miércoles, 1 de julio de 2015

RIVERA Y PODEMOS



No jugar con el tigre como si fuera un minino.


Rivera parece entender que la centralidad, o al menos la suya, pasa fundamentalmente por marcar y remarcar la distancia con el PP. Debe creer que la corrupción y los sufrimientos provocados por la crisis son y serán el tema estrella y que además la mayoría social está por “el cambio”, signifique lo que signifique esto. Pero que en cualquier caso coincide con quienes creen que la visualización del cambio sería echar al PP...¿o sólo a Rajoy?.
No está cómodo siendo el presunto monaguillo del PP y tampoco debe ver muy factible convertirse en el “nuevo líder del centroderecha”. Toma así como modelo de centralidad el liberalismo inglés o aleman, tal vez para convertirse en bisagra imprescindible, tal vez para llegar en alguna ocasión a ser la nueva UCD. Este camino es arriesgado y discutible pero tiene su lógica. Ahora bien, ya empieza a cantar, o debería hacerlo, su silencio clamoroso sobre Podemos. Lo trata como uno más entre otros, con el que habrá que entenderse. Cuando dice abiertamente que el problema de España es la permanencia de Rajoy, es decir del PP, queda sobreentendido que es bienvenido cualquiera que comulgue con el propósito de echarlo. Máxime cuando Rivera añade que se sitúa en medio de la polarización entre el PP y Podemos. Uno de los méritos de Rivera ha sido denunciar el cainismo de “rojos o azules”, alentado fundamentalmente, hay que decirlo, desde la izquierda, así como el “cordón sanitario”. Pero la amenaza de un nuevo “frente popular” no es algo fantasmagórico, como tampoco lo es la vocación totalitaria de Podemos.
Por eso la centralidad , incorrectamente sinónimo de“equidistancia”, tiene que matizarse y actualizarse. No significa lo mismo la centralidad de la “tercera España” atrapada en medio de la lucha cainita, que la de los liberales ingleses o alemanes entre la socialdemocracia y los conservadores. En el primer caso teníamos en juego la posibilidad de la democracia, en el segundo está en juego una solución de gobierno entre otras dentro de la democracia. ¿Se puede ser neutral ante Podemos y el muy posible pacto entre Podemos y el PSOE? ¿se puede decir que eso no afectaría a la democracia y a las condiciones de existencia de la misma? ¿estaríamos sólo ante una alternativa de gobierno, además regeneracionista?. Las razones por las que Rivera pasa de puntillas sobre Podemos pueden deberse a un calculo de oportunidad, para atraerse a potenciales votantes de Podemos moderados y desengañados de la partitocracia y la corrupción. Pero pueden deberse a algo más preocupante, la creencia de que son un partido democrático más, es decir que sus dirigentes no tienen intenciones antidemocráticas como sus mentores. O que de tenerlas sería imposible que las llevaran acabo. O incluso que sería más contraproducente criticarlos por ese lado, pues sólo los muy de derechas serían sensibles a ello. Sea por lo que sea, quizás sin darse cuenta, Rivera corre el peligro de deslizarse a jugar en el campo que impone el discurso podemita. Con benevolencia habría que pensar que hablar de la “ley mordaza”, como si nada, podría ser un simple despiste, movido por las ganas de caer simpático. Dudo que esto genere muchos réditos y beneficios electorales, ya se sabe que la gente prefiere el original a la copia, pero en cualquier caso no ayuda a despejar los nubarrones de nuestra vida política.
Hay momentos en que la centralidad y la regeneración requiere plantar cara a quienes pueden hacer imposible un sistema en el que la centralidad sea posible y eso no es cordón sanitario, sino higiene democrática. Seguramente es inoportuno, ¿pero qué se le va a hacer?.

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