viernes, 28 de agosto de 2020

OPERACIÓN ROCOCÓ



        Como es notorio el Rococó pretende amansar la intromisión barroca en las contradicciones y refriegas, por medio de una fachada amable aunque insulsa, lo más concorde con el gusto del espectador común. Es supino despiste atribuir el despido de Cayetana A. de T. a una disputa ideológica, como la que podría darse entre el liberalismo y el conservadurismo, por mucho que tales simpatías anden larvadas en la derecha. Cualquier disputa ideológica es extraña a la derecha española, en gran medida porque debe su capacidad de resistencia y de perpetuación no sólo a la fuerza de su espíritu de resignación sino a su complementario eclecticismo acomodaticio. A este respecto el enérgico liberalismo de la ilustre despedida podía conmover y apasionar tanto como el pasotismo marianil.


        Pero si pasamos al terreno práctico de la estrategia y la táctica política el embrollo es mayúsculo. Cayetana proponía que el PP emplazase a Sz. a formar un gobierno de concentración nacional. Eso debería poner en apuros al Supremo Dr. ante el presunto elector moderado socialista, o en todo caso facilitar el acercamiento de este cuando sufra el desastre y empiece a darse cuenta del mismo. Con independencia del fundamento y del acierto de esta táctica, se convendrá que es el colmo del “centrismo” y la moderación.



        Cuando la cúpula del PP rechaza esta opción en nombre del centrismo y la moderación no lo hace sin duda por las posiciones de la despedida, con las que podría tener una relativa sintonía o discrepancia según el caso, sino por lo que significa según manifiesta su estilo de hacer oposición. Aunque sea un motivo aparente, no es muy aventurado suponer que el rechazo a tomar la iniciativa frente al Dr. obedece al mismo motivo que paralizó a Rivera empujándolo a pinitos desaforados, me refiero al síndrome VOX, el miedo a que VOX le muerda los talones.


        La defenestración de Cayetana en virtud de la significación de esta viene a ser el reconocimiento público de la incapacidad del PP de agrietar el cinturón de hierro mediático que protege al gobierno, aun a costa de la garantía que suponía la misma portavoz a la intrusión de VOX. Porque el aprecio público ganado por la ex portavoz obedece tanto a su sinceridad y valor frente a las verdades intenciones de la coalición gobernante, como la capacidad de llamar al pan pan y al vino vino con altura y sin que parezca un pregón troquelado. En este sentido el PP nada tenía que envidiar de VOX salvo presumir de mayor brillantez y profundidad. Porque no se olvide lo que divide al público de la derecha es la confianza entre lo que se dice o se supone y lo que se hace.


        Nuestro personaje tenía por encima de sus propuestas y estilo un valor simbólico que ha terminado por ser incómodo al Partido, al no quedar circunscrito a límites protocolarizados. La intromisión en lo que se tiene por feudo de la izquierda sin más cobertura que la voluntad de tomarse en serio las ideas ha resultado excesivo para el perfil sedentario del Partido.


        Desde luego nada irrita más a la izquierda que se les de lecciones y que se ponga en un brete su presunta superioridad no ya moral sino, especialmente, intelectual. No concita su inquina la apariencia, el linaje ni siquiera al estilo entre glamuroso y distante, de su fustigadora, sino su posicionamiento. De estar en el área de la izquierda en los mismos término se la pasearía como gloria presente a modo de “marquesa roja” y encantadora demostración de que la superioridad moral es consecuencia de su superioridad intelectual.


        En este sentido la incomodidad de la cúpula del PP suena a requiebro vergonzante que sigue a la interiorización de la incomodidad que sufría la izquierda. Se empieza creyendo que incomodar a la izquierda es inoportuno porque ésta se revuelve con más fuerza, lo que en parte es verdad, y se acaba creyendo que la izquierda tiene razón al incomodarse, lo que es miserable. Es lo peor de este episodio que tácitamente se avale el sambenito de la “radicalidad” de quien no da por buenas las contradicciones del poder gubernamental y de quien por eso, al hacerlo con estilo peculiar, tiene significación pública.


        Pero como el simbolismo que ha adquirido la despedida afecta a la forma de entenderse el partido, el episodio da a entender la dificultad de que en los partidos quepa la personalidad singular y no sólo la autómata y consuetudinaria.


        En el terreno práctico esta maniobra Rococó juega a no significarse para hacerse merecedor de un trato neutral y con el menor repudio mediático posible a la espera de que el caos arrastre al Gobierno por el sumidero. El formalismo tan típico en la derecha que hace gala de sentido común y de “buenas maneras”, como sino se pudiese decir la verdad con “buenas maneras”, anima a la ilusión de que el gobierno y su corte mediática los tratarán con comprensión en el caso de “no significarse” y ser “constructivos”.


        Pero debieran tener en cuenta que, para el gobierno, tanto da una derecha como otra, es decir una no izquierda como otra, con Cayetana o sin ella. Que además el proyecto sanchista va más allá de simplemente reproducirse en el gobierno. Que desde la perspectiva del Dr. la pandemia no tiene porque ser un obstáculo insalvable para “seguir adelante” y, lo que es más importante, que con la llave de la presión mediática y social en sus manos aspira a orientar el caos en dirección a sus objetivos, que tan pocos se toman en serio, y que puede hacerlo.


        Por ejemplo ahora ante la partida de los Presupuestos el gobierno va a emprender su peculiar operación rococó contra el PP sin que el apartamiento no menos rococó de Cayetana vaya a aplacarlo en su afán de responsabilizarlo de insolidario. La diferencia es que mientras la maniobra gubernamental es de diseño, tan burdo como efectivo, el retorno marianesco tiene mucho del arrepentimiento del hijo pródigo, pero no en clave evangélica sino mostrencamente política.


        No conviene olvidar algo por lo demás evidente. Si algo confirma la actitud colectiva ante la Pandemia es la contumacia con la que media España, la progubernamental, domina sobre el resto. Pero también que su adhesión a la causa gubernamental nada tiene que ver con los hechos y las obras (“por sus obras los conoceréis”), ni siquiera con los intereses e ideas, sino con la persistencia del Mito. 

Por supuesto  que no me refiero al Mito Sanchez sino a la Mitología que con tanta aplicación se esfuerzan en representar P&P a costa de convertir a España en el "enfermo de Europa". España esa nación donde la Mitología sigue imperando sobre la civilidad.

Desmitificar es un trabajo extraordinariamente resbaladizo y complejo pero es imprescindible. Hay que contemplar y atar muchos cabos pero con seguridad no cabe el “no significarse”.