jueves, 15 de enero de 2015

EL PROCES PARA EL PARTO


La contaminación que puede sufrir el nacionalismo por la corrupción ha hecho imposible que el astut Mas capitalizara su éxito ante Jonqueras y ha forzado a este a evitar la intimidad con los que bienviven en el foco de la corrupción catalana. A falta de lista única, nos obsequian con un parto para nueve meses, como si quisieran encomendar el Procés al curso de la naturaleza. Es difícil concebir que el Astut se atreviera a aguantar la legislatura desligándose del Procés, tan imposible parece como adivinar si está dispuesto a inmolarse hasta el final. A cambio de darse un respiro y tratar de poner orden con Durán, asunto no menos enigmático, conserva el espíritu, cada vez más fantasmagórico, del Procés, y la posibilidad de abrir un nuevo horizonte si tiene éxito y se declara la independencia con su liderazgo o al menos con una posición honorable. Pero este parto tiene cada vez más riesgos. Al cansancio que puede conducir un movimiento en buena parte inflado artificialmente, se añade un colosal escollo: la evidencia de la familiaridad entre el nacionalismo y la corrupción. Lo que más preocupa a la familia nacionalista no es tanto el hecho en sí, sino la constatación de que preocupa cada vez más a los suyos y a la opinión pública en general. En este punto empieza a tener éxito la denuncia que discretamente ha instigado el gobierno de las fortunas del Honorable y Hereus, aunque sea a costa del sarcasmo de que lo capitalice Podemos. No es concebible que en tanto tiempo el Astut pueda zafarse de su complicidad evidente y que de rebote Esquerra, obligada a apoyar a su Gobierno, no resulte damnificada. Al menos si el principal paladín para capitalizar el descontento ante la corrupción, Podemos, quiere sacarle rédito a este capital con todas las consecuencias. Un acuerdo con los nacionalistas para incorporarse al Proces cerraría sus posibilidades en Cataluña y tendría muchas repercusiones en toda España. La marcha de las cosas va a depender en gran medida de la forma como la pelota de la corrupción salte de un tejado a otro. Una gran mayoría de los que han inflado las velas independentistas proceden del nacionalismo moderado de toda la vida, pero también y sobre todo de no nacionalistas de toda la vida desencantados con el “sistema” y con “la casta”. Seguramente que muchos son ex PSC acrisolados, además de otros jóvenes y veteranos apartados tradicionalmente de la política, que concebían su incorporación a la filas secesionistas como la mejor manera de castigar al PP. Por su parte ERC y CUP han capitalizado este hartazgo al convencer de la asociación entre el “ens roben” y “son uns corruptes”, pero ahora tienen que pasear con un cadáver a la vista de todos y al que no es posible enterrar. Está visto que la mayoría de la población contrario al separatismo no es susceptible de movilizarse por el peligro intrínseco que significa, entre otras cosas porque se han educado en la idea de que el peligro no es tal y que no tienen nada que pintar en los asuntos catalanes. Pero muchos pueden movilizarse contra la corrupción del nacionalismo y tomar conciencia entonces del peligro que lleva consigo. Parece así que la culminación del Procés en septiembre, al menos hasta la siguiente partida, está a expensas de que los nacionalistas oculten su vergüenza, también ante los suyos, y que los no nacionalistas no sientan, como pretenderán los nacionalistas, que están haciendo el juego al sistema si se vuelven contra los corrupción pasada y venidera que vendría inevitablemente con la independencia.

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