Con su “metáfora” Bergoglio ha
establecido una relación de causa efecto automática entre insultar
y responder violentamente. ¡Y lo hace para ilustrar el asesinato
que cometen quienes se otorgan la legitimidad de arrogarse la
justicia por su mano¡ Viene a decir: “quien ofende lo más sagrado
sabe a lo que se expone, aunque sea desagradable y no esté bien”
¿Pero qué es la civilización sino
deponer tomarse la justicia por su mano? Si piensa que el que
responde no tiene más remedio que hacerlo ¿cree acaso que estamos
sometidos a los impulsos propios de la animalidad? Si piensa, como
supongo, que quien se siente ofendido no debería hacerlo y que, como
predica el cristianismo, somos seres racionales capaces de regirnos
por la voluntad y no por impulsos ciegos, ¿no debiera predicar la
virtud de confiar en la Justicia y denunciar a quienes se animalizan
en nombre de lo sagrado? ¿O acaso cree, supongo que no, que los
criminales sufren tal ofensa y persecución, que tienen que
reaccionar como quien está en situación de matar o morir?
Si se trata de un desliz grosero, no
hay excusas ni hermenéuticas posibles. Dado que su autoridad incluye
la infalibilidad sobre el dogma, en lo que no entro, en compensación
poca es la cautela y la ponderación que debe exhibir.
Si hay ideas y confusiones o prejuicios
de fondo que lo inducen al error, cuando no piensa mucho lo que dice,
lo de la “crisis de valores” no perdona ya nada. Lamento,
hablando desde fuera, que la Iglesia trate de reflotar el barco
recurriendo a la frivolidad, tal como está a la orden del día. De
ser así es un daño para toda la cultura y toda nuestra
civilización.
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