viernes, 12 de mayo de 2017

NACIONAL CULTURALISMO


Creo que la mezcla de mala fe, oportunismo e ignorancia de los sanchistas y zapateristas y demás sobre “la nación de naciones” se vale de la coartada que han ido suministrando muchos historiadores al propalar la distinción entre nación cultural y nación política. Si enfocamos en términos modernos de nación-estado, toda nación política es también cultural y viceversa, lo que no significa uniformismo en ninguno de estos sentidos. El término “protonaciones” que va en el mismo sentido no deshace la confusión pues deja pendiente la misma incógnita: ¿son naciones que se han de consumar políticamente o bien son naciones frustradas, históricamente hablando, por carecer de la necesaria voluntad nacional?.

¿Son acaso Cataluña y el País Vasco naciones culturales y España “sólo”nación política? España es nación cultural y política porque es nación conformada como tal política y culturalmente. Pero es que las naciones modernas son fundamentalmente resultado de la unidad e integración de unidades diversas cultural y políticamente en formas muy variadas. No somos en esto una rareza en lo fundamental como tendemos a creer, más bien iniciamos el camino de las naciones modernas o del sentido moderno de nación. Con más retraso político que nosostros, antes de las guerras napoleónicas los alemanes se sentían nación cultural porque trataban de hacer compatible el imperio y la fragmentación política de origen feudal. Pero eso significaba: “la cultura común es nuestro fundamento nacional del que forma parte nuestro orden político”. De tener sentido la diferencia, Bretaña, Sicilia, Nápoles, Borgoña, Alsacia, Bohemia, Sajonia, Baviera, Gales...etc tendrían que ser naciones culturales..es decir en realidad todas las regiones de cualquier nación, en tanto que partes, que, de una forma u otra, se incorporan a un todo.

Tratamos de justificar una excepcionalidad y singularidad política, la que dio pie a los estatutos de la II República reactualizados por la Constitución, inventando la distinción entre regiones y “nacionalidades” (¿nación cultural?). Se podría haber reconocido como un compromiso debido a la peculiar construcción de España, en realidad a las debilidades de la construcción nacional de España.

Lo que ahora justifica la unidad de España, y en realidad a todas las naciones existentes, es que el Estado soberano que la representa sea un marco efectivo viable para una convivencia fundada en la libertad y el derecho. O circunstancialmente la capacidad de dotarse de tal instrumento si este no existe o es defectuoso. Sólo la incapacidad de una nación unida en un Estado de tener un Estado de derecho justificaria que una parte deseosa de la libertad de los ciudadanos de su territorio tuviese derecho a separarse. Pero siendo esto así, no es menos cierto que de cualquier forma que se haya logrado la unidad de un Estado en el que sus ciudadanos son libres e iguales, esta unidad constituye un valor en sí mismo y su disgregación un retroceso, que convierte a sus ciudadanos y a las generaciones venideras en más pobres política, cultural, vital y seguramente socioeconomicamente. En tal caso no se puede invocar como un derecho de una parte la separación, sin el consentimiento del conjunto.
Reclamarse “nación cultural” o bien significa cuidar una tierra que es parte de un todo o bien lamentar ser media – nación, con derecho a ser un todo nacional exclusivo, es decir un Estado. Pero quienes debieran haber desenredado el entuerto, historiógrafos y políticos, de ambos se nutren los educadores y las creencias colectivas, se han esforzado en enredarlo a conciencia, los más oportunistas y sobrados claro.

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