Jose María García o Luis Aragones,
que recuerde, solían hablar en tercera persona y se referían al
personaje que habían creado los medios como si fueran ellos mismos.
Más de una 88 por ciento de los españoles declara en las encuestas
que son felices, pero a la vez que la sociedad de la que forman parte
como ciudadanos está hecha un desastre y es el colmo de la miseria y
la injusticia. El líder de Podemos Ramon Espinar hijo como tantos y
tantos otros líderes de padres bien acomodados, declara que …
“somos hijos de los obreros que nunca pudisteis matar, los nietos
de los que...”
¿Que pueden tener que ver entre sí
todos estos casos y asuntos tan dispares? Sencillamente que la
duplicidad entre el yo mismo que soy y el yo social por el que me
tengo, andan cada uno por su lado. O, disculpen la pedantería, si
estos casos sirvieran de norma, Ortega tendría que admitir: “yo
soy yo, pero de espaldas a mis circunstancias”. En estos asuntos es
difícil distinguir lo que hay de impostación o la simple inocencia
de quien se deja arrastrar por lo que le supera, como sin duda
ocurría y ocurre con el bueno de Don Luis y con tantos personajes
públicos que acaban siendo la persona de su personaje. La duplicidad
colectiva entre su felicidad proclamada y la furia contra el mundo
requeriría de muchos estudios concienzudos y en su momento trataré
de hacer alguna modesta conjetura, pues hay bastante que pensar. La
convicción de los hijos de la alta burguesía de ser hijos del
proletariado, para justificarse así mismos su dedicación a causas
nobles, se puede ver como un caso de autosecuestro social digno de
psicoanálisis. Al comienzo del movimiento obrero los políticos
obreristas tenían por timbre de honor ganar para su causa
intelectuales de las clases privilegiadas, que no ocultaban su
procedencia, como prueba de que su causa heredaba lo más granado de
la cultura occidental. Hoy nada seduce más a algunos advenedizos
universitarios que creerse miembros de la finiquitada clase obrera,
cualquiera sabe que vivimos en una sociedad de clases medias, tal vez
por la necesidad de ocultarse a sí mismos la vergüenza de haber
nacido y crecido en las ubres del sistema. Ya sé que su declaración
se puede presentar como un recurso retórico del personaje político,
pero no se eligen las metáforas al azar... Antes los intelectuales
se imaginaban ser los huéspedes privilegiados de la clase obrera,
hoy los sucedáneos de intelectuales recrean la clase obrera
imaginaria de la que serían su cabeza...
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