lunes, 2 de noviembre de 2020

DE LA EDUCACIÓN A LA COLEGIZACIÓN

 

Sospeché que podía ser reo de “carcamalidad” , vulgarmente “facha”, cuando me incomodaba que me trataran de “profe”. Pero sobre todo cuando me alarmé porque el profesorado quedaba complacido por semejante trato. Tomé nota de que la educación empezaba a ser otra cosa, que pasábamos de la educación a algo en principio indefinido, mientras transitábamos vestidos con restos de antiguos ropajes cada vez peor vistos. Seguíamos llamando a lo que ya empezaba a desaparecer Educación por lo mismo que las Perfomances pasan por ser Arte sin serlo porque todavía no se sabe como encasillarlas.


La transición empezó desde la implantación de la LOGSE. Como había práctica unanimidad en que por fin teníamos una educación auténtica y verdadera en lugar de la fosilizada instrucción impositiva, venía al caso en qué forma la educación podía concebirse sin descansar en la instrucción. Progresivamente surgió en la denominada “Comunidad Educativa” la zozobra de su verdadera identidad. ¿Cual es el fin de la enseñanza? ¿para qué debían asistir obligatoriamente los alumnos? ¿para aprender, divertirse, socializarse? ¿para saber, adquirir habilidades, don de gentes y de mundo, compromiso crítico y revolucionario?.


Ahora cuando ya de forma decidida las autoridades dan por zanjado el período de zozobra diligenciando el aprobado general, o pase de curso general que viene a ser lo mismo, parece que este destino empieza a cobrar forma. Se cumple con ello el anhelo de las altas instancias burocráticas de la educación nucleadas en torno a un vaporoso conglomerado de especialistas psicopedagógicos, que han dado respaldo teórico al planteamiento de fondo de la LOGSE, mucho más áspero y prosaico que el declamar poético de la escuela lúdica.


En tiempos inmemoriales F. Gonzalez y J.A. Maravall pusieron en marcha la conversión del sistema educativo en drenaje contra la exhibición pública de la desmotivación juvenil y adolescente, normalmente asociada al paro y al no saber que hacer. Algunos creían que bajo la manta institucional el polvo de la vaciedad y la amargura del no valer desaparecería, otros más lúcidos sabían que a efectos políticos esos polvos resultan inocuos si están ocultos. Pero a la larga la molestia del forceps de los viejos prejuicios obsesivos en pro de la transmisión esforzada de la cultura y de la preparación para las exigencias de la sociedad real, se han demostrado un estorbo para que funcione el drenaje “socializador” encomendado a la LOGSE.


De forma implícita ya daba a entender la LOGSE que había que liberarse de estas tiránicas cautelas, pero sin hacer de ello alarde público. Las señales de que “alumno suspenso, mal profesor” se iban filtrando y empezaron a ser entendidas por doquier. En la práctica toda la comunidad educativa se iba adaptando a hacer del nivel medio la medida idónea y a que este nivel se rebajase lo que hiciese falta para que fuese lo más demediado posible y todos cupiesen. Tal como funciona por ejemplo el mercado televisivo.


Que mejor que preparar al alumno para ser fuerte ante los traumas es evitar a toda costa la más mínima ocasión traumatizante. ¿Y que trauma podía ser más invasivo que el suspenso? Paulatinamente salvo rarezas los repetidores lo eran por desesperación y manifiesto afán de no entrar en el juego de aparentar un mínimo interés o una mínima contención de sus impulsos primarios. A pesar de ello, con la tabla de salvación de que todavía el suspenso era posible, muchos profesores y algunos alumnos, y hasta algún que otro padre melancólico, mantenían la compostura aparejada a “los prejuicios” tradicionales, rendija esta por la que se podía colar algo de conocimientos, ganas de aprender, y hasta disciplina, con perdón, y brotes de respeto.


Pero el salto a un tiempo más coherente con los ideales reales y en tiempo vergonzantes de la LOGSE ya está en el momento de la consumación. Para glosar el nuevo rumbo y la nueva realidad un eminente maestro, premio nacional del mejor docente, comentaba en Antena 3, las bondades y peligros de lo nuevo. Es peligroso por ejemplo que puedan pasar de curso alumnos que tengan en Matemáticas y Lengua, asignaturas cruciales, 1.5, pero que como la ley tiene una finalidad “competencial”, de promover la “ilusión” del alumno y no resultadista, en el caso de que un alumno suspendiera cuatro asignaturas con 4,5 tiene sentido que pase de curso. Pues el 4,5 sería prueba de afán de superación aun con resultados en ciernes. Le puedo asegurar a dicho profesor que un caso como ese es más improbable que el retorno del Universo al estado previo al Big Bang en la unidad temporal más diminuta imaginable. Cualquiera con un mínimo de experiencia sabe que en el noventa y tanto más por ciento de los casos el 4,5 es un aprobado, pasa a serlo, y que de coincidir varios, tal como imagina, con solo saberlo unos de otros su transformación en aprobado en cada caso sería instantánea. Pero sirva el ejemplo para sugerir que en el fondo la nueva ley no haría más que “hacer normal como ley lo que es normal en la calle”. Quitando de paso los molestos problemas de conciencia.


Se ha descubierto por fin la ubicación del tesoro que estaba en el plano de la LOGSE sin entenderlo cabalmente hasta ahora, oculto por las legañas de los prejuicios de los tiempos del libro y de la incentivación cultural. Ahora partimos de que eso llamado cultura es para todos la misma dádiva por igual, que no es una vía a transitar sino una hamburguesa a devorar según el consumidor y que cada uno tiene su cultura, o lo que sea tan digna, como la de cualquier otro. Quien lo cuestione debiera ser reo de promover el trauma y el dolor entre quienes han nacido para vivir como colegas en el Paraíso. ¿Y qué otra cosa puede ser la escuela sino el preludio del Paraíso de los Colegas?.


El tránsito de la Educación a la “Colegización” toca a su fin para beneplácito de gran parte de la sociedad, y primero que nadie del gobierno.Pero no es tan fácil como parece, aun contando con la trituración de los viejos prejuicios y de los prejuiciosos. Por lo menos no todas las circunstancias que acompañan a la nueva situación son canela fina.


Dejemos de lado a los profesores, alumnos y padres, especialmente los profesores, que vean ofendida su dignidad profesional o su dignidad cívica. Ya se las apañarán. Seamos prácticos. Lo que ha permitido que el drenaje funcionase mal que bien fue la vieja aureola de la educación. La posibilidad del suspenso asociada a la necesidad y la conveniencia de aprender. Es decir que estar en clase sirve para algo más que para pasar el rato. Residuo que todavía socava la mente y las costumbres de la vieja sociedad. Y por ende de muchos alumnos y hasta padres. Desde luego es de temer que “la liberación de la gramática”, como diría García Marquez, no desemboque en el apremio voluntario de la creatividad y la curiosidad por lo más noble, sino en el más atroz aburrimiento y en el implacable rebotarse en la propia nulidad.


¿Como será posible siquiera mantener la asistencia? o en caso de que esta sea necesaria para recibir el pase ¿como será posible que la obligación de asistir a “clase” no sea tomada por una agresión por quienes se van a sentir condenados a perder el tiempo? ¿o que incluso la misma existencia de la “clase” no sea una provocación traumática? Mientras estos temores van a ir tomando cuerpo piensan algunos que sin la coacción de los exámenes y conocimientos obligatorios se despertará el natural afán roussoniano de conocer, crear...como quien cree que, inversamente si desaparece la represión de la droga desaparecerá el deseo de consumir.


A la espera de tal milagro se impone la aceptación de la nueva realidad. Se puede empezar por ejemplo a reciclar a los enseñantes ensayando nuevas aportaciones y encomiendas, por ejemplo de animadores sociales, prestidigitadores, coach, comentaristas, cuentacuentos, estatuas vivientes...aprendiendo de los medios y la red a desplegar los recursos y la inventiva por doquier, tomando nota de las Influencers y de toda clase de exhibiciones circenses reticulares, los trendin topics o como se diga, que así andan, dicho sea de paso, lamentándose sin trabajo los dignos profesionales del Circo.


Tal vez esto sirva por un tiempo, pero dudo que sea suficiente y que no se reclame de los “profes” una mayor aportación, hasta incluso disposiciones sacrificiales...No seamos ilusos llegado un punto ni eso bastaría, pero habrá que esperar. Para compensar cabe la posibilidad de que se hagan grupos entre los que quieran aprender y cultivarse...perdón lo retiro no caía en que eso sería discriminatorio, antigualitario y elitista. ¿Se permitiría al menos que intentaran montar Escuelas al margen del sistema de colegización? ¿aunque fueran secretas y clandestinas? Sólo para que algunos melancólicos culturales no entren en tal depresión que carguen sobre la sanidad pública con gastos superfluos y disparatados.