A
los oficialistas sólo les puede salvar que aflore in extremis el
instinto de supervivencia por miedo a la aventura sanchista; pero si
así fuera , lo sería a pesar de que no se han atrevido a denunciar
lo temible que es verdaderamente tal aventura.
Me
parece que Susana ha concedido a Schz. una ventaja estratégica que
la deja prácticamente indefensa. Ha creído que la reivindicación
de la marca del PSOE y de la tradición es suficiente. Que así basta
para asociar a su liderazgo la esperanza en el triunfo del PSOE. Ha
pasado sobre ascuas por el desafío de Podemos, y por tanto de Schz,
sin capacidad de encarar su gravedad. Lo critica, y de paso a Schz,
por pretender acabar con el PSOE. Pero ya se ha instalado
irreversiblemente en las bases que la verdadera amenaza es el PP y
que además es deber sagrado del PSOE exterminar al PP o sacarlo del
gobierno. En esta cruzada los podemitas e incluso los separatistas
son un aliado seguro, mientras no se los vea no solo como una peligro
para la democracia, sino como responsables de un proyecto de
dictadura sin ambages.
Seguramente
Susana no se ha atrevido a denunciarlos, porque eso no lo tiene claro
y por el temor a provocar una mayor reacción contraria en las bases.
En el fondo su confianza es rehén de la trampa que el mismo PSOE se
ha tendido históricamente, al considerarse la única representación
legítima de la democracia en España, frente al presunto peligro
procedente de la derecha. En el imaginario socialista se asocia
mecánicamente el ataque al PSOE con el ataque a la democracia, pero
siempre dando por supuesto que ese ataque, real o imaginario, sólo
puede tener por origen la derecha.
Por
el afán de deslegitimar a la derecha, que ha de cargar con la
sospecha permanente de heredar el franquismo, ha alentado
la falacia instalada en el horizonte de la cultura política hispana
de que ser de izquierdas es ser demócrata, se adjetive la democracia
como sea.
Pero
la carambola insospechada del surgimiento de podemos ha alterado el
panorama en el que el PSOE contaba con el monopolio de la izquierda,
con IU de vicario. Con ello lo más importante: el principal activo
del PSOE, su marca, queda desdibujada, sino desvalorizada y
cuestionada. Ya no es para la izquierda social lo verdaderamente
sagrado. Cada vez cuenta menos eso de que “la única forma de ser
de izquierdas es ser socialista”. Se abre paso la idea de que “ser
socialista es una forma de ser de izquierdas”, lo que para Schz.
significa ser “rojo” sin máscaras; se puede acabar diciendo,
invirtiendo a Felipe Gonzalez: “antes de izquierdas y rojos que
socialistas”
El
tono general es que con Podemos se puede colaborar aunque cause
molestias. Seguramente los oficialistas lo harían depender de que el
PSOE estuviese consolidado para disfrutar de una posición hegemónica
ante los podemitas y para Schz habría que hacerlo sin condiciones.
Prueba
de la disposición mayoritaria dentro del PSOE es que el motivo de la
resistencia de los oficialistas a pactar con Podemos es el compromiso
de estos con los secesionistas, asunto para Schz accidental. Se
puede especular si a los sanchistas nada les importa la unidad de
España, si creen que no hay un peligro real o que sufren de rabia
incurable contra el PP y que nada más importa. Pero la estrategia o
ausencia de ideas oficialista de fiarlo todo a la conservación de la
marca tampoco ayuda a cortar esta indiferencia ante el separatismo
una vez que es doctrina ortodoxa el menosprecio de la realidad de
este peligro.
Pero
también cuenta el hambre de triunfo.
Schz
puede traducir su ventaja estratégica en promesas de éxito, pese al
intento oficialista de presentarlo como un fracasado. Una vez que
están todas la cartas sobre la mesa, la oferta a las bases y a la
mayoría de sus votantes de un gobierno probable a corto y medio
plazo con los podemitas e incluso los separatistas es algo más que
una tentación
Mientras
que Susana, más allá de las vaguedades, sólo puede sugerir un
Gobierno con Cs, para lo cual se ha de desmoronar el PP y recoger los
restos Cs, que no está claro lo uno ni lo otro. Eso o una incierta
travesía en el desierto a la espera de que el podemismo se desinfle
mientras ellos resisten. “Largo me lo fiáis”.
Además
en lo peor los sanchistas no tienen nada que perder, pueden meterse
en Podemos. Pero a los oficialistas, de perder, no les queda más que
irse a ninguna parte o postrarse. El colchón rojo podemita es un
incentivo para los sanchistas a seguir con lo suyo pase lo que pase;
la comodidad tradicional de un PSOE impune ante la opinión pública
por su presunta superioridad moral ya no es suficiente para despejar
dudas y aguantar en la incertidumbre. Porque el problema de fondo es
¿con que ideas resistir si ya no basta la marca?
No hay comentarios:
Publicar un comentario