lunes, 24 de octubre de 2016

"EL PUEBLO" EN LA VERSIÓN BATASUNA Y PODEMITA.



Quisiera hacer varias observaciones del muy pertinente articulo de L. Haranburu "EH Bildu y Podemos"  que incorporo al final. 

Estoy de acuerdo en que, en resumen, para EH Bildu el pueblo es una sustancia étnica meta histórica y para Podemos son las masas revolucionarias en movimiento. Pero haría algunos matices.

-Bildu entiende también el pueblo como una entidad revolucionaria anticapitalista y así lo siguen muchos. Ha capitalizado los afanes revolucionaristas, no me atrevería a decir revolucionarios, al conseguir canalizarlos alrededor del nacionalismo, con lo que ha fundido revolución (social) y nacionalismo, aunque lo que pretenda exclusivamente sea la independencia de “euskalherría”. Pero para los seguidores también revolucionaristas este matiz es demasiado fino.

-Podemos considera que los nacionalismos revolucionarios y cualquier nacionalismo en general son parte del movimiento revolucionario y quizá hoy por hoy la principal fuerza de choque.

-Podemos gestiona movimientos colectivos y sobre todo mentalidades populares que hunden sus raíces en la tradición anarquista, federalista y cantonalista ibérica, tradición sin la que por otra parte serían incomprensibles los nacionalismo fetén hispanos. Naturalmente para que esas inclinaciones colectivas existan no es preciso haberlas aprendido en clase o a través de la propaganda política.

Así los vasos comunicantes entre la orientación y el espíritu batasuno y el podemita son mas profundos de lo que se deduce de las meras definiciones teóricas de estos fenómenos y explican la enorme porosidad que hay entre los públicos que los siguen.

En la medida que estamos en un régimen electoral cada marca ha de cuidar su cuota de mercado, ya que de ello depende su suelo político. Pero ambos coinciden en el objetivo de destruir la democracia constitucional, por lo que su potencial alianza es algo mas que táctica o circunstancial, por muchos roces que pueda haber. La diferencia, es cierto, afecta a que los proetarras ya son un movimiento cuajado de domina matonilmente la psique moral de la población vasca, vulgarmente hablando la tiene acongojada, y Podemos aun tiene camino por recorrer para hacerlo en toda España. Pero sería de exagerado optimismo creer que los escraches a Gonzalez y Cebrian así como múltiples “celebraciones” de este tipo son pachangas impostadas, como sino hubiera un sustrato de odio ya bastante cuajado en el podemismo social.

Respecto al problema de fondo ¿admitiría Podemos la secesión si tuviera el poder absoluto? Pues depende. Ahora cuenta, con todo el delirio que se quiera, con que el impulso secesionista puede traer la revolución, lo que ellos llaman proceso constituyente, o que al menos es imprescindible para ello. Sino fuera así no se entendería su postración ante “las mareas” y demás socios. Por su parte los batasunos saben, por muy zoquetes que fueran, que el tren de Podemos y el de la secesión catalana es su mejor oportunidad. Lo que si está claro es que, si estuviéramos en esas, los podemitas no se moverían por patriotismo sino por revolucionarismo que es cosa distinta y que los batasunos tendrían mucho poder que imponer.


EL CORREO 24/10/16
LUIS HARANBURU ALTUNA
EH Bildu y Podemos
Determinadas acciones y posturas parecen equiparar a EH Bildu y Podemos, pero existen diferencias de orden político y conceptual que los hacen antagónicos. Los acontecimientos del miércoles en la Autónoma de Madrid donde se impidió hablar a Felipe González y Juan Luis Cebrián, guardan no poca semejanza con el linchamiento de los guardias en Alsasua. Ambos sucesos ponen en evidencia la intolerancia de batasunos y podemitas; sin embargo, no deben movernos a engaño las apariencias. Lo acontecido en Madrid tiene los visos de una radicalidad impostada al servicio de la confrontación entre Iglesias y Errejón, mientras que el linchamiento de Alsasua parece obedecer al odio estructural del abertzalismo más irredento. Son dos cosas distintas, como distintas son las conceptualizaciones políticas de ambos. Con ser grave la intransigente negación de la libertad de expresión de los seguidores de Podemos a sus adversarios, lo es más el linchamiento físico de los supuestos enemigos en Alsasua. Obedecen a pulsiones iguales aunque diferenciadas. Atañen a la esencial distinción entre el adversario y el enemigo.
Tras las últimas elecciones al Parlamento vasco, se ha especulado con la posibilidad de que Bildu y Podemos puedan constituir una alternativa al Gobierno del PNV. Efectivamente, la alternativa sería numéricamente posible siempre y cuando contaran con la complicidad del PSE, hoy por hoy descartable por razones obvias de oportunidad y coherencia. Pero más allá de una supuesta proximidad programática en lo social entre Bildu y Podemos, existe una potente razón ideológica que hace incompatible una alianza estratégica entre abertzales y populistas. En Bildu se ha querido ver en el derecho a decidir, suscrito por Podemos, una identidad política que carece de fundamento debido a la distinta concepción acerca de lo que entienden por ‘pueblo’. Tanto Bildu como Podemos tienen al pueblo como principal referencia de sus políticas, pero ambos asignan distintos contenidos al mismo. El pueblo que Bildu invoca como artífice de su construcción nacional (herrigintza) nada tiene que ver con el que Podemos pretende construir como artífice de la nueva hegemonía política que aspiran a liderar. Ambos invocan un ‘demos’ sobre el que pretenden construir sus respectivos proyectos, pero están hablando de cosas distintas. Para Bildu existe un pueblo formado por los siete herrialdes que constituyen Euskal Herria, pero para Podemos el pueblo que se pretende construir es todavía un mero proyecto, asentado en una multitud de demandas populares, capaz de generar una voluntad colectiva para construir una nueva hegemonía opuesta a la actual. El pueblo que Bildu reivindica es una entidad preexistente que se fundamenta en la etnia vasca y posee una identidad factual reconocida por el conjunto del nacionalismo vasco. Es un pueblo que equivale a la patria frustrada; una ‘nación’ que ya preexiste e interesa ‘liberar’. El pueblo de Podemos, sin embargo, es todavía una mero significante ‘flotante’ al que es preciso reasignar un significado político que aún carece de una identidad precisa.
Con independencia de la diversa concepción del pueblo, los dos coinciden en el hecho de que para que haya pueblo es preciso articular una frontera. Esta frontera, sin embargo, divide entidades muy diversas si nos atenemos a sus respectivas concepciones ideológicas. Para Bildu, la frontera imprescindible es una raya de índole física y geográfica que separaría a Euskal Herria de España y se halla prefigurada desde ya en la línea divisoria que separa a los vascos abertzales de los que no lo son. El pueblo de Bildu tendría, por lo tanto, una entidad geográfica que acogería a un ‘demos’ identificado como abertzale. La frontera que Podemos pretende instaurar para articular su pueblo, carece de un ámbito geográfico distinto al español y tiene la intencionalidad de construir una identidad que reúna a quienes se sienten excluidos por la actual hegemonía del régimen político instaurado en 1978. La distinta concepción de Bildu y Podemos acerca de lo que entienden por ‘pueblo’ es geográfica y políticamente distinta. Podría afirmarse que si bien es cercana la sensibilidad social de ambas formaciones políticas, la marca fundamental por la que ambos partidos definen a su pueblo es antagónica.
Por mucho que Podemos suscriba el derecho a decidir, su ‘pueblo’ no se circunscribe al ámbito geográfico vasco; más bien parece que el derecho a decidir, suscrito como una ventana de oportunidad, es una más entre las demandas. Pienso que el PNV acierta al considerar que Podemos suscribe el derecho a decidir como un mero instrumento funcional al servicio de lo que Ernesto Laclau concebía como la cadena equivalencial indispensable para articular la nueva identidad del pueblo en pos de la hegemonía. La ambigüedad con la que Podemos actúa en Cataluña coqueteando con Puigdemont no debería hacer pensar que su proyecto político es asimilable a los nacionalismos periféricos. Estos nacionalismos son meras ventanas de oportunidad para desestabilizar al actual sistema de poder que Podemos utiliza para construir una hegemonía alternativa en el conjunto de España. Las demandas nacionalistas pueden hallar acomodo puntual en la amalgama de las demandas encaminadas a articular la cadena de equivalencias, pero no parece probable que estas constituyan su núcleo referencial. Bildu y Podemos se observan con interés e incluso pueden amagar una afectividad táctica pero ambos son antagónicos por cuanto que necesitan anular al rival. Se trata, en palabras de Mouffé, de enemigos amistosos. Una amistad circunstancial alimentada por la identidad del adversario común que ejerce la hegemonía política en Euskadi.

miércoles, 12 de octubre de 2016

LAS ALMAS PODEMITAS


Es moneda común la opinión de que el podemismo tiene dos almas, la estrictamente populista y otra socialdemócrata pragmática. Se me antoja que la diferencia realentre estos, si la hubiera, no es de sustancia y estriba más en como llevar el negocio de la ingeniería política. Pero hay dos almas más profundas y verdaderas si lo consideramos desde el punto de vista de la disposición y la actitud ante el mundo de quienes se adhieren a este movimiento totalitario, de forma más activa y comprometida o más pasiva. Resulta así más bien Podemos un armazón stalinista con sangre anarcoide y fachada populista. Pues el tan cacaraeado “populismo” no es más que una forma de calificar a un fenómeno totalitario que no entra en lo cánones hasta ahora conocido.

Pero es lo más interesante esa alma anarcoide, agazapada en un difuso y nihilista rechazo del sistema y sus élites, las élites en general y el sistema en general, que sostiene y se deja llevar por las élites leninistas, estos sí, sin demasiada conciencia de lo que hacen y llevan entre manos, la verdad sea dicha. Los vemos como entroncan vagamente con la izquierdas primigenias ibéricas que abrazaron el federalismo, el cantonalismo y por fin el anarquismo, toda esa mezcla de individualismo, espontaneidad, comunitarismo y mesianismo místico, a la que el socialismo marxista trato de racionalizar, domesticar y llevar a su terreno con resultados como mínimo ambiguos y contradictorios.

Ya naturalmente no queda nada del obrerismo que daba sentido a los afanes revolucionarios. Ahora los podemitas son principalmente profesionales, estudiantes y medianos urbanitas que, por encima de todo, pretenden escapar de la mediocridad de una vida acomodada convirtiéndose en los protagonistas de la historia. A la nueva atmósfera acrata, que no se reconoce como tal, no le anima proyecto político alguno, como no sea el de suprimir de la sociedad la política, es decir la pluralidad y la negociación, so pretexto de acabar con las élites y el stablishment, y traer por fin la fraternidad universal. Ya no estamos para revoluciones de verdad sino para disfrutar de la comodidad, pero con pureza.
Este neoanarquismo edulcorado por la sociedad de bienestar, la LOGSE, y encabronado por los medios y el agujero negro que es la Red, es el magma que desprende la ruina ideológica de la izquierda oficial y establecida, una vez que esta ha fracaso en su responsabilidad de hacer comprender a la izquierda sociológica lo que significa vivir en una sociedad democrática occidental.


¿Pero cómo es posible la entrega a unos espabilados leninistas de estos vagos retoños del peculiar individualismo comunitarista ibérico? Es que ya hay poco lugar para la disputa ideológica. Lo que eran macizas ideologías se ha disuelto en una pasta amorfa de la que sólo se alimenta la mala leche, con perdón, y los vagos sentimientos de regeneración de un mundo que se teme en crisis. Se toma por discurso ideológico, visión cabal del mundo, la natural repugnancia de los humanos a los privilegios, la corrupción y la injusticia. Uno se cree especial al tener esos sentimientos y cree poder establecer una línea de distinción entre los buenos y los malos ciudadanos, entre los que tienen esos sentimientos y quienes carecen de ellos. “Soy bueno, justo y solidario, sufro por quienes lo pasan mal, luego estoy en posesión de la verdad y dispongo de las claves de lo que ha de ser la sociedad y el hombre nuevo”, piensa el nuevo redentor y además plenamente convencido. 

Con este bagaje de ideas es fácil prever el resultado del juego entre los revolucionarios profesionales, que están destinados a mandar, y los profesionales y aspirantes a serlo que se sueñan revolucionarios, llamados estos a aplaudir. Los primeros entienden de como complacer a los segundos, amortizando sus nobles sentimientos con poder constante y sonante.

También viene esto al caso para buscar una mínima explicación de la amalgama entre el podemismo anarcoide y las diferentes versiones secesionistas, tan ibéricas por otra parte, como no puede ser de otra manera. Es secundario al respecto el interés táctico de los dirigentes podemitas para sus componendas revolucionarias o “constituyentes”. 

El fenómeno significativo es la constatación de que tales componendas que hacen de Podemos la cuña del secesionismo no afecta a la fidelidad de los seguidores podemitas. Sin duda que el odio al enemigo ciega todo lo demás, como cuando los revolucionarios izquierdistas iraníes se entregaron a Jomeini para desalojar al Sha y acabaron exterminados. Pero hay también una disposición casi congénita a establecer puertas giratorias entre el separatismo fetén y el izquierdismo y cualquier forma de populacherismo ibérico, dentro del que cabe con merito sin par hasta el carlismo decimonónico. 

El gozne de esta puerta es el mito tan arraigado en nuestras tierras de que el Estado es un ente parasitario que impide que el pueblo, ahora llamado “gente”, se gobierne a sí mismo, de forma pura y sin mediaciones. Por muy contundente que sea la realidad y la experiencia constatable de la historia hay instintos profundos que no parece que puedan desaparecer. Al menos por algunos parajes.

sábado, 8 de octubre de 2016

¿SALIR DEL LIMBO?


Vaya por delante mi discrepancia con quienes piensan que los nacionalistas catalanes no quieren la independencia sino el "independentismo" para estar eternamente en su limbo. Creo más bien que instalados en el limbo todavía no tienen la suficiente claridad y confianza para dar el salto.No por miedo a las "represalias" del Estado sino al posible castigo político de la sociedad catalana ahora agazapada en el silencio. Seguramente que la incorporación de la Colau les puede dar las garantías que necesitan.

La que se presenta como última conjura de los secesionistas en torno a la fórmula y la coartada para proclamar la independencia y la República catalana, da carta de naturaleza oficial al LIMBO en el que estamos instalados, por lo menos desde que se inició el Procés, y le pone fecha de caducidad oficial, con la proclamación de la independencia a plazo fijo, si algún milagro no lo impide. Me refiero claro está a la situación caracterizada por el hecho de que el Estado es incapaz de hacer cumplir la ley, renunciando por impotencia, miedo o confusión, mientras que el “poder sedicioso” impone su “derecho”a la desobediencia, mientras activa la “desconexión”. En teoría el Limbo se podría eternizar si esto dependiera de la voluntad de las partes. El Estado justificando su inacción como un peaje incómodo para desgastar a los secesionistas, mientras estos justifican la tardanza de la proclamación, tantas veces anunciada, por la necesidad de atar todos los cabos.

Pero en la práctica tal estado de cosas no puede durar sin resolverse en un sentido o en otro y seguramente son los secesionistas quienes tienen que mover la ficha más decisiva una vez que han convocado al “pueblo catalán” al asalto definitivo. Está por ver si el movimiento es suficiente y el Estado por ejemplo transige en que la mafia secesionista se haga con los impuestos de los catalanes tal como pretende. Es obvio que, de transigir, el referéndum y la proclamación serían ya un mero trámite festivo.

Salvo en el País Alicia tal situación movería a la unión nacional y la indignada movilización de la sociedad, pero en el Pais Alicia, todo lo más, algún tertuliano con ganas de dramatizar lo reprueba y algún juez abrumado al que le cae el marrón dicta que se tomen medidas para que se cumplan las medidas que se han dictado y no se han cumplido.

La verdadera anomalía es el convencimiento de la clase política, trasladado a la población, de que no hay más que matraca y que al fin y al cabo “la independencia es imposible”. El convencimiento es tan profundo que se asume que hacer cumplir estrictamente la ley sería una provocación que “fabricaría más independentistas”. Algunos matizan que, una vez puesta en marcha la ley, esta es implacable, sin duda por razones metafísicas, y que no tiene sentido alarmar a la población. Así al “está aquí el lobo” se responde con el “que viene la ley”.

Tanto se ha presentado como “una huida hacia adelante” sin salida alguna, lo que objetivamente es una traición, presta a a consumarse, contra la democracia y un atentado contra los derechos de los españoles, que la gente anda harto convencida de que el problema catalán es un lío entre políticos para ocultar “los problemas reales” . Temen así los políticos que, de tratar de disuadirla, parecerían más culpables de “crear problemas donde no los hay”.

Sin duda que la irracionalidad del Procés, tanto en sus metas y dudosos beneficios como en el contexto de la realidad nacional e internacional en la que vivimos, avala el escepticismo y hasta la rechifla con que la clase política dirigente, el stablishment mediático e intelectual y la sociedad española en general, se toma el proceso. Pero también se ha instalado un complejo ante el nacionalismo que enturbia sin duda la correcta comprensión de sus verdaderas tendencias e inclinaciones, por no decir de su fuerza.

Desde la transición es un dogma, creado fundamentalmente por la izquierda y creído por todos, por conveniencia y comodidad, que los nacionalistas son una fuerza democrática digna de confianza, aunque con prejuicios que podían llevarla a equivocarse.

A espaldas de la experiencia que sufrió en la guerra civil (vease entre otras muchos sucesos lo que cuenta Azaña en “la velada de Benicarló” ) la izquierda ha estado convencida de que las demandas nacionalistas, así como su potencial rebeldía, son en lo fundamental justas y vienen motivadas por el desdén e incomprensión de la derecha y del centralismo eterno. El hecho de que coincidieran los nacionalistas con los “progresistas” en los procesos dirigidos a la democratización y modernización hacía creer que, al culminarse ésta, olvidarían sus reticencias hacia España.

No menos fortuna ha hecho la creencia de que a la burguesía y al nacionalismo catalán sólo le interesa “la pela” y que la mejor forma de conseguirla es ordeñando al Estado. Se interpretaba así que, por ejemplo, la búsqueda de la protección del Estado, como cuando llegó incluso a promover la dictadura primoriverista contra los anarquistas, probaba que estas elites desleales nunca estarían dispuestas a prescindir de la tutela del estado español y acabarían integrándose en el mismo. Pero una cosa es que les mueva la pela y otra distinta que no se puedan mover a la independencia por la pela, cuando les convenga o cuando puedan.

Mientras las izquierdas acogían a los nacionalistas como fuerzas democráticas para sumarlas contra la derecha, las derechas soportaban esa molestia, convencidos de la capacidad de control de las izquierdas sobre estos, hasta el punto de que las veleidades independentistas quedarían para el oficio de algunos rituales de masas.

En cualquier caso existía el convencimiento de que los partidos nacionales nunca permitirían juntos que el Estado se pusiese en cuestión, aun en el peor de los casos. Pero en la práctica esto es imposible, sino se tiene claro y se coincide sobre cuando, como y en qué forma el Estado está puesto en cuestión. En este sentido el interés del momento y la comodidad conducían a negar que el chantaje permanente al Estado fuera una muestra de la deslealtad de fondo del nacionalismo y a considerar esto sólo esto deslealtad ocasional o “tacticismo”, que en ningún momento puede suponer amenaza alguna al Estado.

Sólo cuando en el felipismo los socialistas estaban fuertes y podían prescindir de los nacionalistas hicieron un amago, la LOAPA, de fijar las condiciones que protegieran al Estado del peligro de la deslealtad nacionalista y de la permanente exposición a la “buena voluntad” de estos. Una vez que se acentuó la hostilidad entre la derecha y las izquierdas hasta el cainismo, unos y otros rivalizaron en ganarse el favor nacionalista para ir tirando, con los resultados conocidos.

Que el PSC haya ido mucho más allá de apoyar políticamente a los nacionalistas, asumiendo en lo fundamental la ideología nacionalista, resulta bastante lógico, una vez que las izquierdas se convencieron no sólo de que el PP es la reencarnación de la dictadura, sino que corrían el peligro de quedar en la oposición perpetua. El descubrimiento de que este cuento antipepista otorgaba gran ventaja electoral de la mano de todos los nacionalistas animó al PSOE a bendecirlos y al PSC a completar la ruta iniciada al apoyar, como el más fiero converso, “la inmersión lingüística”.

Curiosamente por otra parte el desarrollo social, las clases medias y la modernización, ha desactivado el temor de la burguesía catalana a la clase obrera “española”, cuyas condiciones de existencia son bien ajenas a las que generaron el anarquismo. El desamparo ideológico de los “charnegos”, una vez que su referente el PSC viró hacia el nacionalismo, ha dado además vía libre al dominio ideológico absoluto de la burguesía nacionalista. Ya esta burguesía no siente la necesidad de cobijarse en las faldas del Estado para hacer frente a la “cuestión social” y puede asumir sin reparos su deslealtad si así le conviene.

Ya la sociedad española y su clase política, exceptuados los que están en abierta complicidad con el secesionismo, sólo parece capaz de parapetarse detrás de Europa, convencidos además de que esa fortaleza es inexpugnable. ¿Pero por qué ha de comprometerse Europa, si en la práctica no lo hace el gobierno y la sociedad española? Seguramente lo que da ánimos a los secesionistas es que la debilidad de la sociedad española se traslade miméticamente a Europa, máxime cuando esta no está en situación de detener a los pirómanos y se conforma con apagar fuegos de cualquier manera, de buscar apaños para seguir tirando.

martes, 4 de octubre de 2016

EL NONISMO CATALÁN


Habrán comprobado cómo la Sra. Parlón se ha desmelenado en A3 con los más estrafalarios argumentos, con el arrobo mal disimulado de la presentadora, por cierto. Pero creo que el alcance de estos “argumentos” sobrepasa la mera repetición de la cantinela Nonista y hay que situarlos en la “lógica implacable”, que diría Mayor Oreja, que conduce al PSC a las filas secesionistas.

No hay que ser muy lince para ver que la mayor preocupación de la aristocracia socionacionalista del PSC no es tanto quedar absorbidos a corto plazo por Podemos sino desaparecer en una Cataluña independiente. Así es lógico que más les traiga a cuenta situarse en tal escenario que evitarlo.

¿Podrían ser algo después de la independencia si antes no han dado pruebas de quererla? Tan maligna pregunta ya debe carcomer muchas cabezas que han sobrevivido aparentando “equidistancia” entre la secesión y la unidad de España.

Esta “dirigencia” se dirige hacia un rompecabezas parecido al del podemita Sanchez para sacar adelante el “gobierno de progreso”, pero a gran escala. Sanchez tenía que salvar el obstáculo de sus barones; los jefes del PSC han de convencer a los suyos todavía solidarios con el resto de España, no sólo de que lo mejor para impedir la independencia es facilitarla, tal como los trata de convencer ahora, sino de que lo mejor para Cataluña y el PSC a la vista de “como están las cosas” es la independencia. Pero además sin aparecer como traidores conversos a sus futuros amos. Ya para entonces una vez logrado sobraría la hipoteca del llamado PSOE.

El discurso de la Sra. Parlón, una especie de Izeta sin tapujos ni alambiques, capaz de decir las mayores chorradas con total desenvoltura, está en la línea que marcó la Sra. Colau, cuando dijo algo así como: “no soy independentista, pero dado que en España no hay garantías democráticas, la independencia traerá consigo más democracia en Cataluña y de paso ayudará a que la haya en España”. La Sra Parlón empieza con la misma contundencia: “Un gobierno del PP equivale a una dictadura”, viene a decir, aunque no con estas palabras. La consecuencia es elemental: “si sigue gobernando la derecha no queda más remedio que la independencia”. Algo parecido a Companys cuando la CEDA en el 34, sólo que a diferencia de los nacionalistas de toda la vida, los socialistas se vienen convenciendo a pequeñas dosis, sin prisas pero sin pausa y tal vez sin saberlo. En la transición el nacionalismo “moderado” decía: para que Cataluña sea libre, España ha de ser libre. Ahora el socialismo nacionalista se está apuntando a: cómo España no puede ser libre que lo sea al menos Cataluña.

¿Cuanto queda para que el aparente pragmatismo Nonista cristalice en secesionismo explícito? Para el PSC, como para Podemos y En Comú , el tiempo que tarden en convencerse de que la independencia es inevitable y que incluso de no triunfar nadie reclamaría responsabilidades.

domingo, 2 de octubre de 2016

DESPUÉS DE LA BRONCA


Más que el desenlace de la bronca sorprende que "los críticos" no pongan el acento, y ni siquiera lo expongan, sobre el verdadero motivo que la ha precipitado: el acuerdo prácticamente cerrado de gobierno con Podemos y los separatistas, comprometiendo al gobierno de España con el proceso separatista en una u otra forma. Limitadas las razones a asuntos domésticos y a problemas orgánicos y estatutarios, el decapitado se marcha de rositas y con la cabeza bien alta, convertido en el héroe víctima de las “oligarquías” que todo lo manejan “contra la gente”. Ahora bien, cuesta creer que una parte de los Sanchistas, ahora abducidos por el Nonismo, fueran insensibles ante estas razones. Pese a ello todo indica que los decapitadores van a evitar el debate y la denuncia del podemita interior, y del podemismo rampante, en nombre de la unidad y de la necesidad de restañar las heridas.

Es un hábito inveterado ya bien instalado en toda la clase política que capitaneó la España constitucional, manejar a escondidas los problemas reales cuya solución podría ser muy incómoda, obviando el debate de ideas y la exposición de las verdaderas razones que están en juego, a costa por supuesto de la infantilización política de la ciudadanía y la banalización del discurso político y de los que lo emiten.

Pero además en este caso se admite tácitamente la superioridad del discurso podemita, por muy simple y artero que sea, o precisamente por eso, y se le tiene por algo invencible en una confrontación a campo abierto. Seguramente una parte de los “críticos” simpatiza con fragmentos del podemismo o con el podemismo completo, de la misma forma que es también probable que la mayoría de los que disienten no se vean capaces de oponer un discurso coherente. Y no sólo por la manida crisis ideológica de la socialdemocracia. Pesa sobre todo que el mismo PSOE ha “maleducado” la formación política de sus bases y de sus seguidores y votantes hasta tal punto que no se ve como empezar a dar la vuelta a la tortilla.

Y como no hay un “Napoleón” o napoleoncito a la vista, ni en el más lejano horizonte, que revierta la obra de los santos de los “sans coulottes”, tienen que conformarse con hacer entre todos de Talleyrand, que tampoco es fácil.

¿Qué posibilidades tiene en estas un Talleyrand sin amo, es decir sin ideas a las que servir? El funesto Sanchez ha tenido la virtualidad de precipitar y sacar a la luz la paradoja de que un partido que reclama para sí la excelencia ideológica, pero carece de ideas vivas y de verdadero ideario, para afrontar los problemas reales de España, es decir para convencer sin demagogia ni naderías. Ya es hora de que los dirigentes no puedan escabullir esta realidad. El Nonismo prolifera al fin y al cabo porque disimula tanto olor a rancio y hace creer que tras esta bandera hay verdaderas alternativas y no sólo saldos a compartir con la hornada podemita, es decir que la fe socialista tiene un sentido.