domingo, 29 de marzo de 2015

SOBRE EL VACÍO QUE ACOMPAÑA AL DESFONDAMIENTO


El desfondamiento paralelo de UPyD y, por lo que se aproxima de IU, induce a pensar a sus militantes y seguidores cercanos, especialmente los que le han dedicado su máximo esfuerzo e ilusión, que son víctimas de la versión negativa de la fábula de la hormiga y la cigarra. Esta se llevaría el trabajo que las laboriosas hormigas han realizado años y años con todo tipo de sacrificios y penurias. Esto por muy humanamente comprensible que sea contiene una distorsión de perspectiva que acrecienta este malestar y frustración. Sin afrontar directamente la cuestión política, salvo en lo preciso para desarrollar el tema que me ocupa, quisiera referirme a ciertas distorsiones características y su relación con la posición en la que se pueden encontrar los militantes y los seguidores más activos y comprometidos en las estructuras de los partidos políticos y especialmente los que pretenden ser una alternativa a los partidos dominantes. Porque tales distorsiones sólo se manifiestan en las formaciones dominantes cuando se pone en crisis el Status Quo o en las alternativas cuando no logran consolidar sus expectativas.
Es dudoso que en la vida el “trabajo bien hecho” reciba habitualmente la recompensa que merece, y en política especialmente el premio parece corresponder a lo más bajo y mediocre. Pero hay que corregir esta impresión situándola en su lugar. Es decir en relación con el hecho de que la opinión pública obedece a leyes específicas en gran parte ajenas a los motivos que pueden hacer preferibles unas soluciones políticas. Veamos en general desde esta perspectiva los prejuicios en gran parte naturales que distorsionan la percepción de los militantes y seguidores de primera línea. Estos serían:
-que el valor de la política en el mundo es el mismo en lo fundamental para los dedicados a ella de forma activa o mental que para el público en general, variando únicamente el grado de dedicación y de compromiso. Sucede más bien que la intensidad con la que unas minorías sienten la política se corresponde con la alta valoración que les merece la misma para la marcha de la sociedad, mientras que para el público en general es o bien una molestia necesaria o bien un trámite en el funcionamiento inercial de la sociedad. Lo que no impide que, sobre todo, al defraudarse las expectativas, se culpe, normalmente con razón, a los políticos y de paso, con menos razón, a la política. Pero sucede en este caso como cuando sólo se piensa en el coche o en la casa cuando se averían, lo cual no dice mucho del interés por la política sino todo lo contrario.
-que en lo fundamental el público se rige por las ideas más acertadas o que, sobre todo, está presto a hacerlo de esa manera, constituyendo en principio una especial de tabula rasa en la que se pueden imprimir las diferentes ideas y propuestas. Sucede por lo contrario que los diferentes sectores de la población se identifican fielmente con tradiciones consolidadas y sólo tienden a considerar lo que refuerza las opciones y partidos que la encarnan y a los que están adheridos de antemano. Por eso las formaciones alternativas sólo se pueden hacer un hueco si están en la onda de alguna de estas tradiciones, percibiéndolas el público de esa manera, y además si los que patrimonializan esa tradición entran en crisis o en graves dificultades por las causas que sean. Pueden ser estas la continuidad en el fracaso y la derrota, ambiciones internas y personalismos, incapacidad para dar respuesta a cuestiones ineludibles, corrupción..etc. Puede parecer contradictorio esto con lo anterior, pero no lo es, porque precisamente el público en general, que se rige en suma por la convicción y la utilidad a la vez, al no dar valor a la política pero al intuir su necesidad, se aferra a lo conocido sino hay razones graves para cambiar.
-que sólo la propia formación política tiene un proyecto suficiente para dar solución a los problemas de la sociedad y sobre todo que ese proyecto y los principios en que se fundan son exclusivos del mismo. Es natural que los líderes y los seguidores más comprometidos lo crean así pues han hecho una apuesta. Se pierde de vista sin embargo que se comparten principios y valores con gran parte del espectro político y social incluso con los adversarios, por lo que la convergencia práctica en la política que se haría es mayor de la que piensan. Pero sobre todo la tendencia a exagerar la diferencia con los más próximos si está en disputa un mismo nicho electoral.
-que los programas y proyectos políticos son de por sí programas de gobierno o son mejores cuanto más se aproximan a ser un posible programa de gobierno, lo que lleva a hacer creer a los militantes en la importancia de su aportación. Pero aun en el caso ideal de que fueran programas del gobierno no serían más que una partitura a expensas de la interpretación del director, es decir del gobierno y quien gobierne. En realidad salvo en temas cruciales estos programas son guías u hojas de ruta, mientras que la práctica de gobierno debe juzgarse en sí misma.
-que de acuerdo con lo anterior lo que lleva a ganar la adhesión del público es la coherencia de lo que se ofrece y en general el “trabajo bien hecho”. Lo que pasa es que el público juzga si el trabajo está bien hecho conforme a sus expectativas, que suelen ser lo menos complejas posibles, pero muy definidas en torno a lo que le puede preocupar más directamente. Se tiende por ello injustamente a achacar el fracaso a la mala calidad de los mensajes o a las interferencias y veladuras interesadas que impiden que estos, si son correctos y se transmiten correctamente, lleguen a la gente. Es como si una marca de coches atribuyese su escaso éxito de ventas a que el público no se ha hecho consciente de sus cualidades mecánicas, por ejemplo, por una mala campaña publicitaria, cuando estas sólo pueden reforzar la idea previa que el público tiene sobre las virtudes del producto y por tanto su inclinación a adquirirlo en lugar de otra marca. Dicho de otra manera el público no tiene otra referencia para saber de esas cualidades que lo que se opina al respecto, es decir que su idea previa.
De acuerdo con estas pautas, viene alguna sumaria observación sobre el caso presente de UP y D. Todo se confunde si no se tiene en cuanta algo tan elemental como:
-que el nicho potencial de crecimiento de esta formación era sectores socialistas descontentos por la ausencia de una política nacional y sobre todo por su condescendencia con los nacionalismos. Pero mal que bien el PSOE, sin curarse de estos vicios, ha cerrado esta brecha que amenazó en algún momento crítico, convenciendo a sus bases y su público de la banalidad de esta acusación que revelaría falta de flexibilidad. En esas condiciones UPyD sólo tenía, tal como se ha comprobado, un cierto margen en sectores descontentos del PP y en añorantes de un centro más puro. Pero el acceso a esa cantera queda muy limitado por el hecho de que UPyD se reivindica como alternativa socialista conforme a su origen.
-que al proyectarse A. Rivera a escala nacional puede abarcar un espectro social y político mucho más amplio y sobre todo, sin un techo fácilmente previsible, y sobre todo acampa en lo que es el principal capital de UpyD, la reivindicación nacional, de forma más ventajosa, pues presenta el aval de su resistencia al separatismo.
-que siendo la corrupción el tema estrella, el publico de izquierdas sólo lo siente si afecta a la derecha o si lo liga sus sueños utópicos, como hace Podemos , mientras que el de derechas es más proclive a avergonzarse de los suyos, por el hecho en sí. Por eso, a la hora de capitalizar esta cuestión capital,  Cs tiene mucha más ventaja, por mucho e intachable que haya sido el esfuerzo de UPyD.
-que la gente no entiende mucho pero intuye y entre varias ofertas opta por la más afín a sus convicciones, y por lo útil, es decir lo que puede salir adelante, pues, con razón o sin ella, es lógico que se piense que sólo a partir de pesar electoralmente se puede pesar políticamente e influir en la marcha del país.
Creo que, considerando sus incuestionables méritos y la gran labor realizada, R. Diez y su formación ha sido presa del “narcisismo de las microscópicas diferencias”, exagerar hasta el extremo de lo rocambolesco las diferencias, pero achaco a su identificación ideológica un tanto trasnochada con los ideales socialistas clásicos su dificultad para comprender la posibilidad que se abre de una recuperación del centro político, razonable y escarmentado, así como la aportación que ella y su formación podría hacer para ello y sobre todo la necesidad que tiene España del mismo. La coherencia, o su sentido de la coherencia, la dignifica, pero esto no significa inmunidad contra los errores.


martes, 24 de marzo de 2015

¿LA RESURRECCIÓN DE UCD O ALGO PARECIDO?


A. Rivera, que hasta el momento prometía llegar a liderar un partido bisagra, se puede ver de una forma inopinada ante la responsabilidad y la oportunidad de liderar la recomposición del escenario político que rigió la transición, dejando aparte lo que pueda dar de sí el factor Podemos. En todo caso empieza a mostrarse como un eficaz antídoto contra este embrujamiento totalitario. Estamos ante la posibilidad de que A. Rivera reanude a la inversa el camino que hizo A. Suarez, quien fue de más a menos, mientras el líder de Podemos lo haría de menos a más. Sin la salvaguarda en este caso del aparato institucional, pero con el impulso de base y la pureza de origen democrático. Y además mientras que Suarez tenía que sacar provecho al estado de encanto con el que se accedió a la transición, Rivera ha de salvar el legado de la transición ante el desencanto que nos abruma. Tarea infinitamente más ardua.

Es pronto desde luego para saber si Cs puede ser la resurrección de UCD pero con otras formas y singularidades. De momento es claro que A. Rivera es el político que desde la transición más se asemeja a la figura de A. Suarez, tanto en la manera de entender el liderazgo como en las cualidades personales. Dicho sin pretender hacer la pelota, transmite sinceridad, humanidad y altura de miras, adornado de virtudes mediáticas tanto más excelsas si se comparan con la mediocridad que es moneda corriente. Pero estas cualidades se vacían, sino concurren circunstancias propicias. La novedad que abren las elecciones andaluzas es la constancia del peligro de resquebrajamiento del PP. Desde la derecha sustituyó a la dinamitada UCD, repartiéndose el espacio de centro con el PSOE según los vaivenes y caprichos que daba la vida política. Pero no ha sido un centro limpio sino teñido siempre por el estigma de la herencia del viejo régimen, denuncia que la izquierda ha magnificado , tergiversado y capitalizado hasta la extenuación contra los intereses generales más elementales de la nación. Ahora que la corrupción hace irrespirable la atmósfera en la que respira el PP, este partido está maniatado para sacar provecho de los brotes verdes, que ahora sí se vislumbran y de los méritos que se le pudieran atribuir por la recuperación económica y cierta templanza en el gobernar. Mariano Rajoy no puede ofrecer alternativa y menos cambiar de discurso, es demasiado Sí Mismo. Todo el partido ha de cargar con la cruz de la corrupción sin posible respuesta. La fuerza de la inercia y el temor al ascenso de la izquierda y sobre todo Podemos son la última trinchera. ¿Pero es suficiente? En este momento de agitación y confusión amenazan volver la espalda los avergonzados por la corrupción, los que quisieran un centro más puro, los que se desesperan por una alternativa verdaderamente liberal conservadora sin hipotecas ni “complejos”. La ilusión de Rajoy de ocupar el centro del centro, como si un Gallardón preministerial se tratara, lleno eso sí de discreción, pasa por la amargura de apurar el cáliz de Esperanza Aguirre y de tener que entregarle el destino del PP, si esta queda bien parada en la capital.
Si Rivera no existiera todo apuntaría a aguantar a toda costa. Pero muchos lo pueden ver no como un problema sino como la solución, la solución en la que cobre forma el mítico centro del que todos hablan y se sabe poco en qué consiste. La resurrección de UCD en la forma de Cs y con todas las particularidades que se quiera significaría a la vez la refundación de ….AP. No hay solución intermedia. A estas alturas el traje de bisagra resulta demasiado estrecho y todo clama por la recomposición radical del escenario político.

domingo, 22 de marzo de 2015

DISPARAR A LAS NUBES


 
 
A propósito del artículo “Populismos” (J, Jauristi. ABC 22/3/15) que al final reproduzco. Me parece que otra vez el Sr. Juaristi crea la jugada perfecta y a la hora de rematar a bocajarro envía el balón a las nubes. El lenguaje político se ha contaminado tanto de eufemismos que la contaminación llega a los argumentos, incluso para quien lucha contra los molinos que son los eufemismos. Bien argumenta el Sr Juaristi “como le pasaba a san Agustín con el tiempo, todos creemos saber de qué hablamos cuando hablamos de populismo, pero nos resulta dificilísimo ir más allá de la pura ostensión; es decir, más allá de la mención de ejemplos concretos”. Y por ello achaca su significado de “falto de sustancia”, cosa cierta. Luego da un salto en el vacío cuando de ello hace suya la opinión del Sr. J.A.Marina.
“Coincido, por tanto, con Javier de Ybarra, fino observador del país desde su caserío de Maruri, que, citando a José Antonio Marina, nos ve acongojados por inconsistentes fantasmas del pasado y del futuro, e «inventando amenazas nuevas [ Podemos] que nunca gobernarán, confundiendo realidad e irrealidad, es decir, hechos un lío».”
Se repiten los motivos por los que se descarta al separatismo “sus metas son imposibles”. El populismo es otro “imposible” y además insustancial. ¿No estamos ante otro eufemismo, pero en la forma de argumentar? ¿Por qué no se centra el foco en que el separatismo es injusto, insolidario, antidemocrático? ¿Y de Podemos que es totalitario y filomisérrimo, es decir amante de la igualdad en la miseria?
Si me preguntan si tienen posibilidades de alcanzar el poder unos y otros, diría que seguramente muy pocas, aunque algunas.
Si me preguntan si tiene posibilidades de hacer daño a la sociedad y la democracia, diría que muchas y que esto les consuela aunque no alcancen el poder.
Se confunde sentido común y política ¿Ha sido o es ETA algo fantasmagórico? En cuanto a su “ideario” desde luego, en cuanto a su poder dañino, de lo más concreto. No es lo mismo una sociedad educada en condenar el ideario imposible que en condenar el mal probable. Una está presta a dejarse seducir, la otra está presta a resistir.


ABC 22/03/15
JON JUARISTI
· A estas alturas, hablar de populismo es el modo más eficaz de no enterarse de lo que pasa
UN fantasma recorre España: lo llamamos populismo y, a fuerza de detectarlo en fenómenos tan distintos como el secesionismo catalán, el nacionalismo gorrón de las viejas y nuevas formaciones abertzales y el romanticismo bolchevique de los penenes de Somosaguas, lo hemos convertido en algo vagoroso e indefinible. Como le pasaba a san Agustín con el tiempo, todos creemos saber de qué hablamos cuando hablamos de populismo, pero nos resulta dificilísimo ir más allá de la pura ostensión; es decir, más allá de la mención de ejemplos concretos. Y así sucede que el populismo, como la bestia apocalíptica, tiene innumerables rostros pero una notable ausencia de entidad. Disperso en una constelación de accidentes, se manifiesta como radical falta de sustancia.
Si el populismo consistiera en la invocación al pueblo como sujeto político absoluto, detentador de la única soberanía legítima y fundamento real de toda democracia auténtica, tan populistas resultarían los defensores de la Constitución de 1978 como los que la impugnan. Pero está claro que las distintas prácticas políticas no se paran en la invocación al pueblo soberano. Es a partir de ese momento de obligada sumisión a la modernidad común, a la teodicea democrática, cuando se comienzan a construir los verdaderos antagonismos. Está claro que negar la soberanía popular en aras, por ejemplo, del origen divino del poder de los reyes vendría a ser hoy una actitud tan subversiva e incompatible con el sistema como el ateísmo explícito lo era bajo el Antiguo Régimen. Pero todo lo demás cabe en la modernidad, todo. Desde la desactivación de los dispositivos de participación política o su reducción a las consultas electorales hasta el asambleísmo permanente, de modo análogo al que permite que una misma fe religiosa pueda auspiciar a la vez la consolidación de una administración institucional de la esperanza y un milenarismo desatado. Los partidarios de una y otro se acusarán mutuamente de traicionar el plan divino, pero eso no quita que crean por igual en la existencia de ese plan. Con el populismo sucede algo parecido. Lo que pasa es que el vocabulario despista. Hace medio siglo, la izquierda acusaba a la derecha de populismo y la derecha a la izquierda de demagogia. Hoy la izquierda acusa a la derecha de corrupción y el populismo ha pasado a ser el marbete habitual de descalificación de la izquierda por la derecha, pero la situación es perfectamente reversible.
Falta precisión en los términos. Lo que caracteriza a la izquierda latinoamericana desde la caída del comunismo soviético y el consiguiente final de la guerra fría no es el populismo sino la vuelta al nacionalismo revolucionario. Se le puede seguir llamando populismo, pero a costa de no enterarse de lo que pasa. Creer que Podemos es una copia española del chavismo supone un error semejante al de quienes daban por hecho, en mayo del 68, que los maoístas de la Sorbona tenían algo que ver con el maoísmo chino. Es cierto que Mao les pagaba a Sartre y a sus chicos los fastos y los dazibaos, pero, como se demostró enseguida, éstos eran otra cosa. Pudieron hacer la revolución y no la hicieron porque venían de clases medias cabreadas e impacientes y no de campesinos hambrientos. Cinco años después andaban todos empoderándose, o sea, apoderándose de las cátedras de sus mentores ya jubiletas, como el pobre Sartre. Coincido, por tanto, con Javier de Ybarra, fino observador del país desde su caserío de Maruri, que, citando a José Antonio Marina, nos ve acongojados por inconsistentes fantasmas del pasado y del futuro, e «inventando amenazas nuevas [ Podemos] que nunca gobernarán, confundiendo realidad e irrealidad, es decir, hechos un lío».

lunes, 9 de marzo de 2015

DUPLICIDADES


Jose María García o Luis Aragones, que recuerde, solían hablar en tercera persona y se referían al personaje que habían creado los medios como si fueran ellos mismos. Más de una 88 por ciento de los españoles declara en las encuestas que son felices, pero a la vez que la sociedad de la que forman parte como ciudadanos está hecha un desastre y es el colmo de la miseria y la injusticia. El líder de Podemos Ramon Espinar hijo como tantos y tantos otros líderes de padres bien acomodados, declara que … “somos hijos de los obreros que nunca pudisteis matar, los nietos de los que...”
¿Que pueden tener que ver entre sí todos estos casos y asuntos tan dispares? Sencillamente que la duplicidad entre el yo mismo que soy y el yo social por el que me tengo, andan cada uno por su lado. O, disculpen la pedantería, si estos casos sirvieran de norma, Ortega tendría que admitir: “yo soy yo, pero de espaldas a mis circunstancias”. En estos asuntos es difícil distinguir lo que hay de impostación o la simple inocencia de quien se deja arrastrar por lo que le supera, como sin duda ocurría y ocurre con el bueno de Don Luis y con tantos personajes públicos que acaban siendo la persona de su personaje. La duplicidad colectiva entre su felicidad proclamada y la furia contra el mundo requeriría de muchos estudios concienzudos y en su momento trataré de hacer alguna modesta conjetura, pues hay bastante que pensar. La convicción de los hijos de la alta burguesía de ser hijos del proletariado, para justificarse así mismos su dedicación a causas nobles, se puede ver como un caso de autosecuestro social digno de psicoanálisis. Al comienzo del movimiento obrero los políticos obreristas tenían por timbre de honor ganar para su causa intelectuales de las clases privilegiadas, que no ocultaban su procedencia, como prueba de que su causa heredaba lo más granado de la cultura occidental. Hoy nada seduce más a algunos advenedizos universitarios que creerse miembros de la finiquitada clase obrera, cualquiera sabe que vivimos en una sociedad de clases medias, tal vez por la necesidad de ocultarse a sí mismos la vergüenza de haber nacido y crecido en las ubres del sistema. Ya sé que su declaración se puede presentar como un recurso retórico del personaje político, pero no se eligen las metáforas al azar... Antes los intelectuales se imaginaban ser los huéspedes privilegiados de la clase obrera, hoy los sucedáneos de intelectuales recrean la clase obrera imaginaria de la que serían su cabeza...

miércoles, 4 de marzo de 2015

ENTRE "INCORRUPTIBLES"




Acabo de ver un vídeo en el que Pablo Iglesias presenta su programa enseñando a modo de una clase que la época moderna nace de los buenos oficio de la guillotina en la revolución francesa y lo bien que estaríamos en España de haber seguido tan pulcro, por lo de humanitario, método de acabar con las castas que siempre acechan desde las alturas.

Don Pablo trata de erradicar escrúpulos y prejuicios. Debe pensar que la izquierda se ha dejado enternecer demasiado y hay que volver a los orígenes. Por ejemplo un escritor bien preparado y seguramente muy progresista como Javier García Sanchez (véase su biografía política “Robespierre”) trata de disimular la barbarie terrorista que perpetró Robespierre, por el que no disimula su admiración en esa obra, y cuenta que el “Incorruptible” apenas firmó algunas pocas de todas las condenas a la guillotina, que el susodicho apenas se enteraba, que estaba enfermo en su casa la mayor parte del tiempo y que todo lo trajinaban los fulanos del Comité de Salud Pública u otros engendros del mismo tipo como el Tribunal Revolucionario, llevados por el desvarío. Vamos, que pasaba por allí. Kant y Hegel, que tanta simpatía sentían inicialmente por la revolución francesa, quedaron horrorizados por el terror , y la convicción de que no fue un accidente casual les movió a replantearse aspectos fundamentales de su teoría ética y política, especialmente en el caso de Kant su concepción del mal y Hegel su idea del Estado. Ahora don Pablo proclama que hay que perder la vergüenza y enardece a los suyos prometiendo sangre, o insinuándolo, que es lo mismo. Sería una impecable clase práctica, con todos bien hartos y satisfechos, un aprobado general y con la mejor nota posible...Sería mucho pedirle al profesor reconocer que el problema de España no es que nos hayamos salvado de la guillotina, sino que no hemos parado de guillotinarnos, eso sí, sin necesidad de la humanitaria guillotina. A don Pablo le conmueve la falta de “humanidad” por no haberse hecho uso de algo tan “cívico” y “republicano” y como no “racional”, que hay muchas manera de aterrorizar pero no todas son igualmente “cívicas”. Pero puede que el problema sea que nuestras “lumbreras” o gran parte de ellas no hayan pasado por Kant y Hegel, especialmente el primero, que no les quepa bajo la chichonera que los hábitos de la libertad no vienen de la guillotina sino del “imperativo categórico”. Por lo que parece, saltarse un Peluca como el maestro de Königsberg, es un título de gloria en nuestra Universidad.

lunes, 2 de marzo de 2015

EL PODER DE PODEMOS


Con lo que se sabe, prácticamente a ciencia cierta de Podemos, las encuestas tendrían que anunciar un desencanto de muchos de sus enamorados, pero todo indica que estos se muestran tan fieles y pertinaces como al principio. Cuando, contra todas las evidencias, se está dispuesto a creer que todo lo que se cuenta es una campaña orquestada, estamos ante un elemental y operativo mecanismo de defensa DE NEGACIÓN DE LA REALIDAD, por el que, por encima de todo, hay que defender la comunidad ideal creada y con ello la pertenencia a la misma. Por ese supremo bien todo lo demás resulta accidental. En el País Vasco y ahora Cataluña se sabe de esto de sobras. La crisis y sus efectos explica la indignación o incluso la rebelión, pero no el apoyo a un movimiento totalitario de izquierdas. Se puede decir a la inversa, la crisis y la descomposición de los partidos dominantes ha sido la ocasión por la que se ha despertado la fiera o el salvador dormido, según se quiera ver. El poder de Podemos, que lo convierte en una amenaza real para la democracia, es el hecho de que en el epicentro de la cultura de izquierdas en nuestro país, cultura que puede abarcar hasta el sesenta por ciento de la población, desde el más radical al más pragmático, se cree que no hay libertad sin igualdad económica y social, y que por tanto, si así no ocurre, la libertad política y civil que garantiza la Constitución es un sucedáneo de la verdadera libertad. Por eso de la desigualdad, de las injusticias y de la corrupción no tiene la culpa la mala política, la ineficiencia productiva, el retraso económico, el desastre de la educación o el mal funcionamiento de las instituciones, sino el sistema, que no es verdaderamente democrático, aunque lo parezca. La deslegitimación de la derecha y de cualquier fuerza que no asuma este principio, como partidos democráticos, y la declaración de estos como enemigos absolutos, es una consecuencia elemental. Las élites del PSOE se han acomodado demasiado a estas desviaciones ideológicas, muchos porque se las creen ciegamente, los más lucidos porque pensaban que, el riesgo que comporta corregirlas y centrar la educación política de la población era mucho mayor que las ventajas de consentirlas, por mucho que esto tuviera que entrar en contradicción con la práctica real. Al fin y al cabo se pensaba que la patrimonialización de la legitimidad democrática ofrecía un buen colchón de seguridad contra el desgaste que podía traer consigo el negocio de la incierta realidad. Todos hemos vivido en la idea de que el status quo político sería inalterable y ahora a muchos no les tiembla el pulso para imponer un sistema totalitario, porque creen que eso no es tal sino es la verdadera democracia por la que siempre han estado soñando, quizás sin saberlo.