lunes, 11 de abril de 2022

EL HUMILLADO

 

Todas las comparaciones según se dice son odiosas, pero eso no quita para que algunas bien miradas sean pertinentes. Por ejemplo entre un tirano sanguinario como Putin, capaz de pertrecharse tras la esencia bárbara y despótica del sistema soviético, y un presidente democrático, que no necesariamente demócrata apasionado como nuestro Pedro Sanchez. No entremos benevolentemente en cual sea su convicción democrática y atengámonos a su necesidad: democrático pues no tiene más remedio que atenerse a un marco aunque lo estruje y desafíe a conveniencia.


Remito la analogía exclusivamente a un aspecto: el factor aglutinante que lo populariza entre los suyos, su base social en general expresa y no necesariamente la latente.


Cuesta creerlo pero Putin conecta con la pulsión totalitaria de su pueblo a la que cuida con pasión desmesurada hasta hacerlo sentirse confortable en la esclavitud. No ha tenido más que sacar consecuencias de lo que ha aprendido en su formación “patriótica”: que el comunismo es un sistema en el que los esclavos se creen amos. Un sistema que ha sacado toda la punta posible a la tradición ancestral que unía en su tiempo al Zar con Dios y luego al Secretario General con la Historia. Esta era postsoviética ha modificado la forma de sometimiento de la economía y la sociedad a la burocracia estatal, pero sin apenas alteración de los reflejos sociales, de la forma de entender la sociedad su relación con el Poder.

Según estos reflejos e inclinaciones un tirano no está mal visto si demuestra ser efectivo en extremo hasta someter cualquier amenaza o simple discrepancia, incluso si es cosa de imaginación. La mano dura es un aliciente si además se ejerce sin clemencia. Porque la política no sería solo la tarima en la que pelean los amigos contra los enemigos según repite a lo C. Schmitt el “filosofo” de Putin Ivan Ilyin, sino el arte de aplastar al enemigo, aunque haya que inventarlo si fuera necesario.


Esta aura de invencibilidad y de consumada capacidad de sometimiento del “enemigo” atrae hacia Sanchez a la base tradicional del socialismo y su simbiosis podemita. En esos lares el miedo a la derecha es semejante al miedo que los soñadores del imperio ruso tienen a su decadencia. Someterla a cualquier precio es lo verdaderamente honorable y democrático. Nadie conoce mejor a los suyos que Sanchez convertido en Campeón dispuesto a emprender con mano de hierro una purga de esos temores. Es decir canjeándolos por una buena dosis de odio bien narrado.


Pero ahora por razones todavía misteriosas que admiten todo tipo de especulación se ha sometido a la peor humillación imaginable ante el Sátrapa del Sur. Dicho de paso Mohamed ha demostrado un conocimiento bien preciso de las debilidades de nuestra nación, que además incluye la inconsistencia del que se tenía por Campeón indiscutible. No ha tenido clemencia para arrastrar por los suelos a nuestro ejemplar político más soberbio.


La base social del soñado igualitarismo “antifranquista” tiene que hacer de tripas corazón. ¿Pues que alternativa más musculada puede haber al Gran Campeón? El mosqueo es inevitable y aunque todo lo que no interesa es susceptible de quedar en el olvido, la depresión preelectoral es preludio de derrota.


Se dirá que no se trata de una humillación personal sino nacional y es verdad. Dudo que así le parezca a quien comparte que “la nación es un concepto discutido y discutible”, pero como animal político no puede desconocer que el boquete abierto en el crédito de su omnipotencia puede emponzoñarse con la humillación nacional de quien con estos alardes demuestra lo que le importa su nación. Lo peor para el Campeón humillado es que pase a ser tenido por parte de la humillación nacional sin que haya argumentos que puedan ofrecer los que lo soportan.  Por una vez la humillación de la nación ha estallado como un sopapo en  la dura cara de Sanchez.


Por desgracia la posibilidad de que la población rusa se sienta avergonzada y por tanto humillada de su Tirano impertérrito parece más lejana. En esto las circunstancias y el Espíritu popular son bien distintas.


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