miércoles, 19 de febrero de 2020

DE PADRES Y NIETOS. Sobre opiniones del filósofo Reyes Mate en TV acerca del ser y no ser de España.


En un programa de divulgación cultural (La aventura del saber, TV2) interviene el ilustre filósofo Reyes Mate. Según el presentador Dn Salvador Gomez el tema era “algo tan recurrente como el ser y no ser de España”. De forma automática y sin más mediación se trató de la Inquisición. “Marca España”, para qué complicarse. Don Reyes clausuró la exposición con frase lapidaria: “somos hijos de la intolerancia, pero nietos de la tolerancia”. De atender sólo a esto alguien podría pensar, conforme a la historia común más manejable y cercana , que se trataba de que somos nietos de la transición y la democracia e hijos de la impronta zapateril.

Pero no era eso.

Era que la Inquisición había enterrado a la “España de las tres culturas” y había consagrado en su lugar la intolerancia y el espíritu de sospecha que nos debe estar acunando, traduzco, hasta la fecha, según la imagen, me permito glosar, que liga los episodios de la celebre película Intolerance de Griffith. El presentador sugirió que no eramos un caso único en cuanto a persecución inquisitorial se refiere, sin necesidad de mencionar la tradición de erradicación de las comunidades judías tan característica de nuestro mundo cristiano en su conjunto. Sin explicación alguna don Reyes dejó sentado que eramos un caso único y de excepcional anormalidad.

La razón es que la persecución tuvo por víctimas a los conversos, con lo que toda la sociedad estaba sacudida por la sospecha de traición y de herejía. Y lo sigue estando.

El contraste con la benevolencia de la “España de las tres culturas” es tan impactante que con sólo mencionarlo se explica la inclinación enfermiza que padecemos. No encuentro otra explicación a la alegría acrítica con la que se acogen ciertos tópicos cuando se ama la verdad vocacionalmente. Tanto que ante lo que parece evidente diferencia y única monstruosidad se extraña uno que no se reclame al espíritu de Griffith por no haber incluido a Torquemada en su imponente obra y en cambio lo hiciera con por ejemplo la noche de San Bartolome.

No me cabe duda de que la expulsión de los Judíos y los moriscos junto con la Inquisición y la Guerra Civil han sido los episodios más funestos de nuestra historia desde el punto de vista moral y político, amen de económico, religioso ,etc. Como igualmente es indudable que no podemos comprendernos sin tener en cuenta su marca y sus consecuencias en la mentalidad y la moral colectiva. Pero la forma como afectó y está afectando es lo más importante a dilucidar. Porque lo que hace de esta marca algo extremadamente complejo es que nace del choque entre esa persecución inhumana y nuestra cultura fundamentalmente humanitaria y humanista, abierta como ninguna al mestizaje cultural y de parentesco. Me atrevo con una conjetura: ¿sentiría la sociedad alemana y otras algún remordimiento por el Holocausto si hubieran vencido?

Porque si en algo somos especiales colectivamente desde hace varios siglos es de nuestra propensión a avergonzarnos de nuestra historia y hasta de nosotros mismos como colectividad, en algunos casos como el de la Inquisición con razón y en otros con insólita injusticia.

Desde luego la marca no se borra así como así, pero es demasiado presumir que sabemos como se extiende, donde lo hace y como se borra. Inclusoel fondo del que nace. Merece la pena hacer un esfuerzo de distanciamiento de los tópicos al uso destinados a comprendernos en términos maniqueos y a justificar el espíritu cainita. La historia es muy revoltosa y las corrientes profundas emergen por las grietas más inesperadas.

Convendría tener en cuenta algunas omisiones de carácter más general, muy someramente

Que con la crisis de la cristiandad medieval la historia europea occidental se orientó hacia la formación los estados nación para lo cual fue el instrumento fundamental la homogeneidad y a la vez la diferenciación religiosa. La peculiaridad de España, pluralidad de reinos y religiones, en la forma de afrontar esa homogeneización (en realidad la homogeneización suficiente para que fuera posible una Estado nacional) no la aparta de ese movimiento general de la que fue más bien pionera. En cierto modo empezamos siendo los más fieles al diseño de Maquiavelo que rige hasta hoy el Estado moderno.
Que todas las naciones Europeas, de eso tratamos, podrían hacer su propia historia de la intolerancia e incluso la maldad, así como de su capacidad para ocultar su intolerancia haciendo propaganda de la intolerancia ajena, cosa en la que por cierto la nobleza política y eclesiástica española no anduvo muy despierta.

Que sería un despropósito reducir el espíritu de intolerancia al impulso religioso, cuando una vez que cuajaron los Estados nacionales el principal factor de intolerancia fue la necesidad de imponer la obediencia en el interior y el poderío en el exterior. Es decir el interés macropolítico.

Que en ese mismo sentido es ultra reductivo atribuir la intolerancia a lo católico y la apertura a la libertad a lo protestante. El despotismo ilustrado fue algo común, comprendida la estricta subordinación del poder religioso al interés del Estado. Véase a este respecto la persecución de los jesuitas. Si por ejemplo Francia y España no avanzaron por la senda del parlamentarismo inglés ¿se debió a la religión?. No digamos de los feudos alemanas, los fragmentos italianos, el Imperio austríaco, Rusia… Si de idiosincrasia se trata ¿habría que darle la razón a Weber? ¿de ser así es la intolerancia religiosa la causa de que en las sociedades católicas se mire con sospecha el valor de la iniciativa empresarial y se sea insensible a la asociación entre trabajo y salvación? ¿no es más bien otra escala de valores más próximos al humanitarismo primario del que se ha nutrido el socialismo moderno y en el que figura la identificación entre riqueza y codicia? Pero lo más importante ¿habría que dar por buena la existencia de esa enfermedad de ausencia de pensamiento crítico que aparta de la modernidad?

Parece como si España estuviera condenada a andar con el paso cambiado. ¿Primaba acaso la intolerancia de los abuelos y la tolerancia de los padres en Europa?

Veamos algunas omisiones más propias sobre el caso de España, más en concreto sobre la tesis fuerte del Sr. Reyes: la Inquisición trajo consigo que, hasta Azaña, fuera lo mismo España y catolicismo. Me permito conjeturar muy esquemáticamente:

Que esa identificación, dando por buena su existencia hasta la modernidad, obedeció en lo fundamental al compromiso del nuevo estado nacional con el Imperio católico de los habsburgo y a la vinculación de su destino con la defensa del catolicismo frente al protestantismo. La evolución fue traicionera. Si en un principio estaba en juego la hegemonía sobre Francia de la fórmula imperial se pasó luego a subordinar el interés nacional al dominio del catolicismo sobre el protestantismo. Asunto extremadamente complejo pero al que apenas se atiende.

Que en el terreno político la identificación entre España y catolicismo (modelo absolutista) pasó a mejor vida tras las guerras carlistas, lo que no significaba la desaparición del peso del catolicismo y si se quiere de la intolerancia. En lo fundamental hablando históricamente la ideología conservadora ha asumido la nación al igual que la progresista, de la misma forma que la intolerancia se ha “democratizado” y puede cada movimiento social presentar su versión y aportación a la intolerancia común.

Ni el más loco de los católicos identificaría España y el catolicismo hoy en día. Ni siquiera lo haría un polaco o un irlandés, ni un ruso con la ortodoxia. Que esa identificación haya sido parte de nuestra historia no tiene nada de especial a la vista de la importancia política que ha tenido la religión en nuestro orbe. Todas las sociedades modernas han hecho su particular tránsito hacia la secularización, hacia la separación entre ley y religión, que por cierto es parte esencial de la doctrina de Jesus, y España no ha sido menos y a su manera. Aducir la permanencia de la cultura católica como prueba de que en España no ha tenido lugar mentalmente ese tránsito y de que el ambiente social anda contaminado de intolerancia es más indicio de sectarismo mental que otra cosa. O de incomprensión de lo más elemental sobre la democracia y el Estado de derecho: el respeto de la pluralidad. El valor de una opinión se mide por lo que pueda valer en sí y porque comprende el respeto a las opciones ajenas.

Seguramente el catolicismo marca más profundamente a España de lo que Reyes Mate pueda concebir. Para bien y para mal, pero de forma inopinada, también por lo que a intolerancia se refiere. Porque posiblemente provienen de una profunda catolicidad, en concreto del dogma de la verdad única, las profesiones de fe anticatólicas tan características desde el XIX. Uno no quisiera ser cenizo pero hay demasiados indicios de que la intolerancia y la ley de la sospecha ha ido cambiando de bando desde el XIX, o al menos repartiéndose como buenos hermanos.

Llevada a su extremo la argumentación de Don Reyes se enfrenta a una alternativa. España se ha “incorporado” a Europa, me refiero a la Europa de la cultura europea, con tanta normalidad y en tal grado que objetivamente podría presumir de ser de los más tolerantes en materia de costumbres, libertades civiles...etc Sin duda mucho se debe a la influencia de la izquierda, pero no menos a que también la derecha liberal o conservadora apenas ha puesto reparos y ha mostrado en lo fundamental exquisito respeto por las novedades. Si no me equivoco la adecuación a los nuevos tiempos, con sus virtudes y miserias, es común a toda la sociedad y motivo de orgullo general.

¿Cómo es posible en una historia dominada por la intolerancia? ¿de verás en España se discrimina o se está predispuesto a hacerlo por razones de sexo, religión, localidad, etnia, cultura? Dejemos aparte los nacionalismos realmente existentes. Puede ser que esto sea un espejismo, que en el fondo de esta tolerancia aparente subsista el obsesivo afán de persecución del extraño, del otro y del distinto. Incluso que el mestizaje tan típico de nuestra sociedad y de nuestra influencia cultural no sea sino un disfraz de quien anda afilando sus garras. ¿Qué milagro que así la vida social, que no la política, funcione con tan pocos traumas morales? ¿cuanto disimulo y teatralidad debe según esto esconder nuestro ser profundo? Uno pensaba que lo del Dr. Jekill y Mr. Hyde es cosa más británica y anglosajona pero el análisis de Reyes Mate me pone sobre aviso.

Veamos el malhadado nacionalcatolicismo. Intento funesto y chusco de resucitar el modelo absolutista. Ningún movimiento de masas a la manera de los movimientos fascistas y nazi generó. Ese extremo recurso ramplón infectó las costumbres pero con tan poca sinceridad que uno de los impulsos más importante para abrazarse a la democracia y a Europa fue enterrar la pacatería y la mojigatería. Aún hoy la Iglesia anda escarmentada de haber avalado durante dos décadas la baratijería moral y de haber rebajado hasta el beatismo social su noble doctrina.

Teniendo en cuenta esta intromisión en los protocolos de la objetividad y el buen juicio ¿alguien sería capaz de actualizar el mapa de la intolerancia y la sospecha? ¿en nuestra España quienes son más intolerantes los que invocan el derecho a sospechar o quienes son objetos de sospecha por su presunta descendencia de intolerantes?

Lo más constatable positivamente es que se anda a la caza de los “fachas conversos” como si todo el que no profesa la fe progre en todas sus variantes fuera un franquista, vergonzante o presto a la venganza… Como un “converso” que nunca podrá justificarse.
Ya nuestro problema no tiene que ver con las costumbres, pero sí con el modo de entender el juego político, es decir que una democracia no hay puros o impuros siempre que se respete la ley y los derechos humanos. Contando además con la contaminación que sufren las costumbres por una forma retorcida de entender la política.
No estaría de más prestar atención a las “Filosofías de la sospecha” tan contemporáneas y a sus secuelas. Dan mucha combustible para sospechar de todo y hacerse con el derecho a sospechar.

martes, 18 de febrero de 2020

DESDE EL POSRIVERISMO.


Es de perogrullo que el destino de los partidos depende en gran parte de la clarividencia y habilidad de sus líderes. Pero en el caso de C’s es más pertinente. A diferencia de los partidos convencionales que cuentan con un suelo relativamente sólido para sus cabriolas, C’s se movía desde que saltó a la política nacional en la cuerda floja teniendo que hacer equilibrios entre clientelas potenciales disímiles en cuanto a educación y sensibilidad. Peor era que no podía contar con una tradición en la que inspirarse como no fuera el fugaz experimento de UCD. Casar a los socialistas del PSC ,antiseparatistas pero también de profunda educación antiderechista con la derecha del resto del Estado harta del pasotismo marianil con el nacionalismo y del aura de corrupción del PP, sólo con el antiseparatismo se prometía factible mientras el PSOE y el PP andaban a la deriva. Rivera pudo pensar que estaba en suelo firme acaparando cansancios, beneplácitos e ilusiones por doquier. El viento de cola permitía dejar en suspenso la tarea de precisar proyectos y metas, más allá del imprescindible dar fe de los buenos propósitos.

Creo que la súbita irrupción de Vox quebró tan prometedora trayectoria. No tanto porque amenazase con llevarse una parte de su electorado o por desviar el potencial electorado que aun dudase en seguir al PP, sino porque otorgó la iniciativa del juego a Sanchez sacándolo del atolladero. Ahora la política pública no giraba en torno al separatismo sino al “retorno de la ultraderecha”. Rivera perdió los papeles y se dejó llevar por la angustia. Intentó bloquear a Vox acentuando la oposición incondicional a Sanchez, soñó con atraerse a los socialistas quetenían que ver la unidad de España en peligro denostando a Vox, y desbarró con sobrepasar por último al PP ofreciendose como la única garantía contra el sanchismo y el peligro ultraderechista. Demasiada carambola para un sólo golpe.

Rivera sufrió seguramente una alucinación que ha condicionado toda su trayectoria. Una alucinación original. Conste que era lo más fácil caer en ella y aferrarse mientras los astros sonreían. Creía que igual que una parte considerable del PSC se había cansado de las sumisiones al nacionalismo, lo haría el PSOE cuando este jugase con la Constitución y la unidad nacional. Pero al llegar Vox pudo comprobar que los amagos podemitas de Sanchez estaban en sintonía con la podemización del PSOE; que el odio hacia la derecha determina la actitud de la izquierda en la cuestión nacional; que como consecuencia de ello la izquierda detesta más a la derecha que al peligro de la ruptura de la unidad nacional, alarma que atribuye a una superchería de la derecha. Pudo experimentar en carne viva en definitiva el poderío del mito del antifranquismo.

Pero era una cuestión de temple. La irrupción de Vox desbarataba la ilusión de convertirse en el nuevo Suarez, pero no minaba sus posibilidades para operar desde el centro. Dependía todo de mostrarse capaz de condicionar a Sanchez, es decir de mostrarse dispuesto a hacerlo. Era vital que el electorado más españolista del PSOE se viera comprometido. Al dejar libre a Sanchez para hacer lo que le pedía su alma podemita, éste pudo cebarse en las debilidades de un Rivera inerme ante la acusación de ser muleta de Vox, y además de ser culpable de no permitir la gobernabilidad, en lugar de explicar porqué rechazaba el acuerdo entre moderados y centrados y se insinuaba tanto a radicales y separatistas.


La mayor posibilidad de una “tercera España” parece desvanecerse para tiempos mejores si así lo quisiera la suerte. Pero en realidad ya ha pasado el tiempo de las dos Españas y por tanto de la tercera España (en cuanto a su necesidad). Más bien se necesita que la España políticamente más poderosa y mediática se “descainice”, (disculpen el palabro). Con esto sería suficiente.
Lejos estamos al perderse una gran ocasión para desenmascarar el discurso cainita y poner de una vez a la izquierda en la tesitura de estar en sintonía con la socialdemocracia europea. ¿Hay que conformarse con que sólo nos queda jugar al Pin Pon?.