El venerable término Utopía que inventó Tomás Moro es objeto de una
historia enrevesada hasta el momento, desde que Marx lo descalificó para marcar
distancias con la amalgama de los otros liberadores sociales. En nombre de lo
que apadrinó como “socialismo científico”, denunciaba al resto de “socialistas
utópicos”, desde Saint Simón y muchos otros hasta Proudhon, por pretender
cambiar la sociedad, sin pasar por la conquista del poder y la dictadura del
proletariado. Paradójicamente los tildados de utópicos eran bastante más realistas de lo que parece,
pues ensayaban todo tipo de formulas concretas de transformación de la sociedad
capitalista y de desarrollo práctico de una organización social afín a los
trabajadores y desconfiaban con razón de lo que significaba entregarse a la maquinaria del Estado. Por su parte los seguidores bolcheviques de Marx, los
verdaderamente fieles a Marx al fin y a la postre, formalizaron la peor utopía
concebible al presentar el imperio de unas elites burocráticas, bien
concienciadas y crueles hasta la extenuación, como el camino al socialismo la
justicia y la felicidad universal. Pero decían que no era utopía sino ciencia.
Tras el mayo francés, la caída del muro, o el poco juego del eurocomunismo, los
herederos de la experiencia soviética cambian la “ciencia” por la utopía para
recuperar las claves de la revolución. No se trata de luchar por metas
históricas sino de legitimar la lucha con los sueños. Todo lo que se sueña hacer
es legítimo, y también es legítimo todo lo que se hace en nombre de un sueño.
Así la invocación de la utopía otorgaría la patente de la sensibilidad por los
necesitados y oprimidos, la marca de distinción entre los sensibles a las
causas nobles y los insensibles. Pero a lo que parece también salvaguarda
ciertas prácticas que los autocatalogados revolucionarios podrían permitirse de
tener el poder, o por lo menos algo de
poder. En nombre de “la Utopía” se procede ahora en Andalucía a crear clases
entre los desheredados; todos somos iguales, pero unos más que otros. No es lo
mismo estar concienciado, lanzarse a la calle o a okupar, y seguir a los
verdaderos líderes del pueblo, que conformarse con que la ley ampare a todos
por igual y se aplique igual para todos. La Utopía también sirve para algo.
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