miércoles, 12 de octubre de 2016

LAS ALMAS PODEMITAS


Es moneda común la opinión de que el podemismo tiene dos almas, la estrictamente populista y otra socialdemócrata pragmática. Se me antoja que la diferencia realentre estos, si la hubiera, no es de sustancia y estriba más en como llevar el negocio de la ingeniería política. Pero hay dos almas más profundas y verdaderas si lo consideramos desde el punto de vista de la disposición y la actitud ante el mundo de quienes se adhieren a este movimiento totalitario, de forma más activa y comprometida o más pasiva. Resulta así más bien Podemos un armazón stalinista con sangre anarcoide y fachada populista. Pues el tan cacaraeado “populismo” no es más que una forma de calificar a un fenómeno totalitario que no entra en lo cánones hasta ahora conocido.

Pero es lo más interesante esa alma anarcoide, agazapada en un difuso y nihilista rechazo del sistema y sus élites, las élites en general y el sistema en general, que sostiene y se deja llevar por las élites leninistas, estos sí, sin demasiada conciencia de lo que hacen y llevan entre manos, la verdad sea dicha. Los vemos como entroncan vagamente con la izquierdas primigenias ibéricas que abrazaron el federalismo, el cantonalismo y por fin el anarquismo, toda esa mezcla de individualismo, espontaneidad, comunitarismo y mesianismo místico, a la que el socialismo marxista trato de racionalizar, domesticar y llevar a su terreno con resultados como mínimo ambiguos y contradictorios.

Ya naturalmente no queda nada del obrerismo que daba sentido a los afanes revolucionarios. Ahora los podemitas son principalmente profesionales, estudiantes y medianos urbanitas que, por encima de todo, pretenden escapar de la mediocridad de una vida acomodada convirtiéndose en los protagonistas de la historia. A la nueva atmósfera acrata, que no se reconoce como tal, no le anima proyecto político alguno, como no sea el de suprimir de la sociedad la política, es decir la pluralidad y la negociación, so pretexto de acabar con las élites y el stablishment, y traer por fin la fraternidad universal. Ya no estamos para revoluciones de verdad sino para disfrutar de la comodidad, pero con pureza.
Este neoanarquismo edulcorado por la sociedad de bienestar, la LOGSE, y encabronado por los medios y el agujero negro que es la Red, es el magma que desprende la ruina ideológica de la izquierda oficial y establecida, una vez que esta ha fracaso en su responsabilidad de hacer comprender a la izquierda sociológica lo que significa vivir en una sociedad democrática occidental.


¿Pero cómo es posible la entrega a unos espabilados leninistas de estos vagos retoños del peculiar individualismo comunitarista ibérico? Es que ya hay poco lugar para la disputa ideológica. Lo que eran macizas ideologías se ha disuelto en una pasta amorfa de la que sólo se alimenta la mala leche, con perdón, y los vagos sentimientos de regeneración de un mundo que se teme en crisis. Se toma por discurso ideológico, visión cabal del mundo, la natural repugnancia de los humanos a los privilegios, la corrupción y la injusticia. Uno se cree especial al tener esos sentimientos y cree poder establecer una línea de distinción entre los buenos y los malos ciudadanos, entre los que tienen esos sentimientos y quienes carecen de ellos. “Soy bueno, justo y solidario, sufro por quienes lo pasan mal, luego estoy en posesión de la verdad y dispongo de las claves de lo que ha de ser la sociedad y el hombre nuevo”, piensa el nuevo redentor y además plenamente convencido. 

Con este bagaje de ideas es fácil prever el resultado del juego entre los revolucionarios profesionales, que están destinados a mandar, y los profesionales y aspirantes a serlo que se sueñan revolucionarios, llamados estos a aplaudir. Los primeros entienden de como complacer a los segundos, amortizando sus nobles sentimientos con poder constante y sonante.

También viene esto al caso para buscar una mínima explicación de la amalgama entre el podemismo anarcoide y las diferentes versiones secesionistas, tan ibéricas por otra parte, como no puede ser de otra manera. Es secundario al respecto el interés táctico de los dirigentes podemitas para sus componendas revolucionarias o “constituyentes”. 

El fenómeno significativo es la constatación de que tales componendas que hacen de Podemos la cuña del secesionismo no afecta a la fidelidad de los seguidores podemitas. Sin duda que el odio al enemigo ciega todo lo demás, como cuando los revolucionarios izquierdistas iraníes se entregaron a Jomeini para desalojar al Sha y acabaron exterminados. Pero hay también una disposición casi congénita a establecer puertas giratorias entre el separatismo fetén y el izquierdismo y cualquier forma de populacherismo ibérico, dentro del que cabe con merito sin par hasta el carlismo decimonónico. 

El gozne de esta puerta es el mito tan arraigado en nuestras tierras de que el Estado es un ente parasitario que impide que el pueblo, ahora llamado “gente”, se gobierne a sí mismo, de forma pura y sin mediaciones. Por muy contundente que sea la realidad y la experiencia constatable de la historia hay instintos profundos que no parece que puedan desaparecer. Al menos por algunos parajes.

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