domingo, 5 de agosto de 2018

EL ENCANTO DE SANCHEZ


Supongamos que P.Sanchez sea un personaje banal, mediocre y por encima de todo adicto al poder, o al menos a la conquista del poder. Con todo su encanto eso sí, según parece. Pero su perfil personal sólo es significativo en el marco de la corriente de fondo del socialismo y en general de la izquierda española. Se desliza fácilmente el error de atenerse a lo primero, desdibujando la orientación general del socialismo.
Desde luego el papel de Sanchez no es baladí. Sin su audacia quizás el socialismo se hubiera contenido o incluso preparase el acercamiento a Cs, pero Sanchez no ha hecho otra cosa que explotar en beneficio de su afán de poder la radicalidad que subyace a la cultura socialista de la población española.

Igual que ZP, pero sin aspavientos retóricos, Sanchez trabaja por dar una y otra vuelta de tuerca a los dos ejes de la orientación histórica del socialismo desde la transición. En primer lugar la alianza estratégica con los nacionalistas. Es un error creer que se ha hipotecado a las minorías nacionalistas y podemitas por puro afán de llegar al Gobierno. Aunque así fuera la dirección fundamental del socialismo es refundar el pacto tácito con los nacionalistas.

Digo refundar porque no puede continuar el pacto original una vez que los nacionalistas se han decantado por la independencia, o al menos el independentismo expreso. Que el socialismo no sepa en qué puede consistir tal refundación, en esas circunstancias, no quiere decir que no la pretenda. Aquí rige lo de “se hace camino al andar”. Según su fantasía, lo único claro es que entre la autonomía presente y la independencia pura y dura existe un amplio trecho, en el que incluso cabría la independencia tácita pero no expresa. Lo importante es la decisión de fantasear a toda costa, por muy evidente que sea que los nacionalistas no van a aceptar compromiso estable alguno que no incluya la autodeterminación.

Ante ello la única estrategia posible es la de presentar como normal y conforme a la legalidad un estado de contestación de relativamente baja intensidad que no llegue a destaparse en insurrección abierta y decisiva. Al fin y al cabo es como si algo semejante a una Kale borroka capilarizada por toda Cataluña fuera soportable a efectos de gobernación general y de balance electoral. En este sentido los socialistas creen contar a su favor para reconducir a los separatistas con que la experiencia del 155 parece descartar la insurrección para siempre. No ya su viabilidad sino la existencia de ganas en las masas nacionalistas de arriesgarse a beber ese trago.

Tampoco estamos ante una mera maniobra de reconstruir el bipartidismo, porque nunca ha sido esa la estrategia de la izquierda. El juego entre Canovas y Sagasta o ahora entre los laboristas y los conservadores ingleses se basaba en el acuerdo tácito de que los contendientes tenían derecho a jugar y eran aptos para hacerlo.

Pero es parte irrenunciable del ADN socialista negar ese derecho y aptitud a la derecha. No a la política que eventualmente pueda hacer la derecha sino a la derecha en sí. Con ello tenemos la paradoja de que eventualmente pueda hacer la izquierda política de derechas, en caso de que esté claro ya lo que significa hacer política de derechas o de izquierdas, sin que se le caigan los anillos. Pero está en su derecho pues para los suyos, que son los que cuentan, lo hace de buena fe y cuando hay mosqueo se rectifica ose inyecta adrenalina y basta. Así se trata de un bipartidismo de chirigota, entre un campeón in pectore y un intruso al que las circunstancias han metido en el campo, para que se pueda decir que hay Liga.

Dentro de este esquema nutricio la novedad es la intromisión de los podemitas. Es el gran mérito de P. Sanchez hacer de la necesidad virtud. Así los podemitas se aparecen como un milagro, la ocasión para que el socialismo recupere su radicalidad y se sacuda el acomodamiento y la molicie. Una vez recuperada el dominio de la izquierda, la incógnita es, si llegado el caso, a Sanchez le temblaría el pulso para hacer de Chaves o Maduro, evacuando la prez a Pablo Iglesias. Pero claro eso sólo es un cuento.
Obviamente el matrimonio con los nacionalistas es indisociable de la deslegitimación de la derecha, cosa que ha de salir adelante a cualquier precio por mucho que la dinámica y la arquitectura institucional y cívica de la sociedad española se resienta y parezcamos una sociedad esquizoide dividida entre los que tratan de refugiarse en su propia sombra y los que tratan de acabar con su misma sombra. Pero tal vez el socialismo ha obrado el milagro de convertir el disparate en costumbre y de que estemos perfectamente adaptados al disparate sin reparar en el mismo.