viernes, 11 de abril de 2014

Y LE LLAMAN UTOPÍA



El venerable término Utopía que inventó Tomás Moro es objeto de una historia enrevesada hasta el momento, desde que Marx lo descalificó para marcar distancias con la amalgama de los otros liberadores sociales. En nombre de lo que apadrinó como “socialismo científico”, denunciaba al resto de “socialistas utópicos”, desde Saint Simón y muchos otros hasta Proudhon, por pretender cambiar la sociedad, sin pasar por la conquista del poder y la dictadura del proletariado. Paradójicamente los tildados de utópicos  eran bastante más realistas de lo que parece, pues ensayaban todo tipo de formulas concretas de transformación de la sociedad capitalista y de desarrollo práctico de una organización social afín a los trabajadores  y desconfiaban con razón de lo que significaba entregarse a la maquinaria del Estado. Por su parte los seguidores bolcheviques de Marx, los verdaderamente fieles a Marx al fin y a la postre, formalizaron la peor utopía concebible al presentar el imperio de unas elites burocráticas, bien concienciadas y crueles hasta la extenuación, como el camino al socialismo la justicia y la felicidad universal. Pero decían que no era utopía sino ciencia. Tras el mayo francés, la caída del muro, o el poco juego del eurocomunismo, los herederos de la experiencia soviética cambian la “ciencia” por la utopía para recuperar las claves de la revolución. No se trata de luchar por metas históricas sino de legitimar la lucha con los sueños. Todo lo que se sueña hacer es legítimo, y también es legítimo todo lo que se hace en nombre de un sueño. Así la invocación de la utopía otorgaría la patente de la sensibilidad por los necesitados y oprimidos, la marca de distinción entre los sensibles a las causas nobles y los insensibles. Pero a lo que parece también salvaguarda ciertas prácticas que los autocatalogados revolucionarios podrían permitirse de tener el poder,  o por lo menos algo de poder. En nombre de “la Utopía” se procede ahora en Andalucía a crear clases entre los desheredados; todos somos iguales, pero unos más que otros. No es lo mismo estar concienciado, lanzarse a la calle o a okupar, y seguir a los verdaderos líderes del pueblo, que conformarse con que la ley ampare a todos por igual y se aplique igual para todos. La Utopía también sirve para algo.

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