La locura de Sanchez sólo
merecería una nota en las crónica de sucesos, tan abundantes y
estridentes, sino es de temer que sea la representación de la locura
y el desamparo ideológico que agita a los militantes socialistas,
sino a sus votantes y público afín. Resulta enternecedor sino
patético cómo algunos veteranos socialistas creen que sólo estamos
ante el “Partido de Sanchez”. Pero ZP no obraría de forma muy
diferente a como lo hace este lebrel, su lebrel. Al fin y al cabo ZP
fue descabalgado cuando no se atrevió a seguir haciendo de ZP con
todas las consecuencias, y no creo que procediera sensatamente tanto
por amor a España y el bien ciudadanía, sino por simple temor.
Y ahora todo lo que
cuenta en el PSOE son versiones y remakes zapateriles. Estamos ante
una mentalidad cuajada, no me atrevería a denominar ideología, con
la particularidad de que se ha extendido viscosamente y sin que se
note, como la humedad va impregnando las paredes. Pero cómo ha sido
esto posible es otra cuestión.
Me llamó la atención
que Sanchez, al presentarse para presidir el Partido, su programa
fuera hacer lo que los militantes quieren. Seguramente esto es todo.
Me lo imagino cuando al recorrer España se albergaba en casas de
militantes, estos le pedirían “dales caña”, y él, bien
convencido, no dudaría que eso es lo que procede. Más bien uno se
malicia que el acercamiento a los podemitas y las huestes antisistema
no sea una maniobra oportunista para no quedar descabalgado, sino que
tiene de mucho de competencia por liderar una misma fe.
No es casual que las
voces de alarma tengan por objeto lo que pueda pasar con la unidad
nacional. ¿Por qué Sanchez no se iba a atrever a saltar el Rubicón
cuando el partido ha llegado a la orilla? Pero en no menor medida
debiera llamar la atención que, exceptuada esta preocupación, se dé
por hecho la coincidencia de fondo con los chavistas. Como si con
estos se pudiera ir de la mano sin mayores problemas en la defensa
del Estado de bienestar, cosa que requiere un mínimo de seguridad
económica, y en las garantías del Estado de Derecho y la
democracia. En el caso del PSOE cabe sospechar que su neutralidad y
condescendencia dialéctica ante las ínfulas bolivarianas de los
podemitas, durante las elecciones y después, obedeciera no sólo a
dejar abierta la puerta del acuerdo de gobierno, sino al
convencimiento de que “los suyos” se incomodarían y
desconcertarían de entrar en polémica “entre la izquierda”.
Se da por supuesto que el
público medio del PSOE y de la izquierda en general ama España o al
menos está por la unidad de España. Estoy de acuerdo pero hay que
matizar. En gran medida lo está como lo está por la unidad de la
tierra o por que la tierra siga dando vueltas alrededor del sol. Es
decir, en la mentalidad de la izquierda no existe el problema de la
unidad de España, o si lo prefieren de otra manera, de la
permanencia dela Constitución y del democracia, como problema
político. No les gustan los separatistas, excepto donde hay
separatistas, con los que sienten un cierto aire de familia en común.
No les gustan los separatistas pero les parece que están en su
derecho y que si hay problema es por falta de diálogo. Y que en todo
caso se trata de una coartada de la “derecha extrema”, siempre la
derecha es extrema, para mantenerse ilegítimamente en el gobierno.
Se da por supuesto que
los barones no pueden permitir que se ponga en cuestión la unidad de
España. Cierto, pero aunque quieran la unidad de España, dudo que
alguno vea que exista el problema de la unidad de España, que la
existencia de España pueda peligrar por la acción de los
separatistas. En todo caso prima la idea de que el verdadero peligro
viene de los “separadores”. Ante la posibilidad de gobernar
impera “la Razón de Partido” y la razón de estado, o sea la
unidad de la nación, es una variable dentro de esta razón de
partido. Incluso la idea de nación puede consistir en lo que
conviene al Partido que sea la nación. ¿Pues no es esto un caso más
de que lo que conviene al Partido es lo que conviene a “españa”?.
Y por lo que respecta a
la otra rama de la familia. Dejando aparte sus “mareas”, bien
reconfortadas si así fuera, ¿cree alguien que a los podemitas, le
va a perjudicar un ápice la reclamación del “derecho a decidir”?
¿algún presunto votante pensaría en lo que eso significa y sus
consecuencias?La demencia política empieza en el punto en que la
multitud cree que es bueno arrancarse un brazo o cegarse un ojo si de
esta manera quien es objeto de su odio se queda sin algún dedo o sin
oreja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario