“Hacer de la necesidad virtud”, en jerga sanchista eso significa
“hacer de la virtud necesidad”. En esa jerga en la que la
inversión del significado lo soporta todo. Dicho esto “virtud”
para su Sanchidad significa llevarnos por donde nos está llevando y
además de la forma como lo hace. Por eso un gran error es atribuir a
las circunstancias y no a los deseos y ambiciones la coyunda con el
prófugo. Sus deseos y ambiciones son coincidentes en lo esencial. El
Procés monclovita ha ido madurando tanto como lo ha hecho madurar su
instigador con zarpa de hierro y mente de zorro.
Las circunstancias
han propiciado una nueva fase, tal vez la decisiva. Hemos entrado en
ese momento fetén para echar el Órdago. El momento más
embriagador para quien la virtud es vivir en el vértigo y la
deconstrucción. Del principio de la realidad al principio del
placer. Ya nuestro Madurez puede darse a su placer más profundo, el
que se deriva de poner al sistema en la diana. Mientras jugueteaba
con la realidad, es decir con la incredulidad pública sobre sus
propósitos, le sacaba punta a su señuelo favorito. Ese de que es un
psicópata loco de poder. Nada disimula más su meta y política que
los emplastos de la psiquiatría casera. Ciego de poder sí, pero de
poder destituyente/constituyente según el patrón del radicalismo
bolivariano. Este heredero y albacea sin tacha y sin escrúpulos de
lo más perverso del socialismo hispano, no se ha creado de la nada,
como tampoco su mentor ZP. Ahora ya pasa a presumir de lo que
verdaderamente quiere. Seguramente se ha quitado un peso de encima,
en lo que a psicología se refiere.
Al menos ya quien
más quien menos admite que estamos en camino, se nos encamina, hacia
una república bolivariana. Pero por desgracia la inercia de la
creencia que la democracia es tan invulnerable como inmutable la
órbita de la tierra alrededor del sol se resiste a esa evidencia,
por mucho que Sz ya no se moleste en disimular. Es demasiado
horroroso pensar que estamos dejados de la mano de Dios y en las
manos del Diablo.
Dicho esto, para Sz.
el flanco más peliagudo es la U.E. y USA. Lo ha cuidado
esmeradamente con su visión de lince. Tanto que parte de la ventaja
de la incredulidad sobre sus verdaderos propósitos. Así ha sucedido
en España y es lógico que suceda en Europa. Pero con la diferencia
de que para cualquier nación con mínimo asiento suena tan
inverosímil que una nación se suicide y se desnacionalice, como que
una comitiva de Extraterrestres llegue a la tierra para pasar con
nosotros la Navidad. Si algo ha demostrado la política del s. XX es
el gran poder de la incredulidad colectiva. Y Sz. ha demostrado ser
un consumado maestro en el arte de aprovecharla.
El experimento de
un sistema bolivariano en el corazón de Europa suena a algo
antinatural, tanto que simplemente imaginarlo parece una
extravagancia. Conforme al principio de incredulidad lo que procede
es mirar para otro lado como se mira la cuestión de la emigración
por ejemplo. Al fin y al cabo el mito de la España esencialmente
disparatada entre sus rarezas lo “explica” todo.
Sólo corre peligro
el velo de rasgarse si hay suficientes protestas institucionales y
callejeras como para que tengan eco fuera de España. Si esto no lo
para y logra encajar las piezas con sus socios, Sz podrá presentar
su sistema bolivariano como una democracia ultraprogresista. El
modelo mundial de la “nueva democracia”.
Porque a pesar de
todo necesita que Europa mire hacia otro lado y a la larga le dé su
placet, por minúsculo y condicional que sea. Está en juego la
viabilidad moral y económica de su objetivo. ¿Tragaría la
población española quedar fuera de Europa? No es baladí que la
población española se sienta ante todo europea, incluso para muchos
más europea que española. ¿Aceptaría la inmensa mayoría de la
población que peligre su bienestar y prosperidad? Sin la ayuda
financiera y sin consentimiento moral la aventura sanchista tendría
que desembocar en una dictadura sin tapujos impuesta a todo trapo.
Una dictadura vengadora de cárcel y exilios masivos. Parece
demasiado riesgo, por mucho que lo pida el cuerpo.
Al menos como
primera providencia lo más plausible es que Sz trate de insertar su
felonía en la dinámica europea. Aun cuando la incredulidad
comunitaria se torne en sospecha y mosqueo, véase asunto Hamás.
Para lograrlo tal vez cuente con la carta del chantaje o de la
zanahoria. Amenazando con que la quiebra de la economía española
supondría un agujero negro de incalculables consecuencias para la
U.E. Proponiéndose como interlocutor idóneo con los regímenes
bolivarianos y neocomunistas, lo que podría verse como un servicio
útil en las horas de tanta zozobra que padecemos los europeos.
Por supuesto todo
depende de la deriva de la comunión socialcomunista separatista.
Todo indica que el proyecto sanchista requiere de un “acuerdo de
caballeros” con los separatistas, acuerdo consistente en que estos
pospongan la proclamación de la independencia, con la protocolaria
resurrección del Procés de por medio, hasta que Sz. logre y
consolide una dictadura “progresista”. Sz. los necesita para ello
tanto como estos a Sz para lo suyo. De lo contrario, de ponerse la
directa hacia la independencia por anticipado, la tierra se tragaría
al socialismo y el “progresismo”. Sz. tratará de convencer que
la impaciencia es mala consejera, mientras los separatistas le dan
vueltas a eso de que “ahora o nunca”. En este tira y afloja
radica más de la mitad de la partida.
Pero esa es otra
historia. A escala internacional se cierne la sombra de una nueva
balcanización. Es un destino plausible según están las fuerzas
desenganchadas. Si en Europa esto se tomara en serio habría dos
posibilidades: la primera que se dé carta blanca a Sz para que
modele España a su antojo, incluyendo la posible independencia de
partes, con la esperanza de que de esta forma se frene la hemorragia,
es decir haya un nuevo status sostenible ; la segunda ahogar las
posibilidades de que Sz. nos balcanice a sabiendas de que esa sería
la consecuencia inevitable de la aventura, poniendo su régimen en
cuarentena.
Al fanático de la
Moncloa le queda mucho encanto por exhibir en Europa y el mundo,
llenar Europa de risas con motivo de los “locos” que hablan de
dictaduras y otras bajezas. Por aquí el señuelo de la psicopatía
todavía puede dar algo de sí, aunque ya se quede en coletilla de
perplejos, mientras cueste sacudirse la incredulidad.