domingo, 25 de agosto de 2013

LA ETERNA MATRIOSKA




La represión homófoba de la que se hace gala en Rusia abunda en la sensación de que la mentalidad y las costumbres profundas de esta sociedad están ancladas más en la época feudal que en la modernidad. Pero no estamos ante un regreso repentino a tiempos prerrevolucionarios sino más bien ante la continuidad con las pautas que transmitió el régimen soviético. Viene al caso interrogarse por la aportación histórica de los experimentos comunistas para la modernización de las sociedades que los disfrutaron casi todas a su pesar. A la vista de la experiencia histórica parece que el único intento serio de modernización se debe a Pedro el Grande. Por lo que al régimen soviético se refiere, la terrible transformación económica y social que convirtió a la inmensa mayoría de la población en asalariados al servicio de élites burocráticas parasitarias e incompetentes permitió salir de la miseria a una parte considerable del pueblo ruso a cambio de la universalización de la pobreza y del sacrifico de la población molesta o incómoda. Pero estas transformaciones que condujeron a una economía esclerotizada no sólo no derivaron en democracia y estado de derecho como es notorio, sino a lo que parece dejaron intactas lo más granado y viciado de las costumbres ancestrales de la eterna alma rusa. El régimen soviético parece guardar con el alma rusa la misma relación que la última matrioska con las matrioskas que contiene dentro. Al destaparlo aparece su matriz pero más pequeña en una serie interminable. Los grandes alardes destructores de la tradición ortodoxa y zarista eran operaciones destinadas a crear una nueva matrioska. Se puede decir que el régimen soviético bajo su disfraz revolucionario se nutrió de los impulsos autoritarios y nihilistas que tan profundo arraigo tienen y que tanto denunciaron Tolstoi y Dostoievsky y los estimuló hasta las peores consecuencias imaginables, sin por otra parte apenas alentar las virtudes de cordialidad y humanidad que animan al pueblo ruso. El régimen putinesco al uso legitima su poder en la satisfacción de estos reflejos autoritarios y nihilistas tan arraigados que tanto refinó hasta la brutalidad el régimen soviético. En gran parte la voluntad rusa tiene los pies posados en Oriente mientras que con las manos pretende agarrarse a Occidente, con el agravante de que sólo sabe moverse dando vueltas sobre sí misma. Al menos este es el camino con el que los antiguos burócratas del nuevo régimen pretenden reverdecer los sueños imperiales que tanto parecen encantar a su población.

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