viernes, 6 de febrero de 2015

MÁS SOBRE PI Y LA RETÓRICA SOBERANISTA


El Sr. Navarth llama la atención oportunamente sobre la incongruencia en la que cae PI cuando, a la vez que invoca “la soberanía nacional”, se aviene al juego de los separatistas. Por mi parte he quedado algo descolocado con estos arreones “patrióticos” que exhibe el gran líder, tan aparentemente fuera de guión. Es tentador achacarlo a inclinaciones "joseantonianas", como hacen periodistas o políticos próximos a la izquierda oficial desenfocando el problema, como si fuera muestra de que PI no es “verdaderamente de izquierdas”. Parece que, lejos de esto, PI siente el deseo de homologar y homogeneizar lo más posible su discurso con el propio de sus mentores de las dictaduras hispanas y con su socio griego en el gobierno. No hay que desdeñar tampoco el contagio debido a tanta intimidad y familiaridad con esas estirpes, contagio no sólo ideológico sino en el impulso retórico. Además a este líder, tan desinhibido y hábil para comprender los fenómenos más evidentes para los que los políticos al uso demuestran la mas contumaz ceguera, le debe resultar tentador aprovechar el potencial de sentimiento nacional tan abandonado y vilipendiado que pueda haber en nuestra sociedad. Pero no puede aventurarse sin más por un terreno tan resbaladizo y socavado. Es obvio que la invocación de la soberanía nacional sólo tendría sentido objetivamente contra el separatismo, mientras que PI trata de enfocarlo contra la UE y el imperialismo de las multinacionales y de los banqueros. Pero al público que le sigue le resbala la separación de Cataluña, entre otras cosas porque no se cree que el problema exista, mientras que el rechazo a la UE sólo cala en minorías fanatizadas a las que PI quiere tener bien en la retaguardia por ahora. A su público, actual o potencial, lo de la soberanía nacional le parece un artilugio franquista y sólo la pueden admitir en clave republicana. Por ahora PI no quiere tocar esa tecla, a sabiendas  que, de hacerlo, se trastornaría la estrategia de acumulación de fuerzas en la que está metido, dando además por supuesto que la República llegaría como fruta madura de conseguir y consolidar el poder. Incluso más, siendo esa su meta y la “revolución social” consiguiente, no es de descartar que llegado el momento si así le conviniera, tuviera la ocurrencia de hacer una entente con la monarquía como la hizo Mussolini con Victor Manuel III de Saboya o Primo de Rivera con Alfonso XIII, pero esto ya es historia ficción en demasía.
Que esta deriva retórica no se quede en mero tanteo depende fundamentalmente del desarrollo de la cuestión catalana, porque como bien advierte el Sr. Navarth no es fácil conjugar estos extremos en cuanto todo vaya en serio. A este respecto tan molesto y enigmático es PI para los separatistas como estos para PI, dado que en Cataluña no hay terreno lo suficientemente abonado para sustituir la dialéctica independencia/centralismo por la de la casta/ ciudadanía, pese a que hay más motivos objetivos que en toda España junta. Los nacionalistas se han labrado bien a fondo su finca ideológicamente como para permitir que se eche a perder la cosecha por un advenedizo. Consciente de ello PI está a la espera, confiando tal vez que, si por la inercia de las cosas, consigue una cierta posición ventajosa en las próximas elecciones pueda maniobrar entre el separatismo y el impacto que este puede producir en el resto de España si se va consumando. En este caso bien vale el tópico del poeta “se hace camino al andar”, sólo que este camino lo es en “la noche oscura del alma”. Mientras puede hacer pinitos patrióticos a ver como se digieren, pero sin comprometer el discurso manido contra la casta y la corrupción que tan bien funciona y que por lo visto le pasa lo mismo que al que se hace en los programas del Gan Wyoming o Sálvame y otros, que cuanto más burdo, más encanta. Así que lo más lógico es que en el plano retórico las cosas transcurran por su cauce y que al público no se le calienten los cascos con propuestas tan “revolucionarias” como esta de “la lucha por la soberanía nacional”, a no ser que los acontecimientos se precipiten en Cataluña o en Grecia y eso obligue al gran líder ciudadano a autodeterminarse y autodefinirse sobre tema tan crucial.

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