Del
reverente y entusiasta artículo de Suso del Toro “Dos países, dos
realidades” (que adjunto integro) me quedo con lo siguiente, sin
menoscabo de muchas otras ligerezas dignas de ser confrontadas:
“Un
país envidiable. Hace años deseaba que Catalunya fuese la maestra
de España, evidentemente ya es imposible y solamente queda a unos la
envidia y a otros la admiración.”
El
nacionalismo catalán siempre se ha justificado por la presunta
superioridad de Cataluña sobre España. Ha tenido la habilidad de
mezclar el presunto liderazgo de la modernidad y el europeísmo con
el carlismo agrario y carpetovetónico de la terreta. Pero con ello
se demuestra que esta creencia en la presunta superioridad en nada se
debe a que objetivamente sea más moderna o sea menos antigua de lo
que debiera, según se deriva de los ingredientes de esta pócima.
Tiene vida propia y sin duda complejos profundos. Este alarde de
superioridad ha sido emblema dirigido no a “catalanizar España”,
sino a “desespañolizar Cataluña”, pero en lo fundamental no ha
tenido más función que sostener el mito de que España y Cataluña
son realidades extrañas entre sí y que además España es un
obstáculo para el despliegue de la potencialidad de Cataluña.
Ahora
que no se puede dudar de la europeidad y modernidad de España, la
presunta superioridad de Cataluña se retroalimenta de las mismas
corrientes ya re-adaptadas. La de los que reclaman la independencia
para que Cataluña sea “verdaderamente” moderna y europea, y la
que promete con la independencia librar a Cataluña de los males de
Europa, la modernidad y en suma “el sistema”. Que ambos presuntos
antagonistas ideológicos converjan, como anteriormente lo hizo el
liberalismo y el carlismo nacionalista, sin ningún problema, salvo
ciertos desajustes estéticos, demuestra que el afán independentista
no guarda relación alguna con las razones que se alegan. Si se
objetivaran, esas razones caerían como un castillo de naipes.
Ya
se hace el Sr Suso digno de habitar el Parnaso político cuando alega en favor de la independencia la presunta competencia de
las instituciones catalanas y más aun tomando como ejemplo la
gestión del atentado. Competencia que, si fuera cierta, las instituciones catalanas han podido desarrollar y ejercer dentro de
España sin ningún problema, y que sino fuera tal, como así resulta
más verosímil pensar a la luz de los hechos, no es debido a la
falta de prerrogativas y poderes propios, sino seguramente a su afán
de despreciar la adecuada colaboración con las instituciones
nacionales.
No
confundamos los términos. La escalada nacionalista ha distorsionado
gravemente la competencia de los servicios públicos, cosa que en
términos de la crudeza política no importa, si se ve capaz de sacar
rédito político. Sólo se requiere habilidad modular la propaganda:
unas veces toca destacar las dificultades que sufre la población
como producto de la intromisión del centralismo, otras veces toca
destacar el éxito de las autoridades como prueba de que se esta
preparado para la independencia. Porque en realidad lo que permite la
independencia, y ofrece la preparación necesaria, es tener fuerza
suficiente para imponerla, venga de donde venga. Por eso Kosovo o
Somalia están “preparados” para la independencia y la soberanía.
En
términos humanos no es fácil saber si se empieza creyendo una
mentira y luego se lanza o si se lanza la mentira y quien la lanza
acaba creyéndosela. Por lo visto el Sr. Suso ha creído siempre en
esa superioridad integral de Cataluña y es dudoso que en algún
momento creyera en serio, como deja entrever, que eso debiera
conllevar “la catalanización de España”. El Procés le ha
debido convencer de que lo pertinente es la “desespañolización de
Cataluña”. Es decir que la independencia de Cataluña es posible y
está a la mano, y que cuando se está en esas hay que echar una mano
o unas letrillas.
Es
peculiar de los independentismos hispanos que se nutran y encuentren
multiple afinidad y simpatía en todo el territorio español. Antes
porque dolía el retraso de España, ahora porque debe doler su
prosperidad, en términos de los países desarrollados. Tal vez
ocurra porque la fuerza y la motivación de los nacionalismos sea una
reverberación de las disfunciones mentales de la sociedad española
en su conjunto. Pero es otra cuestión.
Al
fin y al cabo la idea del Sr. Suso me ratifica en la sospecha de que
lo que mueve al resentimiento de los nacionalistas catalanes contra
España no es tanto que la sociedad española desprecie la diferencia
y singularidad de Cataluña, sino que la aprecie, reconozca y respete
suficientemente, pero sin llegar al extremo de apreciar y reconocer
su presunta superioridad. ¿No debiera mover este aprecio a
cuestionarse esa presunta superioridad y "maestría"? Porque una nación
“libre igual y unida” (en feliz expresión de un navegante que no tengo la fortuna de recordar) es el
mejor instrumento para que todos seamos maestros de todos y
aprendamos de todos. ¿O acaso algunos no necesitan aprender de
nadie?
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Dos países, dos realidades
Los atentados han tenido un efecto inesperado para
cualquiera: han aflorado las estructuras de un estado
SUSO DE
TORO
Hace falta que pase tiempo para que una
comunidad, a través de las instituciones que tenga, pueda ir
reconstruyendo una realidad. Nunca será la misma, siempre habrá
algo cambiado, un roto aquí, una pieza fuera de sitio allí, pero
esa reconstrucción global permitirá que cada miembro de esa
comunidad pueda reconstruir también su sentido de la realidad.
Los atentados en Catalunya hay que enmarcarlos
en la geoestrategia, la utilización que hace Arabia Saudí
principalmente del wahadismo como un instrumento de poder en el
mundo. Es monstruoso pero debemos aceptar que los amos de los
terroristas son los aliados de nuestros amos. No es una paradoja,
es una perversión política.
Aunque la conexión de la célula organizada en
Catalunya con los centros de decisión terrorista sea laxa, el
atentado que preparaban tenía un contexto político local,
seguramente pretendía incidir en una herida, en el conflicto entre
el Estado y Catalunya que afronta semanas decisivas. Pretendía
desgarrar la carne donde hay rozadura y herida, sin poder
predeterminar si movería a la sociedad en una dirección o la
contraria sí que pretendía aprovechar el conflicto político,
parasitarlo, apropiarse de la jornada. Han asesinado y mutilado,
han hecho daño a mucha gente pero una oportuna explosión los puso
en evidencia y los obligó a precipitarse y matar fuera del
contexto previsto.
No podemos saber si los atentados moverán el
ánimo y la opinión de las personas que van a celebrar su Diada
nacional y votar el 1 de Octubre en un sentido u otro, sin embargo
sí que han tenido un efecto inesperado para cualquiera: han
aflorado las estructuras de un estado. Han catalizado las
partículas del ambiente en el que ya estaba viviendo la ciudadanía
catalana, lo que era gaseoso o líquido se ha hecho sólido.
La evidencia va contra
la política centralista de Rajoy, el de las 500.000 firmas, y
Soraya, la del 10 a 0
La población catalana acaba de comprobar que ya
vive dentro de un país propio, perfectamente delimitado: durante
una jornada trágica en que sentían que peligraba cada persona y
el propio país Catalunya ha estado sóla, contando únicamente con
sus propias fuerzas. Y sóla se ha enfrentado a sus enemigos, los
ha combatido y los ha vencido con eficacia. La ciudadanía catalana
ha vivido en esa jornada histórica la experiencia de la soledad,
de la independencia, del valor cívico y, sobre todo, han conocido
la evidencia de que en la práctica ya tienen un estado. Los
catalanes reconstruyen sus días, su realidad desde si mismos, no
precisan de virreyes coloniales.
Esto lo ha vivido la sociedad catalana y lo
hemos visto, desde fuera, cualquier ciudadano español que no esté
completamente intoxicado por sus medios de comunicación. Catalunya
es otro país, con sus estructuras y sus gobernantes; un país que,
además, funciona ejemplarmente con profesionalidad, seriedad y
eficacia. Un país envidiable. Hace años deseaba que Catalunya
fuese la maestra de España, evidentemente ya es imposible y
solamente queda a unos la envidia y a otros la admiración. Pero se
impone la evidencia de la seriedad de la nación catalana, que ha
sido retratada con burla, desprecio y mentiras por los políticos
españoles y los medios de comunicación al servicio del IBEX. Esa
evidencia entre la opinión va contra la política centralista de
Rajoy, el de las 500.000 firmas, y Soraya, la del 10 a 0, una
política seguida por el resto de los partidos estatales que le
cuestionan a esa sociedad el derecho a votar y decidir.
Los servidores de ese imperio de fantasía que
sueñan en la corte madrileña creyeron que Catalunya era una
autonomía suya, un país pequeñito, pero acaba de mostrarse a si
misma y a los demás desnuda como lo que es, una nación adulta y
capaz que por ahora carece propiamente de un estado.
Los medios madrileños
ocultan sistemáticamente la actuación de la policía catalana,
los mossos, por “la policía”, cuando a diario se
deleitan nombrando a la Guardia Civil y Policía Nacional
Es cierto que una violencia tan brutal hace que
aflore lo peor y lo mejor en la sociedad. Lo mejor se ha impuesto a
lo peor. Lo peor ya era conocido, que algo tan terrible haya ido
acompañado de un nuevo afloramiento de odio a lo catalán era
previsible, por mucho que se quiera ignorar esa xenofobia a lo
catalán está muy extendida en la población española, la
extienden los partidos y los medios. Unos medios madrileños que,
como en toda ocasión en los últimos tiempos, han actuado de forma
casi unánime al servicio del PP y el Estado, ya confundidos ambos
en una única cosa. Repitiendo como loros de “ Yes, we can”
o “ Imagine” son incapaces de repetir “ No tinc
por” necesitando traducirlo. Ocultando sistemáticamente la
actuación de la policía catalana, los mossos, por “la policía”,
cuando a diario se deleitan nombrando a la Guardia Civil y Policía
Nacional. Esa perversidad, esa manipulación constante del lenguaje
es indicativo de lo que ha regido hasta hoy: la ocultación, la
negación y la exclusión de la realidad nacional catalana. Los
españoles ignoran, porque sus medios se lo ocultan, que este
Gobierno ha excluido a los Mossos de la información estratégica
sobre terrorismo que recibían de otros gobiernos, cuando Catalunya
era un objetivo principal del terrorismo. Esa muestra de
autoritarismo antidemocrático, de colonialismo y de
irresponsabilidad criminal es algo inaudito. Los españoles no
serán informados de ello pero como los lectores de este periódico
sí lo saben no insisto en lo sabido.
Mariano Rajoy y la política española en estos
momentos está tragando un sapo muy grande y los españoles
asimilando una nueva realidad: bajo este estado hay más de un país
y la foto con el monarca no es más que un imperdible obligado por
la circunstancia extrema. En esa nueva realidad, quienes armados de
la Justicia del estado como arma particular pretenden el
encarcelamiento y el embargo de políticos catalanes ¿todavía
sueñan con encarcelar a Puigdemont cuando la ciudadanía sea
convocada a votar? ¿Con qué autoridad lo haría? ¿Qué autoridad
tienen ante la ciudadanía catalana esos políticos que dejaron sus
vacaciones para aparecer en una tierra y un país que le es más
extraño que nunca? Frente a la autoridad colonial sólo cabe la
autoridad de la ciudadanía, la que vota libremente.