Es
moneda común la opinión de que el podemismo tiene dos almas, la
estrictamente populista y otra socialdemócrata pragmática. Se me
antoja que la diferencia realentre estos, si la hubiera, no es de
sustancia y estriba más en como llevar el negocio de la ingeniería
política. Pero hay dos almas más profundas y verdaderas si lo
consideramos desde el punto de vista de la disposición y la actitud
ante el mundo de quienes se adhieren a este movimiento totalitario,
de forma más activa y comprometida o más pasiva. Resulta así más
bien Podemos un armazón stalinista con sangre anarcoide y fachada
populista. Pues el tan cacaraeado “populismo” no es más que una
forma de calificar a un fenómeno totalitario que no entra en lo
cánones hasta ahora conocido.
Pero
es lo más interesante esa alma anarcoide, agazapada en un difuso y
nihilista rechazo del sistema y sus élites, las élites en general y
el sistema en general, que sostiene y se deja llevar por las élites
leninistas, estos sí, sin demasiada conciencia de lo que hacen y
llevan entre manos, la verdad sea dicha. Los vemos como entroncan
vagamente con la izquierdas primigenias ibéricas que abrazaron el
federalismo, el cantonalismo y por fin el anarquismo, toda esa mezcla
de individualismo, espontaneidad, comunitarismo y mesianismo místico,
a la que el socialismo marxista trato de racionalizar, domesticar y
llevar a su terreno con resultados como mínimo ambiguos y
contradictorios.
Ya
naturalmente no queda nada del obrerismo que daba sentido a los
afanes revolucionarios. Ahora los podemitas son principalmente
profesionales, estudiantes y medianos urbanitas que, por encima de
todo, pretenden escapar de la mediocridad de una vida acomodada
convirtiéndose en los protagonistas de la historia. A la nueva
atmósfera acrata, que no se reconoce como tal, no le anima proyecto
político alguno, como no sea el de suprimir de la sociedad la
política, es decir la pluralidad y la negociación, so pretexto de
acabar con las élites y el stablishment, y traer por fin la
fraternidad universal. Ya no estamos para revoluciones de verdad
sino para disfrutar de la comodidad, pero con pureza.
Este
neoanarquismo edulcorado por la sociedad de bienestar, la LOGSE, y
encabronado por los medios y el agujero negro que es la Red, es el
magma que desprende la ruina ideológica de la izquierda oficial y
establecida, una vez que esta ha fracaso en su responsabilidad de
hacer comprender a la izquierda sociológica lo que significa vivir
en una sociedad democrática occidental.
¿Pero
cómo es posible la entrega a unos espabilados leninistas de estos
vagos retoños del peculiar individualismo comunitarista ibérico?
Es que ya hay poco lugar para la disputa ideológica. Lo que eran
macizas ideologías se ha disuelto en una pasta amorfa de la que sólo
se alimenta la mala leche, con perdón, y los vagos sentimientos de
regeneración de un mundo que se teme en crisis. Se toma por discurso
ideológico, visión cabal del mundo, la natural repugnancia de los
humanos a los privilegios, la corrupción y la injusticia. Uno se
cree especial al tener esos sentimientos y cree poder establecer una
línea de distinción entre los buenos y los malos ciudadanos, entre
los que tienen esos sentimientos y quienes carecen de ellos. “Soy
bueno, justo y solidario, sufro por quienes lo pasan mal, luego estoy
en posesión de la verdad y dispongo de las claves de lo que ha de
ser la sociedad y el hombre nuevo”, piensa el nuevo redentor y
además plenamente convencido.
Con este bagaje de ideas es fácil prever el resultado del juego entre los revolucionarios profesionales, que están destinados
a mandar, y los profesionales y aspirantes a serlo que se sueñan
revolucionarios, llamados estos a aplaudir. Los primeros
entienden de como complacer a los segundos, amortizando sus nobles
sentimientos con poder constante y sonante.
También
viene esto al caso para buscar una mínima explicación de la
amalgama entre el podemismo anarcoide y las diferentes versiones
secesionistas, tan ibéricas por otra parte, como no puede ser de
otra manera. Es secundario al respecto el interés táctico de los
dirigentes podemitas para sus componendas revolucionarias o
“constituyentes”.
El fenómeno significativo es la constatación
de que tales componendas que hacen de Podemos la cuña del secesionismo no afecta a la fidelidad de los seguidores podemitas. Sin
duda que el odio al enemigo ciega todo lo demás, como cuando los
revolucionarios izquierdistas iraníes se entregaron a Jomeini para
desalojar al Sha y acabaron exterminados. Pero hay también una
disposición casi congénita a establecer puertas giratorias entre el
separatismo fetén y el izquierdismo y cualquier forma de
populacherismo ibérico, dentro del que cabe con merito sin par hasta
el carlismo decimonónico.
El gozne de esta puerta es el mito tan
arraigado en nuestras tierras de que el Estado es un ente parasitario
que impide que el pueblo, ahora llamado “gente”, se gobierne a sí
mismo, de forma pura y sin mediaciones. Por muy contundente que sea
la realidad y la experiencia constatable de la historia hay instintos
profundos que no parece que puedan desaparecer. Al menos por algunos
parajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario