viernes, 26 de julio de 2013

LA ESTRECHA SENDA DE FRANCISCO.



El papa Francisco trata de recuperar el prestigio marchito de la Iglesia empezando por purificar a  ésta interiormente, especialmente  la corrupción política y economica, pero la senda por la que ha de transitar es muy estrecha y con pocas sombras y cubiertas. Lo que está en juego de forma perentoria es  frenar la sangría de Iberoamérica en provecho de las sectas protestantes y de los cachorros de la teología de la liberación y del  neomarxismo más chabacano que populista al uso, y adquirir  un mínimo aura de respetabilidad y credibilidad ante las clases medias del primer mundo católico. Francisco llama a salir de las parroquias y ser más la Iglesia de los pobres que de los ricos, pero la política de la Iglesia sobre las costumbres sociales, especialmente en materia de sexualidad, y en materia interna, contra el matrimonio, de los sacerdotes o la ordenación de las mujeres, la puede convertir a velocidad de vértigo en un fósil que se relame en la ilusión de un destino imposible. El camino del compromiso social y de una justicia caritativa requiere de planteamientos novedosos si se quiere distinguir de las ONG y de las instituciones sociales, partidos, sindicatos e incluso movimientos sociales espontáneos, planteamientos que es difícil entrever. La pretensión de ser una voz profética contra la injusticia y los desvaríos del poder no es fácil de sintonizar con el consuelo de las almas y con la aspiración de las clases medias a la comodidad y a las menos aventuras posibles. Los suyos no están preparados para volver a los tiempos de Diocleciano y aceptarían a los sumo los de San Agustín. Al fin y al cabo este es el tiempo de la Iglesia actual, pero los tiempos de Agustín de Hipona eran de adolescencia y los actuales son de lento envejecimiento. Y además no hay ningún S. Agustin a la vista. Al margen de los cambios doctrinales o de las políticas sociales, creo que la Iglesia tiene que comprender la laicidad más profundamente. En concreto ha de distinguir entre lo que puede permitir  la ley y lo que se puede pedir a la conciencia. En casos notables la defensa de lo que es bueno se confunde con lo que debe procurar la ley, que no es tanto lo bueno en sí sino lo conveniente socialmente conforme a muchas circunstancias.

jueves, 25 de julio de 2013

SALIR DE LA AGONÍA



Contando con que su  decadencia se está haciendo irreversible y que esto puede arrastrar al bienestar y la fortaleza de la ciudadanía, los grandes partidos podrían hacer un indudable servicio de disolverse como estructuras partitocráticas y transformarse en plataformas electorales, al modo del partido republicano o demócrata norteamericano. La crisis ha puesto de manifiesto que no basta el cambio en los equipos de dirección de los grandes partidos, ni siquiera una cierta depuración profiláctica, se necesitan mecanismos que obliguen a los elegidos responder ante sus electores y no sólo ante el pueblo en abstracto. El beneficio mayor no sería tanto que esto redundara en una mejor selección de la clase política, sino en que podría mejorar en gran medida la educación, o mejor autoeducación, política de la población. Los electores estarían más motivados a pensar en términos de política concreta, a precisar qué política concreta creen mejor para sus intereses o para su idea del mundo, y sobre todo a pensar qué es lo mejor o menos malo en términos prácticos.
¿Pero está España preparada para ello?. Nuestra tradición es delegar en los representantes políticos no sólo la responsabilidad de la gestión política sino la responsabilidad de idear la política conveniente. No se les elige porque concuerdan con la política que el elector estima conveniente sino porque se tiene confianza en que son depositarios de la política conveniente cualquiera que sea esta y cualquiera que sean las consecuencias prácticas de su aplicación. Es así el partido, en cuanto encarna a los ojos del elector su ideología, el receptor de la confianza pública. Pero la distancia entre la prédica ideológica y el estado de las cosas es casi infinita. Nuestra elefantina estructura partidista presenta la ventaja de que puede canalizar las inquietudes de la población hacia el debate de las políticas convenientes, si admiten las listas abiertas y las elecciones primarias. Es fácil que entonces en una primera instancia tengan más prédica los líderes demagógicos o integristas de lo suyo, pero con el tiempo también la moderación y la competencia pueden tener cabida. No es menos cierto que no hay remedio que nos libre de los líderes carismáticos vacíos y que la personalización de la responsabilidad política puede esto propiciarlo hasta el extremo en algunos momentos. Los riesgos están a la vista pero la alternativa es la lenta agonía de los mastodontes partitocráticos.

CON OCASIÓN DE LOS ERES.



La retirada de Griñán tendría que ser una buena ocasión para que se hiciera lo más urgente y en el fondo más necesario: que alguien solvente y responsable diera una explicación creíble de por qué Andalucía sigue con su retraso histórico y por qué la enorme cantidad de inversión en obras públicas, la financiación ventajosa de que ha disfrutado, más de treinta años de política progresista, con comillas o sin ellas, no permiten alzar el vuelo. Toda hipótesis puede servir excepto la de que el constatado “retraso histórico” es la razón de que no se pueda salir del retraso histórico. Y sería poco creíble justificar lo que en verdad es un “fracaso histórico” en virtud de que la autonomía no dispone de instrumentos políticos suficientes o que en realidad se ha avanzado tanto como para evitar un retraso mayor, o en fin, la idiosincrasia del pueblo andaluz.  
No menos importante es explicar por qué el electorado  revalida un estado de cosas que debieran abochornar  a quien sienta preocupación por lo suyo. El hecho es que se ha enquistado una situación de régimen  y no de sistema político.  Es decir cuando la población siente que su modo de vida, lo pase peor o mejor, sea justo o injusto, sólo es posible con el gobierno de un partido determinado. Parece como si en el alma colectiva se hubiera instalado una mezcla de fatalismo y de movimiento de autodefensa contra el fatalismo que se alimentan mutuamente. El fatalismo de que el retraso y hasta la postración es algo secular y casi natural. La autodefensa consistente en buscar solución no al retraso y la postración sino a las consecuencias negativas del mismo sobre la  gente, como si no importara que la economía y la organización productiva fueran a rastras si el gobierno y los responsables políticos hacen la vida llevadera.

domingo, 21 de julio de 2013

LO QUE OCULTAN LOS SÍMBOLOS



Las representaciones y los símbolos políticos son vitales para la formación de colectivos sociales y para la ordenación de la sociedad. Se ve su relevancia en el hecho de que idealmente permiten que cada ciudadano ejerza su parte de soberanía, pero se atiende menos al hecho de que sin ellos la gente tendría que entrar en confrontación por cualquier asunto. Al hacerse los partidos y las organizaciones sociales en general responsables de los asuntos públicos se exonera por ello de responsabilidad directa a los ciudadanos. Son por ejemplo responsables de las leyes y las medidas que incumben  a todos, sin que nadie se atreva a pedir cuentas a sus votantes o seguidores. Esta ventaja indispensable tiene la contrapartida de que los ciudadanos tienden a desentenderse de la marcha concreta de los asuntos públicos, convirtiendo la delegación en sus representantes en una especie de cheque en blanco. Otro efecto no menos nocivo pero más oculto es el hecho de que sólo se ve en los partidos y en los símbolos unas ideas o unas formas de conducta aislados y por encima de todos como en las nubes, sin reparar en la gente que hay detrás. Cuando se entra en la confrontación política se pierde fácilmente la perspectiva de la gente que puede estar perjudicada, sobre todo los lazos humanos que se rompen. Por ejemplo el nacionalismo catalán ha alcanzado una supremacía ideológica casi definitiva al conseguir que una gran mayoría de la población catalana identifique España sólo con una idea, nada grata por cierto, o una serie de símbolos antipáticos, olvidando la gente que hay detrás. Se concita a la gente para romper un sistema institucional e ideológico, cuando lo que se puede romper de verdad y por encima de todos es un sistema de convivencia y sobre todo infinidad de lazos humanos. ¿Se sentirán igual los catalanes separados de los aragoneses, los valencianos, los asturianos…etc? Muchos quieren separarse de España, ¿pero cuántos de estos quieren separarse de los ciudadanos españoles?, ¿cuántos lazos que comparten con sus vecinos catalanes no los comparten también con los demás ciudadanos españoles?. Y me refiero a lazos no sólo personales sino también colectivos.

jueves, 18 de julio de 2013

POLÍTICA Y VIDA.

Según informes científicos las reservas de agua no darán para alimentar a la humanidad en 2050. Como ocurre con muchos otros datos de este tipo quisieramos creer en la falibilidad de la ciencia ante la sensación de impotencia que se viene encima. Se impone la sensación de que la crisis planetaria corre como una pantera y que el paso de la humanidad para remediarla no llega siquiera al  de una tortuga. Estamos en las antípodas de la especulación de Hegel, quien pensaba que los individuos y los pueblos al entregarse a sus pasiones construyen sin saberlo el ordenamiento racional del universo. Objetivamente nada es tan urgente como avanzar en la dirección de un Gobierno Universal o al menos de instituciones operativas que hagan viable el porvenir de la humanidad y el planeta. Pero los grandes bloques emergentes que acceden al dominio del mundo basan gran parte de su poder en la explotación destructiva de las reservas del planeta argumentando con cierta razón que tienen derecho a hacer lo mismo que hemos hecho los habitantes del primer mundo. Subjetivamente los individuos y los pueblos se revuelven contra las instituciones unitarias y claman por la creación de unidades mas desmembradas y cercanas a la tierra. La ilusión por lo próximo y diferente se nutre del rechazo a la despersonalización de los sistemas políticos que convergen bajo el paraguas de la globalización. Ilusión que genera la fantasía de que las unidades menores serán más humanas y fraternas. Se confunde demasiado facilmente cambio de modelo vital con la instauración de un orden político alternativo, alternativo pero desconocido. Parece que sólo la creación incipiente de una opinión pública mundial y la progresiva eficacia de las soluciones alternativas en la dirección de nuevos modos de vivir en la tierra operan contra la tendencia autodestructiva de la humanidad.

lunes, 15 de julio de 2013

EL LEGADO DE MAYO DEL 68.




A veces lo imprevisible descarga en medio de lo que parece constante e inquebrantable, dejándonos sin saber a qué atenernos. Mayo del 68 ha dejado una impronta en nuestro tiempo que todavía escapa a cualquier calibración. Lo que empezó siendo una revuelta estudiantil, al tomar cuerpo se concibió como una revolución anticapitalista y antiimperialista más anarquista que comunista, y ha cuajado como una revolución moral,  especialmente de la sexualidad. Se ha instaurado el ideal del yo que se cree solidario y libre de la contaminación del sistema. Desde entonces la democracia, la democracia occidental propiamente, ya no es sólo urnas y Estado de Derecho, es además  costumbres sin normas y derecho a la felicidad personal sin trabas ajenas