jueves, 25 de julio de 2013

CON OCASIÓN DE LOS ERES.



La retirada de Griñán tendría que ser una buena ocasión para que se hiciera lo más urgente y en el fondo más necesario: que alguien solvente y responsable diera una explicación creíble de por qué Andalucía sigue con su retraso histórico y por qué la enorme cantidad de inversión en obras públicas, la financiación ventajosa de que ha disfrutado, más de treinta años de política progresista, con comillas o sin ellas, no permiten alzar el vuelo. Toda hipótesis puede servir excepto la de que el constatado “retraso histórico” es la razón de que no se pueda salir del retraso histórico. Y sería poco creíble justificar lo que en verdad es un “fracaso histórico” en virtud de que la autonomía no dispone de instrumentos políticos suficientes o que en realidad se ha avanzado tanto como para evitar un retraso mayor, o en fin, la idiosincrasia del pueblo andaluz.  
No menos importante es explicar por qué el electorado  revalida un estado de cosas que debieran abochornar  a quien sienta preocupación por lo suyo. El hecho es que se ha enquistado una situación de régimen  y no de sistema político.  Es decir cuando la población siente que su modo de vida, lo pase peor o mejor, sea justo o injusto, sólo es posible con el gobierno de un partido determinado. Parece como si en el alma colectiva se hubiera instalado una mezcla de fatalismo y de movimiento de autodefensa contra el fatalismo que se alimentan mutuamente. El fatalismo de que el retraso y hasta la postración es algo secular y casi natural. La autodefensa consistente en buscar solución no al retraso y la postración sino a las consecuencias negativas del mismo sobre la  gente, como si no importara que la economía y la organización productiva fueran a rastras si el gobierno y los responsables políticos hacen la vida llevadera.

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