lunes, 24 de febrero de 2025

EL ESPASMO AISLACIONISTA

 

La pasmosa irrupción del aislacionismo yanqui destroza las acreditadas categorías polítológicas de nuestra época. No digamos el orden mundial. La vida de los pueblos y de las épocas cobija pulsiones originales tan soterradas como confundidas con el presente visible. Sólo al hacer éstas nítidamente acto de presencia se toma nota de ellas y de su gravedad. No tienen que venir de muy lejos. Por citar lo más evidente: poca explicación tiene la felonía sanchista, si no se repara en la continuidad de la pulsión guerra civilista de la izquierda, o la villanía putinesca sin la profunda pulsión imperialista de la vieja y la nueva Rusia, o más atrás el resentimiento absolutista que inspiró al nazismo y al leninismo/stalinismo. La misma izquierda de toda la vida y la de nuevo tipo tiene que acomodar su pulsión genuina  "antiimperialista", antioccidental, al nuevo tiempo que se avecina. Pero es inconcebible sin esa pulsión y tendrá que imaginar nuevos cuentos.


Trump cimienta su fuerza en la profundidad de la pulsión aislacionista en la "América profunda". De hecho el sentimiento aislacionista yanqui tiene mucho de estructural. Estando a la sombra ha conservado su potencial como si cohabitara con los nuevos tiempos. Contrasta con la imagen cosmopolita liberal de los EEUU, santo y seña de su creación.


Los EEUU se crearon como nación olímpicamente. Nacieron como Palas de la cabeza de Zeus, impolutos. Los EEUU son nación "constitucionalmente". Por mor de que se constituyó de esa manera, jurídicamente, accedió a la vez y de un sólo golpe a la condición de nación y de comunidad política. Además de anticiparse de esta manera a la ordenación del mundo en Estados nación, esta forma de llegar a ser nación es de tal relevancia que se ha convertido en el modelo para entender en Occidente el hecho de la nación. Por ejemplo en España es cosa corriente, intelectualmente hablando, que España es nación desde y por la Constitución de Cadiz, cuando en realidad ésta instaura como comunidad y sujeto político,Estado en suma,  a la ya existente nación española. Las naciones del viejo mundo llegaron a ser históricamente comunidades políticas, es decir Estados nación, por procesos internos extremadamente complejos y abiertos a diversas posibilidades, pero a partir de raíces y expresiones nacionales de todo tipo, canalizadas políticamente de formas diversas y comúnmente autoritarias. Pero otra cosa es la formulación jurídica de los Estados nación, producto de una deriva histórica tan compleja como abierta a diferentes posibilidades.


Esto no deja de marcar el sentido estadounidense de lo nacional y de su identidad nacional. Las oligarquías ilustradas que se independizaron de la metrópolis, constituyeron su fundamento espiritual. Pertenecían a la cultura cosmopolita liberal ilustrada y ese poso, por ser fundacional, parece indeleble. El respeto a los "Padres fundadores" unió a la masa popular, habida cuenta de la inmensa expectativa de progreso y bienestar que ofrecía la tierra para la libre iniciativa. Las clases populares compartían el cosmopolitismo pero en la forma de consumo interno, es decir la identificaban la libertad con las oportunidades que ofrece la patria de la libertad. Bajo la cúpula cosmopolita fundacional el subsuelo abundaba de puritanismo y orgullo racial entre conquistador y emprendedor. El más fervoroso patriotismo conjugó las dos acepciones elementales de la libertad, la libertad como ley natural concretada en la ley y el derecho, y la vulgar de la libertad como ley del más fuerte, bajo el convencimiento de que la tierra de las oportunidades era a su vez la tierra elegida por Dios.


La extensión de los negocios determinó oportunistamente en su ascensión, como se vio en el entierro del viejo imperio hispano, el interés político por la escena internacional. Por mor de las circunstancias y su inmensa potencialidad la mentalidad aislacionista y posesiva cedió a la necesidad de sacrificarse en las dos grandes guerras mundiales. Acabada la segunda GM, los EEUU se vieron comprometidos a liderar el mundo libre frente a la insaciable codicia soviética. Con el crédito de la sangre vertida  esto rejuveneció el idealismo cosmopolita fundacional y ligó el orgullo nacional al espíritu de la libertad. Nacido a la defensiva el imperio americano se ha desplegado híbridamente entre la protección, el sacrificio y el negocio, pero se acredita por su liderazgo del mundo libre.


La degradación woke del cosmopolitismo liberal en cosmopolitismo nihilista y antioccidental es un fenómeno complejo nacido de las mismas grietas de la cúpula fundacional. Su obsesión inmediata es la denigración moral de las sociedades abiertas y del liderazgo moral de las mismas. La reacción aislacionista adquiere fuerza como contestación a la contestación. Pero no para renovar el cosmopolitismo liberal fundacional degradado por los wokes. Desde el orgullo nacional herido no pretende reparar las grietas de este liderazgo, convencida de que es ruinoso. Como si se hubiera convertido en víctima propiciatoria del cáncer interno y de sus socios gorrones, la "América profunda" se echa la manta a la cabeza en nombre de "América primero". Los extremos tiran de la cuerda y amenazan romperla. El orgullo nacional yanqui está socavado y a la intemperie perdida su vocación de liderazgo moral.


Dado que es imposible dar la espalda a la implicación de los EEUU con el mundo, el espasmo aislacionista retorna a la versión imperial más pedestre. Trump lo renueva y aboga por una salida negociada en términos comerciales de la ley del más fuerte. Los fuertes no han de disputarse el mundo sino compartirlo amigablemente. Remedando a Deng Tsiao Ping, "gato blanco o gato negro..." lo importante es que sirva para el negocio. Incluso Maduro sería un buen gato, aunque de color rojo.


Pero incluso desde la óptica más egoísta es dudoso que convenga a EEUU una Europa postrada a la nueva URSS y China, e incluso despreciada por su antiguo aliado. En esta partida Trump cree jugar al Monopoly y a los nuevos compadres les entra la risa. Lo entiendan o no los aislacionistas, la pulsión más profunda americana es la cultura de la libertad y su posición comercial es indisociable a la larga de su prestigio y compromiso moral. Cosa extraña en la historia mundial, pero es así.


Europa se suicida para "salvar el Planeta" y de paso  a "la humanidad" y los estrategas del "Monopoly" saltan de contento. Por cierto, en España, la más suicida de los suicidas, nadie repara. De gorrones con clase, Europa se queda en convidada de piedra y caja de resonancia woke. Jugando a ser los más correctos hemos acabado echando leña al fuego del delirio aislacionista yanqui. La América profunda se ha desprendido de la inspiración magistral del Viejo mundo abrumado éste de mala conciencia y de ínfula quijotesca, en mutua sinergia. Sin plantilla moral e intelectual queda suelto un Imperio espasmódico que tendrá que encarar cada nuevo reto prácticamente a ciegas. Y cuanto más aislado esté mas retos y mayores se nos acumularán.


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