“En este “juego del gallina”, el
Estado -sería en 2017, aunque el problema se plantearía el día 28
de septiembre próximo si los independentistas obtienen mayoría
absoluta- no va a dar el volantazo por más que Mas y Junqueras
tampoco lo hagan, porque éstos no juegan con naipes
ganadores sino que están sobreactuando de manera nada
responsable. Sería mejor, por lo tanto, que se evitase la terrible
tentación del chicken game.” EL CONFIDENCIAL
04/04/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
Es un ejemplo de que la apuesta
Mas-Jonqueras y Cía se interpreta por una maniobra de “juego de
gallina”, una farolada, pero tiene más de su reverso negativo, lo que sería un “juego de la tortuga”. En este gana la tortuga que más se
retrasa. Me explico. Se trata de quien es capaz de banalizar en mayor
medida el Procés y sus consecuencias. Me sigo explicando: aunque,
como no podía ser de otra manera, el Procés haya estado a la orden
del día en los medios desde su desencadenamiento, el mensaje
dominante y que ha calado en la opinión pública es que “no lleva
a ningún sitio, porque es imposible”. A eso llamo banalización
del Procés, porque de seguir adelante, aunque no triunfe, las
consecuencias de todo tipo, empezando por las económicas, podrían
ser desastrosas. Pero la banalización del Proces se convierte en
banalización de la Independencia. La opinión pública no se siente
en la tesitura de posicionarse en torno a la bondad o la maldad de la
misma, su conveniencia o perjuicio para todos. Así, lo que significa
de insolidaridad y de ruptura unilateral del pacto en el que se basa
la convivencia social queda en segundo o tercer plano, ante la
indiferencia que provoca algo que se tiene por mera fantasía y
politiqueo. La banalización se convirtió en una solución táctica,
en la que ha coincidido la clase política, salvado el episodio
verdaderamente banal del propuesta federal del PSOE. Seguramente
ante el no saber qué hacer, la mejor virtud ha sido cerrar el pico.
En cierta manera los separatistas más oficialistas como Mas y
Junqueras apostaron también por una cierta banalización del Procés
al menos en lo que se refiere a su presentación. Se alcanzaría sin
problemas si contaba con el apoyo de la mayoría catalana y sin mas
consecuencias para la vida práctica, que una serie de mejoras
milagrosas. Mientras en la opinión pública del resto de España el
Procés y la presunta independencia merecen menos consideración que
temas como el tratamiento de las fundaciones, la regulación de las
grasas de las hamburguesas o de las clases de chino, en la opinión
pública catalana se ha podido instalar la sensación de que la
independencia es un tramite administrativo, y festivalero, semejante al de la
presentación de credenciales del síndico de Andorra o de una estrella futbolera en el Nou Camp. Cualquiera
diría que quinientos años de historia, por lo menos, nos
contemplan.
No es fácil adivinar a quien beneficia
y perjudica más esta banalización, ni tampoco lo que ha podido
pesar para que la conjura Mas-Jonqueras se presente en sociedad. Pero
ambos cuentan con que su éxito depende en un caso y el otro de
acertar en la dosis de banalidad. Los separatistas para hacer de la
independencia un asunto simpático, los partidos nacionales para no
asustar, que bastantes problemas hay. Es posible que por chamba o por
sabiduría la “táctica” oficialista esté dando su fruto y una
parte de la opinión pública catalana se vaya desinflando ante la
ausencia de tensión. Al fin y al cabo es cierto que muchos se han
dejado arrastrar por la fantasía y por un calentamiento insano y se
trata de que vuelvan a la sensatez. Pero ambas partes andan
descolocadas. Los separatistas porque no se esperaban tanta falta de
épica por parte del “Estado” y la modorra que, por lo que
parece, puede producir entre los más blandos de los suyos. Los
partidos nacionales, porque ya creían que el Procés se estaba
enterrando y que se confirmaba la convicción de que era un mal
paripé. ¿Pero qué se podía esperar habiendo llegado las aguas
donde han llegado? ¿Acaso que Mas fuera mareando la perdiz? De
ninguna manera puede el President tragar sólo el marrón de la
corrupción una vez que este bocado puede ser muy apetitoso para
formaciones como Podemos. Compartirlo juntos compromete el Procés
desde el momento que no se sabe hasta donde pueden llegar y por donde
pueden salir los podemitas, pero es la única forma de que el Procés
siga adelante.
Entramos en un proceso de intenciones,
que es lo único que se puede adivinar en el momento presente. La
intención de los separatistas es bastante trasparente, aunque muchos
se sigan frotando los ojos. Es enternecedor el Sr. Zarzalejos cuando
advierte que “algunos están sobreactuando de manera nada
responsable”. La duda está en la orilla de enfrente. Los
interesados en liderar el país tendrán que preguntar a sus asesores
qué respuesta dar ante lo que parece la inevitable pregunta: “¿Qué
van a hacer si se declara la Independencia de Cataluña?” “¿Qué
van a hacer si los declarantes pasan de la inconstitucionalidad de la
medida y siguen adelante?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario