martes, 6 de enero de 2015

DOS ENFOQUES CRÍTICOS DEL INDEPENDENTISMO


Resulta ilustrativo comparar los distintos enfoques con que se llega a la conclusión común del rechazo del independentismo en artículos de F. Savater y de Blas de Herrero y no sólo por su interés intelectual sino por sus consecuencias ideológicas e incluso propagandísticas.

“En segundo lugar, la escalada de nuestros nacionalismos periféricos se ha visto favorecida por el debilitamiento de una conciencia nacional española. Durante mucho tiempo con posterioridad al inicio de la Transición, una buena parte de los demócratas españoles han actuado en la creencia de que, asegurada la democracia, no necesitábamos la nación. Para muchos ha sido una sorpresa comprobar que todo Estado liberal-democrático necesita para garantizar su existencia y buen funcionamiento el cemento de una comunidad nacional, incluso cuando se está inmerso en un proceso de construcción europea. El debilitamiento de esta conciencia nacional española ha sido compensado por la afirmación y el desarrollo de otras conciencias nacionales que pensábamos sólidamente alojadas en el marco de la nación común.”
Las causas del independentismo
ANDRÉS DE BLAS GUERRERO – EL PAIS – 03/01/15

“Las identidades culturales difieren así de la condición política: en cuanto personas que a lo largo de la vida van adoptando o desechando formas de ser de acuerdo a las circunstancias o a nuestras elecciones, somos vascos, catalanes, murcianos, bisexuales, forofos de Osasuna, filatélicos sin fronteras o lo que ustedes gusten. Pero en cuanto ciudadanos, somos ciudadanos del Estado de España, porque sólo los Estados de derecho conceden la ciudadanía que nos permite todas las demás opciones que se dan precisamente gracias a ella. Dentro del demos de cada Estado democrático se da siempre una pluralidad más o menos amplia (más amplia cuanto más avanzada es la democracia constitucional) de etnos diferentes y de mestizajes entre ellos.”
¿Quiénes somos, de dónde venimos?
FERNANDO SAVATER, EL CORREO – 26/10/14


El planteamiento de Savater se soporta en la supuesta oposición última entre ciudadanía y nacionalismo, o entre ciudadanismo y nacionalismo más propiamente, lo que me parece una pirueta intelectual . Viene a plantear en esencia que lo que nos une es la ley y la protección de los derechos civiles de los individuos, mientras que las identidades culturales, étnicas, deportivas, religiosas e incluso nacionales si las hubiera, son asunto y creencia particular y privado que cada uno ha de llevar y practicar siempre que esto no ponga en cuestión la libertad de los demás. En la práctica se presume que ante la liebre de la cuestión nacional que levantan los separatistas se requeriría el mismo tratamiento que tuvo el enfrentamiento religioso abierto en el s. XVI: la libertad religiosa y la libertad de conciencia. Pero la situación no es equivalente porque se cuestiona el marco y el sujeto para el que rigen las reglas del juego y no sólo estas. Ante la objeción nacionalista de que Cataluña no comparte con España historia alguna, salvo la que se le ha impuesto contra su voluntad, y que por tanto la soberanía española no comprende la soberanía de Cataluña, se argumenta, en favor de la unidad de España, como el abogado que invoca el defecto de forma del procedimiento, es decir el incumplimiento de los pasos que requiere la Constitución. “Puede que Vds. tengan razón, pero plantéenlo en forma”. Con eso se puede ganar tiempo pero no se aborda el fondo de la cuestión. Más bien se otorga la razón a los secesionistas, quien calla otorga.
Pensar que la condición de ciudadanos nos une más que “la discutible” condición de la patria a la que cada uno pertenece y se vincula resulta equívoco. Cierto que nada impide que podamos convivir ya que estamos conviviendo conforme a una ley común, pero la voluntad de convivir juntos es el origen de la ley común. En la práctica se pretende devolver la idea que Zapatero aplicaba a España (“la nación, ese concepto discutible y discutido..”) a los que se pretenden naciones soberanas independientes de la nación española. “Dejémonos de cuentos vayamos a los hechos, el pasado pasado está, ahora somos igualmente ciudadanos”. Viene a decirse. Pero mientras al aplicarse a España este planteamiento “deconstruccionista” se da pábulo a las ínfulas disgregadoras, al tratar de devolvérselo a estos, se les obsequia con el poder exclusivo del relato de quienes somos, de donde venimos y a donde vamos: “hagan Vds. el relato que quieran, ninguno vale, ni siquiera el nuestro, por eso nosotros no vamos a a hacer ninguno”. Pero como igual que decía Nietzsche “más vale creer en algo, aunque sea falso, que no creer nada”, resulta más convincente cualquier relato por majadero y mixtificador que sea, que ningún relato, al menos en lo que se refiere a la disposición que anima a los colectivos sociales.
La apelación a la unidad tras la ley vigente, en tanto que garantía de nuestros derechos como ciudadanos, sólo es convincente si esta ley se ve como el nudo entre un pasado común y un futuro deseablemente común. Para sentirlo así es necesario un relato convincente que desmitifique los relatos mixtificadores que niegan el pasado común y la posibilidad del futuro común. Los supuestos esencialistas , que por ejemplo denuncia Felix Ovejero,(La historia contra la termodinámica. El Pais Félix Ovejero 5 ENE 2015 – 00:00), con los que el nacionalismo construye una historia imaginaria a su medida sólo se desmontan con relatos verdaderos, no con el desprecio al relato que podemos compartir. Aunque no lo parezca cuando la gente se inclina a una causa o se moviliza contra un estado de cosas, busca con ansia justificaciones y razones. En la sociedad catalana triunfa la creencia independentista en muchos sectores de la población que nunca lo hubieran sido, porque el relato independentista justifica la repulsa “al sistema” o al estado de cosas vigentes. Y esto es posible porque nunca ha habido un relato alternativo al independentismo que pusiera en valor lo que une históricamente a los españoles. Ahora ya da vergüenza hacerlo y hay que salir por la tangente.

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