ha impuesto contra su voluntad, y que por tanto la soberanía española no comprende la soberanía de Cataluña, se argumenta, en favor de la unidad de España, como el abogado que invoca el defecto de forma del procedimiento, es decir el incumplimiento de los pasos que requiere la Constitución. “Puede que Vds. tengan razón, pero plantéenlo en forma”. Con eso se puede ganar tiempo pero no se aborda el fondo de la cuestión. Más bien se otorga la razón a los secesionistas, quien calla otorga.
Pensar que la condición de ciudadanos nos une más que “la discutible” condición de la patria a la que cada uno pertenece y se vincula resulta equívoco. Cierto que nada impide que podamos convivir ya que estamos conviviendo conforme a una ley común, pero la voluntad de convivir juntos es el origen de la ley común. En la práctica se pretende devolver la idea que Zapatero aplicaba a España (“la nación, ese concepto discutible y discutido..”) a los que se pretenden naciones soberanas independientes de la nación española. “Dejémonos de cuentos vayamos a los hechos, el pasado pasado está, ahora somos igualmente ciudadanos”. Viene a decirse. Pero mientras al aplicarse a España este planteamiento “deconstruccionista” se da pábulo a las ínfulas disgregadoras, al tratar de devolvérselo a estos, se les obsequia con el poder exclusivo del relato de quienes somos, de donde venimos y a donde vamos: “hagan Vds. el relato que quieran, ninguno vale, ni siquiera el nuestro, por eso nosotros no vamos a a hacer ninguno”. Pero como igual que decía Nietzsche “más vale creer en algo, aunque sea falso, que no creer nada”, resulta más convincente cualquier relato por majadero y mixtificador que sea, que ningún relato, al menos en lo que se refiere a la disposición que anima a los colectivos sociales.
La apelación a la unidad tras la ley vigente, en tanto que garantía de nuestros derechos como ciudadanos, sólo es convincente si esta ley se ve como el nudo entre un pasado común y un futuro deseablemente común. Para sentirlo así es necesario un relato convincente que desmitifique los relatos mixtificadores que niegan el pasado común y la posibilidad del futuro común. Los supuestos esencialistas , que por ejemplo denuncia Felix Ovejero,(La historia contra la termodinámica. El Pais Félix Ovejero 5 ENE 2015 – 00:00), con los que el nacionalismo construye una historia imaginaria a su medida sólo se desmontan con relatos verdaderos, no con el desprecio al relato que podemos compartir. Aunque no lo parezca cuando la gente se inclina a una causa o se moviliza contra un estado de cosas, busca con ansia justificaciones y razones. En la sociedad catalana triunfa la creencia independentista en muchos sectores de la población que nunca lo hubieran sido, porque el relato independentista justifica la repulsa “al sistema” o al estado de cosas vigentes. Y esto es posible porque nunca ha habido un relato alternativo al independentismo que pusiera en valor lo que une históricamente a los españoles. Ahora ya da vergüenza hacerlo y hay que salir por la tangente.