Como Sanchez sigue adelante, y seguirá hasta la victoria o la derrota definitiva, y como sólo los suyos lo pueden evacuar, toda su confianza está depositada en que ganará entre los suyos el instinto de victoria sobre el de supervivencia. Siempre y cuando, claro está, dé muestras el más Intrépido que ninguno, de que, con puño de hierro y corazón de hielo, está dispuesto a conducirlos a la victoria final. Pero el no menos Inmaculado está en el brete de que para ello tiene que desvelar sus planes y convocar a la masa "progresista" para la victoria final, la república confederal, y no está el horno para bollos. Porque si hasta el momento todo se fiaba a que "el Proceso destituyente" madure hasta que el espíritu constitucional se asfixie, ahora solo puede, él y los suyos, pensar en sobrevivir como sea.
En este contexto se sitúa el discurso real de Navidad. Técnicamente ha dicho la mayor cantidad de verdad que la Moncloa puede admitir. Como esa verdad es poca y genérica, como además está maquillada y lo mollar se sugiere muy sibilinamente, para la gravedad del momento, sin duda que su Majestad confía en la comprensión de los constitucionalistas y en el buen sentir del pueblo en general. A pesar de que lo equívoco de la referencia a "los populistas" y a la "desinformación" tiene que despertar suspicacias y levantar ampollas. Si de una concesión a Sanchez se trata ¿era necesario?. En este caso el fin de salvar la Monarquía no precisa de estos medios, si tal es la razón.
Pero como no puede ser de otra forma este fin ha guiado el contenido y la forma. Un contenido de buena voluntad constitucional que espera mantener la adhesión de la gran mayoría de la población. Una forma que sugiere poderío y determinación institucional, obviando,este año, el sentimentalismo de la noche. ¿Da de esta forma una idea de que estamos ante el abismo?
De momento, ¿agradecerá Sanchez el miramiento real ante sus fechorías? Es decir que no lo tratase siquiera como trató a Rajoy en un discurso pasado, mereciéndolo con mucho más motivo. Entiendo que la pregunta mueva a la risa. Es de suponer que don Felipe es consciente de que ahora Sanchez no puede echarle un órdago. A la vista de ello, ¿es entonces lo más sabio"no dar argumentos", como hacen los jueces en sus sentencias preventivas en vistas al TC, a quien se sabe que eso nada le importa, para hacer "lo que tiene que hacer"?.
Porque lo que ofrece más dudas es si en la Zarzuela se toma en serio que, de perpetuarse el gobierno del bloque de poder vigente, esto se llevará por delante a la Monarquía y la Constitución. ¿Se piensa en eso o sólo en salir adelante y evitar la erosión a la espera de que "todo se pondrá en su sitio"? ¿Se puede confiar en que la inercia constitucionalista de la mayoría de la población sea garantía suficiente para que la pesadilla acabe? En todo caso es encomiable de que, ante el abismo, se invoque el resplandor institucional en contraste con la resplandeciente indecencia del bloque del poder.
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