En buena medida el electorado convencional de la derecha y la
izquierda coinciden, cada uno para sí, en considerarse demócratas y
ser adictos a la Constitución. Pero mientras que para el electorado
de la izquierda el electorado de derechas sufre de un franquismo
vergonzante; para el electorado de derechas sus compatriotas de
derechas son demócratas que tienen una opción equivocada. Esta
asimetría valorativa no deja de tener consecuencias en los detalles
de la vida pública..
Creo que el hecho
crucial de la campaña electoral es que la fidelidad de la izquierda
no se ve afectada por las concesiones al separatismo, mientras que
por el contrario la irrupción de Vox moviliza en favor del PSOE a un
electorado que se desangraba. Se dirá que le preocupa más la
“ultraderecha” que la unidad de España. Pero conviene matizarlo
en el sentido de que cree que el franquismo es un peligro real y que
la independencia catalana y demás supone apenas un peligro
“fantasmagórico”.
Por muy delirante
que sea esta visión, el electorado de izquierda se atrinchera en su
postrera tradición cultural. La resistencia a ver en peligro la
unidad de España y el estremecimiento que produce VOX no revela más
que lo profundo y definitorio que es el mito
franquista/antifranquista en la construcción de la identidad de la
izquierda. Mito franquista en cuanto que sigue perviviendo el
franquismo en las profundidades de la democracia y antifranquista en
cuanto que el primer deber democrático es combatir el franquismo. Me
referiré no obstante, para simplificar esta dualidad, al mito
antifranquista.
Por supuesto la
esencia del mito del antifranquismo es que media España, la España
de “los poderosos y oligarcas” es franquista o propende a serlo y
ahora anda al acecho. Por supuesto no se va tanto contra Franco ¿que
puede significar ir contra lo que había quedado postergado del
espacio cívico y contra lo que se había construido y ASENTADO la
democracia?. Se va contra esa España sospechosa de impostura
democrática por mucho que haya probado su espíritu democrático
después de tantos años.
Tal mito ha
prosperado como explotación prioritaria cuanto más ha paralizado
ideológicamente a la derecha y no menos ha tapado la incapacidad
social/comunista/populista de ofrecer proyectos razonables para la
marcha de las cosas. Aún latente su beneficio y rentabilidad ha sido
incuestionable, seguramente por encima de lo esperado, pero la
urgencia y la ocasión (el peligro de desangramiento y la irrupción
de VOX) ha obligado y permitido darle todo el carrete electoral, para
apuntalar el mapa mental de la izquierda, por muy serio que sea el
peligro para la estabilidad constitucional.
Por desgracia este
mapa mental apenas se ha modificado desde su origen y sólo se ha
adaptado a las circunstancias mientras parecía dormido. Ahora se lo
extrae del desván. Es un mapa cuya frontera separa a los demócratas
de los fachas, y en el que la región de los demócratas son las
izquierdas y los nacionalistas, mientras la región de los fachas son
“las derechas” de todo tipo y condición. Lo novedoso es que
estamos en un punto de inflexión en que el constitucionalismo se ha
tornado una calificación molesta y carece de ubicación definida
dentro de ese mapa.
La predisposición a
confundir la componenda con el separatismo con un sacrifio de diálogo
fructífero que aleja la independencia, concluye la explotación de
dos falacias de notable predicamento: la de que los nacionalistas,
pese a todo, están en el lado de la democracia y la de que lo que
verdaderamente fomenta el separatismo son “los separadores” de
la derecha.. Por supuesto bajo el horizonte mental de que la defensa
política de España es una coartada de las derechas para defender
sus privilegios y atizar presuntas ansias de retroceder al
franquismo.
La habilidad del
equipo sanchista de mover estas piezas y de asentar este terreno de
juego, “fidelizando” a los suyos, está haciendo el resto. El
único problema es que no puede pararse y crear una situación de
estabilidad dentro del régimen presente. Pero con esto también
cuenta y no parece que se arredre.