No jugar con el tigre
como si fuera un minino.
Rivera parece entender
que la centralidad, o al menos la suya, pasa fundamentalmente por
marcar y remarcar la distancia con el PP. Debe creer que la
corrupción y los sufrimientos provocados por la crisis son y serán
el tema estrella y que además la mayoría social está por “el
cambio”, signifique lo que signifique esto. Pero que en cualquier
caso coincide con quienes creen que la visualización del cambio
sería echar al PP...¿o sólo a Rajoy?.
No está cómodo siendo
el presunto monaguillo del PP y tampoco debe ver muy factible
convertirse en el “nuevo líder del centroderecha”. Toma así
como modelo de centralidad el liberalismo inglés o aleman, tal vez
para convertirse en bisagra imprescindible, tal vez para llegar en
alguna ocasión a ser la nueva UCD. Este camino es arriesgado y
discutible pero tiene su lógica. Ahora bien, ya empieza a cantar, o
debería hacerlo, su silencio clamoroso sobre Podemos. Lo trata como
uno más entre otros, con el que habrá que entenderse. Cuando dice
abiertamente que el problema de España es la permanencia de Rajoy,
es decir del PP, queda sobreentendido que es bienvenido cualquiera
que comulgue con el propósito de echarlo. Máxime cuando Rivera
añade que se sitúa en medio de la polarización entre el PP y
Podemos. Uno de los méritos de Rivera ha sido denunciar el cainismo
de “rojos o azules”, alentado fundamentalmente, hay que decirlo,
desde la izquierda, así como el “cordón sanitario”. Pero la
amenaza de un nuevo “frente popular” no es algo fantasmagórico,
como tampoco lo es la vocación totalitaria de Podemos.
Por eso la centralidad ,
incorrectamente sinónimo de“equidistancia”, tiene que matizarse
y actualizarse. No significa lo mismo la centralidad de la “tercera
España” atrapada en medio de la lucha cainita, que la de los
liberales ingleses o alemanes entre la socialdemocracia y los
conservadores. En el primer caso teníamos en juego la posibilidad de
la democracia, en el segundo está en juego una solución de gobierno
entre otras dentro de la democracia. ¿Se puede ser neutral ante
Podemos y el muy posible pacto entre Podemos y el PSOE? ¿se puede
decir que eso no afectaría a la democracia y a las condiciones de
existencia de la misma? ¿estaríamos sólo ante una alternativa de
gobierno, además regeneracionista?. Las razones por las que Rivera
pasa de puntillas sobre Podemos pueden deberse a un calculo de
oportunidad, para atraerse a potenciales votantes de Podemos
moderados y desengañados de la partitocracia y la corrupción. Pero
pueden deberse a algo más preocupante, la creencia de que son un
partido democrático más, es decir que sus dirigentes no tienen
intenciones antidemocráticas como sus mentores. O que de tenerlas
sería imposible que las llevaran acabo. O incluso que sería más
contraproducente criticarlos por ese lado, pues sólo los muy de
derechas serían sensibles a ello. Sea por lo que sea, quizás sin
darse cuenta, Rivera corre el peligro de deslizarse a jugar en el
campo que impone el discurso podemita. Con benevolencia habría que
pensar que hablar de la “ley mordaza”, como si nada, podría ser
un simple despiste, movido por las ganas de caer simpático. Dudo que
esto genere muchos réditos y beneficios electorales, ya se sabe que
la gente prefiere el original a la copia, pero en cualquier caso no
ayuda a despejar los nubarrones de nuestra vida política.
Hay momentos en que la
centralidad y la regeneración requiere plantar cara a quienes pueden
hacer imposible un sistema en el que la centralidad sea posible y eso
no es cordón sanitario, sino higiene democrática. Seguramente es
inoportuno, ¿pero qué se le va a hacer?.
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