Quizás esta fórmula podría valer en general, también para el caso Gamonal.
Todo movimiento reivindicativo o social es igual a la suma de tres
componentes: 1º La adhesión que merece la reclamación que lo provoca, 2º el
poder catalizador de la mala leche que incuba la sociedad en general, 3º el
poder promotor de la causa general de los amantes de la agitación o si se
prefiere de “los ideológicamente comprometidos”.
Un movimiento químicamente
puro, o cívicamente puro, sería el que resulta de restar el tercer componente y
añadir el segundo como estímulo complementario de lo primero sin desvirtuarlo.
En cuanto a su
valor puede haber varios puntos de vista:
Para unos el
valor del movimiento es la justicia de la reclamación que lo justifica. Para
otros el valor del movimiento es el civismo con el que se defiende la
reclamación que lo justifica.
Estos dos puntos
de vista tienden a complementarse.
Para otros es la
capacidad de alcanzar sus metas con independencia del medio utilizado. Para
muchos otros su valor es lo que tiene de
símbolo y, cómo no, de pretexto para
enganchar a la causa general.
También estos dos
puntos de vista tienden a complementarse.