lunes, 20 de abril de 2020

ENTRE TANTO PRÁCTICAS CHAVISTAS DE DEMOCRACIA QUEMADA


             Ante el sunami económico y social inminente al socialismo sólo le caben tres opciones: aferrarse a su alianza con los comunistas y separatistas hasta la victoria o la derrota final, desplazarlos por un gobierno de emergencia nacional o por último convocar elecciones. Los puntos cardinales en los que se mueve PSz son el miedo a la gente y la justicia, el miedo a Pablo I., su devoción y simpatía podemita y por último el odio patológico a “la derecha”. El miedo a que la demagogia pablista lo acabe convirtiendo en un nuevo Dantón solo se compensa con el miedo a que sin este socio acabe defenestrado.

            Pero no se puede soslayar la posibilidad de que con éste de la mano el desahucio sea inevitable. Nada sería más lógico y prudente para los intereses duraderos del PSOE que afrontar la debacle social de mano de la actual oposición constitucional, pero ni su gente ni su momenclatura puede sacudirse sin más su odio inveterado y toda esa identidad vigente, orquestada en torno al revanchismo imaginario.

            No es menos evidente que la alternativa socialistapodemita sólo será viable imponiendo un régimen dictatorial, fundamentado en la represión y lo que es más preocupante si cabe: la deshumanización de la sociedad. A eso vamos si persiste esa alianza, sin más coartada y consuelo que el mascarón de una “República” donde no quepan “los ricos” ni “los fachas”. Ya no simplemente por querencia sino por supervivencia una vez que se ha decidido persistir en el empeño temerario.

           Aunque parezca insólita esta perspectiva se complementa con el convencimiento de que la conservación del poder garantiza, más bien es la única garantía, librarse de las responsabilidades judiciales. Pues siendo realistas sólo en el caso de que la debacle económica se lleve por delante el gobierno y la política frente populista de democracia quemada podrán aflorar sus responsabilidades judiciales y conciliarse España con la justicia.

          El temor a que un gobierno de emergencia nacional no impida esas consecuencias puede incentivar la unción al yugo podemita. Desde el punto de vista de Sanchez y su equipo es un motivo poderoso para persistir en lo que le pide su cuerpo podemizado.

           No parece que ni Sanchez ni el socialismo en su conjunto sean muy conscientes de que el escenario que condujo al pacto frente populista es insostenible. PSz se ejercita en prácticas chavistas, práctica que como todo vicio queda adicción, entre otras cosas para conservar la fe de su clack social tezanizada, pero seguramente también porque no sabe como jugar con quien lo tiene claro y se le ha hecho imprescindible. Eso o porque simplemente se considera más podemita que Pablenin.

           Por cierto ya no se puede tener al macabro Simón por un simple fusible, es la expresión de lo complacido que está el Gobierno consigo mismo, la seguridad de que con los medios todo es manipulable y para siempre aun en la peor de las circunstancias. El experimento mediático totalitario es apabullante y seguramente inédito en Occidente desde la II GM.

           Desde un punto de vista sociológico esta dirección socialpodemita es la punta del iceberg en cuyo fondo anda sumergida una doble modalidad del revanchismo social. Desde Zp el socialismo se ha unido en torno a la revancha contra la derecha, elevando esa revancha a proporciones fetichistas. Les mueve sobre todo el ansia de sentirse vencedores frente a la “ilegitimidad” de la derecha, acabando con lo que desde ZP se tiene por impostura: la creencia de que la democracia fue obra de todos y no de una parte, con el consiguiente programa de arrumbar la reconciliación nacional. Todo es más sencillo para el podemismo modélico: el repudio de la reconciliación nacional es un excelente instrumento para colar el proyecto bolivariano.

          Por ahora en la corriente progubernamental impera el despiste sañudo y en el gobierno una política de democracia quemada mezcla de convencimiento instintivo, pavor a lo que viene y soberbia, con el agravante de que cuanto más se avanza en esa dirección menos es posible retroceder.

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