viernes, 25 de agosto de 2017

LA MAESTRA DE ESPAÑA Y DE SUSO DE TORO


Del reverente y entusiasta artículo de Suso del Toro “Dos países, dos realidades” (que adjunto integro) me quedo con lo siguiente, sin menoscabo de muchas otras ligerezas dignas de ser confrontadas:

“Un país envidiable. Hace años deseaba que Catalunya fuese la maestra de España, evidentemente ya es imposible y solamente queda a unos la envidia y a otros la admiración.”

El nacionalismo catalán siempre se ha justificado por la presunta superioridad de Cataluña sobre España. Ha tenido la habilidad de mezclar el presunto liderazgo de la modernidad y el europeísmo con el carlismo agrario y carpetovetónico de la terreta. Pero con ello se demuestra que esta creencia en la presunta superioridad en nada se debe a que objetivamente sea más moderna o sea menos antigua de lo que debiera, según se deriva de los ingredientes de esta pócima. Tiene vida propia y sin duda complejos profundos. Este alarde de superioridad ha sido emblema dirigido no a “catalanizar España”, sino a “desespañolizar Cataluña”, pero en lo fundamental no ha tenido más función que sostener el mito de que España y Cataluña son realidades extrañas entre sí y que además España es un obstáculo para el despliegue de la potencialidad de Cataluña.
Ahora que no se puede dudar de la europeidad y modernidad de España, la presunta superioridad de Cataluña se retroalimenta de las mismas corrientes ya re-adaptadas. La de los que reclaman la independencia para que Cataluña sea “verdaderamente” moderna y europea, y la que promete con la independencia librar a Cataluña de los males de Europa, la modernidad y en suma “el sistema”. Que ambos presuntos antagonistas ideológicos converjan, como anteriormente lo hizo el liberalismo y el carlismo nacionalista, sin ningún problema, salvo ciertos desajustes estéticos, demuestra que el afán independentista no guarda relación alguna con las razones que se alegan. Si se objetivaran, esas razones caerían como un castillo de naipes.

Ya se hace el Sr Suso digno de habitar el Parnaso político cuando alega en favor de la independencia la presunta competencia de las instituciones catalanas y más aun tomando como ejemplo la gestión del atentado. Competencia que, si fuera cierta, las instituciones catalanas han podido desarrollar y ejercer dentro de España sin ningún problema, y que sino fuera tal, como así resulta más verosímil pensar a la luz de los hechos, no es debido a la falta de prerrogativas y poderes propios, sino seguramente a su afán de despreciar la adecuada colaboración con las instituciones nacionales.

No confundamos los términos. La escalada nacionalista ha distorsionado gravemente la competencia de los servicios públicos, cosa que en términos de la crudeza política no importa, si se ve capaz de sacar rédito político. Sólo se requiere habilidad modular la propaganda: unas veces toca destacar las dificultades que sufre la población como producto de la intromisión del centralismo, otras veces toca destacar el éxito de las autoridades como prueba de que se esta preparado para la independencia. Porque en realidad lo que permite la independencia, y ofrece la preparación necesaria, es tener fuerza suficiente para imponerla, venga de donde venga. Por eso Kosovo o Somalia están “preparados” para la independencia y la soberanía.

En términos humanos no es fácil saber si se empieza creyendo una mentira y luego se lanza o si se lanza la mentira y quien la lanza acaba creyéndosela. Por lo visto el Sr. Suso ha creído siempre en esa superioridad integral de Cataluña y es dudoso que en algún momento creyera en serio, como deja entrever, que eso debiera conllevar “la catalanización de España”. El Procés le ha debido convencer de que lo pertinente es la “desespañolización de Cataluña”. Es decir que la independencia de Cataluña es posible y está a la mano, y que cuando se está en esas hay que echar una mano o unas letrillas.
Es peculiar de los independentismos hispanos que se nutran y encuentren multiple afinidad y simpatía en todo el territorio español. Antes porque dolía el retraso de España, ahora porque debe doler su prosperidad, en términos de los países desarrollados. Tal vez ocurra porque la fuerza y la motivación de los nacionalismos sea una reverberación de las disfunciones mentales de la sociedad española en su conjunto. Pero es otra cuestión.

Al fin y al cabo la idea del Sr. Suso me ratifica en la sospecha de que lo que mueve al resentimiento de los nacionalistas catalanes contra España no es tanto que la sociedad española desprecie la diferencia y singularidad de Cataluña, sino que la aprecie, reconozca y respete suficientemente, pero sin llegar al extremo de apreciar y reconocer su presunta superioridad. ¿No debiera mover este aprecio a cuestionarse esa presunta superioridad y "maestría"? Porque una nación “libre igual y unida” (en feliz expresión de un navegante que no tengo la fortuna de recordar) es el mejor instrumento para que todos seamos maestros de todos y aprendamos de todos. ¿O acaso algunos no necesitan aprender de nadie?




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Dos países, dos realidades

Los atentados han tenido un efecto inesperado para cualquiera: han aflorado las estructuras de un estado
SUSO DE TORO
    Hace falta que pase tiempo para que una comunidad, a través de las instituciones que tenga, pueda ir reconstruyendo una realidad. Nunca será la misma, siempre habrá algo cambiado, un roto aquí, una pieza fuera de sitio allí, pero esa reconstrucción global permitirá que cada miembro de esa comunidad pueda reconstruir también su sentido de la realidad.
    Los atentados en Catalunya hay que enmarcarlos en la geoestrategia, la utilización que hace Arabia Saudí principalmente del wahadismo como un instrumento de poder en el mundo. Es monstruoso pero debemos aceptar que los amos de los terroristas son los aliados de nuestros amos. No es una paradoja, es una perversión política.
    Aunque la conexión de la célula organizada en Catalunya con los centros de decisión terrorista sea laxa, el atentado que preparaban tenía un contexto político local, seguramente pretendía incidir en una herida, en el conflicto entre el Estado y Catalunya que afronta semanas decisivas. Pretendía desgarrar la carne donde hay rozadura y herida, sin poder predeterminar si movería a la sociedad en una dirección o la contraria sí que pretendía aprovechar el conflicto político, parasitarlo, apropiarse de la jornada. Han asesinado y mutilado, han hecho daño a mucha gente pero una oportuna explosión los puso en evidencia y los obligó a precipitarse y matar fuera del contexto previsto.
    No podemos saber si los atentados moverán el ánimo y la opinión de las personas que van a celebrar su Diada nacional y votar el 1 de Octubre en un sentido u otro, sin embargo sí que han tenido un efecto inesperado para cualquiera: han aflorado las estructuras de un estado. Han catalizado las partículas del ambiente en el que ya estaba viviendo la ciudadanía catalana, lo que era gaseoso o líquido se ha hecho sólido.
    La evidencia va contra la política centralista de Rajoy, el de las 500.000 firmas, y Soraya, la del 10 a 0
    La población catalana acaba de comprobar que ya vive dentro de un país propio, perfectamente delimitado: durante una jornada trágica en que sentían que peligraba cada persona y el propio país Catalunya ha estado sóla, contando únicamente con sus propias fuerzas. Y sóla se ha enfrentado a sus enemigos, los ha combatido y los ha vencido con eficacia. La ciudadanía catalana ha vivido en esa jornada histórica la experiencia de la soledad, de la independencia, del valor cívico y, sobre todo, han conocido la evidencia de que en la práctica ya tienen un estado. Los catalanes reconstruyen sus días, su realidad desde si mismos, no precisan de virreyes coloniales.
    Esto lo ha vivido la sociedad catalana y lo hemos visto, desde fuera, cualquier ciudadano español que no esté completamente intoxicado por sus medios de comunicación. Catalunya es otro país, con sus estructuras y sus gobernantes; un país que, además, funciona ejemplarmente con profesionalidad, seriedad y eficacia. Un país envidiable. Hace años deseaba que Catalunya fuese la maestra de España, evidentemente ya es imposible y solamente queda a unos la envidia y a otros la admiración. Pero se impone la evidencia de la seriedad de la nación catalana, que ha sido retratada con burla, desprecio y mentiras por los políticos españoles y los medios de comunicación al servicio del IBEX. Esa evidencia entre la opinión va contra la política centralista de Rajoy, el de las 500.000 firmas, y Soraya, la del 10 a 0, una política seguida por el resto de los partidos estatales que le cuestionan a esa sociedad el derecho a votar y decidir.
    Los servidores de ese imperio de fantasía que sueñan en la corte madrileña creyeron que Catalunya era una autonomía suya, un país pequeñito, pero acaba de mostrarse a si misma y a los demás desnuda como lo que es, una nación adulta y capaz que por ahora carece propiamente de un estado.
    Los medios madrileños ocultan sistemáticamente la actuación de la policía catalana, los mossos, por “la policía”, cuando a diario se deleitan nombrando a la Guardia Civil y Policía Nacional
    Es cierto que una violencia tan brutal hace que aflore lo peor y lo mejor en la sociedad. Lo mejor se ha impuesto a lo peor. Lo peor ya era conocido, que algo tan terrible haya ido acompañado de un nuevo afloramiento de odio a lo catalán era previsible, por mucho que se quiera ignorar esa xenofobia a lo catalán está muy extendida en la población española, la extienden los partidos y los medios. Unos medios madrileños que, como en toda ocasión en los últimos tiempos, han actuado de forma casi unánime al servicio del PP y el Estado, ya confundidos ambos en una única cosa. Repitiendo como loros de “ Yes, we can” o “ Imagine” son incapaces de repetir “ No tinc por” necesitando traducirlo. Ocultando sistemáticamente la actuación de la policía catalana, los mossos, por “la policía”, cuando a diario se deleitan nombrando a la Guardia Civil y Policía Nacional. Esa perversidad, esa manipulación constante del lenguaje es indicativo de lo que ha regido hasta hoy: la ocultación, la negación y la exclusión de la realidad nacional catalana. Los españoles ignoran, porque sus medios se lo ocultan, que este Gobierno ha excluido a los Mossos de la información estratégica sobre terrorismo que recibían de otros gobiernos, cuando Catalunya era un objetivo principal del terrorismo. Esa muestra de autoritarismo antidemocrático, de colonialismo y de irresponsabilidad criminal es algo inaudito. Los españoles no serán informados de ello pero como los lectores de este periódico sí lo saben no insisto en lo sabido.
    Mariano Rajoy y la política española en estos momentos está tragando un sapo muy grande y los españoles asimilando una nueva realidad: bajo este estado hay más de un país y la foto con el monarca no es más que un imperdible obligado por la circunstancia extrema. En esa nueva realidad, quienes armados de la Justicia del estado como arma particular pretenden el encarcelamiento y el embargo de políticos catalanes ¿todavía sueñan con encarcelar a Puigdemont cuando la ciudadanía sea convocada a votar? ¿Con qué autoridad lo haría? ¿Qué autoridad tienen ante la ciudadanía catalana esos políticos que dejaron sus vacaciones para aparecer en una tierra y un país que le es más extraño que nunca? Frente a la autoridad colonial sólo cabe la autoridad de la ciudadanía, la que vota libremente.


jueves, 24 de agosto de 2017

SOBRE EL RADICALISMO Y LA RADICALIZACIÓN YIHADISTA.


Al explicar la radicalización política, especialmente yihadista, se suele incurrir en dos errores, con la consiguiente desvirtuación del fenómeno:

1.Se confunde con los procesos comunes de asimilación sectaria convencional, de carácter fundamentalmente religioso/heterodoxo pero marginal. En estos casos lo fundamental es el factor psicológico y de necesidad de pertenencia grupal. El sectario atiende fundamentalmente a la necesidad de darle un sentido a su vida pero en forma estrictamente personal, a compartirlo vitalmente dentro de una comunidad creyente, pero palpable, y por último a sentirse diferente y libre de un mundo que siente irremediablemente corrompido. Encuentra por ello en la diferencia y la marginalidad un signo de distinción y de superioridad moral.

Sin embargo en la radicalización política, política/religiosa en el caso del yihadismo, predomina fundamentalmente el afán de protagonismo histórico, sentirse protagonista y creador de los destinos de una sociedad y, cada vez más, de la globalidad del mundo. Su afán delirante no es tanto la salvación personal, ni llevar una existencia auténtica, sino redimir el mundo de sus males. En la medida que el abducido se sacrifica por esa tarea considera amortizados sus vicios y defectos personales, pero no porque desaparezcan sino porque ayudan a la causa.

Conviene puntualizar que el hecho de que los abducidos tanto por la sectarización convencional como por el radicalismo político tengan carencias y deficiencias psicológicas y sociales (marginalidad, pobreza,etc) no significa que esa sectarización sea producto de estas carencias. Todos los humanos somos deficientes y nuestro equilibrio es profundamente inestable e incierto. Pero también tenemos sueños e ideales, que no tienen porque ser en su esencia una sublimación de esas carencias psicológicas,afectivas o sociales. Esas carencias se tornan enormemente peligrosas cuando se consumen al mezclarse con afanes idealistas delirantes si falta el bagaje moral e intelectual suficiente que permita contrarrestar la manipulación de los “impulsos nobles o idealistas” de que son objeto. Nada es más manipulable que el idealista que respira en la atmósfera del nihilismo y del fanatismo, aunque este sea potencial.

2.Esto lleva a lo que es más importante, la confusión de entender el adoctrinamiento como un proceso de inoculación de ideas extrañas al ámbito de vivencia de los afectados. Estamos más bien ante la excitación y el calentamiento de ideas latentes ya instaladas en el universo cultural y vital de una determinada comunidad o sociedad como resultado de un proceso histórico complejo. De no entender esto hay que recurrir al pensamiento mágico.

En el caso del Islam resulta secundario si en abstracto se trata de una religión de paz o de guerra. No hay una relación directa entre el contenido doctrinal del Islam y la acción que se lleva acabo en su nombre. Lo importante no es la doctrina en sí, abierta a múltiples interpretaciones, sino la forma predominante de vivirla y de entenderla. Pero no oficial y externamente, sino de corazón.

El Islam histórico plantea a este respecto un problema especial ya resuelto por el cristianismo a fines del edad media: la dicotomía entre la lealtad a la nación y la ley civil y la lealtad a la comunidad religiosa, pero no en el terreno moral privado (como ocurre en cualquier religión) sino en el terreno público. En su fórmula extrema la religión ha de regir todos los aspectos de la vida y del orden social y sólo es aceptable un estado islámico e islamista. Esto significa en la practica que cualesquiera que sea su grado de integración, asimilación o como se quiera decir, las comunidades islámicas tienen por referencia la imaginaria comunidad islámica universal y el destino del Islam en su conjunto, mientras que entienden su participación en las sociedades occidentales como una adaptación por motivos de conveniencia, más o menos temporal y provisional. Naturalmente esto no significa estar contra Occidente, sino mantener una distancia moral respecto a Occidente como un todo.
Sobre esta base cabe considerar lo excitables y manipulables que pueden ser muchos individuos que participan de ciertas ideas latentes aunque en su origen apenas tengan conciencia de las mismas. Ideas y mentalidades como:

-que el Islam tiene una superioridad moral absoluta, pero además innegociable. Lo primero es común a las diferentes religiones, ya no lo segundo. Es decir la línea que separa moralmente a los fieles de los infieles es absoluta. Desde un punto de vista humano se es fiel o infiel. Se es obediente a Dios o un obstáculo a los designios divinos. Llevado a sus últimas consecuencias se desprende el derecho e incluso la obligación de que el Islam se extienda hegemónicamente por todo el mundo, lo que no significa el derecho a hacerlo violentamente, pero tampoco lo excluye.

-el sentimiento de derrota y humillación histórica por Occidente, derrota que se considera injusta e inaceptable. Igual que cualquier forma de occidentalización resulta una traición a la esencia del Islam, la vida colectiva no se puede desprender tan fácilmente del ánimo de venganza o restauración histórica. Por supuesto este sentimiento de decadencia y de victimismo histórico es de origen complejo, pero es evidente que la cuestión palestina y la revolución iraní, además de los intereses expansionistas de las monarquías del golfo, lo han reavivado en carne viva.

-por último el ambiente de autonegación común de occidente, lo que cabe considerar a grosso modo como nihilismo, refuerza las tendencias y argumentos en favor de la perversidad intrínseca de la sociedad occidental. Aunque paradójicamente las fuerzas que animan el malestar dentro de occidente esgrimen “razones” en muchos aspectos opuestas a lo que los radicales yihadistas estarían dispuestos a admitir, esto carece de importancia en términos estrictamente políticos, donde decide el odio al enemigo común. Los potencialmente radicales islamistas arriman el ascua a su sardina de las denuncias de los antisistema que tienen a Occidente por el reino de la represión, la corrupción, el despilfarro, la desigualdad y la hipocresía. No importa tanto la verdad de esto sino el aval que ofrece a la imagen de caos y abyección moral en la que presuntamente viviría occidente.

El terrorismo islamista es un fenómeno político/religioso. Es justo llamarlo islamista y yihadista porque además de que se reclaman los auténticos defensores del Islam, obran en nombre del Islam y dicen emprender la Yihad, tienen dentro del mundo islámico un predicamento suficiente para poder perdurar y desarrollarse. Deben las comunidades islámicas ajustar cuentas sobre si están manipulando y denigrando al Islam. Pero es claro que por encima de sus justificaciones y reivindicaciones ideológicas el terrorismo islamista emprende su acción en clave esencialmente político/militar, dentro de la que es clave el sometimiento de las comunidades islámicas. Con sus peculiaridades siguen el manual básico del terrorismo. No tratan de alcanzar inmediatamente el poder, porque es obviamente imposible, sino crear una situación de crisis permanente, de poder inaccesible y oculto que conduzca al silencio, beneplácito y por fin a la complicidad colectiva. Es parte de su peculiaridad que los ataques a Occidente no sólo tienen por fin debilitar directamente a occidente sino reforzar su poder en las comunidades islámicas, dentro y fuera de occidente. El terror es sobre todo una señal de fuerza y así se quiere que lo perciban tanto los fieles como los infieles. El sometimiento de las poblaciones islámicas no occidentales también se realiza por el terror.

Porque en definitiva lo que excita el delirio y el afán de poder y protagonismo de los más receptivos no son las ideas que les ofrecen, sino la sensación de fuerza y de poder de la que creen participar. Y convendría tener claro que esta sensación suele ser inversamente proporcional a la sensación de poder y de fuerza que transmiten las instituciones y las sociedades que tienen enfrente.

Naturalmente estas consideraciones esquemáticas son ajenas al tema fundamental de la relación del Islam con el mundo y la humanidad, pero conviene no olvidar que la adhesión a una causa en el escenario de una guerra, por muy poco convencional que sea, proviene de las posibilidades que la misma guerra ofrece a quienes se comprometen con ella. Es decir el delirio que lleva a creer que sólo al servicio de lo absoluto se puede demostrar la verdadera valía.