sábado, 30 de mayo de 2020

¿CÓMO ES POSIBLE?


              Tengo entendido que incluso en el ámbito de la izquierda del PCE los del FRAP apenas llegaban a ser los “piraos” folklóricos, eso sí muy peligrosos. En ese ámbito no se les objetaba tanto sus objetivos, “la democracia popular”, sino sus métodos: podían alejar a las masas de la revolución y desviarlas hacia el “reformismo”. Algo parecido a la actitud hacia ETA aunque a esta se la encuadraba dentro de la “lucha del pueblo vasco contra la dictadura” y se la tomaba en serio, por algunos con delectación y simpatía.

              ¿Cómo es posible que la herencia frapera haya engordado hasta el punto de marcar la agenda del gobierno y corromper ideológicamente al socialismo?

              Por decir algo: el cierre en falso del fin de ETA, la pueril candidez del pueblo, la vesania de un socialismo que inventa el estado permanente de confrontación por no tener nada que ofrecer, el perenne desarme ideológico del constitucionalismo..Pues en fin se va dilapidando el orgullo constitucional por indiferencia y por la frivolidad de tener a la Cnstitución por un recetario o un amuleto, lejos de ser la expresión de un proyecto colectivo.

             ¿Cómo puede ser tan débil políticamente una sociedad para no ser capaz de resistir la seducción de los profesionales totalitarios del poder y otorgarles el crédito de la buena intención “regeneradora”? Si de algo es símbolo este advenimiento frapero es del fracaso de la cultura política colectiva. Pero esa misma insustancialidad hace muy difícil que la ideología guerracivilista impregne a la sociedad hasta el fondo a diferencia de los años treinta. Al menos eso da esperanzas de que este proceso de puesta jaque del régimen constitucional no sea irreversible.

viernes, 22 de mayo de 2020

ATERRIZAJE


           El misterio del pacto con Bildu es que no hay misterio. Si algún sentido táctico tiene la forma como se ha tramitado y publicitado no es otro que dejar claro que el acuerdo con Cs es una anécdota y en cualquier caso no merece ningún ataque de cuernos entre los socios. Atar y bien atar la mayoría y reservarse al tiempo otros apoyitos de Cs sin cambiar la partida parece algo bonito.

           Jugando con éxito y suerte a lo Kaiser Osé (Kevin Spacey en “Sospechosos habituales”), PSz ha logrado que se le vea como un mero pícaro del poder, que apuesta a la ruleta de un día para otro por seguir en el Falcon. Si sólo de eso se tratara hubiera seguido el ejemplo de Merkel. Pero si ha vinculado su suerte al podemismo es porque comparte su esencia, el sueño de una España sin derechas. Disputó en anteriores elecciones el liderazgo del podemismo ambiental al modelo pablista original, pero ahora ha decidido repartirse los papeles en Komandita. Difieren sólo en que Plenin aspira a extirpar a la derecha con un régimen coherente y PSz se contentaría con tenerla eternamente domesticada, dejando la incógnita del régimen a despejar según se vea.

         Lo fía Psz. todo al dominio de la educación, la calle y los medios, y a la domesticación de los en otra hora “poderes fácticos”. El éxito en todo ello genera sentimiento de impunidad. Seguramente por ello la jugada se le ha ido de las manos e igual la sociedad P&P se tiene que retocar a la espera de lo que venga de Europa y el provecho que dé el negocio de la ruina. Creo que en esto el futuro de Psz depende de la “comprensión” del que ya es su verdadero mentor, el vice “segundo”. ¿Se van ambos a apear del sueño de “desderechizar” el país ahora que tienen los resortes del poder en su mano? Ya lo han hecho con el PSOE y todos los socios perderían mucho si entran en discordia. Así pues a buscar entre todos una pista de aterrizaje de urgencia por favor y a endosar quien se tiene que hacer el loco.

          Por cierto ya es casualidad que coincida la felicidad personal de los líderes de Cs con la zozobra de su formación política. Queda mucha partida por jugar y si bien por ahora la historia está siendo cruel tendrán que poner algo de su parte y enterarse un poco...Que lo de andar como corderos entre lobos salió razonablemente bien al comienzo de los tiempos, pero ya no quedan lobos despistados.

martes, 19 de mayo de 2020

JULIO ANGUITA D.E.P.


                En España el comunismo, en cuanto superviviente histórico de las utopías igualitaristas tan gratas por estos lares, atrae como un “myterium tremens et fascinans” según la canónica definición de lo sagrado de R. Otto. Perdura tal atracción subliminal por mucho que la historia demuestre su distópica tenebrosidad y a pesar de que a su público le reconforte el bienestar del modelo occidental.

                 Julio Anguita revitalizó esa aureola fascinante que el chasco de la transición parecía marchitar. Chasco, claro está, para quienes soñaban que el pueblo premiaría la lucha contra el franquismo y el sacrificio por la reconciliación dando el poder al eurocomunismo.

                El líder califal apareció en la escena nacional cuando todavía perduraba el orgullo por la democracia de todos, aun cuando F. Gonzalez y Guerra acapararan la gloria y el mérito. Cuando también se agrietaba el castillo socialista, corrupción, GAL etc y despertaba la derecha del sueño eterno que tenía encomendado.

                Anguita olvidó la parafernalia eurocomunista y emprendió el rescate de la amenaza de la apisonadora socialista, convertida a su modo de ver, en vulgar pragmatismo sociocapitalista. Le salió un curioso potaje de esencialismo preeurocomunista y culto a la civilidad democrática, cosa imposible sin el catalizador de su personalidad.

               Funcionó su proyecto de rescate dentro de sus posibilidades debido en gran parte a su aportación teatral, la invención de un personaje que le salía de natural. Tal vez la política le dio la oportunidad de crearse a su imagen y semejanza. Con su discurso y presencia engolada, paternal y cargante cayó simpático, no sólo para sus seguidores, también para el mediano común. Daba categoría y empaque a la democracia y a la sociedad, como una estatua esculpida para la eternidad de la que sólo se desea que esté presente bien visible y ante la cual es imposible no fotografiarse para el álbum familiar.

             Porque por mucho que fuera su tufo dogmático no daba miedo. El socialismo felipista guerrista esculpió la fe en la eternidad del estado del bienestar y al comunismo le quedó el papel de asistente estético, de estampa para encomendarse en el dormitorio. Las declamaciones de Anguita atemorizaban tanto como un mandril en un zoo, pero fue suficiente para acomodarse un espacio sino de poder, sí de esperanza en la perduración eterna del ideal.

            Desde el punto de vista de su aportación objetiva al bien común, se hubiera quedado en un vulgar charlatán rescatador de nostálgicos durante un tiempo engolosinados por el eurocomunismo si a su estampa señorial no le hubiera añadido un extraño regusto por las formalidades democráticas y cívicas. Y ya se sabe que al fin y al cabo la democracia es cuestión de formas.

            Pudo ser que encontrara en nuestra tierna cultura democrática la ocasión para demostrar sus dotes pedagógicas, de realizar su vocación de maestro como precoz educador de la ciudadanía. Pudo ser que tratase de frenar la insolencia socialista animando a la conciencia crítica y la responsabilidad personal para salvar a los suyos del espíritu de rebaño que ya se cernía por doquier. Incansable pedagogo alertó al pueblo de su inmadura credulidad, en la esperanza de que se abriría paso la verdad paradisíaca. A muchos le repelían sus sermones, pero que alguien sermoneara tenía mucho encanto. Al fin y al cabo en España es el sermón que entra por un oído y sale por otro la forma más eximia de pedagogía.

          Anguita concitaba en torno al reclamo de la pureza utópica, la honestidad insobornable y el civismo señorial. Incluso en torno al compromiso con la legalidad democrática. Ahora a la cabeza del comunismo transfigurado en buenismo guerracivilista Pablo Iglesias convoca a la complicidad en torno a la maquinación, la amoralidad y la desfachatez para salir del museo y aposentarse como garrapata del poder. 

          Visto técnicamente estamos ante un experimento inédito en el opulento y democrático Occidente, experimento aparentemente imposible y del que depende la remodelación del comunismo. ¿Pero quien hubiera apostado por la complicidad del fervor mediático en nombre de la corrección política? ¿quién hubiera dicho que las empresas acusadas de emascular la conciencia igualitarista se tornaran en el principal altavoz del advenimiento mesiánico?

          Nunca sabremos si Anguita (D.E.P) hubiera emprendido esa aventura totalitaria de tener la ocasión, si la llevaba dentro o si se creía un demócrata sin engaños. Se marcha habiendo echo valer su empaque y la simpatía de quien en el fondo acertó a ser visto como ser humano, como una persona que tenía el mérito de tratar de estar a la altura de su idealista personaje, sin conseguirlo irremediablemente. Espíritu guijotesco en suma. 

          A falta de empaque y enjundia a Pablo Iglesias le sobra falta de escrúpulos y destreza conspirativa, lo que no sabemos si hubiera tenido Anguita.




jueves, 7 de mayo de 2020

EL SIMONISMO


A la altura del nivel que demuestra como experto virólogo comunicacional guberamental, el Dr. Simón es capaz también de hacer aportaciones memorables al pensamiento político. Uno modestamente quisiera ilustrar la genial idea de ocultar en el anonimato a los gestores responsables sobre los que el gobierno dice hacer descansar sus decisiones, tratando de ser lo más fiel posible a su espíritu benefactor.

Es muy probable que la natural vanidad humana, tan dispuesta a hacer estragos cuanto más altas son las cumbres del poder, sea el principal freno para que el simonismo se aplique a rajatabla y se cubra con una tela de opacidad toda la nomenclatura política gobernante cual montaje de Christo.

El loable fin de preservar a los responsables públicos de presiones y de intromisiones, de curiosones, zascandiles y aburridos codiciosos de toda calaña, para que se entreguen platónicamente a su sacrificado servicio ya se ensayó en variadas circunstancias. Los tradicionales señoríos del tipo de las grandes cortes barrocas, los mandarinatos chinos o los califatos el lujo, se rodeaban de un aura de lujo y ostentación que servía de barrera protectora. Pero a cambio de ello sufrían la molestia de tener que estar a la vista de sus cortesanos de noche a noche en todos sus menesteres. Tampoco debiera ser muy grato tener que hacer apariciones rutilantes en espectáculos demostrativos de la magnificencia del poder.

En los tiempos contemporáneos esas exhibiciones se las permitían los dictadores totalitarios capitaneando las más variadas coreografías imperiales, lo que se hizo merecedor de variadas alabanzas esteticistas.

Poco comprensivas que son, a las democracias les suele repugnar estas parafernalias que se tienen por obscenas, pero a cambio quedan como muestra de las costumbres de los aventajados regímenes que han recobrado el paraíso terrenal. En las democracias por contra se desatina tanto que se cree que la exposición a la transparencia azuza el ingenio para hacer lo que se debe sin engañar.

Pero no deja de haber excepciones encaminadas a preservar la dedicación de la incomodidad. Pablo Iglesias pudo inspirar al Dr. Simón cuando hizo el sacrificio de avecinarse en Galapagar para librarse de las incomodidades de la vida material y vecinal, y poder tener libre el espíritu, y de paso el cuerpo, para sus elevadas empresas, en el espíritu de la olvidada prédica estoica.

La fórmula Simón preserva el anonimato y podía completarse con beneficios que libraran de los sometimientos de la materia, tal como el ejemplo de nuestro camarada mesiánico, pero requiere de una gran generosidad en nuestros dirigentes. A estos se les podría reconocer como casos seriales del Gran Hermano, en la confianza de que el disfrute la primicia genealógica orwelliana compensase su atormentada invisibilidad pública.

Desde luego que no es fácil compaginar tan buena intención simoniana con los hábitos usuales de la democracia. Con irresponsable y hasta maliciosa curiosidad, la gente quiere conocer quien es o parecer ser el que manda, el candidato por votar, y hasta ministros y consejeros, aspirantes,, etc y no sólo eso sino sus vidas y a ser posible intimidades de diurnas y nocturnas y todos los etc que se quieran, por no hablar de las manías de algunos plumíferos y tertulianos de meter el dedo en el ojo y que de esa manera se tienen por críticos.

Cierto que en España el filtro mediático suele ser efectivo, sobre todo en cuanto a su capacidad selectiva según de qué cuerda se sea a quien se aplique. Pero esta reserva es bastante frágil, cambia la tortilla y puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Cabe sin embargo ensayar alguna solución. Por ejemplo la siguiente que si bien se piensa mejoraría la educación política de la ciudadanía preservando la anónima comodidad de nuestros servidores o aspirantes a ser lo.

Podrían los aspirantes y ejercitantes del poder ocultarse tras una mascara asignada, reconocible según sea su partido o agrupación, a la manera de los actores de la tragedia griega o de los actuales atracadores de bancos usuales en las series televisivas. Tendrían además el aliciente de sanar la herida de su orgullo en caso de que acertaran a contribuir al renacer del Arte Pop, ahora que parece demasiado domesticado.
Es una sugerencia entre otras posibles pero seguro que el Simonismo puede dar mucho más de sí, ahora cuando, de forma imprevista, la crisis pandémica ha motivado la recuperación de los ímpetus pastoriles y gregarios en bien de la renovación de la ingeniería paradisíaca de encandilamiento social.

Por de pronto parece una contribución impagable a la urbanidad política pública, para que nos centremos en lo que importa, los datos objetivos que transmite la autoridad y la coherencia y bondad de las medidas, en lugar de despistarse tratando a los responsables públicos como vulgares personajes de novela rosa o de shows para el despellajamiento sentimental.

miércoles, 6 de mayo de 2020

EL SEXTO SENTIDO


En política no puede haber sentido común sin sexto sentido, al menos para que el primero cuente algo. Pero no siempre quien dispone de ese sexto sentido ennoblece el sentido común, en muchos casos lo ultraja. El sexto sentido cuenta de forma decisiva en todas las facetas de la política, aunque por su naturaleza sea indescifrable y sólo depende del genio interior. No se trata de una iluminación súbita sino de la iluminación constante de la experiencia.

Nadie puede permanecer ni entrar en la corte del poder si no es capaz de detectar sin necesidad de cursos de iniciación o de llamadas al orden lo que el vértice piramidal quiere oír, lo que quiere que se diga y contra quien estar. Y todo en una cascada hasta llegar a los aledaños de la base. Así se puede comprobar fácilmente con ejemplos de los expertos a lo Simón, los tertulianos de mucho agradar, artistas y actores que se tiene por profetas, escritores/as a lo Elvira Lindo que se la guardan...

También el pueblo, ahora es la gente, lo necesita aunque por motivos más sibilinos y de difícil diagnóstico. Su sexto sentido no se dirige fundamentalmente a catar el sabor de los políticos en uso y el sentido de sus políticas, para esto ya se precisa una cierta cultura política, una experiencia mínimamente sistematizada y un mínimo hábito de objetividad, cubierto por una tradición solvente a la que agarrarse. Pero anda selectivamente afinado, picarescamente incluso, para detectar al ganador y al perdedor en el rumbo de lo que hay entre manos, como los apostantes sobre el resultado final de la Liga. Incluso en esto lo secundario es lo que se espera que los ganadores o los perdedores puedan hacer, hay demasiado escepticismo para que las promesas se tomen en serio. Por encima de ello se atiende a ver quien puede mandar de verdad en lo esencial, en el dictado de lo que se puede decir y lo que se tiene que callar. 

En esta picardía los españoles somos consumados maestros, apenas escapa lo que puede agradar o repugnar en la plaza pública, y a distinguir entre esto y el poder del que gobierna. Así todos sabían que por mucho que Rajoy se columpiase en el gobierno, nada pintaba en la determinación de las reglas del juego de lo opinable, de lo bello y lo correcto.

Decía que es difícil saber el uso que la gente se inclina a hacer con esta intuición de los vientos del destino, pero los políticos con sexto sentido bien avezado, los acostumbrados a mandar en esa tarea épica de marcar las reglas, aprecian primero que nada la batalla por el veredicto del vencedor, como condición y anticipo de la efectividad de la victoria. No se les oculta algo tan elemental y razonable como el hecho de que una parte de la gente se predispone a apuntarse a los vencedores y lo más importante que otra anda presta a desmoralizarse. Si el temor a desentonar en público acelera muchos síndromes de Estocolmo en quienes son potenciales oponentes, no digamos para los relativamente indiferentes lo placentero que resulta sumarse al carro de los ganadores. Al fin y al cabo en un mundo en que nos vemos conminados a triunfar, o sea ganar, más allá de la vida privada, ¿qué oportunidad lo depara que no sea el fútbol o la política?

Pero sólo se puede disfrutar del beneficio de parecer ganador si funciona el sexto sentido para detectar el sentimiento político de la gente. La crisis pandémica demuestra lo secundario que es saber lo quiere la gente frente a lo que cuenta hasta donde puede aguantar. Es bien sabido que en política, quizás en esto la política es diferente a las esferas más elementales de la vida, la información, por mucha y clara que esta sea, se digiere en virtud de lo que se cree y se quiere creer. Como el equipo cogobernante tiene la sartén por el mango de la comunicación y la aureola de ejercer en nombre de lo correcto, fijado como tal desde ZP conviene aclarar, dispone de un amplio margen para graduar la mentira y entregarse a la seducción eufemística y a los tópicos buenistas.

El beneficio publicitario y preelectoral de la terapia de desvanecer la angustia por la fiesta y el heroísmo casero anuncia un momento feliz de “nueva normalidad”. Contando con este favor que presta el instinto de supervivencia a quienes se tiene por vencedores, la inmensa dimensión de la culpa cogubernamental ha obligado a fiarse del bien contrastado arte del engaño, máxime cuando se cuenta con una base suficiente que a su manera no reniega de estar engañada conscientemente. 

Uno tiene en este sentido la impresión de que la dedicación sistemática al falseamiento y la prestidigitación, no es tanto por potencial desesperación, que también, sino sobre todo por cierta seguridad en el éxito. Pasado el susto inicial de las cifras monstruosas y advertido que a la población en general le preocupaba por encima de todo el propio pellejo y que el público adicto compartía con el cogobierno la angustia de perder el poder, se vio la posibilidad de convertir España en un inmenso laboratorio para experimentar con el público cobaya el grado de mentira que puede este respirar sin sentir la asfixia.

Esto es un tanteo pendiente de la verdadera evaluación que ha de hacer el equipo social podemital. La mentira que el pueblo está dispuesto a admitir no es pauta suficiente para detectar lo bienvenidos que pueden ser los recortes, el paro, la desolación y la miseria. A la luz de la experiencia de la aventura de ZP unos recortes, que tendríamos por regalos del destino, precipitaron que muchos de los suyos le dieran la espalda. Cierto también que aunque la masa social siga educada zapaterilmente, se está avisado de la necesidad y puede hasta comprenderse que lo del C19 es demasiado para ir con tonterías. Eso da más margen para una política pragmática que respete la permanencia en la U.Europea.

Pero aun así la catástrofe no será menuda y seguramente el Dr. Sz. apreciará tal vez melancólicamente que puede confiar más en la adhesión de los suyos por la aventura del logro de la III República que por los recortes y la responsabilidad. Esta presunción puede generar muchas dudas y tentaciones liberticidas, desde el momento en que los recortes y la ruina amenacen con levantar el velo que tapa tantos muertos y responsabilidades culposas.

 Empecinado en atar su suerte a la de Podemos, Sz depende lo quiera o no lo quiera, del cálculo que su socio haga de como aprovechar o al menos salir lo mejor parado posible del tiempo de la ruina. ¿Qué fenómenos no podrán desatarse si esta pareja cree que puede aprovecharse de la ruina? Un escenario tan abierto y lúgubre requerirá no un sexto sino un séptimo sentido por lo menos.