Si
viniera a cuento uno tendría que apuntarse al numeroso grupo de
quienes no auguraban a Rajoy más que su retiro, pero los entusiastas,
que ahora abundan más que nunca, no debieran exagerar sus alabanzas y
expectativas. Por ahora sigue sobreviviendo en condiciones extremas
, supervivencia que, dicho sea de paso, es buena para el país a la
vista de las alternativas.
No
se puede dilucidar si su tenaz éxito se ha debido a la estrategia
de la pasividad o a la pasividad por falta de estrategia. Sería
exagerado achacarlo a su habilidad y clarividencia, pero algo de esto
ha tenido que haber. En este haber está el hecho decisivo de la
división de la izquierda y sobre todo la perspectiva plausible de
que esta división conduzca a su incapacidad para formar una
alternativa de gobierno. Desde luego que el podemismo no es fruto
sólo de una maniobra de marketing teledirigido, pero sin la decisión
marianista de cederles el usufructo de los grandes medios y la
orientación populista que rige todas las programaciones de estos el
podemismo no hubiera alcanzado las monstruosas proporciones que tiene. Pero no
hay que olvidar que no tenemos un gobierno sanchista o frente
populista por factores ajenos a la capacidad de maniobra del ya
consagrado líder del PP. No lo hubo en las primeras elecciones
porque el Koleta borroka no lo quiso y prefirió apostar por el
“sorpaso”. No lo hubo en las segundas porque la vieja guardia
socialista impidió in extremis que Sanchez consumase su aventura.
Había
que ser un genio casi divino para tener previstos estos desenlaces y
no parece que Don Marino cumpla tal condición. Otra cosa es que
tenga la suerte por aliada. Si le ha favorecido la suerte sólo en
estos casos, más o menos inopinadamente, hay que resoplar para
quitarse el susto. Si la suerte es su aliada política de forma
natural y constante habrá que agarrarse a él, como náufragos a un
tablón a la deriva.
Pero
no se olvide que la clave del escenario político es algo que Rajoy
no controla: la decisión pablista de aliarse como una lapa a los
separatistas de toda condición y procedencia. Esto impide, por
ahora, la unión de las izquierdas, pero a costa de un refuerzo
considerable de las fuerzas activas del separatismo. A este respecto
y dicho de pasada no es presumible que la necesidad de los
socialistas de despodemizarse vaya a conducir a una revisión, ni
siquiera a un somero examen, de las profundas inclinaciones que los
deslizan a podemizarse.
Rajoy
ha conseguido de esta manera una cierta posición estable que otorga
ventajas estratégicas y hasta la mayor iniciativa para maniobrar. Es
decir para negociar la alternativa “nosotros o ya veréis lo que es
bueno”. En ello cuenta la parálisis estratégica de sus
adversarios y enemigos. C,s porque no sabe como desprenderse del
colegueo, ni tiene claro si eso le conviene; PSOE porque es rehén de
sus fabulaciones históricas; los podemitas porque no saben como
“acumular” más fuerzas revolucionarias y no tienen más remedio
que fiarlo todo a la crisis que puedan provocar los separatistas.
Pero
la traca final está por llegar y en relación con ella todo lo que
vemos son fuegos fatuos. Del desenlace del “proces” dependerá la
suerte de Rajoy y de toda la democracia. Igual que con lo que ha
llevado al desenlace del nuevo gobierno, es imposible saber si en
este caso la presencia de la vice ministra en Barcelona obedece a
alguna estrategia o a falta de estrategia. Todo se reduce a si los
separatistas se atreverán a dar el paso definitivo y si el gobierno
tiene previsto qué hacer en ese caso. ¿Tiene algún motivo Rajoy
para esperar que no lo den, ofreciendo algo democráticamente
tolerable que podría complacerles? ¿o confía también en este caso
en la buena suerte, o sea en que al final los separatistas o el
grueso de ellos recupere el “seny”? El poco tiempo que queda nos
dirá si el paripé de la viceministra es un proceder calculado para
cargarse de razón, si no hubiera más remedio que hacer valer la
razón en algún momento; o si es una forma de camuflar que no se
sabe qué hacer.
Al
menos ya que no están las cosas para alharacas nos podemos conformar
con que Rajoy no admitirá legalmente el derecho a decidir y confiar
en la buena suerte. Menos da el Pedrusco. Entretanto hablemos de los
presupuestos.
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