lunes, 9 de marzo de 2015

DUPLICIDADES


Jose María García o Luis Aragones, que recuerde, solían hablar en tercera persona y se referían al personaje que habían creado los medios como si fueran ellos mismos. Más de una 88 por ciento de los españoles declara en las encuestas que son felices, pero a la vez que la sociedad de la que forman parte como ciudadanos está hecha un desastre y es el colmo de la miseria y la injusticia. El líder de Podemos Ramon Espinar hijo como tantos y tantos otros líderes de padres bien acomodados, declara que … “somos hijos de los obreros que nunca pudisteis matar, los nietos de los que...”
¿Que pueden tener que ver entre sí todos estos casos y asuntos tan dispares? Sencillamente que la duplicidad entre el yo mismo que soy y el yo social por el que me tengo, andan cada uno por su lado. O, disculpen la pedantería, si estos casos sirvieran de norma, Ortega tendría que admitir: “yo soy yo, pero de espaldas a mis circunstancias”. En estos asuntos es difícil distinguir lo que hay de impostación o la simple inocencia de quien se deja arrastrar por lo que le supera, como sin duda ocurría y ocurre con el bueno de Don Luis y con tantos personajes públicos que acaban siendo la persona de su personaje. La duplicidad colectiva entre su felicidad proclamada y la furia contra el mundo requeriría de muchos estudios concienzudos y en su momento trataré de hacer alguna modesta conjetura, pues hay bastante que pensar. La convicción de los hijos de la alta burguesía de ser hijos del proletariado, para justificarse así mismos su dedicación a causas nobles, se puede ver como un caso de autosecuestro social digno de psicoanálisis. Al comienzo del movimiento obrero los políticos obreristas tenían por timbre de honor ganar para su causa intelectuales de las clases privilegiadas, que no ocultaban su procedencia, como prueba de que su causa heredaba lo más granado de la cultura occidental. Hoy nada seduce más a algunos advenedizos universitarios que creerse miembros de la finiquitada clase obrera, cualquiera sabe que vivimos en una sociedad de clases medias, tal vez por la necesidad de ocultarse a sí mismos la vergüenza de haber nacido y crecido en las ubres del sistema. Ya sé que su declaración se puede presentar como un recurso retórico del personaje político, pero no se eligen las metáforas al azar... Antes los intelectuales se imaginaban ser los huéspedes privilegiados de la clase obrera, hoy los sucedáneos de intelectuales recrean la clase obrera imaginaria de la que serían su cabeza...

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