A propósito de las propuestas de Alicia Sánchez Camacho y del rechazo que ha provocado entre los
barones de su partido.
Es el ABC de la política que esta ha de tratar tanto de lo justo como de lo
posible. Rara vez lo justo es lo posible
y hay veces en que lo justo es imposible y que lo posible no es muy justo. Es
injusto que la Cataluña más poderosa quiera independizarse de España. Son
muchos siglos de convivencia y de posición ventajosa, sin duda por méritos
propios, de Cataluña dentro de España. Por poco que se estudie objetivamente la
historia, se puede ver que Cataluña y el conjunto de España se han formado juntos
y con interés común, pese a la existencia de una línea de desencuentro
permanente. La conllevancia es una mala solución, la peor de las soluciones si
cabe, pero la separación no es solución alguna y sería lo más dañino y
catastrófico para las dos partes. Todos los españoles nos veríamos en un serio apuro, pero los catalanes en particular saldrían mucho mas perjudicados de lo que imaginan. Lo que pueden conseguir fuera de Esdpaña, lo pueden conseguir igualmente estando dentro de España, pero perderían lo mucho que pueden aprovechar del resto de España. Esto es independiente del hecho de que si sigue la presión independentista la
independencia es posible porque la sociedad española en su conjunto está
fatalmente desunida y carece de convicción y claridad para revertir la
situación. Se apela a que el Estado haga una labor pedagógica, pero después de
decenas de años de inanición esto suena a las rogativas que se organizan para que
llueva cuando la sequía acucia. No es fácil salir del embrollo, ni conviene desautorizar
“las terceras vías” por sistema. La línea roja que no se puede cruzar es el derecho de
autodeterminación pero será inevitable afrontar un acuerdo duradero
entre el resto de España y Cataluña. No por justicia sino por elemental
pragmatismo. De lo contrario la situación puede
llegar a ser peor que la que tuvo que afrontar Azaña a los pocos días de la
proclamación de la República cuando tuvo
que trasladarse de urgencia de un día para otro a Barcelona para paralizar la proclamación del
Estat Catalá por F, Maciá. Pero se puede avanzar en la justicia y en lo posible a la vez si se admite la singularidad de Cataluña y el País Vasco dentro de España en los términos que planteó la II República y se "deconstruye" el "café para todos". Al menos queda esta posibilidad.
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