Un leve fogonazo
de debate intelectual se ha colado en la tertulia de C. Herrera a iniciativa
del Dr. Rodriguez Brown. Que sirva de
precedente, para toda tertulia posible. Lo dice un ingenuo.
El Dr. Rodriguez Brown dijo (aproximadamente): ¿Qué racionalidad tiene
votar, contando el esfuerzo que supone y que un solo voto no es nada rentable? En defensa de la legitimidad de la abstención
invocó a B. Constant: “La libertad de los antiguos” es el poder de participar
en los asuntos públicos personalmente, “la libertad de los modernos”, es la de que
todo particular tenga garantizados sus derechos para hacer su vida. Incluso el
derecho de votar o no votar. En su favor trajo la paradoja de la democracia
americana: la mitad de la población, al menos no vota habitualmente.
Pero hay que objetar:
Primero, el sentido de la libertad que inspiraba a los padres de la patria
americanos, prototipo de la democracia moderna, era emular la “libertad de los
antiguos”. Como explica H. Arendt (no tengo la cita a mano): los dirigentes del
congreso americano actuaban con el sentimiento de que el debate público y la
participación en el mismo es el mayor privilegio que le cabe al ser humano.
Constant atendía a la necesidad de fijar como punto de partida la protección de
los derechos personales frente al absolutismo, protección que permite la
posibilidad de participar en la vida pública.
Segundo, el análisis liberal al uso entiende la “racionalidad política” y
todo acto humano en general como si fuera una parte de los asuntos domésticos.
Pero somos a la vez ethos, domos y polis, sin
solución de continuidad, pero con momentos para cada cosa. Las elecciones
estimulan lo que tenemos de “animal político”. Miramos en lo fundamental por el
bien común, según como cada uno lo interpreta. La paradoja americana se debe a
que allí “la vida está muy hecha y asegurada” como si la sociedad funcionara
por sí misma. La abstención en Europa es fundamentalmente por desafección a lo que hacen los políticos. Por
el contrario, la participación política de la gente en USA trata de ser a la
manera de “los antiguos”, mientras la participación pública en Europa es pasiva,
limitada a votar o a protestar. Seguramente la masa abstencionista de USA no
puede entender la política a la manera europea y nos se siente motivada o con
fuerza para hacerlo a la manera americana.
Tercero, la participación en los asuntos públicos no es un deber pero sí
una virtud, el abc de la virtud cívica. La abstención en los asuntos
públicos habiendo opciones, sea por
indiferencia, por rechazo de la política o por hartazgo, no es ilegítimo pero sí
una deficiencia que afecta a una parte de nuestra personalidad moral, a nuestro
sentido social. La democracia tiene la virtud de exponernos a desarrollar el
lado social de nuestra personalidad.
El Sr. Arcadi Espada contrarrestó brillantemente al Dr. haciendo hincapié
en la sacralización común del “pueblo” por parte de, los nacionalistas, los
marxistas y también los liberales. Muy oportuno al caso.
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