Ante el sunami económico y social inminente al socialismo sólo le
caben tres opciones: aferrarse a su alianza con los comunistas y
separatistas hasta la victoria o la derrota final, desplazarlos por
un gobierno de emergencia nacional o por último convocar elecciones.
Los puntos cardinales en los que se mueve PSz son el miedo a la
gente y la justicia, el miedo a Pablo I., su devoción y simpatía
podemita y por último el odio patológico a “la derecha”. El
miedo a que la demagogia pablista lo acabe convirtiendo en un nuevo
Dantón solo se compensa con el miedo a que sin este socio acabe
defenestrado.
Pero no se puede
soslayar la posibilidad de que con éste de la mano el desahucio sea
inevitable. Nada sería más lógico y prudente para los intereses
duraderos del PSOE que afrontar la debacle social de mano de la
actual oposición constitucional, pero ni su gente ni su momenclatura
puede sacudirse sin más su odio inveterado y toda esa identidad
vigente, orquestada en torno al revanchismo imaginario.
No es menos evidente
que la alternativa socialistapodemita sólo será viable imponiendo
un régimen dictatorial, fundamentado en la represión y lo que es
más preocupante si cabe: la deshumanización de la sociedad. A eso
vamos si persiste esa alianza, sin más coartada y consuelo que el
mascarón de una “República” donde no quepan “los ricos” ni
“los fachas”. Ya no simplemente por querencia sino por
supervivencia una vez que se ha decidido persistir en el empeño
temerario.
Aunque parezca
insólita esta perspectiva se complementa con el convencimiento de
que la conservación del poder garantiza, más bien es la única
garantía, librarse de las responsabilidades judiciales. Pues
siendo realistas sólo en el caso de que la debacle económica se
lleve por delante el gobierno y la política frente populista de
democracia quemada podrán aflorar sus responsabilidades judiciales y
conciliarse España con la justicia.
El temor a que un
gobierno de emergencia nacional no impida esas consecuencias puede
incentivar la unción al yugo podemita. Desde el punto de vista de
Sanchez y su equipo es un motivo poderoso para persistir en lo que le
pide su cuerpo podemizado.
No parece que ni
Sanchez ni el socialismo en su conjunto sean muy conscientes de que
el escenario que condujo al pacto frente populista es insostenible.
PSz se ejercita en prácticas chavistas, práctica que como todo
vicio queda adicción, entre otras cosas para conservar la fe de su
clack social tezanizada, pero seguramente también porque no sabe
como jugar con quien lo tiene claro y se le ha hecho imprescindible.
Eso o porque simplemente se considera más podemita que Pablenin.
Por cierto ya no se
puede tener al macabro Simón por un simple fusible, es la expresión
de lo complacido que está el Gobierno consigo mismo, la seguridad de
que con los medios todo es manipulable y para siempre aun en la peor
de las circunstancias. El experimento mediático totalitario es
apabullante y seguramente inédito en Occidente desde la II GM.
Desde un punto de
vista sociológico esta dirección socialpodemita es la punta del
iceberg en cuyo fondo anda sumergida una doble modalidad del
revanchismo social. Desde Zp el socialismo se ha unido en torno a la
revancha contra la derecha, elevando esa revancha a proporciones
fetichistas. Les mueve sobre todo el ansia de sentirse vencedores
frente a la “ilegitimidad” de la derecha, acabando con lo que
desde ZP se tiene por impostura: la creencia de que la democracia fue
obra de todos y no de una parte, con el consiguiente programa de
arrumbar la reconciliación nacional. Todo es más sencillo para el
podemismo modélico: el repudio de la reconciliación nacional es un
excelente instrumento para colar el proyecto bolivariano.
Por ahora en la
corriente progubernamental impera el despiste sañudo y en el
gobierno una política de democracia quemada mezcla de convencimiento
instintivo, pavor a lo que viene y soberbia, con el agravante de que
cuanto más se avanza en esa dirección menos es posible retroceder.